Playas vacías y tiendas cerradas: Baleares se asoma a la pobreza a la espera de turistas
Baleares es la comunidad donde más se incrementará la pobreza. Cientos de tiendas y hoteles siguen cerrados a la espera de turistas extranjeros, que llegarán desde el 1 de julio
El Arenal, uno de los lugares más concurridos de Mallorca en verano tanto de día como de noche, parece que continúe en confinamiento. Apenas hay gente en sus calles estrechas y la mayoría de negocios están cerrados. Su playa casi parece la de un rincón privilegiado en el Caribe, solitaria, limpia y turquesa. Lo normal es que a estas alturas del calendario, cientos de jóvenes turistas rotos por la resaca, cuando no borrachos todavía, chapoteen por sus aguas antes de derrumbarse sobre la arena para dormir bajo unas gafas de sol. Los mallorquines huyen de este tramo de playa como del demonio. Hoy sin embargo hay un puñado de familias. Niños y mayores dándose un agradable baño. Lo nunca visto en el Arenal.
Este oasis que solo recuerdan los más viejos del lugar se romperá el 1 de julio, cuando se abran las fronteras y los vuelos internacionales empiecen a aterrizar en serie en el aeropuerto de Son Sant Joan. Aunque el sector turístico, del que depende de un modo u otro la mayor parte de la población balear, encara la vuelta a la normalidad con pocas expectativas y mucha ansiedad. Miles de familias se juegan su supervivencia o la caída al abismo de la pobreza en estos tres meses que justo empiezan.
"Fíjate en mi listado de reservas. El 2 de julio abro el hotel con 4 clientes. El segundo día tengo a 36 y el otro 34. Esto para un hotel de 100 habitaciones en plena temporada alta. Así que hemos decidido abrir solo de jueves a domingo y si en 15 días la cosa no va bien, cerramos puertas", explica Juan Manuel Ordinas, gerente del hotel Teide, situado en pleno Arenal, el equivalente para los jóvenes alemanes de lo que Magaluf es para los británicos.
Solo algunas tiendas de suvenires y cachivaches de playa están abiertas, junto con alguna valiente cafetería con un par de mesas ocupadas. "No vendo casi nada, está todo muy mal", dice Manan, de pie junto a una montaña de colchonetas hinchables, chanclas y camisetas. "Esta semana sí entra a la tienda algún turista más, veremos la semana que viene", se esperanza. Manan pasa el día charlando en la calle con compatriotas indios, vendedores ambulantes todos, que a estas horas deberían trasegar la playa a la caza del turista y están a la sombra de brazos cruzados.
El aeropuerto de Palma es la primera señal que advierte al viajero de que ocurre algo grave. Es lógico que haya pocos turistas extranjeros, pero apenas los hay españoles. El aparcamiento de autobuses está prácticamente vacío, cuando lo normal cualquier día del verano es verlo abarrotado de autobuses de los grandes turoperadores asfixiando al personal con los motores en marcha mientras esperan al siguiente paquete de turistas llegados de Colonia, Manchester o Roma.
Del otro lado del aparcamiento, la imagen contraria: una enorme hilera de taxis espera clientes. La fila pasa largo rato sin moverse debido a la escasez de vuelos. Lo taxistas echan un cigarro o charlan en círculo para matar el tiempo. Lo normal sería que el carrusel de taxis no parase de circular recogiendo a personas y maletas rumbo a los hoteles. Según estimaciones del Gobierno balear hechas en abril, la comunidad sufrirá una caída del 31% del PIB y la destrucción de 147.000 empleos.
Fernando Rodríguez, gerente de un hostal en Palma, no espera que ninguno de esos taxis se detenga en su puerta en todo el verano. Ha decidido no abrir su negocio y mantener en ERTE a sus cinco empleados. "Hice cálculos y la conclusión es clara: si sigo cerrado, tengo un problema porque pierdo toda la temporada e ingreso cero euros. Pero si abro, tal como está la situación, me arriesgo a no poder devolver el crédito ICO que me tiene que permitir llegar vivo a final de año. Abrir no es viable, me llevaría seguramente al concurso de acreedores". La sala principal de su hostal, el Y Hostel, tiene capacidad para 28 huéspedes en pequeños cubículos al estilo japonés. Un modelo de alojamiento 'low cost' destinado a los jóvenes que la pandemia ha hecho saltar por lo aires.
Una economía en el aire
El estado de ánimo de comerciantes y hosteleros es sombrío. Unos días ven el futuro negrísimo. Otros se animan un poco cuando ingresan unos euros en la caja, especialmente los fines de semana, cuando muchos bares con terraza y restaurantes llenan su aforo reducido gracias a la población local. Pero siguen faltando los turistas, el motor que todo lo mueve en las islas.
"Nuestros turistas son personas que principalmente vienen a Mallorca a la playa. Y que su estancia media son tres noches. Encima, están viendo que las discotecas están cerradas y que los bares tienen un aforo muy limitado o directamente están cerrados. ¿Tú crees que tienen algún incentivo para viajar, con todo el jaleo que hay montado? Por muy jóvenes e impetuosos que sean, este año pasan de Mallorca. Ya vendrán cuando se pueda. Pero los empresarios y los trabajadores aquí no sabemos si podremos esperar tanto. Si yo me declaro en quiebra, detrás de mí viene el que me trae los fiambres, luego el de la carne, luego el de la Pepsi y luego el de la cafetería de enfrente que depende de mis clientes. El turismo es una cadena interminable que da empleo al 80% de la población de Baleares", resume Ordinas.
Si yo me declaro en quiebra, detrás viene el que me trae los fiambres, el de la carne, el de la Pepsi y el de la cafetería de enfrente
Un informe de la ONG Intermón Oxfam señala que, en términos de incremento de la pobreza relativa, Baleares se llevará la peor parte, con un subida del 11,7% del porcentaje de personas por debajo de la línea de pobreza. Desde el 14 de marzo, 200.000 personas nuevas han caído en la exclusión social en la comunidad autónoma, duplicando la cifra existente hasta alcanzar las 400.000. Son datos de la Red para la Inclusión Social EAPN Baleares. Esto en una comunidad con una brecha social muy importante, es una bomba de relojería lista para estallar con la llegada del frío.
"Baleares, para bien o para mal, es fundamentalmente turística. Producimos servicios que no se pueden almacenar. Y esta crisis, que ha afectado fundamentalmente a la movilidad, nos coloca en una posición especialmente vulnerable", advirtió días atrás Carmen Planas, presidenta de CAEB, la confederación empresarial balear. "Baleares ha experimentado en este periodo una contracción sin precedentes del PIB, que ha alcanzado el 4,5%. Es, sin duda, un muy mal dato. (…) Esta contracción de la economía coloca a Baleares a las puertas de una recesión económica que va a ser muy grave y, sin querer ser agorera, muy difícil de superar", prosiguió Planas en un discurso en la sede de la CEOE. Y aún remató: "Lamento anunciaros que esta crisis va a pasar a Baleares una factura difícilmente digerible".
Pánico a noviembre
Hamlet Ramírez es gerente del Saranna Cafe & Gastrobar, un moderno bar de tapas de autor ubicado a la entrada del casco histórico de Palma. El enclave es privilegiado, y sin embargo en las terrazas de la zona apenas hay unas pocas mesas ocupadas, demostrando que la tragedia económica no solo se ceba en Mallorca con el segmento de nivel bajo, sino también con el medio y alto. Y que el problema no son solo los extranjeros que están por llegar, sino los españoles que pueden hacerlo y no llegan todavía. El Saranna está vacío a media tarde del viernes, pero tiene pleno de reservas para cenar con un aforo limitado.
El precio medio de consumo baja. El que antes pedía un gin-tonic al final ya no lo pide, o se ahorra el vermú del principio
"Aunque tengas clientes, notas la crisis en que el precio medio de consumo baja. El que antes pedía un gin-tonic al final ya no lo pide, o se ahorra el vermú del principio. Hay mucha contención y lo entiendo. Bastante agradecido estoy con que vengan a cenar", exclama Ramírez. La pandemia le ha caído en el peor momento, pues su gastrobar lleva un año abierto y la carga de deuda es fuerte. "Lo normal cuando abres un negocio es pasarlo mal el primer año, sufrir un poquito menos el segundo y empezar a ver la luz el tercero. Esto me llega en mi segundo año, justo cuando vamos a encadenar 18 meses de temporada baja. Tengo confianza en el producto que ofrecemos, en la respuesta de mis clientes fieles, en la diferenciación de mi oferta basada en la restauración sostenible, pero no puedo garantizar que a medio plazo seguiré con este negocio funcionando porque lo peor aún está por llegar".
En el verano de la 'nueva normalidad', los empresarios turísticos aspiran como mucho a cubrir gastos y los asalariados aspiran a llegar a fin de mes entre jornadas parciales y sueldos muy reducidos. Todo el mundo llegará al mes de octubre sin ahorros, cuando no endeudado. Con esa situación financiera horrible comenzarán la travesía del desierto de cada año hasta la Semana Santa siguiente. Muchas familias en Baleares no aguantarán porque aunque lo intenten, no disponen de otra salida laboral que el turismo.
"De esta solo salimos si desde el Gobierno y Europa aprueban ya un plan de reconstrucción poscovid. Ya vamos tarde, pero si esperan a aprobarlo en otoño la destrucción de empleo y la pobreza será brutal, porque los efectos de las medidas tardan unos meses en reflejarse. En la crisis de 2008, Baleares aguantó gracias al turismo internacional. Pero ahora es el turismo internacional lo que se ha detenido y nos ha machacado más que a nadie", resume Ramírez, que además de hostelero es consultor de hotelería de lujo.
Los pequeños empresarios abren sus negocios casi forzados, para tratar de seguir pagando las facturas y las hipotecas contraídas
Los pequeños empresarios y autónomos consultados coinciden: abren sus negocios casi forzados, lanzándose a una piscina en la que no saben si hay agua, ya que deben obtener ingresos para seguir pagando las facturas y las hipotecas contraídas cuando abrieron sus negocios, en muchos casos con el aval de sus bienes personales que ahora están arriesgando. Los empresarios coinciden en que una vez termine el verano, muchas familias perderán la partida y se verán abocadas a la bancarrota.
Conscientes de la gravedad de la situación, los reyes eligieron Mallorca como segunda parada tras Canarias en su presente gira por todo el país. "¡Gracias y bienvenidos a España!", saludaron el rey Felipe y la reina Letizia a un grupo de turistas alemanes que se asoleaban en el Arenal este jueves. Los reyes caminaron en solitario por el paseo de la playa del Arenal no porque su equipo de seguridad barriera la zona, sino porque asombrosamente no había casi nadie. La duda que a todos asalta es: ¿cuánto tiempo seguirá así?
El Arenal, uno de los lugares más concurridos de Mallorca en verano tanto de día como de noche, parece que continúe en confinamiento. Apenas hay gente en sus calles estrechas y la mayoría de negocios están cerrados. Su playa casi parece la de un rincón privilegiado en el Caribe, solitaria, limpia y turquesa. Lo normal es que a estas alturas del calendario, cientos de jóvenes turistas rotos por la resaca, cuando no borrachos todavía, chapoteen por sus aguas antes de derrumbarse sobre la arena para dormir bajo unas gafas de sol. Los mallorquines huyen de este tramo de playa como del demonio. Hoy sin embargo hay un puñado de familias. Niños y mayores dándose un agradable baño. Lo nunca visto en el Arenal.
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