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El gran mérito de Carla Suárez y el consejo que nunca le pidió a Rafa Nadal
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Contra un tenis de altura

El gran mérito de Carla Suárez y el consejo que nunca le pidió a Rafa Nadal

La canaria desafió a las grandes dominadoras de esta década con un juego diferente al de muchas de sus rivales. Pese a su físico, llegó a ser número seis del ranking WTA. No ganó todo lo que se mereció

Foto: Carla Suárez celebra un punto en la Fed Cup defendiendo los colores de España. (EFE)
Carla Suárez celebra un punto en la Fed Cup defendiendo los colores de España. (EFE)

Tras las retiradas de Arantxa Sánchez Vicario y Conchita Martínez, el tenis femenino español entró en una especie de limbo en el que ninguna tenista parecía destinada a cubrir el enorme hueco dejado por las dos ganadoras de Grand Slam. No fue hasta 2008 cuando una menuda jugadora, Carla Suárez (1,62m), irrumpió para hacer frente a las mejores raquetas del tenis mundial, un juego dominado ya desde la azotea por Serena Williams (1,75m) y María Sharapova (1,88m). Sin la potencia ni la fuerza de ellas (tampoco de muchas otras con las que se batió el cobre), la canaria destacó por su juego elegante, sobre todo con el revés a una mano, y plástico. También por su modestia, sello personal. Tras once años en la WTA, este pasado martes la canaria, de 31 años, decidió poner el punto y final a su trayectoria profesional, donde destacan sus títulos en Oeiras (2014) y Doha (2016) que le ayudaron a ascender hasta el número seis del ranking en 2016. Nunca ganó un 'Major', tampoco pasó de cuartos, pero durante este tiempo siempre fue la gran baza nacional junto a Garbiñe Muguruza. Lesiones y desconexiones mentales en momentos puntuales de su carrera apartaron a Carla, muy probablemente, de un palmarés mayor.

El tenis español pierde a una de sus jugadoras insignia, le pese a quien le pese, y también a una de las más queridas de la WTA por su honradez, educación y entrega tanto dentro como fuera de la pista. "La verdad es que, después de tantos años, que ninguna compañera y rival haya dicho nada malo de mí me congratula. Cuando mi tenis no ha funcionado nunca me he dejado llevar por la rabia o la indignación. Siempre he primado los valores y el buen comportamiento. Soy consciente de que mucha gente nos ve. No creo que malos gestos por perder un punto o un partido ayude a nuestro deporte", comenta la tenista para El Confidencial. Carla asegura haber meditado muy bien su decisión junto a su equipo. No la ha tomado a la ligera. Anunciarlo por fin ante los medios en Barcelona, su residencia actual, también le ha dotado de mayor tranquilidad: "Por fin lo he soltado, me he quedado a gusto. Ahora espero disfrutar con todas las de la ley del siguiente paso".

Ese no es otro que el 2020. La canaria no cuelga la raqueta aquí, lo hará a final de una temporada donde se plantea importantes retos: por un lado, cruzar la puerta de las semis en un Grand Slam y, por otro, disputar sus cuartos Juegos Olímpicos. Lo ambiciona: " ¿Una medalla? ¿por qué no? El circutio WTA está muy abierto y, evidentemente, sé lo que tengo que hacer para volver a competir con las mejores porque ya he estado ahí. Primero tengo que clasificarme. Ahora, tengo ilusión por cerrar mi carrera con un gran sabor de boca y eso podría ser un bonito colofón. Voy a hacer entrenamientos de mucha calidad para conseguirlo". La jugadora también está dispuesta a dar un paso adelante desde el terreno psicológico, uno de los factores que no siempre le ha acompañado en estos años. "Me ha faltado una mentalidad fuerte. Este año no tengo nada que peder, por lo que voy a jugar más liberada. Una mentalidad ganadora se adquiere con entrenamiento diario y con resultados positivos. Desgraciadamente, no todos podemos ser Serena o Rafa. Estamos hablando de dos monstruos del tenis. Si todos fuéramos como ellos seguramente sus carreras no hubieran lucido tanto. Por eso son únicos. La cabeza que tienen es de otro nivel y es lo que marca la diferencia", explica Suárez, que nunca le ha pedido consejo en este aspecto al número uno masculino: "Los chicos no son muy accesibles, aunque compartamos pista muchas veces ellos van con sus equipos y nosotras con los nuestros. No coincidimos tanto". Para este último curso, la canaria tendrá a Marc Casabó como único técnico tras finalizar su relación con Óscar Serrano este septiembre, después del pasado US Open.

La familia, su motor

Carla ocupa actualmente la posición número 55 del ranking mundial, lejos de sus mejores días. Ha cerrado un mal año, pero en el cómputo total de su carrera acumula 509 victorias por 336 derrotas. Balance positivo. Entregó su vida al tenis desde que era una niña y, antes de dar el salto definitivo a profesionales, fue campeona de España y de Europa en categoría junior (2006). "Son muchos años prácticamente lejos de mi gente, con viajes a todos los rincones del planeta. Del tenis me voy a llevar el respeto de todo el mundo y también la persona que soy hoy en día. Lo malo ha sido quizás tantas horas perdidas en un avión y, sobre todo, el no poder celebrar con los tuyos muchas victorias y algún que otro título. Eso sí que me da pena. Ha habido momentos de soledad bastante duros. Forma parte de este mundo. Todo esto hace que te replantees muchas cosas. Yo echaba de menos estar cerca de mi familia. Llega un momento que empiezas a valorar las cosas que no tienes", detalla.

placeholder Carla Suárez, junto a Serena Williams tras perder la final de Miami en 2015. (EFE)
Carla Suárez, junto a Serena Williams tras perder la final de Miami en 2015. (EFE)

Si uno pone el retrovisor, Carla ha pasado por rachas no del todo agradables a lo largo de su carrera. Su lucha contra el sistema siempre fue romántica, pero por más que lo intentaba siempre acabó topándose con los mismos muros: los derechazos de Andrea Pektovic (Amberes), Serena Williams (Miami) o Sharapova (Roma), aunténticas cañoneras que le apartaron de algunas tardes de vino y rosas. Para hacerse un hueco en el olimpo tuvo que dejar atrás algunos estigmas: su complexión, su potencia limitada o su endeble servicio. Por supuesto, también renunció a esa voz interior que le lastró y tiró muchas veces de ella hacia el fondo. "El tenis es un deporte muy complicado, juegas tú sola y casi siempre dependes de tu estado de confianza. A veces el ruido de fuera tampoco ayuda. Es difícil obviar algunos pensamientos que te vienen a la cabeza. Eso es así", se sincera. A pesar de todo, la española demostró que se podía. A contracorriente, pero consiguió llegar a buen puerto. El Trofeo en Doha (2016) tras remontar de manera espectacular a Ostapenko en la final, fue su mayor adquisición.

El futuro lejos del tenis

Poco tiempo después, cuando mejor estaba, llegaría el calvario: esos más de tres meses sin apenas jugar por una extraña dolencia en el hombro. El resultado: un descenso progresivo y la ruptura con su entrenador de toda la vida, Xavi Budó. En 2018 recuperó el ánimo, plantándose en los cuartos del Open de Australia y Estados Unidos, pero este 2019 no ha podido mantenerse, unos problemas lumbares desde mitad de temporada le apartaron de la senda y le hicieron reflexionar: la aventura tocaba a su fin: "A pesar de todo, el físico no es la razón. Pesan más las cuestiones personales", manifiesta por teléfono.

Tras disfrutar 'in situ' del éxito de la Armada en la Copa Davis de Madrid ("Me gustaba más el formato anterior"), la canaria ya enfoca su preparación para el curso venidero, que espera que sea algo más que una simple despedida. Luego mudará su residencia de nuevo a las Islas Canarias y emprenderá nuevos proyectos. Prefiere no compartirlos todavía, pero sí avanza que no estarán relacionados con el tenis. Tampoco se imagina como entrenadora a muy largo plazo: "Tengo otras inquietudes, no me veo en esa labor". Sobre el futuro de su deporte cuando ella no esté, no se esconde: "Soy consciente de que hay muy pocas jugadoras españolas en el circuito y Garbiñe ha de recuperar su mejor nivel, está trabajando muy enserio para ello. Potencial existe, pero hay que terminar de explotarlo". Madrid (mayo) y Mallorca (junio), los escenarios del calendario WTA donde el público podrá decir adiós a Carla, una 'pequeña' gran jugona.

Tras las retiradas de Arantxa Sánchez Vicario y Conchita Martínez, el tenis femenino español entró en una especie de limbo en el que ninguna tenista parecía destinada a cubrir el enorme hueco dejado por las dos ganadoras de Grand Slam. No fue hasta 2008 cuando una menuda jugadora, Carla Suárez (1,62m), irrumpió para hacer frente a las mejores raquetas del tenis mundial, un juego dominado ya desde la azotea por Serena Williams (1,75m) y María Sharapova (1,88m). Sin la potencia ni la fuerza de ellas (tampoco de muchas otras con las que se batió el cobre), la canaria destacó por su juego elegante, sobre todo con el revés a una mano, y plástico. También por su modestia, sello personal. Tras once años en la WTA, este pasado martes la canaria, de 31 años, decidió poner el punto y final a su trayectoria profesional, donde destacan sus títulos en Oeiras (2014) y Doha (2016) que le ayudaron a ascender hasta el número seis del ranking en 2016. Nunca ganó un 'Major', tampoco pasó de cuartos, pero durante este tiempo siempre fue la gran baza nacional junto a Garbiñe Muguruza. Lesiones y desconexiones mentales en momentos puntuales de su carrera apartaron a Carla, muy probablemente, de un palmarés mayor.

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