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Los nervios de Alexander Zverev en Madrid: así son los gestos de un campeón frustrado
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Abandonó la pista sin hacerle caso a los fans

Los nervios de Alexander Zverev en Madrid: así son los gestos de un campeón frustrado

El vigente campeón del Master de Madrid tuvo un mal debut en dobles con su hermano, Mischa Zverev, y cayó eliminado. Algunos gestos en la pista delatan que no pasa por su mejor momento

Foto: Alexander Zverev, con gesto de preocupación durante un partido esta temporada. (Reuters)
Alexander Zverev, con gesto de preocupación durante un partido esta temporada. (Reuters)

Alexander Zverev llegaba a Madrid con ánimo de volver a encontrar buenas sensaciones en su juego tras un comienzo de temporada muy irregular. Una crisis amorosa y el ingreso de su padre en el hospital por problemas de salud hicieron mella en el joven alemán, destinado a grandes cosas, que ha sufrido derrotas muy dolorosas. No ha ganado un solo torneo de los nueve que lleva disputados, cayendo contra Nick Kyrgios en su única final del curso, la del Master de Acapulco. El número cuatro del mundo (ha bajado un puesto en el ranking estos días) es el actual vencedor del Master 1000 de Madrid y hoy, en su estreno en el dobles junto a su hermano, Mischa Zverev, ha vuelto a caer estrepitosamente ante la pareja formada por el holandés Robin Haase y el sudafricano Raven Klaasen. Peor comienzo, imposible.

El pequeño de los Zverev salía a la pista número 7 de la Caja Mágica a las 13:40h. Sonriente, mirando constantemente a la grada, buscando alguna cara conocida. A su lado, su hermano, con la cabeza gacha. La gente le recibe con honores. Aplausos y una pancarta con el lema “Vamos” serigrafiado. Exceptuando a los tres mosqueteros y, por motivos obvios, a David Ferrer, es el que más miradas acapara de los aficionados. Se sienta en el banco, inquieto. Se ajusta bien la cinta rosa que lleva en el pelo y bebe un largo trago de agua bajo la intensa calina. El peloteo comienza y la tercera bola que toca es una caña, mal augurio.

Sascha no para quieto, es muy nervioso. Entre punto y punto se mueve constantemente por la pista. El partido ha empezado bien y la pareja alemana se pone 2-0. La tarde pintaba plácida, pero los rivales pronto le dan la vuelta al marcador (2-3). Además, con un drive a la línea que se come el pequeño. Aquello le obliga por primera vez a levantar la cabeza y pedirle una explicación a los dioses. Sus golpes, planos; sus voleas, a la red. Su hermano le anima, es el que lleva el peso de la responsabilidad. El top 10 asiente a sus indicaciones. “Let’s go”, se dicen el uno al otro mientras chocan los puños.

placeholder Zverev, cabizbajo tras errar un punto en una imagen de archivo. (EFE)
Zverev, cabizbajo tras errar un punto en una imagen de archivo. (EFE)

El partido sigue su curso y la situación no mejora. Los rivales dominan con más aplomo el partido, forzando menos errores y haciendo las delicias del público, cada vez más numeroso, con algunos golpes ganadores de auténtica clase. Sascha se estira de los pantalones hacia arriba incrédulo con algunas bolas que Haase y Klaasen cruzaban desde el fondo de pista. “¡Ayyy!”, grita Mischa tras haberse estirado lo máximo posible intentando devolver uno de esos misiles envenenados. Ambos hermanos apenas intercambian palabras entre punto y punto, mientras que en el lado opuesto de la pista prima todo lo contrario, el holandés y el sudafricano discuten la estrategia y apuran más los tiempos de saque.

Tiró su raqueta al suelo

A Sascha no le sale bien una a derechas y comienza a hacer aspavientos con la raqueta. El joven, frustrado, intenta corregirse a sí mismo. Mischa, a su lado, le reclama tranquilidad y concentración. Al poco tiempo, en el tie-break del primer set, deja pasar un globo que cree que va largo. Nada de eso, la bola entra y el pequeño, petrificado, mira fíjamente a su hermano, que tuerce el gesto y se muerde los labios. Un aficionado, consciente de la situación, le intenta insuflar ánimos, pero es imposible. Al cometer una doble falta y desperdiciar la primera y única bola de set que tendría, Zverez amenaza con golpear una lona de publicidad, pero, en lugar de eso, tira la raqueta contra el suelo. Luego, una vez que los rivales cerraron la primera manga a su favor, lo pagó de malos modos con la botella de agua. No era su día.

En el segundo set ambos hermanos se mostraron más sólidos, aunque sin alegría. Los peloteos eran más largos, pero sin puntos memorables. “Bien hermano”, le alentó con el puño cerrado Alexander a Mischa tras una buena volea. Ninguna pareja cedió su servicio y se llegó a la muerte súbita de nuevo. Finalmente, el holandés y el sudafricano se acabarían imponiendo. Con 5-1 los alemanes aún lograron acercarse hasta el 5-4, pero la remontada fue un espejismo. El vigente ganador de Madrid salió de la pista sin firmar un solo autógrafo, pese a las reiteradas peticiones de los fans, cabizbajo y, a buen seguro, preocupado con su tenis. Ahora se las verá con David Ferrer, que ya le desbancó en el Open de Miami. Su estado de nervios es obvio y sus gestos en algunas acciones del encuentro delatan su aparente falta de confianza. La corona puede cambiar de manos.

Alexander Zverev llegaba a Madrid con ánimo de volver a encontrar buenas sensaciones en su juego tras un comienzo de temporada muy irregular. Una crisis amorosa y el ingreso de su padre en el hospital por problemas de salud hicieron mella en el joven alemán, destinado a grandes cosas, que ha sufrido derrotas muy dolorosas. No ha ganado un solo torneo de los nueve que lleva disputados, cayendo contra Nick Kyrgios en su única final del curso, la del Master de Acapulco. El número cuatro del mundo (ha bajado un puesto en el ranking estos días) es el actual vencedor del Master 1000 de Madrid y hoy, en su estreno en el dobles junto a su hermano, Mischa Zverev, ha vuelto a caer estrepitosamente ante la pareja formada por el holandés Robin Haase y el sudafricano Raven Klaasen. Peor comienzo, imposible.

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