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El sueño de Pablo Carreño se puede cumplir en el año de los maestros menguantes
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aspira a entrar en el masters de Londres

El sueño de Pablo Carreño se puede cumplir en el año de los maestros menguantes

En un año difícil para el tenis por las lesiones de puntales como Djokovic, Murray o Wawrinka, el español necesita que Isner o Sock no ganen en París para entrar en el torneo final

Foto: Pablo Carreño, en París. (EFE)
Pablo Carreño, en París. (EFE)

Pocos son los tenistas que se juegan algo en París Bercy. Los deberes en noviembre ya están hechos y no quedan más que las pedreas por salir. Los jugadores están cansados, muy cansados, en no pocos casos lesionados por el tute que supone una temporada extenuante, un calendario que empieza con el año y que once meses después no parece terminar nunca. Eso hace que en el torneo francés, sin duda el peor de los Master 1.000, las semifinales sean, cuanto menos, exóticas. Más aún este año, pues la temporada 2017 ha sido de lo más extraño, con muchas lesiones en jugadores de altísimo nivel que ha abierto la puerta a que otros menos agraciados -o considerablemente más jóvenes- se hayan colado en las primeras posiciones del ránking y en las últimas fases de torneos importantes.

Queda, en realidad, una sola cita de fondo. Es en Londres, en dos semanas, y allí se reunirán los ocho mejores jugadores del mundo. O, en esta ocasión, los ocho mejores supervivientes de estos juegos del hambre. Dos nombres por encima de todos, y no sin dudas. No de su tenis, porque este párrafo está consagrado a Rafael Nadal y Roger Federer, dos de los tres mejores jugadores que ha visto el hombre, los dos dominadores de la temporada que se han repartido a medias los grand slam y han dejado muy poco espacio al resto para la gloria. Parecían muertos en 2016 pero se ve que no, que ese no es el modo. En todo caso, con dudas, físicas. Federer lleva toda la temporada dosificándose y ha tenido problemas de espalda. Nadal, que si por él fuese no pararía nunca, ha tenido que retirarse del torneo de París. Federer y Nadal, ya solo por ellos merecería la pena.

Foto: Nadal, en París. (Reuters)

El balear se muestra cariacontecido estos días. La rodilla otra vez, es lo de siempre. Está acostumbrado a jugar con dolor, a ganar en esas condiciones, pero a veces el daño se intensifica y el problema se convierte en uno de muy difícil resolución. La próxima semana estará tratándose de su tendinitis, dice que no por Londres sino por su carrera, que tiene que seguir en los mejores términos. Y es cierto, pero solo en parte, no es verdad que no le importe lo que pase en el torneo de maestros, es el único título realmente relevante que nunca ha ganado y si algo no se puede dudar nunca de Nadal es su extrema ambición. Conoce su lugar en la historia y no quiere dejarse flecos, en un año brillante terminar con eso y con el número 1 sería fantástico.

Se saben cinco puestos más, todos ya asignados. El más notable es el de Alexander Zverev, que probablemente terminará el año como número 3 del mundo, aunque muy lejos en la clasificación de puntos de Nadal y Federer. Es jovencísimo y esa, precisamente, es su seña de identidad. Porque en los últimos años no entraba aire nuevo, parecía que ese tenis de adolescentes, tan típico en épocas no tan lejanas, había desaparecido. El alemán, que es un privilegiado, un talento descomunal, está ahí para batir esas prevenciones.

Sin Murray, Djokovic, o Wawrinka (que entraría, pero está lesionado) aparece por ahí una generación intermedia que este año ha despuntado, sí, pero siguen sin romper del todo. Solo han ocupado un espacio que estaba vacío. Ahí entra Thiem (24), Dimitrov (26) , Goffin (26). Jugadores buenos pero no brillantes que han tenido más rachas que consistencia. Thiem en tierra parecía imparable. Goffin ha jugado mucho, ha sumado siempre, en torneos grandes y pequeños. Dimitrov, que es muy bueno, ha pasado por el calendario dando saltos, a veces volando, en otras decepcionando.

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ISL183. PARÍS (FRANCIA), 02 11 2017.- El tenista español Rafael Nadal reacciona durante su partido de octavos de final contra el uruguayo Pablo Cuevas hoy, jueves 2 de noviembre de 2017, en el torneo de tenis Rolex Paris Masters en París (Francia). EFE IAN LANGSDON

Que no gane un americano

A estos se le suma, seguro, Cilic, que se parece a todos ellos pero un poco mayor. Pueden ganar torneos, hacer finales en masters 1.000 incluso algún día, quizá, como le pasó al croata, dar un sorpresón y ganar un grande. Pero no son más que jugadores de su tiermpo, de una generación menos brillante que la anterior y que ha tenido que crecer a la sombra de colosos. En esas mismas está quien aspira a ocupar la última de las plazas. Para él sería, probablemente, el momento clave de su carrera. Es español y su nombre es Pablo Carreño.

Llegó a las semifinales en un famélico US Open y a los cuartos de final en Roland Garros. Está jugando su mejor tenis. No es un jugador consistente, en París, donde se juega la vida, ha perdido en primera ronda contra Nicolas Mahut, que a estas alturas de la vida no debería suponerle un problema. Con sus sombras y sus luces, en esta temporada extraña, se ha plantado en la semana de París con el número 9 del mundo que da acceso a jugar con los mejores en el torneo de despedida del año. Cuando le derrotó el francés parecía que se quedaba sin opción alguna de meterse, pero a medida que avanza el torneo las posibilidades crecen. Sobre todo con la caída de Del Potro.

Perdió contra Isner y eso le elimina automáticamente de Londres. Si hubiese ganado, Carreño estaría fuera. Es posible que los organizadores hubiesen preferido eso, el argentino es un jugador notable, mucho más brillante en los mejores momentos, capaz de dar partidos memorables a un nivel que el español no ha podido demostrar todavía. Sí, todo eso está ahí, pero en el tenis no hay apaño posible, Del Potro perdió contra Isner y las posibilidades del asturiano, que parecían disueltas, han tomado una segunda vida.

Aún quedan dos rivales en el cuadro que pueden aguar la fiesta de Carreño. Son John Isner y Jack Sock. Los dos, que serían en todo caso el representante estadounidense en el cuadro -quién ha visto y quién ve ese tenis masculino- necesitan ganar en París para meterse en Londres. Ganar un torneo es complicado, pero claro, este masters es el raro, el que pueden ganar jugadores que, quizá, no son tan importantes. Jugadores, por lo tanto, como Sock o Isner.

Pocos son los tenistas que se juegan algo en París Bercy. Los deberes en noviembre ya están hechos y no quedan más que las pedreas por salir. Los jugadores están cansados, muy cansados, en no pocos casos lesionados por el tute que supone una temporada extenuante, un calendario que empieza con el año y que once meses después no parece terminar nunca. Eso hace que en el torneo francés, sin duda el peor de los Master 1.000, las semifinales sean, cuanto menos, exóticas. Más aún este año, pues la temporada 2017 ha sido de lo más extraño, con muchas lesiones en jugadores de altísimo nivel que ha abierto la puerta a que otros menos agraciados -o considerablemente más jóvenes- se hayan colado en las primeras posiciones del ránking y en las últimas fases de torneos importantes.

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