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Román, el guardia civil al que unos atracadores creyeron muerto y el rugby salvó la vida
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El deporte como vía de escape

Román, el guardia civil al que unos atracadores creyeron muerto y el rugby salvó la vida

Un bala disparada a quemarropa durante un atraco dejó a Román en silla de ruedas tras estar en coma. El rugby le ha devuelto la vida y ahora cuenta su historia para El Confidencial

Foto: Román disputa un partido. (Walter Delgiromo)
Román disputa un partido. (Walter Delgiromo)

"El rugby me ha dado la vida", afirma Román David Gómez, un guardia civil que lleva más de ocho años postrado en su silla de ruedas. Fue el 5 de octubre de 2013 cuando el destino le jugó una mala pasada. Una persona que salía del parking de Mercadona de Yuncos (Toledo) alertó al agente y a su compañero de la existencia de un coche sospechoso en el que viajaban tres individuos. Tras el aviso, encontraron aparcado el vehículo gracias a que el testigo les había facilitado la matrícula. Inmediatamente después, Román se dirigió a pie hacia el establecimiento. En la misma entrada, uno de los atracadores, sin mediar palabra, le disparó a corta distancia una bala que le alcanzó en el cuello. Resulta irónico decirlo, pero la verdad es que la fortuna le sonrió. Los ladrones le dieron por muerto y no le remataron cuando yacía en el suelo. Ahora, juega a rugby adaptado para tetrapléjicos en el equipo de Quijote de Yuncos. "Llevaba cuatro años prácticamente sin hacer ningún tipo de deporte y, desde que he empezado a entrenar, he cogido muchísima fuerza y no veas lo que también ha mejorado mi calidad de vida", explica en conversación con El Confidencial.

La sentencia dictada en 2017 por la Sección Segunda de la Audiencia Provincial es bastante prolija en lo que a detalles de lo que ocurrió aquel fatídico día se refiere. En el apartado de hechos probados, los magistrados explican que los tres miembros de la banda llevaban varios días planeando el atraco a un supermercado al que habían echado el ojo en Yuncos. Uno de ellos fue el encargado de comprobar tanto las horas de cierre como la ubicación de las cajas y oficinas o "las funciones asumidas por cada uno de los diferentes empleados".

El día del robo, los tres delincuentes iban ataviados para la ocasión con el pack completo del típico atracador de película. Armas de fuego, munición, caretas, chalecos antibalas, gorras y guantes. Y, como decía Joaquín Sabina, antes habían cogido "prestado" un coche. Una vez en el interior del establecimiento, tiraron de manual para amedrentar al gerente: "Encima te pones así, no te pongas chulo y estate quieto, que te mato", le advirtió uno de ellos. A continuación, siempre con gestos inequívocamente amenazantes, fueron encañonando con sus pistolas a los demás empleados para que les entregaran todo el dinero. En total, el botín ascendió a 2.442 euros.

placeholder Román está agradecido con el rugby. (Walter Delgiromo)
Román está agradecido con el rugby. (Walter Delgiromo)

Antes de salir del supermercado, los atracadores se percataron de la presencia de uno de los agentes de la Guardia Civil. Empuñaron sus pistolas, todas de distinta marca (IMI, Glock y Astra), "presididos en su obrar por el propósito de acabar con sus vidas". Al llegar a la puerta, uno de los asaltantes al que los jueces no llegaron a identificar, disparó su arma contra Román. La bala se alojó en su cuello y cayó fulminado al suelo. Tal y como refleja la sentencia, los delincuentes "pasaron por encima de su cuerpo, dándole por fallecido" y efectuaron "al menos" ocho dispararos contra el otro agente que se encontraba en el vehículo oficial sin que ninguno de ellos le llegara a alcanzar. Lograron huir, pero su ambición parecía no tener fin. Dos meses más tarde, en concreto el 19 de diciembre de 2013, los tres fueron detenidos durante un atraco a otro establecimiento situado en el polígono industrial Polvoranca de Leganés.

Cuando ocurrió todo aquello, Román tenía 37 años. Al principio, ingresó en el hospital Virgen de la Salud de Toledo con un coma inducido y dos meses después le trasladaron al Hospital Nacional de Parapléjicos. Allí, los neurólogos le dieron pocas esperanzas de recuperar la movilidad en sus manos. Como él mismo dice, estuvo "jodido" durante nueve meses. Un buen día, recibió una carta cuyo remitente era uno de los atracadores. "Yo estaba bastante mal, pero la leí", recuerda. Le pedía disculpas, le explicaba que él no fue quién disparó y justificaba su acción "porque era toxicómano". El exguardia civil no quiso responderle. "¿Qué le iba a decir?", se pregunta. "Te jode mucho que te dejen así y creo que esa gente no pide perdón de corazón, sino que solo buscan reducir condena". No olvida tampoco que quien efectuó el disparo le vio desarmado y, pese a ello, le apuntó directamente a la cabeza. "Es que ni siquiera me dijo que me tirara al suelo, y de repente, me disparó", añade en conversación con este medio.

Foto: Las jugadoras en acción.

Tras salir del hospital de parapléjicos tuvo que vender su casa de Illescas porque no estaba adaptada. Era un adosado de dos plantas con los dormitorios en la planta de arriba "y, claro, había que hacer mucha obra para que pudiera vivir allí". La vendió y se fue a vivir a Toledo. En la ciudad puede conducir el coche, ir en un autobús adaptado o dar paseos. "Donde estuve ingresado, te enseñan a ser lo más independiente posible hasta que te tienes que ir y buscarte un poco la vida", señala sin reprochar nada ni a nadie. Al principio, no sabía qué deporte practicar. Durante cuatro años probó con una 'handbike', una de esas bicicletas adaptadas con cambios que se utilizan con las manos. Aquello no le acabó de convencer.

Román, natural de la localidad toledana de Villasequilla, fue siempre consciente de que las personas con su discapacidad física están mucho tiempo sentados, y si encima no realizan ninguna actividad, acaban engordando. Un buen día se topó con Miriam Salas, una estudiante que trabajaba en el Hospital Nacional de Parapléjicos y que cursaba un máster sobre el deporte adaptado. Ella era jugadora de rugby convencional y le propuso hacer una prueba. El exguardia civil se sorprendió al escucharla. "Si ese deporte es muy agresivo y yo con mi lesión…", le comentó. Miriam le transmitió tranquilidad. Le explicó que era una modalidad para gente con lesiones muy graves, lesionados con tetraplejia o con las manos amputadas. Total, que al final fueron juntos a ver un torneo que se celebró en Toledo y quedó convencido casi al instante. "Probé y fue cuando empecé a entrenar con su equipo, que se llamaba Los Carpetanos".

Se grabó en su cabeza la frase de "voy a hacerlo solo" que, unido a su reconocida 'cabezonería', ha conseguido revertir la situación

La ilusión con que narra Román los cambios “a mejor” que ha provocado el rugby en su rutina diaria son evidentes. "Antes mi padre me llevaba a los entrenamientos y ahora voy solo en coche". Hay más: "Mentalmente, también me llegaba a desesperar porque veía que no podía hacer nada sin la ayuda de alguien". Esa idea le atormentaba. Se grabó en su cabeza la frase de "voy a hacerlo solo" que, unido a su reconocida "cabezonería", ha conseguido revertir la situación y ahora repite a sus padres: "Si quiero que me ayudes, ya te lo diré". Así que, a día de hoy, "prácticamente lo hago todo yo".

Ahora, Román, a quien concedieron la cruz del mérito de la Guardia Civil con distintivo rojo, juega en el Quijote Rugby Club de Yuncos que, además de practicar la modalidad convencional, ya contaba con otro equipo para personas con algún tipo de discapacidad mental y que "apostó también por nosotros". Llegó al club con su silla de ruedas adaptada para la competición. Se la subvencionó la Junta de Castilla-La Mancha, ya que este tipo de artilugios pueden llegar a costar hasta 4.000 euros. "En el rugby adaptado, los contactos con las sillas son muchos y tienen que ir protegidas", explica. Además, llevan ruedas más anchas de las normales para coger mayor velocidad. Entrena junto a sus otros seis compañeros tres días por semana en un pabellón de baloncesto en Illescas con suelo de parqué, una superficie donde se manejan mejor con la silla.

Foto: Kawa, dirigiendo una hakka.

Pero siete jugadores son pocos. "Necesitamos refuerzos", se lamenta. Esta modalidad de rugby adaptado consta de cuatro jugadores de campo que disputan cuatro periodos de ocho minutos cada uno. Cada jugador tiene una clasificación elaborada por los médicos que no puede superar en total los ocho puntos. Así, la máxima puntuación puede llegar al 3,5. Son los defensores, esto es, los jugadores con las lesiones más graves como, por ejemplo, amputación de manos "que van protegidos y se las apañan como pueden para pasar el balón". Eso sí, están algo limitados para hacer pases en largo "porque no tienen mucha fuerza". En el Quijote Rugby Club solo hay dos defensores "que se chupan el partido entero y, por eso, necesitamos más gente". Los otros cinco componentes del equipo, con lesiones menos graves, son delanteros "y tenemos la suerte de que podemos tener relevos". Como señala Román, todos van bien anclados a sus sillas para no perder el equilibrio y caerse.

Lo que el exguardia civil aún llama "accidente" a lo que le ocurrió en el supermercado de Yuncos, le ha permitido competir a rugby durante años y no solo a nivel autonómico en Castilla-La Mancha. También lo ha hecho a nivel nacional. En su calendario tiene marcados en rojo los días 29 y 30 de enero, fechas en las que se disputará en Valencia una liguilla entre los equipos de la zona sur (Madrid, Sevilla, Toledo y Valencia). En la zona norte, la lucha está entre dos equipos de Barcelona, otro de Zaragoza y otro del País Vasco. Los cuatro mejores clasificados de cada zona jugarán una 'final four' en fecha aún por determinar y de allí saldrá el campeón. Suerte a todos.

"El rugby me ha dado la vida", afirma Román David Gómez, un guardia civil que lleva más de ocho años postrado en su silla de ruedas. Fue el 5 de octubre de 2013 cuando el destino le jugó una mala pasada. Una persona que salía del parking de Mercadona de Yuncos (Toledo) alertó al agente y a su compañero de la existencia de un coche sospechoso en el que viajaban tres individuos. Tras el aviso, encontraron aparcado el vehículo gracias a que el testigo les había facilitado la matrícula. Inmediatamente después, Román se dirigió a pie hacia el establecimiento. En la misma entrada, uno de los atracadores, sin mediar palabra, le disparó a corta distancia una bala que le alcanzó en el cuello. Resulta irónico decirlo, pero la verdad es que la fortuna le sonrió. Los ladrones le dieron por muerto y no le remataron cuando yacía en el suelo. Ahora, juega a rugby adaptado para tetrapléjicos en el equipo de Quijote de Yuncos. "Llevaba cuatro años prácticamente sin hacer ningún tipo de deporte y, desde que he empezado a entrenar, he cogido muchísima fuerza y no veas lo que también ha mejorado mi calidad de vida", explica en conversación con El Confidencial.

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