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Kawa, el gigante samoano que quería dejar huella en Ordizia
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Un tipo amable con los compañeros

Kawa, el gigante samoano que quería dejar huella en Ordizia

El jugador de rugby falleció en Amsterdam en diciembre, lejos de su familia y amigos. Sufrió un violento golpe en la cabeza tras caer desde una altura considerable

Foto: Kawa, dirigiendo una hakka.
Kawa, dirigiendo una hakka.

La capital del país más alejada de Ordizia (Guipúzcoa) es Wellington, en Nueva Zelanda. Fue precisamente allí donde Kawa Leauma mamó el rugby y donde ha regresado antes de lo que él hubiera imaginado. La buena estrella del jugador nacido en Samoa dejó de brillar en Amsterdam la madrugada del pasado 19 de diciembre, muy lejos de su familia y amigos. Un violento golpe en la cabeza tras sufrir una caída desde una altura bastante considerable impidió que se cumpliera su último sueño como rugbier: defender la camiseta de Los Leones. Sus compañeros de club le recuerdan como un tipo amable capaz de identificarse en poco tiempo con los valores de un grupo de gente que ya llevaba muchos años juntos. El pueblo, sus amigos y el AMPO Ordizia tardarán muchos años en olvidar a su número cinco. Lo mismo que la Federación Española de Rugby (FER) que en la previa del partido que disputará el próximo 5 de febrero en Madrid frente a Holanda tiene previsto celebrar una despedida a la altura del personaje. A su vez, un compañero de selección como Mathew Foulds ha organizado una recogida de fondos para sus familiares. En solo una semana ya se habían recaudado 14.556 libras.

Kawa quiso desde el principio dejar huella entre los miembros de su nueva familia en Guipúzcoa, y lo consiguió en tiempo récord. Iñigo Marotias, su entrenador, traga saliva y respira hondo cuando trata de hacer memoria de los acontecimientos que siguieron al fallecimiento de su amigo. Junto al presidente de la Federación Española de Rugby, Alfonso Feijó y al manager de la selección Jose Manuel Pérez Corchado, acudió al aeropuerto de la capital holandesa para recibir a Fa´a Tali Leauma, la viuda del jugador samoano. Allí estaban también la cuñada de Kawa, que reside en Estados Unidos, y su marido. Ella quería ir a Ordizia a recoger todas las pertenencias y el club le hizo ver que no era necesario porque ellos mismos se las podían enviar a Christchurch, la ciudad neozelandesa donde la pareja tenía fijada su residencia y donde juegan los 'Crusaders', tal vez el mejor equipo de rugby del mundo. Por la mente de Tali solo anidaba la idea de hacer "todo lo que Kawa hubiese querido". Así que optó por ir con su hermana al pueblo. Su cuñado, mientras, permaneció en Amsterdam atendiendo los papeleos de la repatriación.

Prefirió ir a su piso antes que ir a un hotel. Es, sin duda, una mujer dura como su marido. También fue suya la decisión de ir al estadio de Altamira para despedirse de los compañeros de Kawa. "Se montó algo discreto y familiar como hubiera querido él", subraya Marotias. Acudieron jugadores del AMPO Ordizia, de la selección y algún ex compañero. En total, unas 50 personas. "Son recuerdos muy emotivos e inolvidables que quiero guardármelos para mí, aunque también fueron muy duros". Tali, tras recibir varios regalos de recuerdo y de celebrarse "algún ritual", tomó la palabra para, "con una entereza admirable", agradecer el trato recibido durante estos últimos tres años. A continuación cenó en el bar preferido de Kawa junto a varios jugadores y al día siguiente regresó a la isla sur de su país, tras comprometerse el club a enviarle todos sus enseres.

placeholder Kawa disfrazado de Papá Noel.
Kawa disfrazado de Papá Noel.

Fichado tras ver sus vídeos

El AMPO Ordizia se decidió fichar en 2018 al jugador samoano tras ver algún que otro vídeo y de realizar una labor de investigación a raíz de los cual, según Marotias, "descubrimos que era un jugador muy físico y con una capacidad enorme de mejora". A sus 29 años Kawa nunca había estado en Europa. Con anterioridad había militado en los equipos neozelandeses de Auckland Union, Manukau Rovers, Mt Wellington y Papatoetoe, aunque su último destino había sido en Australia con el conjunto de los Sydney Rays. Así que lo primero que conoció del Viejo Continente fue Ordizia, un municipio de unos 10.000 habitantes, rodeado de verdes montes muy próximos a la sierra de Aralar y situada en la comarca del Goiherri. Quería vivir una experiencia, "y con la tontería solía decir que ya llevaba tres años", señala Julen Goia, el capitán del equipo. Pese a ser la primera vez que salía de su zona de confort, el samoano logró asentarse pronto e integrarse con el resto de compañeros. Sólo puso una condición en su contrato: viajar a Nueva Zelanda pasado un mes para casarse. Hay quien pensó que jamás volvería a pisar Ordizia o que jugaría los primeros partidos sin la motivación adecuada. Los agoreros se equivocaron porque hizo valer su compromiso con el club. Pasadas las Navidades ya estaba de vuelta y acompañado de Tali.

Ambos formaban una pareja que llamaba la atención, y no solo por los rasgos típicos de las personas oriundas de las islas del Pacífico. Kawa medía casi dos metros y pesaba 115 kilos. Su mujer causaba sorpresa por lo bien que se defendía en español y lo fácil que logró integrarse en la vida del pueblo, a lo que ayudó mucho el grupo de Whatsapp que tenían las mujeres de los jugadores. Abogada de profesión, tuvo que regresar a Nueva Zelanda en agosto por motivos relacionados con los permisos de estancia en el país. Tenía pensado instalarse de nuevo en el pueblo con su marido en febrero, una vez que el jugador hubiera obtenido el visado de reagrupamiento familiar. Esos casi tres años de estancia en el pueblo también le sirvieron para dejar su impronta como profesora de clases de zumba en el polideportivo de Ordizia.

A Goia se le nota afectado por la muerte del amigo. "No lo recuerdo nunca ni una mala cara ni un mal gesto para cualquier cosa que se le pidiera como acudir a los entrenamientos o ir a buscar al aeropuerto de Bilbao a un compañero", dice. En su cabeza se agolpan los recuerdos ya imborrables que le ha dejado su compañero. No se olvida, por ejemplo, de cuando le abrió la puerta de su casa ataviado con el 'lavalava'. "Me regaló una de esas faldas samoanas el día de mi boda que le había enviado su mujer desde Nueva Zelanda y hasta dirigió una 'hakka' con los del equipo. Se le notaba una persona muy arraigada a su tierra y a sus tradiciones", añade. No tenía hijos pero le gustaban los críos y jugar con ellos a rugby. Tampoco le importaba disfrazarse 'Olentzero' con 'txapela', barba y blusa incluida para pasar una Nochebuena en casa de los Goia.

Foto: Partido de rugby. (Reuters/Tim Wimborne)

Le encantaba la comida rápida

Al segunda línea le gustaba la comida rápida, "pero como aquí en el pueblo no hay mucho de eso se iba hasta San Sebastián", apunta el capitán del AMPO Ordizia. Cambió bruscamente de opinión cuando pisó por primera vez una sidrería. "Le fascinaba beber toda la sidra que quisiera porque pensaba que no había que pagarla, comer una buena chuleta y, sobre todo, le chiflaba ver cómo la cocinaban". Al 'txoko' (sociedad gastronómica) de la familia Goia solía acudir de vez en cuando. Le gustaba presumir de su cultura isleña y como demostración les llevaba un plato típico de la Polinesia llamado Oka, una ensalada a base de pescado crudo, leche de coco, pepino, tomate cebolla, cilantro y zumo de lima. El plato no era una novedad. Soisiua Moala, un jugador tongano que pasó anteriormente por el club, ya se lo había dado a probar a los jugadores.

Alain Araña, medio de melé del Ordizia, se deshace en elogios hacia la figura del samoano. Ambos llegaron el mismo año al primer equipo. "Yo era un jovencito de 18 años que acaba de subir y él un jugador increíble que se comportaba por igual con los veteranos que con los extranjeros o con las más jóvenes porque siempre estaba dispuesto a ayudarnos a todos", recuerda. Como jugador aportaba mucho. "Era el pilar, el que siempre pedía las touches y muy duro en los contactos". Como persona era un tipo afable. "No se puede decir nada malo de él", espeta. Ni siquiera se enfadaba en los partidos "y mira que nos dábamos de hostias" porque cuando el árbitro pitaba al final se quedaba siempre hablando con los contrarios. Y ya cuando se juntaba con algún isleño, al que solo conocía de coincidir en un terreno de juego, siempre le buscaba para rezar juntos arrodillados. "Son muy creyentes", apunta Alaña.

Kawa, según su compañero, no era tan corpulento cuando llegó a Ordizia. Poco a poco, con muchas horas de gimnasio de por medio, su musculatura aumentó. "Era de esos que no me gustaría jugar contra él". Durante los tres años largos que estuvo en el club quedan sus enseñanzas y su empatía a la hora de no echar broncas cuando alguien tomaba una mala decisión. "Al contrario, te animaba a mejorar". De su vida en el pueblo quedan sus saludos a la gente cuando entraba en el bar con su inimitable "egun on" (buenos días), sus subidas al monte Txindoki con sus amigos, ver algún partido de pelota en las fiestas del pueblo y su deseo de agradar a todo el mundo. De su etapa en la selección, el talonador Marco Pinto escribió una emotiva carta de despedida en la que decía del samoano que había sido un "auténtico" ejemplo tanto como compañero, como jugador “y aún mejor” como persona.

placeholder Kawa Leauma placa a un rival. (EFE/Kiko Huesca)
Kawa Leauma placa a un rival. (EFE/Kiko Huesca)

Uno de los compañeros con quien Kawa trató mayor amistad fue Valentín Cruz. El apertura argentino ya llevaba unos años en Ordizia y fue el encargado de explicarle un poco la idiosincrasia de la gente con la que iba a tener que tratar los próximos años. "Son leales, muy leales", le dijo. Es la impresión que tenía por el trato recibido tanto él como su familia. De su amigo samoano tiene grabada una imagen muy reciente. Fue antes de Navidad cuando "de forma voluntaria" en un festejo decidió vestirse de Papa Noel para hacer las delicias de las hijas de Cruz y de otros compañero del equipo. "Me quedo con ese recuerdo porque eran detalles muy de Kawa", relata.

Fuera del terreno de juego también hacían planes con sus parejas. Iban a comer juntos y, "cuando hacía un día bonito", uno de sus lugares preferidos para alejarse de todo era el embalse de Ibiur-Baliarrain, "muy cerca de Tolosa, una zona de monte supertranquila". Cruz ya echa de menos las largas charlas de rugby con su hermano. Nunca olvidará el día que le llamo su ex compañero de equipo y compatriota Fernando López para darle la mala noticia. Ya no será lo mismo ir a las playas de Getaria o Zarautz sin Kawa o entrenar "sin alguien que aportaba tanto al equipo". Pero, sin vacilar ni un segundo, asegura que "donde más lo extrañe será en la vida social".

La capital del país más alejada de Ordizia (Guipúzcoa) es Wellington, en Nueva Zelanda. Fue precisamente allí donde Kawa Leauma mamó el rugby y donde ha regresado antes de lo que él hubiera imaginado. La buena estrella del jugador nacido en Samoa dejó de brillar en Amsterdam la madrugada del pasado 19 de diciembre, muy lejos de su familia y amigos. Un violento golpe en la cabeza tras sufrir una caída desde una altura bastante considerable impidió que se cumpliera su último sueño como rugbier: defender la camiseta de Los Leones. Sus compañeros de club le recuerdan como un tipo amable capaz de identificarse en poco tiempo con los valores de un grupo de gente que ya llevaba muchos años juntos. El pueblo, sus amigos y el AMPO Ordizia tardarán muchos años en olvidar a su número cinco. Lo mismo que la Federación Española de Rugby (FER) que en la previa del partido que disputará el próximo 5 de febrero en Madrid frente a Holanda tiene previsto celebrar una despedida a la altura del personaje. A su vez, un compañero de selección como Mathew Foulds ha organizado una recogida de fondos para sus familiares. En solo una semana ya se habían recaudado 14.556 libras.

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