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Las lecciones que la Real puede dar al Atletico sobre las veleidades de Griezmann
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Las lecciones que la Real puede dar al Atletico sobre las veleidades de Griezmann

El jugador de Macon, una estrella por derecho propio, también salió ente mohínes de su paso por el equipo donostiarra, en el que se formó y empezó su carrera deportiva

Foto: Griezmann celebra un gol reciente. (EFE)
Griezmann celebra un gol reciente. (EFE)

Simeone mira a Griezmann y le ve un poco más animado. Lleva un par de partidos consecutivos marcando y, con Gameiro a su lado, parece revitalizado. Son pequeños síntomas y aún no se puede dar un diagnóstico positivo estable, pero ahí están. Y es un tema especialmente importante, porque a nadie se le escapa que en la plantilla del Atlético de Madrid no hay un solo jugador mejor que el de Macon. En realidad, eso mismo podría decirse en casi cualquier equipo que cayese, porque Griezmann, al fin y al cabo, no deja de ser uno de los mejores futbolistas del mundo.

Las declaraciones del argentino son siempre cálidas cuando habla de su pupilo. Recuerda que es de la familia e intenta darle cariño, algo que también hace con frecuencia cuando no están los micrófonos delante. Su deseo es dar comodidad a su mejor delantero, también en parte porque, al menos hasta que llegue Diego Costa, el resto de atacantes en el plantel suena a menos. Y el equipo no anda sobrado de gol. Así que si sigue su buena racha reciente contra la Real Sociedad los augurios atléticos mejorarán de repente. Precisamente la Real Sociedad, que a Griezmann le entiende como nadie. No en vano, antes del Atlético él fue parte del equipo donostiarra.

Foto: Griezmann abandona el primero la formación de su equipo en Riazor. (Cordon Press) Opinión

Y la historia se repite, no está de más recordarlo. Antoine Griezmann fue un ídolo en Anoeta. Es lógico, aquel jugador joven, canterano, es uno de los productos más brillantes que ha salido nunca del sistema de Zubieta. Desde muy joven demostró en San Sebastián que era un futbolista de altísimo nivel. Con 19 años ayudó al equipo a retornar a Primera División y pronto se convirtió en un puntal para el club. Casi siempre titular, marcando goles, abriéndose un hueco en la plantilla a pesar de su juventud y marcando goles.

La evolución fue magnífica, pero el amor no duró toda la vida. En el año 2011 disputó con Francia el Mundial sub-20 y allí habló con un reportero de L'Equipe. "El proyecto del Atlético me gusta. He tomado una decisión, quiero ir al Atlético de Madrid, que disputa regularmente copas europeas. Quiero aprender rápido, sueño con jugar en la selección y cambiar de club me parece la mejor decisión para lograrlo. Junto a grandes jugadores progresaré más deprisa", explicaba en aquella entrevista.

placeholder Griezmann, en la Real Sociedad. (EFE)
Griezmann, en la Real Sociedad. (EFE)

La historia se repite

Es un patrón que ahora sufre el Atlético. Griezmann calla cuando está en España, pero tiene una fantástica verborrea cuando vuelve a su país. Da la sensación a veces de que cree que lo que cuenta fuera no va a llegar a Madrid, como si a las noticias se le pudiesen poner fronteras hoy en día. El mosqueo de la Real fue similar al que hoy tienen los aficionados rojiblancos. Porque a nadie le gusta sentirse inferior, que tu estrella venga a contar que hay lugares mejores en los que estar.

Hoy Simeone trata de apagar incendios, pero a la afición atlética, orgullosa como lo es cualquier afición, le duele lo que considera es una ofensa de su jugador. No le perdonarán con facilidad los gestos, los desplantes, las palabras en las que el Atlético no era una prioridad. En la frialdad del nuevo Wanda Metropolitano, del que se quejan los aficionados por su acústica, hay gestos torcidos con la estrella. Quiere irse al Manchester, o al Barcelona, o a cualquier otro sitio, con él no se sabe. Se sabe, eso sí, que no va a ser asertivo en su amor a los colores rojiblancos. Y, además, que su deseo no será silente sino ruidoso, especialmente cuando hable con medios de su país.

Foto: Seis meses después, marcó Torres. (EFE)

Ya en la Real Sociedad quedó cierta sensación de desidia en sus últimos pasos. Como si la implicación le hubiese abandonado y pensase más en el futuro atlético que en el presente realista en su última temporada. Es un problema que ahora entienden los que en aquel momento deseaban su llegada, y es que las llegadas siempre son entre flores y discursos de amor, pero saber marcharse también es importante. Cuando Diego Costa se fue del Atlético, por ejemplo, no encontró ningún reproche. Se iba por las circunstancias, casi más empujado por el club que por su deseo. No parece el caso.

"Griezmannn está mucho mejor, inmerso en el fútbol al que nos tiene habituados. Necesita siempre una referencia, así que esperemos buscar las mejores sociedades de los delanteros para que él se sienta más cómodo", cuenta Simeone antes del partido. Ese "inmerso en el fútbol" no es sino el deseo de que todo se circunscriba a lo que pasa en el césped, que se le perdonen los excesos verbales y se le juzgue por el fútbol. Si se suelta y vuelve a jugar como sabe, no habrá problema. Si gana la abulia y se desentiende del juego, como dicen le pasó en San Sebastián, la afición nunca se lo perdonará.

Simeone mira a Griezmann y le ve un poco más animado. Lleva un par de partidos consecutivos marcando y, con Gameiro a su lado, parece revitalizado. Son pequeños síntomas y aún no se puede dar un diagnóstico positivo estable, pero ahí están. Y es un tema especialmente importante, porque a nadie se le escapa que en la plantilla del Atlético de Madrid no hay un solo jugador mejor que el de Macon. En realidad, eso mismo podría decirse en casi cualquier equipo que cayese, porque Griezmann, al fin y al cabo, no deja de ser uno de los mejores futbolistas del mundo.

Antoine Griezmann
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