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José Antonio Reyes regresa al Sevilla con la intención de ganar "muchos títulos"
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REGRESA A SU CASA OCHO AÑOS DESPUÉS

José Antonio Reyes regresa al Sevilla con la intención de ganar "muchos títulos"

El niño vuelve a casa. Pero parece como si aquella desapacible tarde de febrero de hace casi ocho años hubiera sido la de ayer, cuando José Antonio

Foto: José Antonio Reyes regresa al Sevilla con la intención de ganar "muchos títulos"
José Antonio Reyes regresa al Sevilla con la intención de ganar "muchos títulos"

El niño vuelve a casa. Pero parece como si aquella desapacible tarde de febrero de hace casi ocho años hubiera sido la de ayer, cuando José Antonio Reyes y su familia, padre, madre, hermano y novia (de entonces), pasaban los controles de rutina en el aeropuerto de Sevilla para viajar a Londres. La tensión se cortaba con un cuchillo. En un espacio reducido nos encontrábamos una legión de periodistas, fotógrafos, cámaras, el agente del jugador (entonces era Jesús Rodríguez de Moya), más los representantes del Arsenal, el vicepresidente David Dean, y el ojeador hispánico del equipo londinense, un tal Francis Cagigao, que parecían los tipos más desagradables del mundo; ambos hicieron de cortafuegos entre el futbolista y la prensa. Mordían.

Reyes se mostró muy feliz en su presentación con el Sevilla: "Para mí es una motivación especial levantar un título con el Sevilla. He venido aquí con la intención de ganar muchos con esta camiseta.Con el equipo que tenemos es posible. Agradezco a la afición que me haya apoyado en todo momento", indicó el futbolista. "Espero devolver la confianza en el campo. Regreso con una sonrisa de oreja a oreja. Hoy es uno de los días más felices de mi vida", señaló el utrerano, de 28.

Pero el momento álgido llegó cuando, pasando las maletas por el scanner policial, un grupo numeroso de hinchas del Sevilla (de la peña Biri, la más entusiasta del sevillismo) se arremolinó en torno al joven ídolo y le cantó un sentido "Reyes, quédate". El joven futbolista (veinte años) se desmoronó como una tarta nupcial golpeada por un mazo de piedra, lloró a moco tendido y, entre sollozos, juró: "Esperadme, que volveré pronto al Sevilla". Como un Boris Karloff envalentonado y cruel, David Dean ordenó a los Reyes que tiraran del niño, que perderían el avión, que ya estaba bien de tanta llantina, porque el ejecutivo del Arsenal observaba por momentos que el futbolista podía enviar al cuerno lo pactado con el Sevilla y la operación amenazaba con caerse.

Porque fue una operación de diseño, la llave maestra que abrió las puertas a un Sevilla de títulos y de José María del Nido, según confesó hasta la saciedad. El abogado no dudó en calificar el traspaso de Reyes de histórico. Con los cerca de 27 millones recibidos (22 más variables: esa temporada recibió el SFC 3 millones extras porque el Arsenal se proclamó campeón de la Premier más casi 2 por los objetivos en logrados en 'Champions'), el club saldaba de un golpe sus números rojos y emprendía una dinámica ganadora hasta entonces impensable.

El Arsenal mimó como al que más a Reyes

Reyes se montó en aquel avión y apenas abrió la boca. Dejó atrás el club de su vida, sus amigos, una afición que lo idolatraba, su casa. Metía la cabeza en un club poderoso y señero de Europa, pero tan distinto a Utrera (su pueblo), que nadie sabía cómo iba a salir el invento. Del calor al frío o algo más. Costumbres algo más que distintas, casi irreconciliables. Como así ocurrió al final. Y eso que el Arsenal, con jugadores cameruneses, franceses, daneses, alemanes, portugueses, parecía una pequeña ONU. Y eso que el club gunner colmó de atenciones al joven talento y a su familia. Puso un profesor para aprender inglés de manera rápida, colocó a dos personas de confianza como sombras y ayuda de Reyes y familia; todo para que se sintiera "como en casa". Pero por muchos mostachones y comida envasada que importaba la madre del jugador, la auténtica jefa del clan, el aire que respiraban en el lujoso caserón del norte londinense no era el mismo que el de Utrera y la Ciudad Deportiva sevillista; el clima frío terminaría erosionando los ánimos del jugador. Reyes no terminó saliendo por la puerta grande del viejo Highbury Park y eso que completó de manera decorosa tres temporadas de las cinco que firmó. En la primera, su equipo se proclamó campeón de la Premier League y Reyes se convirtió en el primer jugador español en hacerlo. En su segunda campaña logró doce goles, cifra no superada hasta el momento, y jugó 45 partidos. Pero en la tercera, las lesiones minaron su rendimiento y, lo que es peor, sus ánimos. Y a la primera oportunidad que le brindaron se agarró Reyes como un hambriento a un bocadillo de jamón. Jamón pata negra: el Real Madrid. Trueque Reyes por Julio Baptista, ambos ex jugadores del Sevilla.

Reyes dejó Londres y aterrizó en Madrid. Del Real al Atlético. Del Atlético al Benfica. Dos años en Portugal, una experiencia agridulce, pero con ribetes de esperanza, pues allí conoció a Quique Sánchez Flores, que es, junto con Joaquín Caparrós y tal vez Arsene Wenger, el entrenador que mejor ha entendido al talentoso jugador. La clave: una dosis grande de paciencia, otra de comprensión hacia los caminos geniales de Reyes y, finalmente, tocar las teclas que activen la peculiar filosofía de alguien que puede a llegar a lo máximo o caer en una depresión tan oscura como un pozo.

El 'niño rico' vuelve a casa

En el Sevilla esperan a Reyes con los brazos abiertos. Los dirigentes del club, incluyendo Monchi, el director deportivo, asumen los riesgos que entrañan la operación. Y Reyes también. Con 28 años, millonario, una flota de coches de lujo a su disposición, el jugador se resiste a considerarse alguien de vuelta de todo. Se encuentra en plenitud física, sabe que Nervión es su casa y que, aunque el nivel de exigencia será el máximo, los sevillistas también saben tener manga ancha y paciencia con  sus ídolos, sobre todo con alguien que aportó la llave para la cascada de títulos que cayó sobre el Sevilla con el dinero de su traspaso.

La polivalencia de Reyes (puede jugar en las bandas y como mediapunta), su chispa y velocidad, vienen como el mejor regalo del mercado invernal para el técnico Marcelino. El jugador ha cumplido aquella promesa que hizo entre sollozos al pie del avión que lo llevó a Londres. Ha firmado un contrato de cuatro años con el Sevilla, no cabe de gozo y se tiraría de cabeza a su espectacular piscina (con el fondo del escudo nervionense que sigue reinando pese a los cambios de clubes) si no hiciera tanto frío.

El niño vuelve a casa. Pero parece como si aquella desapacible tarde de febrero de hace casi ocho años hubiera sido la de ayer, cuando José Antonio Reyes y su familia, padre, madre, hermano y novia (de entonces), pasaban los controles de rutina en el aeropuerto de Sevilla para viajar a Londres. La tensión se cortaba con un cuchillo. En un espacio reducido nos encontrábamos una legión de periodistas, fotógrafos, cámaras, el agente del jugador (entonces era Jesús Rodríguez de Moya), más los representantes del Arsenal, el vicepresidente David Dean, y el ojeador hispánico del equipo londinense, un tal Francis Cagigao, que parecían los tipos más desagradables del mundo; ambos hicieron de cortafuegos entre el futbolista y la prensa. Mordían.

José Antonio Reyes