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Del orgullo de Arrasate con sus lágrimas al incontestable imperio de Carlo Ancelotti
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FINAL DE LA COPA DEL REY

Del orgullo de Arrasate con sus lágrimas al incontestable imperio de Carlo Ancelotti

El Osasuna fue derrotado con orgullo en La Cartuja, mientras que los blancos sumaron su quinto título desde el regreso del italiano. Ahora tienen las semifinales ante el City

Foto: Las lágrimas de Arraste tras perder la final. (Reuters/Marcelo del Pozo)
Las lágrimas de Arraste tras perder la final. (Reuters/Marcelo del Pozo)

El orgullo es una cualidad que se utiliza habitualmente con matices peyorativos, pero, cuando llega la hora de valorarlo como positivo, el deporte la muestra en su máxima expresión. El partido que disputó Osasuna en La Cartuja fue para marcharse realmente orgulloso. Enfrente no estaba cualquier equipo, sino el campeón de los campeones, el Real Madrid, y eso dificulta cualquier plan urdido para ganarle. El que diseñó Jagoba Arrasate, cuyas lágrimas emocionaron a toda Pamplona, estuvo cerca de conseguirlo.

Carlo Ancelotti estaba en el otro lado, dos viejos conocidos, dos compañeros de profesión que se respetan y se admiran. "Si ganamos la Copa, en dos temporadas habríamos ganado todos los títulos posibles", vaticinó hace unas semanas el técnico italiano, sacando pecho por su imperio. Una incontestable demostración de grandeza que, a menudo, se olvida a la hora de valorar el trabajo de Carletto. Es lo que tiene ser dueño del banquillo más caliente del fútbol mundial.

Una derrota menos dolorosa

Perder duele, pero hacerlo como Osasuna es una muerte dulce. El fútbol no entiende de justicia, y quizá por eso los navarros se quedaron a las puertas del primer título de su historia. Porque el Madrid fue superior en la primera mitad, pero en la segunda fueron confundidos por su rival en ciertos tramos. El empate era el fuego sagrado; la antorcha que encendió a toda a una afición capaz incluso de romper la barrera para celebrar el gol tan añorado.

El tiempo dirá cómo fue la charla de Juan Carlos Unzué en el vestuario horas antes de la gran final, aunque es sensato pensar que caló en los jugadores de Osasuna. El inicio no fue el mejor, porque Vinícius les despertó momentáneamente del sueño con ese arrebato de magia y genialidad. Es de los pocos jugadores del mundo que tiene la capacidad para decantar un partido, y bien lo sabe Moncayola, que sufrió de lo lindo para tratar de parar a la estrella brasileña.

Porque Carletto ha construido uno de los mejores Madrid cuando nadie apostaba por él. Su regreso estuvo marcado de misterio y de incredulidad, porque no estaba siquiera en la terna de candidatos. El tiempo le ha dado la razón a Florentino: el librillo del italiano es todavía efectivo, como lo demuestra que ha ganado todos los títulos posibles en esta segunda etapa. Incluida esta Copa que Osasuna estuvo cerca de quitarle.

placeholder David García recogió el premio al subcampeón. (EFE/José Manuel Vidal)
David García recogió el premio al subcampeón. (EFE/José Manuel Vidal)

El marcaje a Vinícius

Moncayola bien podría haberse dedicado al fútbol o a la investigación, porque su función fue seguir a Vini como si fuera un detective. El marcaje no achantó para nada al brasileño, que disfrutó en La Cartuja tanto como en el resto de estadios a los que acude. Los rivales lo buscaron, incluso el Chimy Ávila, demostrándole que hay otros que tienen más barrio. Luego el madridista se tranquilizó tras una charla de Ancelotti antes de volver al terreno de juego.

Osasuna fue en cierto sentido el grupo de amigos que juegan en el barrio frente al equipo federado de la ciudad. Las diferencias eran evidentes, pero en el fútbol existe el componente sentimental. Frente al producto global que es el Madrid, los navarros cargaron con la ilusión de toda una ciudad. Pamplona, este año, ha tenido otro motivo de celebración más allá de los Sanfermines.

La victoria no llegó, pero eso no impedirá que Arrasate quede para siempre en la historia de Osasuna. Después del pitido final, con una ovación atronadora de los rojillos, la tensión dio lugar a la emoción y el técnico se echó a llorar. Sus lágrimas fueron la de muchos aficionados que se desplazaron hasta Sevilla con el sueño de volver con la Copa a casa. El regreso seguro que ha sido duro. Sin embargo, el orgullo de Pamplona ha permanecido intacto. Eso es precisamente lo que le pedían los aficionados: alma, alma y alma.

placeholder La decepción de los jugadores de Osasuna. (EFE/José Manuel Vidal)
La decepción de los jugadores de Osasuna. (EFE/José Manuel Vidal)

La resiliencia de Osasuna

El sueño duró las semanas previas a la final, pero durante el partido apenas hubo tiempo para ilusionarse con la hazaña. Osasuna esperaba una epopeya cargada de tintes épicos que por momentos estuvo cerca en el marcador. La pena para ellos fue que el segundo gol del Madrid llegó apenas diez minutos después del empate. Todavía saboreaban el tanto cuando les arrebataron el corazón.

El partido fue trepidante porque Osasuna no se rindió, cuando lo normal hubiera sido hacerlo. Es el día de tu vida y te marcan en cuanto sales al césped. Quizá ahí emergió la resiliencia de Unzué, aplaudido en la previa por la afición y en el vestuario por los jugadores. Pocas personas hay más indicadas para dar lecciones: si yo lucho por la vida, ustedes hacedlo en el césped. El orgullo está en tipos como él.

Fueron 18 años de espera hasta que llegó una nueva final. Aún estaba presente el recuerdo del Vicente Calderón, cuando el Betis les arrebató aquella Copa (2-1). Habrá que esperar de nuevo para volver a ver a Osasuna en una final, aunque es difícil pensar que sea tanto tiempo por los cimientos del proyecto de Arrasate. La gloria está el triunfo, pero la derrota es la que deja más enseñanzas. Y Jagoba sabe mucho de eso.

El orgullo es una cualidad que se utiliza habitualmente con matices peyorativos, pero, cuando llega la hora de valorarlo como positivo, el deporte la muestra en su máxima expresión. El partido que disputó Osasuna en La Cartuja fue para marcharse realmente orgulloso. Enfrente no estaba cualquier equipo, sino el campeón de los campeones, el Real Madrid, y eso dificulta cualquier plan urdido para ganarle. El que diseñó Jagoba Arrasate, cuyas lágrimas emocionaron a toda Pamplona, estuvo cerca de conseguirlo.

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