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Simeone, la chispa de las pasiones atléticas que no echa de menos ni a Diego Costa
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EL AMBIENTE DEL CALDERÓN, JUGADOR NÚMERO 12

Simeone, la chispa de las pasiones atléticas que no echa de menos ni a Diego Costa

La comunión entre la afición del Atlético de Madrid y su equipo alcanzó su punto culmen este miércoles tras la clasificación a semifinales de la Champions

Foto: Simeone, arengando a su público para que siga animando al equipo.
Simeone, arengando a su público para que siga animando al equipo.

La comunión entre la afición del Atlético de Madrid y su equipo alcanzó su punto culmen este miércoles tras la clasificación a semifinales de la Champions League. Los jugadores hicieron una piña de celebración en el centro del campo mientras ni un alma se movía de su asiento, agitando las bufandas los emocionados 55.000 espectadores mientras se cantaba a la gloria pasada y a la que está por venir. Tal fue la insistencia en la celebración, que algunos futbolistas regresaron al terreno de juego desde los vestuarios, ante los cánticos de un graderío exultante, que dejó así una de las imágenes más impactantes del fútbol de los últimos tiempos.

La mecha que enciende esa pasión que se tornó esta vez en descontrolada es el artífice de la resurrección del club del Manzanares, Diego Pablo Simeone. El técnico es el ídolo de sus aficionados, que ya lo tienen en el mismo altar que al histórico Luis Aragonés, a quien no se cansaron de recordar, incluyendo en el bonito mosaico del inicio. El argentino había llamado una vez más a sus fieles para que ‘jugaran’ el partido, y el público respondió llevando en volandas a los futbolistas rojiblancos, entre los que no estuvieron dos de los titulares habituales, Diego Costa y Arda Turan.

Ambos atacantes se lesionaron en la ida, y sus bajas parecían restar opciones al Atlético ante un Barça mucho más acostumbrado a estos duelos, como demuestra que desde hace seis años, siempre habían alcanzado la penúltima ronda de la Champions. Pero durante todo el duelo, nadie echó en falta ni al turco ni al hispano-brasileño.

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El Cholo fue quien frenó a Costa

Costa fue duda hasta última hora de puertas para fuera, puesto que el Cholo reconoció en la rueda de prensa posterior al choque que fue en la víspera cuando él decidió que el máximo goleador del equipo no debía arriesgar con su lesión muscular, y, pese al enfado del jugador, le mandó a descansar a la grada. Ni los 33 goles que lleva ni el crucial juego específico que desarrolla el recién estrenado con la selección española fueron necesarios en esta noche mágica para los colchoneros. A Simeone le sale todo bien, quizá porque en su constante y obsesiva labor de motivación, ha conseguido que todo el vestuario, e incluso la zona noble del club, reme sin rechistar con la intensidad con la que él mismo vive su profesión.

Así consiguió rehabilitar súbitamente a Adrián en la noche más necesaria, algo que el público reconoció al asturiano con una ovación al ser sustituido, similar a la posterior de un Villa que ha encajado perfectamente su papel de menos protagonista que el que marca su palmarés e historial. “El equipo está por encima de todo, no debemos despegarnos de nuestro discurso”, decía Koke en zona mixta. Y ese discurso, ‘redactado’ por Simeone, ha calado hondo en la institución y en su afición. Tanto, que no se echa de menos a nadie nunca.

Y con el tiempo, cada vez son menos los jugadores del Atlético que se sienten seducidos por otros equipos más poderosos económicamente, de lo que se enorgullecía el técnico tras el partido. Tanta pasión comienza a ser adictiva, parece.

La comunión entre la afición del Atlético de Madrid y su equipo alcanzó su punto culmen este miércoles tras la clasificación a semifinales de la Champions League. Los jugadores hicieron una piña de celebración en el centro del campo mientras ni un alma se movía de su asiento, agitando las bufandas los emocionados 55.000 espectadores mientras se cantaba a la gloria pasada y a la que está por venir. Tal fue la insistencia en la celebración, que algunos futbolistas regresaron al terreno de juego desde los vestuarios, ante los cánticos de un graderío exultante, que dejó así una de las imágenes más impactantes del fútbol de los últimos tiempos.

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