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Madrid-Bayern: viaje a la guarida de la que fue bestia negra y ahora sólo es club temible
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Ángel del Riego

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Madrid-Bayern: viaje a la guarida de la que fue bestia negra y ahora sólo es club temible

El Bayern es un equipo replegado hacia sí mismo que lleva dentro el devenir de Alemania. Nunca ha querido expandir el amor por el planeta ni cambiar los destinos del fútbol

Foto: Madrid-Bayern en semifinales de 2018. (Reuters/Michael Dalder)
Madrid-Bayern en semifinales de 2018. (Reuters/Michael Dalder)

Llegó Alemania. La siguiente estación. Semifinales con el Bayern. Un equipo carente de piedad, como el Madrid. Un equipo hecho para los amaneceres rojos, para el despertar nuclear, síntesis de espíritu y metal. Son capaces de entonar los cánticos del fin del mundo en fragmentos futbolísticos que avasallan, rasgan, mutilan y arrasan cualquier oposición.

Todos los Bayern tiene eso. Este Bayern no lo sabemos, tienen el artificio y los jugadores pero el sistema está latente. El equipo de Xabi Alonso los ha despojado de la Liga y en Champions se tambalean sin mucha convicción.

Da igual.

Un Madrid- Bayern está fuera del tiempo, es un contexto de guerra entre dos viejos enemigos que antes de firmar la paz preferirían desaparecer.

placeholder Ancelotti y Zidane, en un duelo entre Bayern y Madrid. (Reuters/Vincent West)
Ancelotti y Zidane, en un duelo entre Bayern y Madrid. (Reuters/Vincent West)

El viaje

Hay una riada de madridistas que llevan desde Lisboa 2014 siguiendo a su equipo por Europa. Cuartos de final, semifinales y finales. Lisboa, Kiev, Milan, Münich, Cardiff, Manchester. Peregrinaciones a veces durísimas donde el hincha arrastra pancartas, banderas, niños, sueños y una desazón que sólo desaparece cuando Lucas Vázquez se acerca a la línea de penalti haciendo malabares con la pelota.

El capitalismo es un sistema con mucha guasa basado en eso de la ley de oferta y la demanda. El caso es que, a escasos segundos de que Rüdiger marcara el gol definitivo contra el City, los vuelos a Münich se dispararon. Los merengues empezaron a echar cuentas y a hilvanar itinerarios imposibles mientra soñaban con Vinícius silenciando Bavaria.

Foto: Jugadores del Bayern celebran el pase a semifinales de Champions tras derrotar al Arsenal (EFE/EPA/ANNA SZILAGYI).

Madrid-Múnich vía Valencia, ferry a Génova, diligencia a Besanzón y funicular hasta Múnich. Y con dos horitas para tomarte unas birras en la cervecería favorita de Göering antes del partido.

Bla Bla Car hasta Algeciras, carguero hasta Marsella, ala delta hasta Ginebra y tren cremallera hasta ingolsadt —ciudad balneario minuciosamente reconstruida— y allí alquilas una bici con un descuento de Spotify y llegas así al estadio bien sudado, preparado para esos minutos de terror que contra el Bayern ​siempre nos aguardan.

El Bayern de Múnich

El Bayern es un equipo replegado hacia sí mismo que lleva dentro el devenir de Alemania. Nunca ha estado interesado en expandir el amor por el planeta, ni en cambiar los destinos del fútbol. Es una voluntad de dominio, la suya, muy pura; algo que lo emparenta con el Madrid. En el Bayern, las cuerdas se tensan hasta que estallan contra la portería haciendo el mayor daño posible. El Madrid ha escogido históricamente todo tipo de caminos: racionales, esquivos, con el corazón en la boca o las ratas en los pies; de formas brillantes u opacas; casi siempre con clase. El Real surge de un deseo infantil, que es ganarlo todo. Y lleva desde su refundación, hecha por Bernabéu, apostando contra el mundo. A estas alturas, todavía no se sabe quién va ganando.

Se le llamaba la bestia negra. El antagonista más feroz del Madrid a lo largo de los tiempos, como si la sistematización física del odio que parece (o parecía) empujar a los conjuntos germanos neutralizara las cualidades blancas.

El Madrid en ocasiones ha caído por el torbellino de centros y furia que conectan al Bayern con el subconsciente alemán, y ha estado cerca de ser desmantelado. El Bayern aplasta y quema tus restos. Pero no tenía la voluntad expansionista del Madrid, algo que cambió con la llegada de Pep como entrenador. A Guardiola se le tienta desde Bavaria, para romper con ese ensimismamiento. Los Alemanes también desean que un telediario de Kuala Lumpur, abra con el esguince de tobillo de su delantero centro. Pero para conseguir eso, deben dejar la crueldad en la puerta y comportarse con mejor modales en la mesa. Hay un peligro y es que se separe la falla que siempre está en el fondo de los grandes equipos y el club se desconecte del mito.

Y justo eso pasó.

El catalán respetó su obsesión por el dominio, pero cambió el físico y el terror por la teoría del pase. Y sin Messi, eso al Madrid, ni le roza. Un 0-4 en campo alemán conjuró todos los demonios.

A partir de entonces, los encontronazos del Madrid con el Bayern se cuentan por victorias. Algunas agónicas —esa prórroga tenebrosa en el Bernabéu donde Carletto estaba en el banquillo visitante— y otras secas, duras con esos momentos donde los alemanes consiguen inclinar el campo y esquiar sobre patines de sangre contra la portería madridista. Esto siempre pasa con los alemanes y es lo que más teme el equipo blanco. Es un ramalazo simétrico de las andanadas furiosas del Madrid. Más duras, quizás, más violentas, quizás. Hechas a palos y a pedradas con un equipo y un estadio con el corazón en la boca, todo ansia, vértigo y furor.

A pesar de haber exorcizado el mal del Bayern, el madridismo pisa con precaución. Todos recuerdan la eliminatoria de 2012, en la segunda temporada de Mourinho, donde el Madrid se había impuesto en liga al Barcelona de Guardiola y se sentía en la primavera de un nuevo dominio europeo.

El Real era el equipo de Cristiano y dibujaba un crescendo desde el que se podía ver el fútbol.

La ida había dejado un resultado inquietante: 2-1 para los bávaros, con un juego menos vistoso, pero más efectivo, más atado a la Champions, una competición de hienas. En el partido de vuelta, el Real vuelve locos a los alemanes. En los movimientos sin fin de Cristiano se podía fundar un nuevo arte marcial. Özil se la pone en la intimidad del área y Ronaldo marca con un golpeo seco el segundo gol.

Foto: Kimmich marcó el único gol del partido. (Reuters/Angelika Warmuth)

Pero el equipo se echó para atrás cuando pudo matar (pecado fatal de Mourinho), el Bayern olió la sangre y marcó. La eliminatoria estaba igualada.

La segunda parte y la prórroga fueron una película de terror. Nadie se movía por miedo y el portugués no era abastecido por sus compañeros. Marcelo se desató del mástil y con una arrancada bellísima se puso de cara a la portería contraria. Pero Higuaín —que jugaba por Benzemá— estaba en fuera de juego.

Llegaron los penaltis y todos fallaron. Kaká, Cristiano y Ramos, con su famoso penalti a las estrellas que causó risas entre los bávaros, y esa burla, fue después el motor de combustión que alimentó al andaluz durante una era colonización, expansión y masacre.

placeholder Müller es uno de los líderes del Bayern. (Reuters/Hamad I Mohammed)
Müller es uno de los líderes del Bayern. (Reuters/Hamad I Mohammed)

Thomas Müller

El futbolista alemán que más títulos ha obtenido en la historia. 34 años de puro tormento germánico. Es Raúl, si Raúl hubiera nacido en el imperio austro-húngaro. Hace goles de la nada y los grita con la mandíbula desencajada de quien entiende el fútbol con la rabia de un psicótico. Durante mucho tiempo la afición blanca lo quiso para el Madrid: Guapo, rubio, con clase y agonía, sus padres invadieron Polonia….

Parece de otra época del fútbol, de otro imaginario. Juega con la intuición de quien sólo confía en su máscara y en su camiseta. Eso lo hace amigo del azar y el azar es la flor que con más cariño riega el Madrid.

Así que será peligroso, salga cuando salga y esté como esté.

placeholder Kane fue el gran fichaje del Bayern este verano. (EFE/Peter Powell)
Kane fue el gran fichaje del Bayern este verano. (EFE/Peter Powell)

Harry Kane

Decían del inglés que era como un Benzemá de bolsillo. Un gentleman imperturbable que dirigía las maniobras del Totteham extendiendo sus alas en la media punta para rubricar el gol con un remate o un tiro de media distancia de esos que los ingleses dominan sin aspavientos.

Sus números en el Bayern son muy altos. 40 goles. Nadie excepto Mbappé los tiene. Más ágil de lo que parece, su movilidad pondrá en aprietos a Rüdiger, que ha pasado todos los tests menos este: el de un delantero grande e inteligente, que lo va a sacar continuamente de lo íntimo del área.

El Bayern siempre tuvo un delantero centro salido de lo más oscuro del bosque. Eso y desgarro en los extremos. Lo de los extremos lo sigue teniendo —gran batalla se prevé ahí— pero Kane no es una bestia. Es un danzante con corpachón, un jugador con una extrañeza dentro: tenía pinta de grande pero se quedó en un equipo pequeño, y todavía no ha sido probado en los sitios sin oxígeno. Y eso es justo una semifinal de Champions contra el Real Madrid.

Un ochomil.

placeholder Bellingham es una amenaza para el Bayern de Múnich. (Europa Press)
Bellingham es una amenaza para el Bayern de Múnich. (Europa Press)

Jude Bellingham

¿Volverá el Bellingham agónico como un cristo de los faroles que vimos contra el City?

¿O será el jugador sinuoso y determinante de principio de temporada?

El madridismo quiere ver ya una exhibición en Europa del jugador del que se ha enamorado. No sabemos si el Bayern le viene bien o mal al inglés. Jugó en Alemania y se conocen bien. Si vemos al Jude dominante dará igual su aclimatación, porque serán los demás los que se tengan que hacer a él.

En la calle sólo se ven camisetas de Bellingham, la gente lo ama y quieren festejar que están vivos. Esa elegancia suya, la celebración con los brazos abiertos como un cisne real; la insuperable sencillez de la victoria. Es spleen vital lo que destila. Un pasotismo despótico. Algo que encanta a los niños y enamora a los padres.

A Bellingham le llega este eco de la calle y el madridismo lo estará empujando desde muy abajo.

Foto: Nacho se impone en una acción defensiva a Haaland. (Reuters/Molly Darlington)

Espíritu

Toda la materia física está sujeta a la decadencia, la putrefacción y la muerte. Contra esa verdad, el Madrid no busca la perfección, se embadurna de espíritu, algo que se notaba a kilómetros de una pantalla que estuviera dando ese monumento a los caídos que fue el City-Madrid.

Esta generación es extrañamente sufrida. Todo les ha costado y algunos —Vinícius— llevan heridas en el costado, que sangran a la vista de la gente. No tienen el relato de su parte. No son españoles y la prensa 'neutra' se lo hace saber. Y los que sí lo son —Carvajal, Lucas, Nacho— son ninguneados por la selección, o acusados de algún pecado nefando ideológico.

Sólo Modric levanta admiración quizás porque ya está en dictando testamento. Al final, esa resistencia del fútbol español, se ha revelado una ventaja. Fede, Camavinga o Rodry son tratados como aceptables jugadores, sin más, lo que los obliga a vivir en lo descarnado, en el límite de lo competitivo, a vivir en la pura realidad. Cada partido es para ellos una oportunidad para ser mejores, más despiadados, más realistas, más sufridos.

Es lo contrario del Barça, que con su manejo del relato —y de la trastienda oscura del fútbol español— tapa sus miserias. Y así vive en una mentira que la Champions saca a flote de la manera más cruel.

Ese espíritu será necesario en esta eliminatoria. Unas semifinales de Champions son el tiempo del miedo, y habrá momentos donde el Madrid no sabrá quién es, dónde está y qué ese canto infernal que surge de la grada. Tendrá que sufrir y gozará sufriendo. Y tendrá que imponer su fútbol y gozará imponiéndolo.

Llegó Alemania. La siguiente estación. Semifinales con el Bayern. Un equipo carente de piedad, como el Madrid. Un equipo hecho para los amaneceres rojos, para el despertar nuclear, síntesis de espíritu y metal. Son capaces de entonar los cánticos del fin del mundo en fragmentos futbolísticos que avasallan, rasgan, mutilan y arrasan cualquier oposición.

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