Muere en la cárcel el entrenador de fútbol Barry Bennell, condenado a 30 años por abuso de menores

Barry Bennell, exentrenador del Crewe Alexandra y cazatalentos del Manchester City, que fue condenado por abusar de 43 menores entre los años 1979 y 1990, falleció este sábado, 16 de septiembre, a los 69 años en la cárcel de Littlehey, cerca de Huntingdon en el condado de Cambridgeshire (Reino Unido), según informó el Servicio Penitenciario y recogió la BBC.

Aunque la causa de la muerte no ha sido desvelada, Bennell estuvo siguiendo varios tratamientos por cáncer durante años y se sometió a dos operaciones para extirpar tumores de su lengua en 2004 y 2016. No obstante, parece que estos habían remitido en 2020, por lo que su muerte será investigada "como ocurre con todas las muertes bajo custodia", según un portavoz del centro carcelario.

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Bennell, que en los últimos años se hacía llamar Richard Jones, fue encarcelado por primera vez en Florida en 1994 por violar a un niño británico durante una gira de fútbol por Estados Unidos. Más tarde tuvo que enfrentarse a sentencias de prisión en Gran Bretaña en 1998, 2015, 2018 y 2020. Fue tras su condena en 2018, cuando más de 80 presuntas víctimas se personaron para denunciar los abusos recibidos.

Era considerado como "un Dios"

El exentrenador ejerció su poder en las categorías inferiores de equipos ingleses para hacer creer a los muchachos que podrían convertirse en futbolistas profesionales. Durante décadas campó a sus anchas cometiendo asaltos, abusos y violaciones a menores con edades comprendidas entre los 8 y los 15 años.

Durante el juicio celebrado en 2018 en el Tribunal de la Corona de Liverpool (Liverpool Crown Court), el fiscal Jackie Lamb calificó a Bennell de "depredador" y de "pederasta decidido" que abusaba sexualmente "a escala industrial" de niños pequeños "que soñaban con una carrera en el fútbol profesional".

Bennell se benefició de su posición de poder para abusar de 43 menores entre 1979 y 1990.

En el proceso final, el de 2020, se llegó a decir que los chavales le consideraban como "un Dios" mientras él abusaba de ellos en su casa, donde tenía juegos electrónicos y mascotas exóticas como un puma y un mono, o durante los trayectos en su coche mientras iban y volvían de los entrenamientos.