Es noticia
Ibai Gómez, el futbolista que dice adiós "liberado, ilusionado, orgulloso" y en paz consigo mismo
  1. Deportes
  2. Fútbol
ENTREVISTA CON EL YA EXJUGADOR

Ibai Gómez, el futbolista que dice adiós "liberado, ilusionado, orgulloso" y en paz consigo mismo

Gómez dejó el fútbol después de haber vestido durante largo tiempo la camiseta del club de sus amores, el Athletic Club. Echa la mirada atrás para repasar su carrera en El Confidencial

Foto: Ibai Goméz, en su presentación. (EFE/Miguel Toña)
Ibai Goméz, en su presentación. (EFE/Miguel Toña)

Las señales que percibe un futbolista cuando su carrera se acerca a la recta final son inequívocas. Se enciende la luz de reserva y ya no se vuelve a apagar. La retirada nunca es fruto de un calentón. Obedece a un proceso de maduración que se va gestando sin solución de continuidad. El problema siempre es saber cuándo es el momento preciso para echarse a un lado. No resulta fácil admitir que hay que dejar sitio a otros o que se abandona la práctica de un deporte en el que llegar a Primera División te convierte en un privilegiado comparado con otros jóvenes de la misma edad.

A Ibai Gómez no le da ningún vértigo mirar por el espejo retrovisor. "Ahora mismo, me siento liberado, ilusionado, orgulloso y en paz conmigo mismo", explica a El Confidencial a los pocos días de haber decidido colgar las botas a nivel profesional. Ahora le esperan en su club de siempre, el Santutxu, donde jugará hasta final de temporada para echar una mano de cara a intentar el ascenso a Tercera.

Foto: Txetxu Rojo, en un partido con el Athletic. (Archivo EFE)

Después de estos tres últimos meses en el Deportivo de A Coruña, Ibai se ha dado cuenta de que ha perdido buena parte de su ilusión por jugar al fútbol. "No quería que los aficionados se quedasen con una imagen mía de un jugador alicaído porque siempre he sido un tipo con mucha energía positiva". También la familia, que seguía viviendo en Bilbao, ha tirado mucho. "Tengo un crío de dos meses al que apenas había visto nueve días y una cría mayor que cada vez que me veía con la maleta me preguntaba: '¿Otra vez te vas?'. Y eso es muy duro". El exjugador del Athletic dice que se va con la conciencia "tranquila" porque se ha dejado el alma en todos los equipos donde ha estado. Como es un "culo inquieto", ahora le toca afrontar nuevo retos, como retomar su carrera como entrenador (en el Santutxu entrenó, entre otros, a Daniel Vivian y a Unai Vencedor), perfeccionar su inglés, prestar más atención a la cadena de restaurantes abierta con el futbolista Marcos Llorente junto con otros socios y escribir un libro sobre su carrera "a nivel personal y profesional".

Dos Súpercopas, 263 partidos y 33 goles repartidos durante nueve temporadas en el Athletic y otras tres en el Alavés, son su bagaje deportivo en la máxima categoría del fútbol. Su historia es la típica de la mayoría de los chavales de Vizcaya que sueñan con jugar algún día en San Mames con la camiseta rojiblanca. Afición tenía. Él mismo cuenta que sus profesores de la ikastola El Karmelo le recuerdan como un niño que iba todo el tiempo dando patadas a una pelota dentro de una red que llevaba cogida de la mano. "Yo era el que siempre llevaba el balón y el que proponía jugar partidos", afirma entre risas.

placeholder Ibai Gómez, en su despedida como jugador del Alavés. (EFE/David Aguilar)
Ibai Gómez, en su despedida como jugador del Alavés. (EFE/David Aguilar)

No se olvida de la persona que siendo un crío le regaló su primer balón. Fue el difunto Fernando Grijalba, un hombre que llegó a ser presidente de la Federación Vasca de Fútbol y del Santutxu. "Le tenía como un aitite (abuelo) y todos le queríamos mucho en casa, e incluso a día de hoy mi familia guarda mucha relación con la suya". Tampoco se olvida de sus raíces en un barrio de Bilbao alejado del centro, pero bastante próximo al Casco Viejo. "Santutxu es un sitio con magia", subraya. Allí estudió, comenzó a jugar al fútbol en los campos de tierra de Mallona y es donde ha vivido más de la mitad de su vida. "Estos últimos años no he estado tanto por allí y me dicen que ha perdido un poco de la vida sana que tenía antes, aunque espero que la recupere pronto".

Con tres años y medio, Ibai ya entrenaba en Mallona. Estuvo 16 años en el Santutxu y pasó por todas las categorías del club hasta llegar a senior. Fue un caso atípico dentro del fútbol vizcaíno porque no llegó a pasar por Lezama. La explicación es bastante sencilla. "Nunca jugaba de titular porque era muy bajito", espeta. Así que parece lógico que el Athletic no se fijara en él. El hecho de calentar banquillo no quebró su pasión por el fútbol. "Cuando era cadete en liga vasca, notaba que me faltaba algo, así que lo hablé con mi aita y me puso a entrenar a chavalitos de cinco años". Todo cambió en su último año de juveniles. A mitad de temporada pegó un "buen" estirón "y ahí es cuando empecé a jugar".

placeholder Ibai Gómez celebra un gol con el Athletic. (EFE/Miguel Toña)
Ibai Gómez celebra un gol con el Athletic. (EFE/Miguel Toña)

Al terminar la última temporada de juvenil, su entrenador Marquitos le comentó que iba a hacer la pretemporada con el primer equipo y que después tomaría una decisión sobre su continuidad. Ibai se tomó muy en serio lo que le dijo el míster, que sigue siendo en la actualidad técnico del Santutxu, y se preparó a conciencia. La temporada 2008-09 fue la de su puesta de largo con los mayores "y como las cosas me salieron bien, fue entonces cuando me llamó el Sestao". Era ascender dos categorías de golpe. Pasaba de un equipo en Regional de División de Honor a uno de Segunda B "con mucha magia" y en un campo como Las Llanas "donde se respira mucho fútbol".

Confiesa que la oferta del club de la margen izquierda de la ría fue "irrechazable". Se supone que a nivel deportivo, porque a nivel económico pasaba de cobrar 125 mensuales en el Santutxu a 350 euros. Solo puso una condición. En caso de no jugar, que le cedieran a su equipo. "Siempre digo que me he movido por el corazón y, aunque la gente no me crea, la verdad es que ha sido así". A partir de ese momento, la suerte empezó a sonreírle. Y lo hizo justo en una localidad algo deprimida económicamente porque había sufrido en sus carnes la reconversión industrial y el paro que trajo consigo el cierre definitivo de Altos Hornos en 1996.

Ocho goles en 36 partidos hicieron que saltaran a la prensa los primeros rumores sobre su posible fichaje por el Athletic. Por aquel entonces, no se hizo muchas ilusiones. Dar un salto tan grande en solo trece meses parecía un sueño irrealizable. Sin embargo, un día leyó en la prensa que Joaquín Caparrós iba a ir a Las Llanas a verle. "Tampoco me lo creí del todo porque pensé que, en realidad, venía a ver un partido y no a un futbolista en concreto". No hubiese sido algo nuevo que el técnico andaluz se fijara en un jugador del Sestao para llevárselo al Athletic. Antes ya lo había hecho con Koikili Lertxundi y Gaizka Toquero, y con muy buenos resultados.

placeholder Joaquín Caparrós, durante su etapa al frente del Athletic Club. (EFE/Javier Lizón)
Joaquín Caparrós, durante su etapa al frente del Athletic Club. (EFE/Javier Lizón)

"El caso es que las cosas me seguían yendo bien y cuando el río suena, a veces, agua lleva", añade. Un buen día le llamó su representante para decirle que lo del Athletic iba en serio. "Imagínate, no me lo podía creer". Ibai se viene arriba cuando recuerda todo aquello. "En mi casa, el Athletic siempre se ha vivido como una religión. Todos somos del Athletic. Poder simplemente saltar a San Mames un día para jugar un partido, para mí es inexplicable. Es ser un afortunado y es algo que tiene un valor incalculable". Es fácil deducir de sus palabras que no dudó mucho en aceptar la oferta. Estaba a punto de cumplir 21 años y de jugar con elite del fútbol cuando un año antes lo hacía en campos de arena.

Compartir vestuario con quienes habían sido sus ídolos en su adolescencia le imponía bastante respeto. Gracias a su amigo Koikili, venció esa timidez. "Fui a entrenar con él a Lezama un par de días ese verano porque no conocía a nadie y me introdujo en el grupo". Su adaptación fue "sencilla" a pesar de que la primera vez que estuvo con toda la plantilla se quedó casi sin palabras. "Es que yo he sido toda la vida del Athletic y eso impresiona", se excusa. Recuerda que hasta hace poco era uno de esos críos que iba a Lezama a ver los entrenamientos y que esperaba en el parking a los jugadores para que le firmaran autógrafos. Además, era también de los que acudía todos los domingos a San Mames "con el bocata" para apoyar a su equipo. Respondía, sin duda, al perfil idóneo de athleticzale.

Y, claro, "de repente encontrarse en el mismo vestuario con jugadores como Pablo Orbaiz, Carlos Gurpegi, Aitor Ocio o Gorka Iraizoz la verdad es que no me lo podía creer". Así que, en su primer día, se limitó a saludar a todos uno por uno, sentarse en una esquina y a observar lo que hacían. "Al final todo es mucho más cercano de lo que la gente piensa", admite. De hecho, se refiere al Athletic como "una cuadrilla", tal y como lo definió Aritz Aduriz. Tocaba esperar para ver su sueño hecho realidad. Cuatro goles en doce partidos con el Bilbao Athletic fueron motivos más que suficientes para convencer a Caparrós, ya en su última temporada en el Athletic. Primero, le convocó para ir a Mestalla. No jugó. La oportunidad le vino una semana después, el 17 de octubre de 2010, frente al Zaragoza. "Fue algo muy especial, porque miraba a la grada y podía ver a mis aitas y a mis amigos con quienes solía ir al campo trece meses antes". No pudo tener peor suerte. Solo llevaba en el campo 158 segundos y se lesionó. Una luxación de rótula fue la que le tuvo aparatado de los terrenos de juego durante ocho largos meses. "Es curioso, pero tengo aquella lesión como un recuerdo único".

Ibai no es mucho de recordar sus goles, pero sí de una jugada suya que estuvo a punto de derribar San Mames por el júbilo de sus aficionados. Marcelo Bielsa había convertido en pocos meses al Athletic en un equipo capaz de creer en sí mismo, incluso por encima de sus posibilidades. En su primera temporada, la 2011-2012, logró alcanzar las semifinales de la Europa League. Tenían que superar un resultado adverso de 2-1 logrado en Lisboa frente al Sporting de Portugal. A falta de dos minutos para el término del partido la eliminatoria estaba igualada. Ibai había metido el segundo gol. Faltaba poner la guinda al pastel.

placeholder Ibai Gómez, defendiendo la camiseta del Athletic Club. (Reuters/Vincent West)
Ibai Gómez, defendiendo la camiseta del Athletic Club. (Reuters/Vincent West)

Un mal despeje de cabeza de un jugador portugués llegó al pie de Ibai situado como extremo izquierdo. Amaga por salir por su lado bueno. Sale rumboso del amague y recorta al defensa. Le deja sentado, pone un centro raso con la zurda y allí estaba Fernando Llorente en el primer palo para cazar el balón. "Si me das a elegir, te diría que mi asistencia en aquel gol es la jugada que más me ha marcado", asegura. Era su segundo año en el club y ya era un ídolo en Bilbao. Atrás quedaba su lesión de rótula. "Soy incapaz de explicar todos los sentimientos que viví aquel día, solo puedo decir que tuve la suerte de vivirlo y de disfrutarlo como el que más”. Semanas más tarde, llegaron las finales perdidas de Europa League y Copa. "Esa espinita quedará para siempre, porque a pesar de hacer una temporada muy buena creo que no estuvimos a la altura y, por eso, las perdimos".

Después de cinco temporadas en el Athletic, tuvo que decir por primera vez adiós al equipo de sus amores. "Lo de irme al Deportivo Alavés lo viví con mucha naturalidad y entusiasmo". Era consciente de que había perdido su puesto bien por la lesiones o bien porque había subido gente del Bilbao Athletic "que lo estaban haciendo muy bien", así que no hizo oídos sordos a jugar en un equipo que también estaba en Primera División. "Guardo recuerdos imborrables de las dos temporadas y media que estuve allí por el cariño que siempre me demostró su afición porque creo que fueron los mejores años de mi carrera deportiva". Eso incluye un hat-trick logrado frente al Girona cuando iban perdiendo 2-0, lo que supuso una victoria cuando el equipo estaba en posiciones de descenso "y a partir de ahí el Alavés empezó a carburar".

"Guardo recuerdos imborrables del Alavés, por el cariño que me demostró su afición y porque fueron los mejores años de mi carrera deportiva"

Fue entonces cuando el Athletic decidió recuperarlo. De nuevo, no se lo pensó mucho. Regresó en la temporada 2018-19, pero su estrella había dejado de brillar. Reiteradas suplencias y la falta de gol hicieron que decayera mentalmente. "La época de Gaizka (Garitano) me afectó mucho", admite. Sin embargo, agradece la "sinceridad" de Marcelino Toral, que le llevó a alcanzar un acuerdo con el club para rescindir su contrato de mutuo acuerdo. "Por suerte, pude hacerlo porque otros no tienen la oportunidad de parar y luego las cosas acaban mal". Ibai, no obstante, era consciente de lo irreversible que podía resultar para su carrera el hecho de estar parado un año y aun así lo hizo "porque realmente lo necesitaba".

Pasado un año, se enroló en un equipo iraní para disfrutar de una "experiencia nueva" como era jugar la Champions de Asia, y de vuelta a España le atrajo el proyecto del Deportivo de A Coruña. "Me volví a ilusionar porque es un club que por infraestructura y aficionados es de la máxima categoría". A pesar de dejar al equipo gallego a los tres meses de su llegada, nunca engañó a nadie sobre su estado físico y mental. "Vine sabiendo que en el momento en que perdiera la ilusión, porque veía que no aportaba todo lo que debía, tenía que dar un paso al lado. Y eso es lo que hecho".

Las señales que percibe un futbolista cuando su carrera se acerca a la recta final son inequívocas. Se enciende la luz de reserva y ya no se vuelve a apagar. La retirada nunca es fruto de un calentón. Obedece a un proceso de maduración que se va gestando sin solución de continuidad. El problema siempre es saber cuándo es el momento preciso para echarse a un lado. No resulta fácil admitir que hay que dejar sitio a otros o que se abandona la práctica de un deporte en el que llegar a Primera División te convierte en un privilegiado comparado con otros jóvenes de la misma edad.

Real Federación Española de Fútbol
El redactor recomienda