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Camacho: "El Corea-España es uno de los partidos marcados en la historia del fútbol"
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La gran obra de Al-Ghandour

Camacho: "El Corea-España es uno de los partidos marcados en la historia del fútbol"

El exseleccionador nacional repasa su extensa carrera como técnico de primer nivel y se sincera sobre uno de los mayores escándalos arbitrales de la historia del fútbol

Foto: Camacho protesta ante Al-Ghandour durante el Mundial de Corea y Japón. (Imagen de archivo)
Camacho protesta ante Al-Ghandour durante el Mundial de Corea y Japón. (Imagen de archivo)

Septiembre de 1998. La Selección española de Javier Clemente pierde contra Chipre el primer partido clasificatorio para la Eurocopa de Bélgica y Países Bajos, y el entrenador cae. Para relevarlo, la elección pasa por Luis Aragonés, técnico con una trayectoria dilatada y varios títulos conseguidos, o José Antonio Camacho, con menos de una década en los banquillos y dos ascensos a Primera en su haber. En cualquiera caso, ambos muy respetados en el país y libres de contrato. En julio, Aragonés había abandonado el Betis por segunda vez antes de empezar la temporada. El Sabio de Hortaleza alegó motivos personales y dijo que a sus 60 años se retiraba. Luego su amor al fútbol pudo más y continuó dirigiendo, por fortuna para España.

Foto: Luis Aragonés, en su última experiencia como entrenador. (Efe)

También en julio, Camacho había fichado por el Real Madrid y rechazado el puesto 22 días después. En la decisión, el técnico murciano consideró que el club minusvaloraba económicamente a alguno de sus ayudantes. El caso de Camacho pasó al dominio público y, además de un entrenador al alza, en ese momento el joven de 43 años demostró ser un hombre con respeto por valores como la dignidad y la lealtad.

La RFEF tanteó a ambos. "Luis Aragonés rechazó la oferta al no acceder la federación a las condiciones que después concedió a Camacho: disponer de sus hombres de confianza", informó Paradinas en El País el 16 de septiembre. Una negociación tiene muchas aristas, pero tras lo sucedido entre Camacho y el Madrid dos meses antes, estaba claro que el responsable de la federación que le llamase sabía qué condiciones respetarle.

PREGUNTA: A diferencia de Aragonés, usted consiguió que la federación aceptase a su cuerpo técnico, compuesto por José Carcelén y Carlos Lorenzana. ¿Cómo fue su llegada a la Selección española?

RESPUESTA. Yo estaba en Albacete, en tiempos de feria, entre el 7 y el 17 de septiembre. Me llamó Gerardo González y me dijo de citarnos. Al día siguiente nos juntamos y llegamos pronto a un acuerdo. No sé lo que sucedió con Aragonés, pero yo no tuve ningún problema para que viniese mi cuerpo técnico.

P. ¿Qué papel tenía Carcelén en su cuerpo técnico?

R. Carcelén y yo nos conocemos desde el colegio, en el centro sindical de formación profesional. Jugamos juntos en el Albacete hasta el juvenil y luego mantuvimos una amistad incluso familiar. En los equipos que compartimos, la relación iba más allá de lo meramente deportivo, aunque no es lo mismo ser segundo entrenador que primero y cada uno tenga un rol. Ambos nos dedicamos siempre al mundo del fútbol y nos entendíamos muy bien, sabíamos las debilidades y las virtudes el uno del otro. Por eso estuvimos juntos desde el Espanyol -temporada 1993/94-.

P. A causa de su temperamento, a usted se le recuerda como un entrenador más motivacional que capacitado en lo técnico. Pero la hemeroteca dice que en 2002 incluso llegó a dar una profunda charla de juego y análisis de rivales, a la que asistieron críticos de la prensa. ¿Era usted un estudioso del fútbol?

R. En primer lugar, yo creo que el que único que te debe de juzgar es el futbolista que diriges, más que estar pendiente de fuera, donde creen que eres de una manera determinada que igual no eres y es muy difícil cambiar esta dinámica. Tanto en la federación como en los equipos que he dirigido, siempre he estado pendiente de las innovaciones, tratando de estar a la última. Además de que siempre me ha gustado saber el porqué de las cosas. Y ten en cuenta que si a un futbolista no le das argumentos suficientes como entrenador, eso de la motivación no sirve para nada. Eso solo es un argumento más, pero el futbolista es inteligente y tienes que convencerlo durante todo el año para que te crea.

placeholder José Antonio Camacho en una de sus últimas aventuras como técnico nacional de China. (EFE)
José Antonio Camacho en una de sus últimas aventuras como técnico nacional de China. (EFE)

P. En los archivos sobre aquella charla se habla del uso de empresas especializadas en estadísticas de jugadores. ¿Ya en los años noventa usaba usted esa tecnología, hoy tan explotada?

R. Usé métodos novedosos desde que empecé a entrenar, tecnologías y cosas que entonces no se usaban. En el Rayo Vallecano -temporada 1991/92- ya grabábamos todo y nos analizábamos a nosotros y a los contrarios. Luego yo hablaba con el futbolista para darle cosas en concreto que desconocía. En la Selección hacía lo mismo con los jugadores que venían, mostrándole las estadísticas con sus clubes y cómo jugaban. Intentaba decirles la idea que yo tenía para ellos en el equipo mediante argumentos, a menudo basados en las nuevas tecnologías y en cosas que entonces no se usaban. Por ejemplo, cada jugador tiene un gasto físico, por lo que ha de comer y beber distinto a otro. Esto lo analizábamos con médicos, y cada futbolista llegó a tener su botella diferente, adecuada a su estado.

P. Entonces es usted un técnico más innovador de lo que generalmente se le reconoce.

R. Todo eso me gustó siempre. El futbolista te veía trabajar y comprendía que tú sabías lo que hacías. Lo que sucede es que yo siempre he preferido preocuparme solo por lo de dentro, no me gustaba venderme fuera.

P. Como futbolista, tuvo muchos grandes entrenadores, ¿quiénes considera sus referentes?

R. Vujadin Boskov y Miljan Miljanic, porque fueron quienes rompieron con la monotonía de los entrenamientos. Esa motivación que te daba saber que cada día harías algo diferente para aprender, y veías que todo estaba basado en argumentos. Molowny, por ejemplo, se adaptaba a lo que cogía; seguía las directrices del entrenador cesado para no cambiar el estado o la costumbre del jugador. Pero Boskov y Miljanic fueron los que en aquellos tiempos más cambiaron la filosofía.

P. Podría decirse que, 'grosso modo', la España de Clemente se basó en el juego directo, mientras que usted llegó con un estilo de mayor elaboración.

R. Ya desde que empecé en los clubes, a mí siempre me ha gustado tener jugadores que dominen el juego, sobre todo en zonas centrales. Aunque muchas veces depende de los futbolistas que tengas. A diferencia de ahora, en aquellos tiempos la base de la Selección estaba en el Real Madrid y en el Barcelona. Yo intentaba que los jugadores del resto de equipos se adaptaran a esos dos núcleos fuertes. Si alguno tenía una manera de jugar de toque de balón y otro más directa, yo les hacía ver que la selección era un equipo y que había que complementarse para jugar en una línea, pero no trataba de cambiar al jugador. Además de trabajar el juego concreto de mi equipo, también analizaba al oponente y entrenaba cada partido con arreglo a eso. Porque lo que no se puede hacer es obviar las virtudes del contrario. Por ejemplo, si el portero rival nunca sacaba en corto, educaba a mis jugadores para que en ese partido no se quedasen arriba, porque lo único que esto podía provocar sería crear más espacios para el contrario. Adaptaba los partidos según veía, pero siempre tratando de que predominara mi juego.

P. Tras golear 9-0 a Austria en la clasificación para la Eurocopa, tanto Guardiola como Santiago Segurola en la prensa dijeron que aquella España por momentos recordó al Dream Team. ¿Cómo jugaba su Selección?

R. Si yo llamaba a futbolistas como Guardiola o Valerón para el centro del campo, difícilmente iba a querer que el balón fuera de un lado para otro sin control, porque entonces esos jugadores no pintaban nada. De alguna manera, yo quería que el juego saliese y pasase por ellos para que le diesen un sentido concreto. A la hora de iniciar tenía a Fernando Hierro, que podía salir de una manera o de otra. A veces tienes que adaptar aspectos del juego a los mejores futbolistas que haya disponibles, porque si hay un jugador muy bueno que sabes que llamándolo es una garantía, pues tienes que adaptarte también a ello. También intentaba abrir el campo y que el balón fuese de un lado al otro. Pero algunas veces tenía a laterales que subían y otras laterales que les venía mejor llegar solo hasta el centro del campo, entonces quienes se abrían eran más los centrocampistas o los extremos. La intención de esto era volvernos imprevisibles para el contrario, porque si haces siempre lo mismo te pueden contrarrestar tácticamente. Intentábamos poder cambiar cosas en la manera de jugar para poder sorprenderlos. Ese ha sido siempre el caballo de batalla.

placeholder Raúl González y Pep Guardiola. (Imagen de archivo)
Raúl González y Pep Guardiola. (Imagen de archivo)

P. En la Selección, el dibujo era el 4-4-2, con esas variantes que comenta. Lo que nunca cambió fue el doble pivote. ¿Por qué razón le tenía esa confianza?

R. Esta era mi idea, pero yo nunca he sido de los de decir: voy a jugar de esta manera y no voy a cambiar, porque hay muchas circunstancias que influyen. Por ejemplo, dentro de los que es el sistema 4-4-2, podía variarlo a 4-5-1 o a 4-3-3 según el futbolista que tuviese o según el momento del partido. O si yo disponía para convocar a dos jugadores que se desmarcaban muy bien arriba, pues trataba de conseguir que los de atrás le filtrasen balones. No era lo mismo tener a Guardiola que a Valerón, o por supuesto que tener a Albelda, Baraja o Mendieta. Cada uno tiene sus posibilidades y yo trataba de sacar rédito a las de los mejores. En primer lugar, defensivamente el doble pivote es mucho más fácil de encajar porque uno de los dos puede abandonar su zona para apoyar otras, mientras que el otro se mantiene y nunca se queda desierta. Por otro lado, yo siempre buscaba que uno de ellos, por ejemplo Valerón, apoyase al mediapunta cuando atacábamos. En esa fase, el dibujo pasaba a tener dos medias puntas para poder recibir. Y cuando defendía, ese mediapunta móvil se convertía en doble pivote.

P. Otra incondicional de su Selección fue la defensa en zona. Tradicionalmente, los técnicos españoles usaban la marcación combinada, con marcadores y libres. Salvo excepciones conocidas como Clemente o los nacientes Floro y Lillo, el que podría etiquetarse como “efecto de la zona Sacchi” no se asentó en el España hasta bien avanzada la década de los noventa. ¿Cuándo decidió usted usar la, por entonces novedosa, defensa en zona que aplicó en la Selección?

R. Como jugador, yo siempre tuve asignados marcajes individuales contra los mejores futbolistas del equipo contrario, por lo que pude apreciar los pros y los contras de la marcación. Si todo el fútbol reside en un futbolista del rival, puede ser que marcar al hombre sea beneficioso, y el porcentaje de probabilidades de recibir un gol baje. Pero si no reside solo en uno, el porcentaje para el contrario sube, porque, a diferencia del zonal, el marcaje al hombre deja muchos espacios con el movimiento. Eso lo puedes apreciar ya desde los entrenamientos. Al final, la realidad es con ambos sistemas sigues encajando goles, y las diferencias estadísticas no son muy grandes entre ellos. Pero, en mis equipos, siempre me gustó trabajar defensivamente el punto de penalti, porque la estadísticas oficiales te dicen que más del 90% de los goles se meten desde ahí. Entonces, yo a los defensas les prohibía que saliesen a marcar a los rivales que entrasen por las bandas, porque pretendía que coparan el punto de penalti, donde se iba a producir el remate. Eso es por lo que yo quería cambiar del marcaje al hombre a la zona, ya desde el Rayo Vallecano y el Espanyol. Como entrenador siempre tuve claro que dos centrales no podían salir de la zona de penalti, jugaras con los centrales que jugases. Es mucho más difícil rematar para el delantero cuando se defiende ahí en zona y no individualmente. Todo esto se lo enseñaba a los zagueros con vídeos, pidiéndole hacer un triángulo fuerte en el centro del área.

Foto: Juanma Lillo y Pep Guardiola, cuando se enfrentaron en LaLiga con Almería y Barça en 2010 (Efe).

P. En su primera Selección juntó una columna con Hierro, Guardiola y Raúl, tres de los mejores futbolistas de la historia de España. Mucho liderazgo.

R. Los futbolistas que llevan desde jóvenes en la selección se hacen líderes de por sí, porque son quienes los que vienen de atrás respetan. Ellos tienen una manera de comportarse en el equipo y en el campo que se aprecia sin tener que decir nada. Además de que a Guardiola o Raúl ya se le veía que eran diferentes, porque se ve que les gustaba especialmente. Ellos te preguntaban muchas cosas y siempre los porqués.

P. ¿Qué relación tenían Guardiola y Raúl en el terreno de juego?

R. A ambos solía llamarlos aparte para mostrarle vídeos suyos particulares, con el objetivo que se encontrasen más en la zona del centro del campo. Por ejemplo, yo veía que ambos daban mucho el balón para atrás, cuando realmente tenían posibilidad de girarse. Entonces se lo mostraba y ellos se daban cuenta.
A Raúl le decía que, cuando bajaba a recibir de Guardiola, era muy difícil que el central le siguiese hasta ahí, entonces tenía tiempo de girarse y ver todo el campo por delante, con más posibilidades que solo tocarla de cara al centro. Al ser jugadores tan inteligentes, lo asimilaban muy rápido y luego lo ejecutaban en el partido.

P. Pese a los resultados finales, ¿considera que su Selección fue la primera piedra, y por tanto algo con mucha importancia, de la exitosa España de 2008 y siguientes?

R. En el estilo, no sabría decir, no podría asegurarlo. Sí es verdad que nosotros fuimos trabajando una manera de ser concreta, unas costumbres que se impusieron en la federación. Yo cambié muchísimas cosas, desde las oficinas hasta los métodos de trabajo. Puse normas de trabajo y disciplina para todos los equipos de la federación, en busca de conseguir éxitos desde los juveniles. Un estudio de los jugadores que iban jugando en las distintas categorías, y cosas así. En ese tiempo ya se demostró desde abajo que pronto se podía ganar un campeonato de Europa o del mundo.

P. Vamos con la Eurocopa del 2000. En el estreno de la fase final contra Noruega alineó a Molina. Aquello fue una sorpresa, puesto Cañizares había jugado más y se postulaba como titular. Fueron mejores ese día, pero perdieron por el controvertido gol achacado al portero. ¿Por qué motivo primero eligió a Molina y días después lo cambió para el segundo partido?

R. Al principio le di la portería a Molina porque pensé que en ese momento estaba mejor. Pero tras la derrota de Noruega no había margen de error y había que ver el estado del futbolista y tomar una decisión. Hablé con el resto del cuerpo técnico y vi que la decisión más importante a tomar para el equipo era cambiarlo. Son decisiones técnicas que un entrenador tiene que asumir. El entrenador no está para casarse con la gente, sino para tomar decisiones importantes, que a veces te pueden venir a favor y otras te puedes equivocar.

P. Tras ganar a Eslovenia, al final se clasificaron primeros de grupo, pero agónicamente. Aquel contra Yugoslavia es uno de los partidos con mayor épica de la historia del fútbol.

R. Yugoslavia siempre ha tenido equipos muy competitivos, en varias disciplinas, y nos los hemos cruzado. Ese partido lo llevábamos bastante bien, pero injustamente se nos complicó muchísimo. Al final se pudo levantar gracias a Alfonso. Es un partido que se recuerda especialmente, porque no es lo mismo ganar un partido fácil que meter el gol de la victoria en el último minuto, por la emoción y la alegría.

P. La sorpresa positiva de aquella Selección fue Munitis, un convocado muy representativo de su España. El del Racing adelantó a Fran en la alineación. Thuram dijo que fue un dolor de muelas enfrentarse a él.

R. A Munitis lo convoqué porque un campeonato de Europa son partidos muy seguidos, donde puede cambiar mucho lo que tenías pensado durante el partido o de un partido a otro. Él era un jugador muy rápido y vertical, que puede cambiar los partidos por su manera de jugar. Entonces podía sacarlo y que le complicase individualmente la vida a un rival que ya estaría cansado, crear peligro o que le provocasen faltas. Contra Francia fue titular porque yo sabía que Thuram era un lateral que atacaba mucho, de los más importantes que tenía Francia en esto, pero que si estaba Munitis tenía que defender más. En esa táctica le pedí a Munitis que lo defendiese normal, tampoco volviéndose loco con la intensidad. La idea era que Thuram subiese y entonces nosotros darle muchos balones a Munitis para atacar allí, con lo que primero obligaba al lateral a estar pendiente de bajar rápido o también le impedía que subiese tanto. Y salió bien.

P. Francia era campeona del mundo y quería el balón. Sin embargo, usted no cambió su idea y su propuesta de juego.

R. Ante todo, un equipo tiene que tener una personalidad concreta que el entrenador tiene que transmitir a los jugadores. Entonces, al primer partido súper importante no puedes ir en contra de lo que has transmitido y trabajado durante todo el tiempo. Es al revés, si quieres ganarte un sitio entre los mejores, el equipo tiene que ser lo que es y que los rivales le respetasen así.

P. Raúl falló el penalti del posible empate y fue señalado por la eliminación. ¿Habló con él tras su error?

R. Yo siempre le he dicho a los chicos que el único que lo falla es el que lo tira. Y que es muy difícil tirar un penalti en esas circunstancias. Le dije que no pasaba nada, que seguro que se presentaría otra oportunidad donde demostrar que es el mejor.

P. España cayó en cuartos. ¿Consideró usted aquello un fracaso o cree que fracasar y triunfar depende de otros aspectos?

R. Yo eso de éxito y fracaso no lo tengo tan integrado como los periodistas y los aficionados, sino que solo pienso que hay que trabajar para llegar lo más lejos posibles. También hay que saber qué equipo y qué rival tienes. Al final, lo que tienes que intentar es que tu equipo lo haga lo mejor posible, nada más.

P. ¿Podría contarme alguna anécdota de aquel torneo?

R. Pues creo que fue la primera vez que se permitió que las familias estuviesen con los futbolistas en la concentración. Ellos estaban con las parejas o las familias y quedábamos la noche anterior y solo luego para ir al partido.

P. Vamos con el Mundial de 2002. Además de contar con Teodoro Nieto y Alfonso Fraile, a última hora incorporó al seleccionador campeón del mundo con España en fútbol sala Javier Lozano. ¿Qué le aportaban?

R. Todos ellos trabajaban conmigo en la federación. Yo los mandaba a ver partidos. Durante los torneos, según fuesen avanzando, tú más o menos sabías si ibas a quedar primero de grupo o segundo. Entonces ellos me hacían informes de los equipos rivales y de sus partidos. Uno iba a ver los contrarios nuestros que ya eran fijos, otro a los probables si nos clasificábamos primeros o segundos y, por si las previsiones saliesen mal, el tercero de ellos iba a estudiar al resto de rivales que pudiesen caernos en el camino a la final.

placeholder La Selección en el Mundial de Corea y Japón. (Imagen de archivo)
La Selección en el Mundial de Corea y Japón. (Imagen de archivo)

P. Como en la Eurocopa, volvieron a hacer una fase de clasificación muy buena. Pero en el camino, por ejemplo un jugador clave como Guardiola se cayó. No llegó al Mundial y en su lugar jugó Baraja, que era menos virtuoso a la hora de pasar y de organizar. ¿Cambió mucho su España entre ambos torneos?

R. Yo no hice un cambio radical por haber perdido en la Eurocopa. La filosofía y la táctica se mantuvieron y solo era cuestión de recordar. Si jugaba Baraja y no Guardiola, solo era cuestión de matizar el plan. Pero es que hay que tener en cuenta todo esto, porque uno no puede tener siempre por ejemplo al Iniesta de turno.

P. Si en la Euro fue Munitis, en el Mundial la grata sorpresa sería De Pedro, otro futbolista inesperado de perfil medio, quien incluso fue titular.

R. Siempre, siempre hay jugadores que solo están esperando la oportunidad. Pero De Pedro hubiese sido titular en muchas otras selecciones, aunque en España no pareciese importante. De todos modos, yo creía mucho en los estados de forma. Tú puedes tener mucha confianza en uno o dos jugadores y llevarlos independientemente de cómo estén a una convocatoria de veintidós, porque sean esenciales para tu idea o por su peso. Pero hay otros que tienes que aprovecharlos según su estado de forma, y eso fue lo que hice con De Pedro, un jugador que me gustaba mucho para la banda izquierda.

P. En el Mundial también dio usted la alternativa al joven Xavi, adalid de la futura gloria en la Selección. Pero no la titularidad, supongo que en parte por la falta de bagaje en relación con Baraja y Valerón.

R. A mí me gustaba más que los jugadores tuvieran cierta experiencia. Pero a Xavi o Puyol ya los habíamos visto en el Mundial Sub-20 y sabíamos lo que podían aportar. Veíamos que esa generación venía con mucha fuerza y que solo era cuestión de que adquirieran la experiencia de jugar en Primera con sus equipos. Estaba claro que a estos futbolistas se les esperaba como agua de mayo, se veía claramente que marcarían una época en el fútbol español.

placeholder Xavi Hernández durante la cita mundialista. (Imagen de archivo)
Xavi Hernández durante la cita mundialista. (Imagen de archivo)

P. Pese al buen papel clasificatorio, antes del Mundial perdió amistosos contra selecciones potentes como Alemania, Inglaterra y Holanda y fue criticado por no ganar contra las mejores.

R. Yo estaba convencido de que, en España, históricamente había un eslabón a saltar, que era ganar a las grandes selecciones. Y creía que la mejor manera de hacerlo era enfrentarse a ellas y romperlo. Quería cambiar la mentalidad que hasta ese momento tenía la Selección española. Entonces le pedí a Villar que los partidos amistosos los organizase contra todos los campeones del mundo. Era para que nos midiésemos de tú a tú y nos diésemos cuenta de que, por calidad, no había nada que envidiarles. Así, cuando nos los encontrásemos en una semifinal o una final los enfrentaríamos mejor. Yo sabía que esto podía volverse en contra mía, porque no es lo mismo enfrentarse a Luxemburgo que a las campeonas del mundo, pero esa fue mi decisión. Yo no estaba en la Selección para quedarme toda la vida, tenía que cambiarlo en el poco tiempo que estuviese. Perdimos algunos de esos partidos, pero una cosa es perder siendo muy inferior y otra es cuando ves que eres del mismo nivel y le puedes ganar a los grandes en cualquier partido, que fue lo que nos pasó. De esos amistosos también le ganamos a Francia, que era vigente campeona del mundo, y a Italia. El jugador se daba cuenta de estas cosas, de la competitividad, y esto era lo importante.

P. A diferencia del grupo de la Eurocopa, en Corea y Japón se ganó a Eslovenia, Paraguay y Sudáfrica. Todo fueron buenas sensaciones. ¿Pensaban entonces que esta vez sí eran claros candidatos a ganar el Mundial?

R. Yo creo que nunca se había ganado todos los partidos del grupo en un Mundial, está en las estadísticas. Y ganarlos te da mucha moral. Aunque los partidos parezcan fáciles, nunca lo son en un Mundial, porque intervienen muchas cosas. Yo creo que hicimos un gran campeonato, que se derrochó por otras circunstancias.

P. Pese a empatar contra Irlanda, pasaron también los octavos de final en la tanda de penaltis. En cuartos esperaba Corea del Sur, que venía de eliminar a la Italia de Trapattoni con polémica del árbitro Byron Moreno, quien a la postre acumuló sanciones federativas e incluso detenciones penales.
El partido lo arbitraría Gamal Al-Ghandour. Tras los sucesos, ¿qué se esperaban contra la anfitriona?

R. No solo contra Italia, sino en la clasificación contra otro equipo importante también salió favorecida Corea del Sur. Cuando conocimos que nos tocaba Corea en cuartos, sabíamos lo que se venía. De hecho, se lo avisamos a Ángel Villar. Los equipos que habían jugado contra Corea habían tenido muchos problemas arbitrales y sabíamos que nosotros también los tendríamos, además con árbitros que no habían pitado partidos al máximo nivel. Pero principalmente por los liniers. En nuestro partido estaba claro que sobre todo a uno de los liniers le pasaba algo, porque no era normal. Durante todo el partido me pegó la paliza a la hora de poder hablar a los jugadores. El entrenador del equipo anfitrión podía hacerlo y nosotros, no. Y en una jugada que un delantero nuestro se fue solo, cuando vio que iba a hacer gol levantó el banderín por un fuera de juego que claramente no era. Ese ha sido uno de los partidos marcados por la historia del fútbol, porque probablemente no haya otro donde un equipo haya sido tan superior y no haya ganado por circunstancias arbitrales totalmente partidistas. Los linieres tuvieron culpa, pero también el árbitro nos anuló un gol en una falta que remató Baraja que está claro que lo que pitó fue "peligro" y que él ese día era partidista. También había problemas institucionales y burocráticos. El presidente de la FIFA, Blatter creo que era, no podía pisar Corea. A su vez, el presidente de Corea, que era me parece de Hyundai, quería ser presidente de la FIFA… Había un lío tremendo del que el fútbol salió perjudicado.

P. Pero lo cierto es que la Corea del Sur de Guus Hiddink era un equipo que se mostró muy veloz y cuyos jugadores parecían incansables, con más fondo físico que el resto.

R. Sí. Sabíamos el potencial de Corea y sus cualidades. Nosotros lo estudiamos a fondo y los contrarrestamos totalmente, eso lo pude exponer en algunas conferencias posteriores viendo el partido. Le anulamos la fuerza física y el pressing, que eran sus principales virtudes, y explotamos sus puntos débiles para hacerles peligro. Desde el estudio, los jugadores tenían clarísimo cómo jugaba Corea y cómo teníamos que jugar nosotros. Por ejemplo, ellos te presionaban mucho en una banda, entonces nosotros teníamos claro que había que cambiar el juego de inmediato al otro lado del campo, y cuando llegasen allí, nuevamente al otro. Evitamos que nos presionasen arriba, que era su pretensión. Pero si ellos conseguían llegar muy arriba a presionar, nosotros también sabíamos dónde dejaban los espacios, para atacarlos. En los saques de falta, igual: ellos se volcaban a la zona donde tenían un delantero potente y dejaban el otro lado desprotegido, que nosotros atacábamos. Lo plasmamos perfectamente.

P. Ese día apostó por Joaquín en lugar de Luis Enrique y prescindió de Raúl, que estaba tocado. Usted decidió que no jugase pese a que él quería jugar.

R. Con Raúl estuve la madrugada anterior. Hicimos una prueba a ver cómo estaba y claramente no la pasó. Tenía un problema de abductores y cuando controlaba el balón abriendo la pierna, siempre se le enganchaba. Es normal que él quisiese ayudar, pero una cosa es lo que quieres y otra lo que puedes. Y en esos partidos tienen que estar todos los jugadores al cien por cien. En cuanto a Joaquín, lo puse porque era rápido y centraba muy bien. Como íbamos a cambiar de banda constantemente y arriba estaba Morientes, pues la idea era que centrase antes de que le llegara la presión.

P. Otra vez el punto de penalti para ser eliminados.

R. La frustración de perder en penaltis es grande. Yo he perdido tanto de jugador como de entrenador, y en ambas ocasiones merecíamos pasar.

P. ¿Podría contarme alguna anécdota particular de aquel Mundial?

R. Me acuerdo que el año anterior, en una de las visitas que hicimos al país, quizá la del sorteo, me llevaron a una explanada donde no había nada, solo un campo de hierba natural y otro de artificial, junto a una montaña. Les dije que a mí aquello me gustaba mucho, pero que no había hotel, y me contestaron que, si quería, ellos me hacían el hotel. Y nos hicieron un hotel solo para nosotros, un centro espectacular con piscinas, auditorio y de todo. Estuvimos fenomenal allí y de maravilla en lo ambiental, con las mujeres y las visitas de los familiares cada día. También otra anécdota es que vino una inspección, porque había salido una noticia en España de que en Corea se comía comida de perro y nosotros teníamos la nuestra. Quisieron venir un poco a fastidiar.

P. Usted dejó voluntariamente el equipo tras el Mundial. ¿Cuál fue la razón?

R. La tónica general de la federación es que cuando un seleccionador clasifica para un Mundial, puede seguir al siguiente torneo. Pero yo quería entrenar cada día. Seguramente hoy día no me hubiera ido, pero en aquellos momentos necesitaba el trabajo diario. En general pienso que cuando estás tres o cuatro años en un equipo tienes que cambiar, porque el rendimiento siempre baja.

Septiembre de 1998. La Selección española de Javier Clemente pierde contra Chipre el primer partido clasificatorio para la Eurocopa de Bélgica y Países Bajos, y el entrenador cae. Para relevarlo, la elección pasa por Luis Aragonés, técnico con una trayectoria dilatada y varios títulos conseguidos, o José Antonio Camacho, con menos de una década en los banquillos y dos ascensos a Primera en su haber. En cualquiera caso, ambos muy respetados en el país y libres de contrato. En julio, Aragonés había abandonado el Betis por segunda vez antes de empezar la temporada. El Sabio de Hortaleza alegó motivos personales y dijo que a sus 60 años se retiraba. Luego su amor al fútbol pudo más y continuó dirigiendo, por fortuna para España.

José Antonio Camacho