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Del chivatazo de Laporta a la traición de Agnelli: los dos días de vida de la Superliga
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La afición, la clave del fracaso

Del chivatazo de Laporta a la traición de Agnelli: los dos días de vida de la Superliga

Tebas dio la voz de alarma a las principales ligas y a la UEFA tras enterarse del proyecto gracias a Laporta. Ceferin, amigo íntimo del presidente de la Juventus, vivió una asfixiante contrarreloj

Foto: Grafiti contra Agnelli, presidente de la Juventus, en las calles de Roma. (EFE)
Grafiti contra Agnelli, presidente de la Juventus, en las calles de Roma. (EFE)

Jueves 15 de abril. Joan Laporta y Javier Tebas se citan para una comida con la que el dirigente de LaLiga buscaba comenzar con buen pie el nuevo mandato del presidente del Barcelona, recientemente elegido por los socios blaugranas. Lo que se esperaba como un almuerzo cordial para estrechar lazos acabó con el teléfono de Tebas ardiendo tras llamar a sus homólogos de las respectivas grandes ligas europeas y al presidente de la UEFA, Aleksander Ceferin. El motivo de este llamamiento urgente a las armas era un viejo fantasma, un runrún que cada cierto tiempo sonaba de nuevo entre los clubes punteros de Europa. Pero algo había cambiado. Esta vez la cosa iba en serio. Laporta le confirmó que 12 clubes, entre los que se incluía el Barça, iban a formar la Superliga europea de fútbol. Tres días más tarde empezarían unas frenéticas 48 horas repletas de traiciones, ataques, revueltas y espantadas. Los dos días de vida y muerte de la Superliga, narrados en un extenso reportaje del 'New York Times'.

placeholder Laporta y Florentino, en una imagen de archivo. (EFE)
Laporta y Florentino, en una imagen de archivo. (EFE)

Según desvela el citado medio norteamericano, la primera reacción de Ceferin ante la revelación de Javier Tebas fue de “perplejidad”. ¿Se estaba cociendo la revolución del fútbol europeo a espaldas de la UEFA? El presidente de la Juventus de Turín, Andrea Agnelli, le había confirmado días atrás que esos rumores eran solo eso, rumores. El campeón italiano no estaba detrás de ninguna competición paralela a la Champions League, defendió su mandatario. Agnelli era mucho más que uno de los hombres con más poder en el fútbol europeo, era amigo personal de Ceferin. Se conocieron gracias al deporte y forjaron una sólida relación que llevó al esloveno a ser nombrado padrino de uno de los hijos del italiano.

Una amistad rota por la traición

Pero algo no le cuadraba a Ceferin, quien decidió realizar el viaje de ocho horas de su casa en Liubliana a su oficina en Suiza para “llegar al fondo del asunto”. Ya era sábado. La primera llamada a Agnelli la hace en su coche, su amigo no contesta. El presidente de la UEFA decidió entonces mandar un mensaje a Emma Winter, esposa del italiano, con la que también guardaba relación, pidiendo que, por favor, si su marido podía llamarle lo antes posible. Pasan tres horas y Agnelli llama, sigue defendiendo que no existe ningún tipo de rebelión en el fútbol e incluso se muestra dispuesto a publicar un comunicado conjunto. Tras pedir varias modificaciones en el documento y completar varias llamadas, el teléfono del presidente de la Juventus de Turín se apaga.

Apenas minutos antes del nacimiento de la Superliga, en la noche del domingo, el presidente de la Juventus de Turín dimitió como ejecutivo de la UEFA y como presidente de Cambios en la Asociación de Clubes Europeos (ECA, por sus siglas en inglés). Ese mismo lunes había un importante comité para determinar la nueva Champions League, un cambio de sistema con el que dar carpetazo a los rumores de la competición opositora. "Probablemente sea la mayor decepción de mi vida. Nunca había visto a una persona que pudiera mentir así”. Fueron las palabras que utilizó Ceferin días más tarde para referirse al que fuera su amigo, Agnelli. También le llamó “víbora”. Incluyó en el saco de traiciones a Ed Woodward, acusándolo también de doble juego en su papel de ejecutivo de la UEFA e impulsor de la Superliga.

placeholder Agnelli y Ceferin, juntos en un acto. (EFE)
Agnelli y Ceferin, juntos en un acto. (EFE)

Real Madrid, Barcelona, Atlético de Madrid, Manchester United, Liverpool, Manchester City, Tottenham, Chelsea, Arsenal, AC Milan, Juventus de Turín e Inter de Milán anunciaron aquella medianoche (hora española) la creación de la Superliga de fútbol europeo. Un torneo donde los socios fundadores, más otros tres invitados todavía por conocerse, tendrían plaza fija y competirían en un formato de liguilla y posteriores cuartos de final, y en la que los otros cinco equipos que asistirían cada año tendrían plaza “en función de su rendimiento”. Todo ello regado con cifras de dinero escandalosas, muy superiores al reparto actual de la Champions League, que comenzaban con una inversión inicial de JP Morgan por valor de más de 3.000 millones de euros. No era un órdago. Era una rebelión.

La lucha desesperada de Ceferin

Según informa el 'New York Times', Ceferin conocía que había eslabones más débiles en esta guerra por el control del fútbol. Tanto Manchester City como Chelsea no tenían todas consigo cuando decidieron acceder a la Superliga como socios fundadores. Paris Saint-Germain, el gigante de la Ligue 1, y el Bayern de Múnich, otro coco de Europa desde Alemania, habían preferido quedarse al margen a la espera de qué sucedería en la comisión de la UEFA.

La búsqueda de aliados por parte del directivo fue incesante durante esas 48 horas. Por fin se puso de acuerdo con Gianni Infantino, presidente de la FIFA, quien le brindó apoyo. También mantuvo “una larga conversación” con Oliver Dowden, el ministro responsable del deporte y la cultura de Gran Bretaña. Serían las islas indispensables para el naufragio del proyecto capitaneado por Florentino Pérez. Boris Johnson, primer ministro, lideró los ataques del ejecutivo británico. Pero más importante aún fueron los aficionados ingleses, que se lanzaron a la calle al grito de “no a la Superliga” o “Fuck Pérez”. El dirigente del Real Madrid, tras su polémica entrevista en 'El Chiringuito' como presidente de la nueva competición, acaparó las críticas.

Foto: José Castro y Monchi, durante la presentación de Lopetegui. (EFE)

La esperanza de Ceferin y de la UEFA encontró el punto débil de la Superliga: la aceptación por parte del aficionado. Si este mastodóntico proyecto buscaba realmente salvar el fútbol popular, la comunicación de las partes implicadas daba a entender que lo primordial era cimentar el 'statu quo'. Los poderosos del fútbol debían seguir siéndolo a pesar de las pérdidas del coronavirus. La presión fue aumentando con el paso de las horas y la cadena se rompió por el eslabón más débil: Chelsea y City. “Hay que reconstruir la unidad”, pedía el mandatario de la UEFA. La noche del martes se cerraría con la desbandada del Big Six de la Premier League. United, Liverpool, Arsenal y Tottenham se unieron a Chelsea y City. Era el fin de la Superliga.

En aquella madrugada, Ceferin regresó a Eslovenia, según narra el medio estadounidense. Un 'whisky' doble fue el último trago del presidente de la UEFA antes de marcharse a dormir. El resto es historia.

Jueves 15 de abril. Joan Laporta y Javier Tebas se citan para una comida con la que el dirigente de LaLiga buscaba comenzar con buen pie el nuevo mandato del presidente del Barcelona, recientemente elegido por los socios blaugranas. Lo que se esperaba como un almuerzo cordial para estrechar lazos acabó con el teléfono de Tebas ardiendo tras llamar a sus homólogos de las respectivas grandes ligas europeas y al presidente de la UEFA, Aleksander Ceferin. El motivo de este llamamiento urgente a las armas era un viejo fantasma, un runrún que cada cierto tiempo sonaba de nuevo entre los clubes punteros de Europa. Pero algo había cambiado. Esta vez la cosa iba en serio. Laporta le confirmó que 12 clubes, entre los que se incluía el Barça, iban a formar la Superliga europea de fútbol. Tres días más tarde empezarían unas frenéticas 48 horas repletas de traiciones, ataques, revueltas y espantadas. Los dos días de vida y muerte de la Superliga, narrados en un extenso reportaje del 'New York Times'.

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