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El Clásico pasa la prueba del algodón en el Camp Nou: Messi está solo
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El astro rosarino acabó frustrado

El Clásico pasa la prueba del algodón en el Camp Nou: Messi está solo

Dembélé y Griezmann no dieron la cara en otro partido crucial para el conjunto azulgrana. Si el '10' argentino no decide los partidos, nadie parece ser capaz de decantarlos

Foto: Leo Messi camina cabizbajo y frustrado durante El Clásico ante el Real Madrid. (EFE)
Leo Messi camina cabizbajo y frustrado durante El Clásico ante el Real Madrid. (EFE)

El Barça salió del Clásico como lo hizo Leo Messi. Temblando de frío, con la cabeza gacha, frustrado y esperando que capease el temporal. El argentino, sin socios en el raquítico ataque azulgrana, comprobó cómo las 19 jornadas consecutivas sin caer en LaLiga habían supuesto una preparación insuficiente para la prueba de algodón definitiva que debía marcar un partido clave, el que les enfrentaba ante el Real Madrid. Llegado el momento de la verdad, Leo estuvo solo ante el peligro a la hora de crear...peligro. Con Antoine Griezmann en el banquillo y con Ousmane Dembélé, sin espacio por delante y desorientado en la punta de lanza, el peso del juego ofensivo del Barça volvió a recaer íntegramente en el futbolista más decisivo del campeonato. Sin embargo, no fue suficiente.

placeholder El rosarino estrelló el saque de esquina en el palo. (Reuters)
El rosarino estrelló el saque de esquina en el palo. (Reuters)

El capitán azulgrana fue el máximo regateador del encuentro (7/9 regates) y el jugador que más disparos a puerta realizó (8, 3 de los cuales entre los tres palos), mientras que Dembélé y Griezmann no desafiaron a Thibaut Courtois ni una sola vez en 81 y 45 minutos respectivamente. Acciones individuales, tiros desde la frontal, faltas directas y hasta un intento de gol olímpico que terminó con el palo escupiendo su envío. Messi lo intentó de todas las maneras posibles hasta desfondarse. Sin el acierto necesario, pero con la jerarquía propia del que sabe que, o lo consigue él, o nadie más lo hará. El conjunto culé tiene superestrellas que cobran y se presentan como tal, pero cuyo rendimiento no se ajusta a lo desembolsado por ellos.

Falta músculo goleador

Los datos del portal FbRef arrojan luz. De los 69 goles que ha anotado el Barça en la competición de la regularidad (nadie ha perforado más redes rivales), Messi ha protagonizado 23 (un 33%); mientras que el segundo máximo goleador (Griezmann) y el tercero (Dembélé) tan solo han sumado 8 y 5 goles cada uno a la cuenta anotadora del equipo catalán. Si viajamos hacia los disparos realizados en el cuadro azulgrana durante la presente Liga, el argentino encabeza la lista con 154 tiros a portería. Griezmann es segundo con 53 y Dembélé, tercero con 47. La diferencia en ambos campos es enorme y evidencia la falta de determinación en el último tercio cuando el argentino no es el que se la juega.

Foto: Antoine Griezmann y Philippe Coutinho celebran un gol del brasileño antes de que se lesionara de gravedad esta temporada. (Reuters)

¿Qué le sucede al Barça en los metros finales? Alguno podría sacar a la palestra aquel prehistórico argumento que coloca a Messi como un dictador de puertas hacia dentro donde el '10' azota al resto de delanteros y les incita a pasarle todos los balones ante la amenaza de ser humillados en caso de no cumplir sus deseos. Y aunque el argentino haya dirigido alguna bronca monumental (como la que sufrió Ansu Fati ante la Juventus en Turín), la realidad tiene matices más ricos. Al equipo le faltan primeras espadas que tiren del carro.

Con la salida de Luis Suárez este verano, el aficionado culé ha tenido que observar cómo los jugadores de ataque buscan obsesivamente a Messi. Lo hacen Sergio Busquets, Pedri González o Jordi Alba, pero también los delanteros. No importa que esté rodeado de contrarios, que todos los focos le apunten o que su situación sea menos ventajosa que la del resto de compañeros. Sin valorar a otros futbolistas en la definición en la mayoría de ocasiones, la pelota siempre acaba en el tejado del astro sudamericano; causa y consecuencia del aspecto vital de este juego.

A la sombra de Leo

Que Leo Messi es el mejor jugador del Barça, así como el más determinante, es una obviedad. Que el conjunto azulgrana ha vivido durante las últimas temporadas de sus genialidades y se ha limitado a alimentarlas en lugar de buscar alternativas colectivas e individuales, también lo es. Buscar cobijo a la sombra del '10' se ha convertido en una rutina cómoda para todos. Una estrategia para desviar las críticas, esconder problemas estructurales y postergar cambios profundos. En definitiva, el atajo culé hacia la victoria por antonomasia.

placeholder Leo Messi, durante el partido en el Alfredo Di Stéfano. (EFE)
Leo Messi, durante el partido en el Alfredo Di Stéfano. (EFE)

Con Philippe Coutinho y Ansu Fati en el dique seco del Camp Nou, la responsabilidad se ha repartido entre menos hombres clave. ¿Pero qué ha sucedido con aquellos que estaban llamados a acompañar a Messi esta temporada? Si bien Ousmane Dembélé ha experimentado una evolución que aúna velocidad, desborde, profundidad y una regularidad que nunca antes había reunido, el gol se le sigue resistiendo. En otras palabras, se está quedando corto de cara a portería.

El caso de Griezmann es más preocupante. El francés ha ido perdiendo protagonismo con el paso del curso hasta ver los partidos grandes desde el banquillo: suplente en la ida de las semifinales de Copa ante el Sevilla y ante el Real Madrid en el Alfredo di Stéfano. Antoine juega muy bien, trabaja defensivamente como nadie, realiza desmarques constantemente y ayuda a sus compañeros con movimientos que generan ventajas para el resto, pero su rendimiento está muy lejos del que debería ofrecer un supercrack de su (teórico) calibre. En dos temporadas, aún no se le recuerda un partido de altos vuelos en el que haya brillado con luz propia. Es un campeón del mundo que se esfuerza en ocultarlo.

placeholder Antoine Griezmann se lamenta tras fallar una ocasión clara de gol. (Reuters)
Antoine Griezmann se lamenta tras fallar una ocasión clara de gol. (Reuters)

La dependencia goleadora respecto a Messi sigue siendo demasiado importante. Y aunque el Barça haya venido encontrando más fácilmente la verticalidad y profundidad que Ronald Koeman anhelaba a principio de temporada y genere un torrente de ocasiones, el conjunto azulgrana necesitará más amenaza ofensiva la próxima temporada. Jugadores con los que repartir la responsabilidad ofensiva. Focos que dividan la atención defensiva rival. Alguien que, en caso de que Laporta convenza a Leo para seguir y pueda colocar a Griezmann y Dembelé, ayude al argentino a descansar de tanto volumen de juego y finalización.

El Barça salió del Clásico como lo hizo Leo Messi. Temblando de frío, con la cabeza gacha, frustrado y esperando que capease el temporal. El argentino, sin socios en el raquítico ataque azulgrana, comprobó cómo las 19 jornadas consecutivas sin caer en LaLiga habían supuesto una preparación insuficiente para la prueba de algodón definitiva que debía marcar un partido clave, el que les enfrentaba ante el Real Madrid. Llegado el momento de la verdad, Leo estuvo solo ante el peligro a la hora de crear...peligro. Con Antoine Griezmann en el banquillo y con Ousmane Dembélé, sin espacio por delante y desorientado en la punta de lanza, el peso del juego ofensivo del Barça volvió a recaer íntegramente en el futbolista más decisivo del campeonato. Sin embargo, no fue suficiente.

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