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Xavi, el viaje desde Aragonés hasta la horma de Cruyff y Guardiola
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Xavi, el viaje desde Aragonés hasta la horma de Cruyff y Guardiola

Es la hora de qiue Xavi explique al menos creyente que los que tienen el balón son los poderosos frente a los jugadores que únicamente persiguen sombras durante el partido

Foto: Luis Aragonés y Xavi en una concentración de la Selección española en 2005. (Reuters)
Luis Aragonés y Xavi en una concentración de la Selección española en 2005. (Reuters)

Se bajó el telón. En Persia decidió el destino que agotara su tiempo como futbolista. En una extraña coincidencia, Xavi Hernández estimó que la secuencia obligaba a cambiar de caseta: de la de jugador a la de entrenador. Tal y como sucedió hace 40 años con una de sus irremediables referencias. Entonces fue en el Atlético de Madrid frente al hoy desconocido Al-Sadd de Qatar. El claroscuro es incuestionable. Pasamos de Luis Aragonés, en la Primera división española, a un conjunto potente de Oriente Medio, pero que sirve como rodaje ideal a quien manifiesta poca concordia con el fútbol que no le gusta. Hablan de que la sencillez y la inteligencia en su forma de interpretar el juego le van a facilitar la tarea. Es la hora de explicar al menos creyente que los que tienen el balón son los poderosos frente a los jugadores que únicamente persiguen sombras durante el partido.

Dijo Xavi, en una entrevista publicada en 'Marca' en los últimos días de 2018, que su estilo pasa por tener la pelota, en una de las exposiciones previas a presentarse como técnico de relumbrón. Ahora participa sin complejos para anunciar ante la opinión pública su manera de vivir este negocio. Sin verdad absoluta, pero con los parámetros que determinan su forma de sentir el fútbol, el nuevo entrenador admitía su real contenido del juego porque "cuando voy al parque, lo que no quiero es que mi rival me dé un meneo. Sufro si no tengo el balón. Jugar bien es encadenar 20 o 30 pases para encontrar espacios o un hombre libre". Entonces, es cuando se rinde a Pep Guardiola, su maestro contemporáneo, pero dejando claro que "el objetivo real es distinguir entre eso y otro técnico que estime que jugar bien es estar arropado, que no haya espacios e ir al contragolpe. Todo es respetable en esto del fútbol". Eso sí, mejor todo con el balón.

placeholder Pep Guardiola y Xavi en la época en la que coincidieron en el FC Barcelona. (EFE)
Pep Guardiola y Xavi en la época en la que coincidieron en el FC Barcelona. (EFE)

Hubo un día en que Luis Aragonés llamó tonto (por la sorpresa de la pregunta que debía responder) a Xavi Hernández. Antes de esa conversación calurosa, España obligó a pelearse con Italia en los penaltis. Era la Eurocopa de Austria y Suiza 2008 y, en ese partido, el seleccionador estimó que el centrocampista de Tarrasa debía ser sustituido por Fàbregas. El posterior buen hacer del hoy jugador del Mónaco, anotando el gol de penalti definitivo, sembró dudas en una de las intocables estrellas de la Roja. Xavi, como más tarde le sucedería en Brasil 2014 con Del Bosque, removió la alineación titular entre los compañeros cuando sintió que podría embarcarse en la suplencia. La diferencia es que en 2008 la incertidumbre del mediocentro llegó con efecto directo a oídos del entrenador de Hortaleza. En el horizonte se manifestaba la semifinal. El entonces dirigente máximo de los futbolistas le hizo ver que era indiscutible: "Es usted tonto, ¿cómo no va a jugar contra Rusia?". Aquel once de Luis empezaba y acaba por Xavi.

Xavi se enamoró de Luis Aragonés antes de coincidir con Guardiola como entrenador. Se emocionó con la manera de concebir el fútbol moderno. Porque el primer técnico que rompió con lo clásico en la España futbolística resultó ser uno del Atleti. Qué coincidencia que el protagonista de esta historia admita, años después, que lo que sucedió durante aquel campeonato sirvió para entender que un nuevo método era posible y que además traía éxitos. En esos días, Xavi confirmó que el dueño del balón era el dueño del juego. Luis había logrado meter en la cabeza de los internacionales que debíamos ser protagonistas y que se debía plantear un fútbol sin miedos. Entonces, apareció gente como Santi Cazorla que interiorizó y externalizó lo que buscaba el Sabio. Es cuando el internacional materializó aquel famoso chascarrillo del "toque, Xavi, toque" durante cualquier instante saludable de aquella selección que resultó finalmente ser campeona.

Foto: Luka Jovic ha marcado 27 goles esta temporada. (EFE)

Esa retórica del toque, toque, toque y buscamos espacios queda en el recuerdo de quien hoy reclama su tiempo como entrenador novel. Como ha explicado Jesús Paredes, la mano derecha de Luis Aragonés, cuando el centrocampista giraba de lado a lado y así se liberaba de un contrario, cuando el balón cosido al pie seguía construyendo la fase ofensiva o cuando alcanzaba el pase entre líneas encontrando lo que nadie había visto hasta entonces, se trataba de una acción con nombre propio, el de Xavi. El mismo que aparece ahora con la intención de recuperar aquella vieja idea de Luis. Una idea que desarrolló inmediatamente después Guardiola y que alcanzó con el hoy técnico del City el máximo exponente del fútbol de asociación con la pelota.

Lo ha dejado claro Xavi en la previa del adiós. En las charlas que lo acompañaban anteriormente como futbolista admitía que la secuencia del toque era irrenunciable. Él aseguraba, firmemente convencido, que el éxito del fútbol pasa únicamente por la posesión. En esas charlas se rendía a los resultados de Johan Cruyff y después a los de su heredero Guardiola. Esa fotocopia es la que hoy busca para transmitir sus experiencias, para compartir esos conceptos del juego que tanto tiempo le han acompañado. Al fútbol, dijo Xavi en la agencia 'Efe', "se puede jugar de mil maneras", pero él prioriza la posesión del balón y el protagonismo con el dominio del juego. De momento no se ve capacitado para dirigir al Barça, necesita rodaje. En sentido figurado no se ve conduciendo ya un Ferrari. Sin embargo, más temprano que tarde lo veremos sentado en el Camp Nou como la mejor horma de Cruyff y Guardiola.

Se bajó el telón. En Persia decidió el destino que agotara su tiempo como futbolista. En una extraña coincidencia, Xavi Hernández estimó que la secuencia obligaba a cambiar de caseta: de la de jugador a la de entrenador. Tal y como sucedió hace 40 años con una de sus irremediables referencias. Entonces fue en el Atlético de Madrid frente al hoy desconocido Al-Sadd de Qatar. El claroscuro es incuestionable. Pasamos de Luis Aragonés, en la Primera división española, a un conjunto potente de Oriente Medio, pero que sirve como rodaje ideal a quien manifiesta poca concordia con el fútbol que no le gusta. Hablan de que la sencillez y la inteligencia en su forma de interpretar el juego le van a facilitar la tarea. Es la hora de explicar al menos creyente que los que tienen el balón son los poderosos frente a los jugadores que únicamente persiguen sombras durante el partido.

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