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Cristiano Ronaldo, el coleccionista de balones de oro del que se reían por su acento
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fue coronado en una ceremonia en parís

Cristiano Ronaldo, el coleccionista de balones de oro del que se reían por su acento

Llegó con 11 años a Lisboa y con ganas de volver a casa, pero poco a poco fue creando la leyenda de uno de los mejores goleadores de todos los tiempos y un nombre clave en la historia del Madrid

Foto:  Ilustración: Raúl Arias.
Ilustración: Raúl Arias.

"Siempre habrá alguien que te lo pondrá difícil, la cuestión es cómo reaccionas a eso". No se puede decir que el consejo de Paulo Cardoso fuese realmente original, pero aquel niño que acababa de salir de clase entre insultos por su acento de Madeira necesitaba oírlo. Era su primer día de colegio en Lisboa y el pequeño Cristiano, once años, solo tenía ganas de volverse a casa. Había visto su litera en la residencia don José, donde le había acomodado el Sporting de Portugal, le habían metido en un aula y el pensamiento estaba más en volver a su isla que en terminar triunfando en el fútbol mundial, por más que aquello le sonase bien desde que empezó a darle patadas a un balón con cinco años en Funchal.

Cardoso, que fue su primer mentor, le ofreció a cambio un pequeño empleo de recogepelotas en el Jose Alvalade. Nada importante, pero suficiente para ver fútbol los domingos y sentirse algo más implicado en su nueva casa. El propio entrenador le había visto en las pruebas y, aunque primero dudó por enclenque, terminó descubriendo que en ese larguilucho había madera de futbolista. "Le pega con las dos piernas", explicó sorprendido al ver al preadolescente en su primera prueba. Hoy tiene cinco balones de oro en el museo que él mismo financió en su isla natal.

Foto: Cristiano Ronaldo recibe su quinto Balón de Oro. (EFE)

La manera de reaccionar de Cristiano Ronaldo, esa primera clave que le dio Cardoso, ha sido cuanto menos dispar. El mismo jugador que un día, delante de un micrófono, dijo que le envidiaban por rico y guapo es el que tiene importantes obras solidarias. El que hizo famoso un grito de guerra en una gala del Balón de Oro se ha destapado como un padre multifuncional. El incansable competidor que todos los días aparece primero en Valdebebas es también el hombre que, en ocasiones, parece a disgusto cuando sus compañeros marcan por el simple hecho de no haberlo logrado él. El que tiene problemas con Haciendas es el goledor histórico.

Lo frío y lo caliente conviven en el mismo personaje, un enorme jugador de fútbol, uno de los que quedará para siempre, eterno. El juego es la primera explicación a todo, como siempre lo es con el deporte. Las veleidades de Cristiano, sus idas y venidas y problemas de carácter no importarían a nadie si jugase en 2ªB, pero todo eso forma parte de uno de los mejores deportistas de su generación y de uno de los más grandes goleadores de todos los tiempos.

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-FOTODELDIA- epa06009062 Real Madrid's Cristiano Ronaldo (C) celebrates with his teammates after the UEFA Champions League final between Juventus FC and Real Madrid at the National Stadium of Wales in Cardiff, Britain, 03 June 2017. Real Madrid won 4-1. EFE FACUNDO ARRIZABALAGA

Un país entero en contra

Con 32 años ya le queda poco por descubrir. Su pasado tiene sombras pero, por lo general, se trata de un jugador excepcional. Desde muy joven, de hecho. En Inglaterra recuerdan como después del Mundial de 2006, cuando ya jugaba en el Manchester United, fue escogido por las gradas de la Premier como cabeza de turco por la eliminación de su país. Los tabloides ingleses se cebaron con él, y la crueldad que pueden llegar a tener esos periódicos es casi infinita. Pero a él no pareció importarle en absoluto, esa misma temporada, con tan solo 21 años, fue en la que le demostró a los técnicos del Untied que Beckham a su lado era un principiante.

Eso es algo que también conocen en el Real Madrid, un club que, a estas alturas, ya es el equipo de su vida. Tres de sus cuatro Champions las venció de blanco, como cuatro de los cinco Balones de Oro que decoran sus vitrinas. Fue fichado por Ramón Calderón, aunque la presentación oficial llegase de la mano de Florentino Pérez. El caso es que el acuerdo estaba cerrado de antes, una de esas cosas por las que la directiva derrocada por su corrupción presumía. No puede decirse que fuese barato, 96 millones de euros son hoy mucho y en aquel momento eran una cifra estratosférica, pero los datos hay que ponerlos siempre en su contexto.

Porque hoy pocos dudan de que la operación le salió rentable al Real Madrid. Ese dineral no fue un gasto sino una inversión, compró al mejor jugador posible de su tiempo, descartada la opción de Messi. Y a uno de los hombres más relevantes en la historia de una institución deportiva que se encuentra entre las más grandes de siempre. Cristiano llegó a un equipo histórico y consiguió destacar, y eso sabiendo que probablemente no hay sitio más difícil en el que hacerse grande. El Madrid se suele tragar todo lo demás, y si no que se lo digan a Mourinho, que llegó pensando que él si podría ser más grande que el Santiago Bernabéu. La tradición del Real Madrid es capaz de aplastar a cualquiera.

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GRAF5683. PARIS, 07 12 2017.- Fotografía facilitada por L'Equipe del delantero portugués del Real Madrid Cristiano Ronaldo posando con el Balón de Oro durante la ceremonia de entrega del trofeo en París (Francia) hoy, 07 de diciembre de 2017. EFE Faugere Franck ---SOLO USO EDITORIAL---

Destacar en casa de Di Stéfano

Conseguir destacar en ese contexto, que tu nombre suene con el de Di Stéfano y no parezca una locura, es el legado que dejará siempre Cristiano Ronaldo. Su relación con la grada, incluso con el club, no siempre ha sido la mejor. Al portugués se le ha silbado, porque jugar en el Madrid es exponerse, y no se lo ha tomado nada bien. Nunca fue capaz de entender que el cariño también puede llegar en forma de exigencia y donde otros agachaban la cabeza y seguían caminando él se rebrincaba.

Cristiano es ese jugador que llegó a Madrid haciendo bicicletas, quizá incluso muchas innecesarias, y se marchará de la misma ciudad convertido en un rematador de área. Qué rematador, eso sí. Su evolución es clara, por el camino ha perdido algo de velocidad, también un poco en la efectividad de regate que en otros momentos tuvo, pero ha ido mutando en un jugador súmamente eficiente, capaz de apilar números y goles por encima de cualquiera de sus coetáneos. Sí, Messi ha sido, muy probablemente, mejor jugador durante más tiempo, pero es probable que el luso sea el gran goleador de su generación.

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Ha marcado muchísimos, sus cifras en el Real Madrid dicen que ha marcado 418 goles en 412 partidos, algo memorable, casi imbatible. A más de un gol por partido. Al principio, cuando llegó, le señalaban porque no metía gol en los partidos importantes. En realidad era una cuestión de muestreo, no había jugado demasiados. En su primera final de blanco, la Copa, marcó al Barcelona de Guardiola un testarazo genial en la prórroga. El Madridismo, exigente, empezó a quererle más. Para detener a un Barça que crecía como la espuma era necesario un jugador con el hambre desbocada, como sin duda es Cristiano.

El tiempo ha demostrado que no importaba el momento, él siempre estaría ahí con la caña. Este jueves le dieron su quinto Balón de Oro. Fue por la Liga, claro, donde se mostró como siempre como el máximo goleador de su equipo, pero sobre todo fue por la Champions. Quizá es su mejor legado, su mayor competición. Cinco goles al Bayern en cuartos, tres al Atlético en semifinales, dos más, entre ellos el primero, en la final contra la Juventus. Es difícil encontrar alguien más determinante, pocas veces un equipo necesitó tanto de un solo jugador. Y es que todo eso es Cristiano Ronaldo. Ese que, feliz, recogió una vez más el Balón de Oro. Esta vez en París y con las luces de la Torre Eiffel brillando en el cielo de la capital francesa.

"Siempre habrá alguien que te lo pondrá difícil, la cuestión es cómo reaccionas a eso". No se puede decir que el consejo de Paulo Cardoso fuese realmente original, pero aquel niño que acababa de salir de clase entre insultos por su acento de Madeira necesitaba oírlo. Era su primer día de colegio en Lisboa y el pequeño Cristiano, once años, solo tenía ganas de volverse a casa. Había visto su litera en la residencia don José, donde le había acomodado el Sporting de Portugal, le habían metido en un aula y el pensamiento estaba más en volver a su isla que en terminar triunfando en el fútbol mundial, por más que aquello le sonase bien desde que empezó a darle patadas a un balón con cinco años en Funchal.

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