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Mercedes mira a los ojos a Tyrrell: el motivo por el que no levanta cabeza desde hace tres años

La travesía del desierto para el equipo más dominante de la pasada década no termina. La magia ha desaparecido y por tercer año consecutivo siguen sin tener un coche ganador

Foto: Lewis Hamilton en el pasado GP de Australia
Lewis Hamilton en el pasado GP de Australia

2024 se suponía que era el año en el que no había excusas para que George Russell y Lewis Hamilton volvieran a tener un coche competitivo. Abandonado el concepto revolucionario de los pontones reducidos a la mínima expresión, el monoplaza de esta temporada partía de un folio en blanco libre de experimentos fallidos. Pero sin ser malo el coche, el modelo W15 apenas es algo mejor que el Aston Martin y está por detrás de McLaren, los dos equipos con los que comparte motorización. Un declive que recuerda en cierto modo al caso de Tyrrell con el modelo P34 de seis ruedas.

Mercedes parece seguir pagando el precio de la obstinación en perseverar con un concepto técnico que no funcionó. Exactamente, lo mismo que le ocurrió a Tyrrell. En ambos casos, la idea detrás de la innovación tecnológica era buena, en determinados momentos su potencial en pista era evidente, pero si algo no funciona, como se dice a nivel empresarial, el mejor negocio es salirte enseguida de un mal negocio. Pero esto es justo lo contrario de lo que hicieron tanto Mercedes como Tyrrell. Creyeron que la receta era evolucionar, cuando lo inteligente habría sido dar carpetazo lo antes posible.

Paradójicamente, el Red Bull de esta temporada bebe de algunas ideas de ese concepto 'Pontones cero', aunque incorporando lecciones dolorosamente aprendidas por Mercedes. El error, quizá, fue introducir una innovación revolucionaria justo en un momento de cambio reglamentario. Si te sale bien arrasas, pero si fallas el batacazo es monumental. El efecto rebote que provocaba la nueva aerodinámica, afectó a Mercedes de forma más significativa que al resto de equipos. Era la señal clara para tocar retirada y madurar el concepto esperando un momento más propicio. Pero no se hizo.

En el caso de Tyrrell, el problema no fue un cambio de reglamento, sino el comienzo de una guerra entre fabricantes de neumáticos con Goodyear y Michelin. En 1976 Goodyear tenía el monopolio de la parrilla y podía dar neumáticos para ruedas de 10 pulgadas a Tyrrell, con el mismo compuesto que las habituales de 13 que llevaban el resto de equipos. Pero la llegada de Michelin, obligó a Goodyear a ponerse las pilas. Ahora no podía permitirse el lujo de suministrar neumáticos específicos para un solo equipo y aquella fue la señal de alarma que Tyrrell desoyó y que acabó pagando muy caro.

placeholder Cuando Goodyear dejó de evolucionar los neumáticos delanteros, desaparecieron las ventajas del revolucionario Tyrrell de seis ruedas. (Archivo Goodyear)
Cuando Goodyear dejó de evolucionar los neumáticos delanteros, desaparecieron las ventajas del revolucionario Tyrrell de seis ruedas. (Archivo Goodyear)

Un esfuerzo inútil

El llevar un coche con seis ruedas, suponía un aumento de peso pero ofrecía dos importantes ventajas: Mejor capacidad de giro y menor resistencia frontal aerodinámica. Cuando Goodyear anunció a principio de la temporada 1977 que no iba a poder evolucionar sus neumáticos, lo suyo habría sido haber dado marcha atrás de forma inmediata. Las dos principales ventajas desaparecían. Había que haber dado la temporada por perdida y rescatar el viejo pero convencional modelo 007 de 1975 para minimizar daños. Pero en lugar de mandar al modelo P34 al museo, siguieron tratando en vano de hacerlo competitivo.

Tyrrell gastó una fortuna en evolucionar un coche cuyo principal problema era un factor externo como eran los neumáticos. Se perdió un tiempo y un dinero precioso en paliar los problemas de descompensación de agarre entre el tren delantero y el tren trasero que sí contaba con ruedas evolucionadas. El error no sólo hizo naufragar al equipo durante la temporada 1977, sino que les hizo también desatender la creación del coche de la siguiente temporada. Fruto de las tensiones, el director técnico Derek Gardner abandonó el equipo antes de acabar la temporada.

Mientras se perseguían remedios técnicos que no llevaban a ninguna parte, se perdía el tren de la tecnología de efecto suelo que iba a marcar los años venideros. El Lotus 78 con sus alas invertidas en los laterales del coche, anticipaba por donde tenían que ir los tiros. Pero el nuevo 008, se veía ya desde el mismo día de su presentación como un coche desfasado. Salvo una sorprendente victoria de Patrick Depailler en una atípica carrera en Mónaco, la temporada fue un nuevo fracaso.

Tan tocado se quedó el equipo británico, que, de hecho, nunca más volvieron a ser candidatos al título. Lograron algún triunfo aislado, pero el conservadurismo de Ken Tyrrell, escarmentado por la experiencia revolucionaria, hizo que desde entonces sus coches fueran buenos, pero nunca punteros. Y esto es un poco lo que le ha venido pasando a Mercedes. Volvieron a repetir el año pasado con un concepto fallido y han sacado este año un coche, que sin ser malo, es demasiado convencional como para de momento aspirar al título mundial.

placeholder El comienzo a medio gas de Lewis Hamilton en 2024 puede que se deba a la desmotivación de no tener un coche ganador (DPPIAFP7)
El comienzo a medio gas de Lewis Hamilton en 2024 puede que se deba a la desmotivación de no tener un coche ganador (DPPIAFP7)

Adiós a la magia

Tyrrell fue el mejor equipo de la parrilla al comienzo de la década de los setenta. Cuando se retiró Jackie Stewart después de lograr su tercer título con la escudería, siguieron siendo muy competitivos, pero no volvieron a ganar nunca más el mundial. No parece que esto vaya a ser el caso ni por el lado técnico ni por la marcha de su piloto estrella Lewis Hamilton. Mercedes sigue siendo un equipo extraordinario, pero está claro que les está costando mucho recuperar su magia.

Algo influye seguro, que la unidad de potencia de Mercedes haya dejado de ser la mejor de la categoría. Sigue siendo muy buena, pero ya no cuenta con ventaja significativa alguna respecto a Honda o Ferrari. Son muchos los que creen que en la época dorada del equipo, donde coleccionaban títulos como churros, sus chasis eran inferiores a los creados por Adrian Newey en Red Bull. Era aparentemente el propulsor el que marcaba la diferencia. Y puede que haya algo de esto, pero no cabe duda, que el daño que ha hecho perseguir el camino equivocado de los ‘pontones cero’ es evidente.

Es interesante la situación actual, porque aunque Mercedes sigue siendo un destino muy apetecible para cualquier piloto, el equipo está ahora mismo, está bajo el ‘efecto Tyrrell’ incapaces de momento de recuperar su poderío de antaño. Quizá la vuelta de James Allison a la dirección técnica vuelva a colocar al equipo en lo más alto. No parece ni mucho menos que esto sea el inicio de un declive que les aleje para siempre de los títulos mundiales, pero si algo les ha enseñado estos tres últimos años, es de los riesgos de perseverar en un error.

2024 se suponía que era el año en el que no había excusas para que George Russell y Lewis Hamilton volvieran a tener un coche competitivo. Abandonado el concepto revolucionario de los pontones reducidos a la mínima expresión, el monoplaza de esta temporada partía de un folio en blanco libre de experimentos fallidos. Pero sin ser malo el coche, el modelo W15 apenas es algo mejor que el Aston Martin y está por detrás de McLaren, los dos equipos con los que comparte motorización. Un declive que recuerda en cierto modo al caso de Tyrrell con el modelo P34 de seis ruedas.

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