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Ollie Bearman o la prueba de lo mucho que necesita la Fórmula 1 que corra aire fresco
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PILOTO DEL DÍA EN YEDA

Ollie Bearman o la prueba de lo mucho que necesita la Fórmula 1 que corra aire fresco

El impresionante debut del joven británico en Ferrari abre muchos interrogantes sobre su propio futuro y de la posición del talento emergente en el campeonato de la Fórmula 1

Foto: Ollie Bearman se sube al Ferrari para realizar su debut en Fórmula 1. (DPPI/AFP7)
Ollie Bearman se sube al Ferrari para realizar su debut en Fórmula 1. (DPPI/AFP7)

Cuando a un chaval de 18 años, sin apenas experiencia en un coche, le subes en mitad de un fin de semana a debutar en Fórmula 1 y cumple de sobra el expediente de clasificación sin cometer errores, es algo muy digno de destacar. Hacerlo sobre un Ferrari, que es quizá el asiento sometido a mayor presión pública y mediática, refuerza el mérito. Pero completar el Gran Premio demostrando ritmo y saber estar a partes iguales, está claro que hablamos de alguien especial.

¿Estamos ante alguien de un calibre como el de Max Verstappen, o debemos esperar a ver más cosas de Ollie Bearman antes de lanzar las campanas al vuelo? Pues un poco de ambas cosas habría que decir. Es evidente que el estudio de la telemetría y el uso de simuladores, dota de unos recursos a los pilotos debutantes que en el pasado carecían. Una actuación como la realizada por el joven británico en Yeda hace años era impensable.

Los circuitos y las reacciones de los coches, a diferencia de hoy, se aprendían en vivo por el método prueba/error. Lo que es indiscutible, es que Yeda es un circuito de los que no deja margen de error. Para que salgan los tiempos en la pista saudí, es necesario jugártela rozando los muros a 200 kilómetros por hora.

En circuitos de largas escapatorias de asfalto, un piloto puede ir buscando sus límites sin miedo a destrozar el coche y de paso tampoco hacerse daño en el cuerpo. El enorme mérito de Bearman fue debutar aquí y no solamente devolver el coche intacto, sino hacerlo en los puntos. Navegar con aplomo en mitad del pelotón, aguantando la caza de Norris y Hamilton el día que debutas son palabras mayores.

Esto nos lleva al dilema que circula con fuerza en el paddock. ¿Se ha vuelto demasiado fácil pilotar un Fórmula 1? Que se entienda la pregunta bajo la premisa de que una cosa es pilotar un Fórmula 1 a un nivel alto y otra bien distinta hacerlo al absoluto límite. Max Verstappen demostró el sábado en clasificación la brutal diferencia que supone sacar de algún lugar la última décima de segundo.

Es obvio que pilotar un Fórmula 1 no está al alcance de cualquiera. Pero la cuestión es que las recientes sesiones clasificatorias demuestran que del primero al último de la parrilla son capaces todos de rodar cerca del límite de los coches. Y ahí surgen las dudas a la hora de evaluar el potencial de un piloto nuevo.

El difícil último escalón

Véase el caso de Lance Stroll. Ocasionalmente, el canadiense es capaz de rodar dos o tres décimas más lento que un Fernando Alonso inspirado. Algo al alcance de muy pocos. La diferencia viene cuando se te pide mantener esa mínima diferencia a lo largo de 50 vueltas. Ese es el reto de los pilotos aspirantes frente a las estrellas establecidas. Una cosa es la capacidad de dar la talla de forma puntual y otra bien distinta, hacerlo de forma sostenida sin cometer errores.

Bearman ha pasado el primer examen con nota, pero ahora tiene por delante el siguiente escalón. Meterse en las dos-tres décimas de Charles Leclerc y aguantar el tirón. El problema es que la Fórmula 1 actual, no deja espacio para despejar la incógnita del verdadero potencial de una estrella emergente como es Ollie Bearman. Es triste que la Fórmula 1 en 2024, haya comenzado sin nuevas caras en la parrilla.

placeholder Bearman, este fin de semana. (DPPI/AFP7)
Bearman, este fin de semana. (DPPI/AFP7)

Teniendo a pilotos como Theo Pourchaire, Liam Lawson o el propio Bearman en la recámara, es un poco deprimente que el talento joven se quede a verlas venir. Porque ojo, después de la demostración del británico en Yeda, podría pasar hasta un año entero hasta que podamos verlo de nuevo a bordo de un Fórmula 1. Ahí está el ejemplo de Liam Lawson para demostrar el absurdo techo que tienen hoy día las promesas emergentes. Debut sensacional y hasta hoy nunca más se supo del neozelandés.

El criterio para renovar la parrilla no debería de ser la edad, sino la capacidad de aportar algo especial. Daniel Ricciardo o Valtteri Bottas son sin duda buenos pilotos con pasado ilustre, pero la verdad, es que no están aportando nada diferente a la parrilla actual. Guanyu Zhou o Logan Sargeant han demostrado tener nivel de Fórmula 1, pero pasado su período de aprendizaje, nos dejan con las ganas de saber qué harían con sus coches otros pilotos jóvenes.

Kevin Magnussen es también indudablemente un piloto muy rápido, pero no se sostiene que después de muchos años en la categoría, siga cometiendo errores como los cometidos Arabia Saudí. Lo mismo cabe decir de Lance Stroll, que cada vez deja más en evidencia a su padre como único sostén de su presencia en Aston Martin. Resumiendo: Hay seis o siete pilotos que en mayor o menor medida deberían dejar hueco a pilotos como Olie Bearman. Pero no únicamente no ocurre, sino que cuando se habla de la entrada de un nuevo equipo como Andretti, que ofrecería dos nuevos volantes, se les veta la entrada.

El precedente Verstappen

Para Ferrari, desde luego que la situación es todo un papelón. Descubres a un piloto joven con el que te podrías arriesgar a subirle en 2025 como piloto titular y resulta, que con el fichaje de Lewis Hamilton, le dices que hasta 2027 como mínimo no se va a poder volver a vestir de rojo. Está la opción de Haas si los de Maranello mantienen su asociación con el equipo estadounidense, pero eso ni es gratis, ni está claro que sea lo que quiere y necesita Bearman para su futuro a corto plazo.

Un equipo filial es un arma de doble filo, porque igual que te pule para cuando llegue el gran momento, puede también destruir tu reputación. Casos de ese estilo hay por doquier. El hecho que Red Bull arrebatara a Max Verstappen de la academia Mercedes, a base de prometer volantes y ascensos inmediatos, es sin duda un dato interesante a seguir. Ferrari corre desde luego el riesgo de perder a su nueva perla, aunque también Bearman corre el riesgo de quemarse si no completa su proceso de formación de forma correcta.

Foto: Abrazo entre Verstappen y Horner. (Europa Press)

Por eso es tan importante reconocer los méritos de Bearman, como expresar cautela ante su futuro. Por muy impresionante que fuera su actuación en Yeda, es inevitable cometer errores a medida que el nivel de exigencia sube. Acelerar el proceso de cocción, es el camino más rápido para estropear un guiso que se prometía delicioso. Lo que es inaceptable es que Bearman al menos no tenga la oportunidad de demostrarnos su verdadero potencial. La Fórmula 1 siempre ha sido un deporte muy cruel por la forma que se carga pilotos a las primeras de cambio, pero casi más cruel aún es cuando deja fuera de su redil a talentos excepcionales.

Cuando a un chaval de 18 años, sin apenas experiencia en un coche, le subes en mitad de un fin de semana a debutar en Fórmula 1 y cumple de sobra el expediente de clasificación sin cometer errores, es algo muy digno de destacar. Hacerlo sobre un Ferrari, que es quizá el asiento sometido a mayor presión pública y mediática, refuerza el mérito. Pero completar el Gran Premio demostrando ritmo y saber estar a partes iguales, está claro que hablamos de alguien especial.

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