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La forja de un campeón: cuando el padre dejó tirado a Max Verstappen en una gasolinera
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MOMENTOS QUE ANUNCIABAN UN CAMPEÓN

La forja de un campeón: cuando el padre dejó tirado a Max Verstappen en una gasolinera

Es uno de los talentos más precoces y de carrera meteórica en el automovilismo. Algunos momentos de su trayectoria delataban que se trataba de un piloto especial

Foto: Verstappen padre e hijo en 2012. (Página web oficial de Max Verstappen)
Verstappen padre e hijo en 2012. (Página web oficial de Max Verstappen)

"Max Verstappen tenía solo cuatro años. Su padre Jos estaba compitiendo en la Fórmula 1, en 2002, y se encontraba en Estados Unidos. Su madre, Sophia Kumpen, también había sido piloto de karts de alto nivel en Europa. Llevó a su hijo junto con unos amigos de la familia a la pista de karting de Genk. El hijo de los amigos estaba rodando con un kart pequeño, con solo tres años. Su padre no quería que que se subiera a uno hasta que tuviera algún año más. Pero Max se cogió una pataleta tremenda porque si su amigo más pequeño podía rodar, por qué no iba a hacerlo él. Sophia tuvo que llamar a su marido a Estados Unidos para consultarle. El padre no tuvo más remedio que dejarle rodar unas vueltas. La máquina imparable en que se convirtió el niño, hoy campeón del mundo de Fórmula 1, había arrancado en aquella pista de Genk.

En realidad, era un destino en parte predeterminado por la genética de dos padres pilotos. Cuando todavía era más renacuajo, Max buscaba cualquier cosa que tuviera ruedas. El padre le regaló un pequeño 'quad', con el que hacía caballitos a los pocos días. Acabó estampado contra un muro. Menos mal que llevaba casco. Pasaba el día entero conduciendo lo que tuviera a mano. El niño Verstappen no era distinto a otros tantos de su edad que luego se convertirían en pilotos profesionales. Pero fue distinto a prácticamente todos.

placeholder Jos Verstappen modeló la carrera de su hijo con una exigencia implacable. (EFE Tracey Nearmy)
Jos Verstappen modeló la carrera de su hijo con una exigencia implacable. (EFE Tracey Nearmy)

A Italia, cada fin de semana

El pasado Gran Premio de Abu Dabhi consagró oficialmente esa carrera predestinada. Pero numerosos momentos anónimos de su carrera anticiparon ese futuro. Por el talento que delataba aquel niño/adolescente, como también por su personalidad de piloto cincelada a fuego por la exigencia y la presión de su padre.

Desde que Max rodó en Genk con cuatro años, la competición era su destino natural. Pero el padre quería conocer la madera y el talento de su hijo, porque estaba dispuesto a invertir su patrimonio. Jos fue a una de las grandes sensaciones camino de la Fórmula 1, pero la precipitación de Flavio Briatore quemó su carrera, poniéndole junto a Michael Schumacher en un Benneton configurado en torno al piloto alemán. Aunque siguió hasta 2003, frustrado, el padre aprendió grandes lecciones que transmitiría a su hijo. A fuego, según su personalidad. Pero el chico tenía que valer.

El primer kart era un hierro que perdía hasta el carburador. Pero Max volaba con él. Llegó uno un poco mejor. Contra niños tres y cuatro años mayores, a los siete años, corrió su primera carrera. La ganó. El padre decidió que había que emigrar a la meca del karting, en Italia. A los nueve años, cada fin de semana, después del colegio, viajaban al país transalpino. Volvían por la madrugada el domingo. Entre semana entrenaban. El padre vivía entregado a la misión, hasta ejercía de mecánico de su hijo. Todo ello imponiendo una disciplina brutal para modelarle.

Lágrimas en la gasolinera

Uno de los ejemplos ya famosos de esa educación espartana e implacable tuvo lugar durante —o al terminar— el campeonato del mundo de la categoría KZ2 en Sarno (Italia) en 2012. El joven Max había dominado las diferentes mangas y encabezaba la final. Fue adelantado momentáneamente por el piloto neozelandés que le seguía. En vez de tomarse su tiempo, inmediatamente intentó devolvérsela. En su impaciencia, ambos se tocaron y Verstappen se quedó fuera de la carrera.

Cuando volvió al furgón, su padre estaba recogiendo todo, enfurecido. Le dijo que recuperara el kart como pudiera. Llorando, el joven Max tuvo que pedir ayuda. Se metieron en el furgón y volvieron a Holanda. Cuando el hijo quiso explicarle lo que había pasado, el padre paró en una gasolinera italiana y le dejó allí tirado, entre lágrimas. La madre venía por detrás, afortunadamente, y recogió al hijo. Jos volvió al poco tiempo, y le subió en la furgoneta de nuevo. No volvió a hablarle en una semana. Verstappen reconoce que el impacto emocional de aquella experiencia le marcó. Al año siguiente ganó el título. Los monoplazas le esperaban.

"¿Es de verdad su primer test?"

Solo tenía 16 años. El paso natural era la Fórmula Renault, el primer escalón en coches con alerones y aerodinámica. El padre contrató varios test privados para chequear el nivel de su hijo. El equipo Manor —luego en Fórmula 1— era de los mejores en Gran Bretaña. Fueron a Pembrey, en Gales. El primer día diluviaba. El padre no quería que el hijo saliera, pero el equipo le animó. "¿Es este su primer test de verdad?", le preguntó Tony Shaw, el responsable del equipo. Años atrás había probado a un tal Lewis Hamilton. Tras probar en otros circuitos, su padre Jos y su manager, Raymond Vermeulen (a quien hoy puede verse en el paddock en el entorno de Max), decidieron que podía pasar directamente a la Fórmula 3.

El equipo Van Amersfoort, con el que el padre había corrido antes, fue el elegido. El primer test de pruebas oficial tuvo lugar en Budapest. Max fue el más rápido el primer día y en el equipo se quedaron con los ojos abiertos. "Después de un día de entrenamientos, nos dijimos: podríamos subir mañana a Max a un Fórmula 1", recordó más tarde el propio Frists Van Amersfoort. Efectivamente, en septiembre de ese mismo año, 2014, el joven Verstappen ya rodó en los entrenamientos libres del Gran Premio de Japón.

Antes luchó a brazo partido por el título con Esteban Ocon, quien ya contaba con experiencia previa en monoplazas. Verstappen ganó más carreras que el francés, casi un tercio de la temporada, pero el título fue para Ocon por una avería mecánica a final de año. A mitad de temporada, Helmut Marko y Toto Wolff se pelearon por el joven holandés. Se lo llevó Red Bull, con el sello que le puso en la frente Marko: "El nuevo Senna". De hecho, su carrera fue incluso más meteórica que la del brasileño.

Hubo polémica para concederle tan pronto la superlicencia. Debutó en un gran premio sin haber cumplido los 18 años, el piloto de Fórmula 1 más joven de la historia. En 2016 fue elevado al Red Bull en el Gran Premio de España. Ganó. A la primera. Dos años y medio antes aún corría en karts. Tan pronto tuvo un monoplaza capaz de ganar el título, lo consiguió. Batió para ello al piloto con más títulos de la historia. Estaba predestinado.

"Max Verstappen tenía solo cuatro años. Su padre Jos estaba compitiendo en la Fórmula 1, en 2002, y se encontraba en Estados Unidos. Su madre, Sophia Kumpen, también había sido piloto de karts de alto nivel en Europa. Llevó a su hijo junto con unos amigos de la familia a la pista de karting de Genk. El hijo de los amigos estaba rodando con un kart pequeño, con solo tres años. Su padre no quería que que se subiera a uno hasta que tuviera algún año más. Pero Max se cogió una pataleta tremenda porque si su amigo más pequeño podía rodar, por qué no iba a hacerlo él. Sophia tuvo que llamar a su marido a Estados Unidos para consultarle. El padre no tuvo más remedio que dejarle rodar unas vueltas. La máquina imparable en que se convirtió el niño, hoy campeón del mundo de Fórmula 1, había arrancado en aquella pista de Genk.

Max Verstappen Red Bull
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