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Eses, carlistas y rampas al 16%: (mal)subiendo el Mont Caro, el raro puerto al que quiere ir la Vuelta
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Una subida de relumbrón

Eses, carlistas y rampas al 16%: (mal)subiendo el Mont Caro, el raro puerto al que quiere ir la Vuelta

Tres veces ha llegado la Volta hasta el Mont Caro. En realidad, hasta casi el Mont Caro, porque siempre pusieron meta en la zona del Portell. Ahora, podría ir la Vuelta a España

Foto: La durísima ascensión al Mont Caro. (Juan Sánchez Punzano)
La durísima ascensión al Mont Caro. (Juan Sánchez Punzano)

Pero qué necesidad hay. De subir la carretera hasta aquí arriba, digo. Qué necesidad hay. Si tienen abajo un paso natural, si en lo más alto entran tres antenas (y un mirador bien chulo, vamos a decirlo todo). En fin. Corre airecillo, aquí. En el Mont Caro.

Me escribe mi amiga Pilar. Yo ya sé lo que toca cuando me escribe mi amiga Pilar. Ponerme ropa ajustadísima (que me cae como a Salva Ballesta una pulsera republicana), sufrir cual perrete, sudar por encima de mis posibilidades. Pasármelo muy bien, sí, porque esto es así de raro.

Me escribe mi amiga Pilar, digo, que curra en Bikefriendly, y me comenta de irme unos días a pedalear por Terres de l´Ebre. Cojonudo, pienso, porque yo atendía siempre mucho en clase, y sé que todo eso del Delta es terreno plano, plano, plano. Y yo en terreno plano tiro cual Germán Nieto por etapa de transición. Así que guay. Vale, que sí, que me apunto. Una cosa, dice. Que subimos el Mont Caro. El Mont Caro. Sí, el Mont Caro. Silencio. Silencio. Silencio. El Mont Caro. Jajaja, qué cachondo, ya verás, todo bien. Adiós, dios, nos vemos, un besi.

Foto: Carlos Rodríguez, campeón de España. (RFEC)

Un debut en 1985

El Mont Caro. Que me suena a mí, el Mont Caro. Me suena mal. Pero mal de narices. Mal de "dónde te estás metiendo, Marcos Pereda, tío, que tú eres escritor posmo, que tú la bici casi ni la tocas". Bien, busco el perfil, porque ahora con internet todo esto es fácil. Ok. Ok. Ok. Inspiro, respiro, inspiro, respiro. Quién me mandaría... Casi 23 kilómetros, los últimos 13 al nueve de media. Rampas del 16 (marcaba más, juro que marcaba más). Tourmalet por Gripp (algo más duro), Ventoux por Bédoin (algo más blando). En fin, qué vamos a hacerle.

Tres veces ha llegado la Volta a Catalunya hasta el Mont Caro. En realidad, hasta casi el Mont Caro, porque siempre pusieron meta en la zona del Portell. Que vale, que muy durillo y tal, pero te faltan los cuatro kilómetros finales, que son los más difíciles, y eso es Mont Caro pero menos. Como si usted va a la boda de un colega y se marcha antes de la barra libre, mañana madrugo, hay que pasear por el monte, ya sabes, oye, muy guapa la novia, luego a ver si bailas los pajaritos, etcétera. Vamos, qué dislate.

Debut en 1985, y ganó allí Alirio Chizabas. Alirio era uno de esos colombianos pequeñitos y espumosos que lo mismo levantaban los brazos en una cima que perdían 27 horas en cuatro abanicos mal tiraos. Era tan pequeñajo, Alirio, que en aquella ascensión llegó con Vicente Belda y el otro parecía de estatura estándar. A siete segundos se retuerce un Robert Millar con pintas de Eros Poli. Finalmente ganará él la Volta, porque mangarle otra carrera en septiembre ya cantaba bastante. "Es una subida muy colombiana", decía Alirio. "Le ha faltado que el puerto tuviera cuarenta kilómetros más, como los de su tierra", remataba Rafa Carrasco, director en Kelme, porque puertos de cincuenta kilómetros al nueve por ciento debe haberlos a montones, tú...

placeholder Las increíbles vistas del Mont Caro. (Juan Sánchez Punzano)
Las increíbles vistas del Mont Caro. (Juan Sánchez Punzano)

Las pendientes, el terror

Otro escarabajo repite por 1991. Se llama Lucho Herrera, dejó atrás sus mejores tiempos y arrastra, siempre, cierto aire de melancolía. Pero cuando hay pendientes... en fin, sigue siendo de lo mejor. Detrás llegan Perico Delgado y Piotr Ugrumov, que en aquel entonces solo es un calvo que sube feo y no ese tipo al que todos temen durante la tercera semana. El premio gordo lo trinca Indurain, como casi siempre, porque... en fin, porque es Miguel Indurain.

Última vez, año 2017. Gana Valverde, que está en su 54ª temporada como profesional (aproximadamente). Detrás entra Chris Froome con su pedaleo elegante, sobrio, sin mover apenas nada que no sean las piernas, todo un ejemplo para chavalucos en escuelas. Ah, y Contador, a unos meses de retirarse. Luego Marc Soler, que trabajó bastante para su compañero de equipo (lo juro). Iba líder Van Garderen, porque algunos aun nos acordamos de Van Garderen, esa extraña aparición que suponía Van Garderen. En fin...

Empezamos a subir y todo bien, porque esto es al cuatro por ciento, y hay olivos (en Cantabria no hay olivos, así que a mí me llama bastante la atención), y es todo una recta, y apenas pasan coches, y buen asfalto, y ni siquiera pega mucho la solana. Que perfecto, que me habéis engañao, que mucho más fácil, que ni moreno me voy a poner. Bueno, igual moreno sí, vengo muy blanquito... Ay.

Porque ay. Porque mira que eres bocazas, porque no puedes estarte callado. Un puente, una herradura a derechas, un infierno. Empieza el asunto a ponerse serio y empiezo yo a parecer un chiste. Menos mal que pillé ventaja en el plano, tú. Así veo algo desde arriba.

placeholder Una subida llena de belleza. (Juan Sánchez Punzano)
Una subida llena de belleza. (Juan Sánchez Punzano)

Un tramo de nueve kilómetros sin descanso

Al menos, al día siguiente no estuve al borde del colapso. Qué bonito es eso de rodar por el Delta, amigos. Con sus espátulas, sus patucos, sus flamencos haciendo el rollo del corazón mientras se dan besines, sus ibis que parecen recién sacados de 'Astérix y Cleopatra'. Chulísimo. Además se come fenomenalmente allí, oigan. Ostras, que a mí me gustan mucho, las ostras. Casi setenta kilómetros, doscientos metros de desnivel. Así sí, joder, así sí. Sucede que ustedes han venido por lo otro. Por la sangre. Que lo sé yo.

Hay un tramo como de nueve kilómetros casi sin descanso rondando al diez por ciento. La gracia del asunto es que el paisaje cambia bastante, y empiezas en pleno olivar para después meterte por bosque casi de maquia corsa (aquí también huele a pinares y tomillo), y luego sales justo enfrente de una montaña que parece escarificada en mil tonos, como si la hubiese arañado un gigante de manos pringosas. En las cunetas crecen pequeñas higueras, higueras diminutas, que no te llegan ni a la rodilla, pero dejan aromas dulzones a infancia volando aquí y allá. Se hace entretenido. Y menos mal, porque duro... duro de narices.

Por allí hay un monumento a la cabra montesa. Y, en teoría, también hay un montón de esas cabras montesas, porque tener un monumento a algo y que luego no haya de ese algo pues... Pasa que, según me dicen, han pillado hace poco una epidemia de tiña, o de sarna, o de un rollo así, y quedan muchas menos, y hasta se hacen batidas controladas para eliminar a los ejemplares pachuchos. Así que no vi ninguna. Ya es una pena, porque cercuca de mi huerta hay un paisano que tiene cabras, pero me imagino que estas serán distintas...

El entorno es chulísimo, con paredes casi verticales que vas dejando a la izquierda y rejos albos que asoman aquí y allá por entre el suelo marrón. Digamos que el horizonte te queda bastante cerca, porque hay neblina, y menos mal, la neblina, que fuimos a subir un día de estos de cuarenta grados (igual les suena... cuando el telediario de la tres aconseja no salir en las horas centrales e hidratarse mucho) y yo soy un personaje nacido en La Montaña, lo que es sinónimo de hidalguía y exudación copiosa. Así que sacrifico paisajes en lontananza por respiración (más o menos) estable...

placeholder Cuenta con tramos muy duros. (Juan Sánchez Punzano)
Cuenta con tramos muy duros. (Juan Sánchez Punzano)

Un tramo de carlistas

Paso por un tramo que llaman 'del Caracol', porque tiene paellas a montones, y rampas gordísimas, y allá al fondo se ve todo lo llano, que por qué no estaré yo en todo lo llano, con el cuerpazo que tengo, yo, para todo lo llano.

Se me entretiene la cabeza con cualquier cosa, como siempre que sufro. Que es tierra de carlistas. Y de tritones. Sin aparente relación entre ambos, me temo. Aquí, en Tortosa, nació Ramón Cabrera. Majísimo, Ramón Cabrera. El 'Tigre del Maestrazgo', lo llamaban, que suena a como actor porno pero en realidad es cosa de ser pelín... como decirlo... antiguo. Tradicional. Que viva Carlos María Isidro, las cadenas, la Inquisición y todas esas cosas chulas del Ancien Régime. Un tío de ideales. ¿Se rinde el ejército? Pues yo sigo combatiendo, porque me paso tus abrazos, Maroto, por donde me cuelga el Manifiesto de los Persas. Ese tonito. Quién escribió el Manifiesto de los persas, pienso. Quién. Espera, lo tengo casi... Otro kilómetro al nueve superado. Lo que mola distraerse...

Ahora dicen que si se quiere ir la Vuelta para allá. Al Mont Caro. No la Volta, que parece tenerlo encaminado para dentro de unos meses, sino la Vuelta. Pero a subir hasta arriba, ¿eh?, yo si no subo hasta arriba paso, porque ir pa na... Si me preguntan a mí... imposible, no hay espacio, la evacuación sería un quebradero de cabeza, apenas entra el pódium, un camión no sube. Ahora... anda que no he visto metas así en los últimos años por esas carreritas de dios. Si hasta me están asfaltando un monte aquí, cercuca de casa, que solo quedaba pista y lo van a dejar cual alfombra del mercadillo. Así que vaya usted a saber. A mí no es que me vuelva loco la idea, porque la montaña va a estar allí con independencia de que gane Miguel Ángel López en su cima y luego diga que bien, que todo va perfecto, que el equipo está unido y luchan por fines comunes... Y eso es lo importante. La montaña, no los hombres. Eso sí... bonito iba a ser un rato, porque bonito es un rato...

Los últimos cuatro kilómetros son lo peor. Pero lo mucho más peor. Qué duros los últimos cuatro kilómetros. De primeras... pillas un cruce. Que a mí eso me mata, porque pone dubidoso, y no sé qué hacer, y finjo incertidumbre sobre hacia donde tirar (donde el rampón horrible, Marcos Pereda... donde la bajada amable y tentadora no... donde el rampón horrible), y los primeros metros me torturo psicológicamente (mira que si no es, mira que se mi he equivocado y acabo perdiéndome, y se me echa la noche encima, y debo vivaquear, y me sorprende una secta de paganos adorando la luna, y me eligen como su líder, y luego tengo que darme de alta en el registro de cultos religiosos para no pagar impuestos, joder, que es un follón darse de alta, que yo paso) y más tarde ya es tortura física, porque cuando no te da el aliento tampoco andas para inventarte mucha historia.

placeholder Una belleza... si no pruebas sus rampas. (Juan Sánchez Punzano)
Una belleza... si no pruebas sus rampas. (Juan Sánchez Punzano)

Digamos que ahora la carretera es más estrecha, el firme más bacheado, las rampas más duras y las curvas más... bueno, más curvas. Yo subo casi todo el tiempo haciendo eses, porque a mí me encantan las palabras con muchas eses, palabras como sicalíptico, o susodicho, incluso sinsonte, que es el pájaro de 'Matar a un sinsonte', solo que aquí lo tradujeron como 'ruiseñor'. Y eso (otra ese), que de cuneta a cuneta, haciendo kilómetros adicionales. Me van a venir bien, porque venía falto de preparación y sumar fondo siempre es bueno.

Al final es el tópico de los tópicos pero... llegar arriba merece la pena. Aunque hayas sufrido como Ullrich en Deux Alpes o hasta echado pie tierra cual Rijs en Briançon, junio de 1996 (un mes después volaba... qué espectáculos bizarros ocurrían en los noventa, amigos). Aunque hubiese neblina y apenas se llegase a ver la mar (ni los Pirineos, que cuentan que en días muy despejados...), aunque a ratitos viese luces de esas de cuando llevas una tostada encima tremenda. Menudas rampas, amigos. Las del puerto y las mías en los muslos, para qué engañarnos. Pero bien chulo todo. Los pinos, allá abajo. Las piedras, aquí arriba. Bicis aparcadas contra una baranda, tipos vestidos ridículamente sacando fotos. A quién pretendo engañar, me encanta esto del Mont Caro. Vuelvo en cuanto pueda...

Pero qué necesidad hay. De subir la carretera hasta aquí arriba, digo. Qué necesidad hay. Si tienen abajo un paso natural, si en lo más alto entran tres antenas (y un mirador bien chulo, vamos a decirlo todo). En fin. Corre airecillo, aquí. En el Mont Caro.

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