Es noticia
Etapas de buen fondo: empieza la montaña del Tour con la exhibición de Pogacar
  1. Deportes
  2. Ciclismo
Un momento para la historia

Etapas de buen fondo: empieza la montaña del Tour con la exhibición de Pogacar

Es esloveno lanzó un ataque extraordinario a 32 kilómetros de la meta para dar un golpe en la mesa y aventajar claramente a todos sus rivales. Teuns se llevó el triunfo en la etapa

Foto: Tadej Pogacar en plena acción durante el Tour de Francia. (EFE)
Tadej Pogacar en plena acción durante el Tour de Francia. (EFE)

Voy bien, sí. Muy bien. Pero en alemán, que suena todo así, como raro, y a saber qué entendería Contador.

Pasó en 2009, hace ya... joder, hace una docena de años. Qué viejos somos, colega. Pasó en 2009, digo, y ninguno de sus protagonistas sigue en activo. Bueno, Valverde sí, y la primavera siguiente lo sancionaron, y luego volvió, y ganó etapa en la Vuelta hace ya dieciocho temporadas (sí, su primera etapa de la Vuelta ya es mayor de edad y puede pedirse un cubata de cacique sin caer en ilegalidades), y ahí sigue el tío, que parece eterno. Pero los demás... nah. Ni Contador (comentarista), ni los Schleck (vividores), ni Armstrong (polémica con patas), ni Klöden (en la disco), ni Wiggins (cerveza). Ah, también andaba por ahí Nibali, que es un tipo admirable en todo siempre (no me saquen lo del coche, que la tenemos).

placeholder Pogacar da un golpe en la mesa. (Reuters)
Pogacar da un golpe en la mesa. (Reuters)

Y eso, que allí estaba la Grande Boucle, porque ella sí que no va a fallarnos nunca (o casi, que a veces gana ese en quienes están ustedes pensando). Cuando volvió Armstrong, que de aquella aun no tenía a toda la agencia antidopaje de Estados Unidos subida a su chepa, pero ya algunos algo olisqueaban. Betsy Andreu (despachada por el texano con un elegante “puede que la llamase puta, pero nunca dije que estuviera gorda”), Greg Lemond, algún periodista al que todos llamaban loco, iconoclasta, anacoluto en tus escritos, que vienes a cargarte este deporte. Copón ya.

Todo preparado para el retorno del rey, como en la peli esa interminable. Hasta las mismas etapas, que tenían llamativa ausencia de cuestas, por aquello de hacer más fácil la épica. En fin, pónganse en 2009... aquello podía convertirse en la mayor gesta que deporte alguno jamás hubiese contemplado (toses y guiños al margen). Solo que a Contador ese giro guionizado le molaba regular. Así que atacó cada vez que pudo. En Arcalis, en Verbier. Sendas hostias, maillot amarillo y todos saben quién es el nuevo patrón. Eh, ese, el del fondo, el que da codazos a su compañero y le dice algo al escucho... ¿quiere compartirlo con los demás? ¿No? Pues entonces déjeme seguir, por favor.

Se llega así a la etapa de Le Grand-Bornand. Estreno para el encadenado Romme-Colombière, el mismo de hoy. Muchos kilómetros en torno al diez por ciento, apenas bajada entre los dos puertos, luego descenso y meta. Tan parecido. Y allí ocurre.

Fue subiendo Colombière. Por delante van cuatro tipos. Los hermanos Schleck. Frank, que parecía muy majo, y Andy, que parecía siempre pedalear sobrado, como usted cuando salió a andar en bici con su sobrino adolescente (luego por la noche le dobló, en cumplida venganza). Y dos ciclistas de Astaná (sí, también estaba el equipo entonces). Alberto Contador, líder, y Andreas Klöden, que va cuarto en la general (segundo es Armstrong, tercero Wiggins). Pinta bien para los celestes, vaya. Entonces Contador se acerca a Klöden, Klöden vaya usted a saber qué le dijo, vaya usted a saber, incluso, si estaba Klöden resacoso. El caso es que no se entendieron, Alberto atacó, Klöden se queda, los Schleck huelen sangre, todos de la mano hasta la línea de meta, el sprint más triste de todos los tiempos y victoria para Frank. Astana pasa de primero, segundo y cuarto a primero, cuarto y quinto. Mala jugada, reproches en las redes (que es donde reprochan quienes menos tienen que reprochar) e imágenes para la historia.

placeholder El ciclista español del equipo Astana, Alberto Contador y su compañero estadounidense Lance Armstrong, 2009. (EFE)
El ciclista español del equipo Astana, Alberto Contador y su compañero estadounidense Lance Armstrong, 2009. (EFE)

Ah, los puertos muy duros. Durísimos. (Al final Contador ayudó a Armstrong en el Mont Ventoux de la forma más evidente posible, subiéndolo al pódium y humillándolo un poco bastante. Los futuros de ambos vendrían manchadetes por esas cosas del doping. En cuanto a Klöden el impacto de Le Grand-Bornand fue tan grande que se tiró todo el invierno de farra para superarlo).

Y así hasta hoy.

Antes hubo otra etapa, porque esa es la gracia de las Grandes Vueltas... que acumulan esfuerzos. O deberían, vaya, que llevamos unos años regulares en ese sentido. Nada que reprochar al Tour camino de Le Creusot. Kilómetros (casi 250) y dureza, lo mínimo exigible a un deporte conocido por ser prueba de fondo y resistencia. Faltaba que los ciclistas pusieran de su parte, y hubo suerte (también es verdad que los ciclistas suelen poner de su parte cuando acompaña el recorrido... no son elemento coincidentes al cien por cien, pero sí suelen aparecer juntos). Escapada grande, con segundas espadas y tipos realmente poderosos. El líder, por ejemplo, que salió a divertirse y pasear ese amarillo tan chulo por carreteras de Francia. O van Aert, que podía ser máximo beneficiado del asunto.

Y eso... que abren hueco grande. Por encima de los siete minutos, a veces. Parece complicado pensar en van Aert aguantando montañas a los mejores, por mucho bidonazo que planease a ratos sobre la prueba, pero si pudo Pereiro... Realmente lo más llamativo llegó detrás. El equipo de Pogačar hace aguas, algo esperado pero no por ello menos noticiable. Primož Roglič se queda, algo esperado (la caída parece más seria de lo previsto) pero no por ello menos noticiable. Chris Froome llega a media hora, algo esperado y etcétera... Ah, junto a él entró Nairo Quintana, que lo suyo sí me sorprendió... digamos que (casi) nadie pensaba en él para el pódium, pero este hundimiento... Toca reconvertirse y buscar parciales.

Foto: Tadej Pogacar y Primoz Roglic, en el podio del último Tour. (REUTERS)

El desenlace tiene lo suyo, también. Entre los escapados ataca Matej Mohorič cuando quedan unos trescientos y pico kilómetros a meta. Sube, llanea, baja con elegancia y un puntito suicida. Victoria para él. Epatante, por decirlo así. Los del ciclocross recuerdan batallas en el barro y dicen, mira, oye, para estar cansaos mejor nos exprimimos del todo. Fue una imagen bella, y a los aficionados al Cx les pondrá piel de gallina. Fue, además, la demostración de que siempre se puede vaciar un poco más el depósito, llegar más lejos en la agonía. Ninguno ganará el Tour, pero hay otros que van a pulular en los primeros puestos finales con muchos menos méritos. Justo será recordarlo en dos semanas, que la memoria es frágil.

Y un tercer elemento. Richard Carapaz atacando casi cuando coronaban el último puerto. Parece que abre distancia, parece que va a trincarse una diferencia cuca. Pero no. Por detrás tiran como locos los ciclistas de... Movistar. Carapaz se dio de baja en la compañía hace un par de años, y luego es de los que contesta siempre “no” cuando llaman a las tres de la tarde y preguntan si quiere ahorrar en su factura de teléfono. Vamos, que ya no es cliente, y eso las multinacionales no suelen olvidarlo. Igual es un análisis simplista, pero tiene pinta que (llámenme loco) hay ahí algo personal...

placeholder El ecuatoriano en esta octava etapa. (EFE)
El ecuatoriano en esta octava etapa. (EFE)

Y, de repente... Romme. A ver, antes de Romme hubo cosas. Salida a toda leche, Roglič se queda, Thomas se queda, López se cae... vamos, todo previsible, pero hay que reseñarlo. Hostias gordas, grupitos pequeñajos, nervios. Valverde ataca y luego se deja de pedalear, porque tiene frio, y en 2021 no hay materiales buenos para quitarse el frío, y el chaval está cogiendo experiencia, y es joven, y en unos años no le pasará. Carrera sin control. Están locos estos romanos.

Ah, que no se nos olvide... en un momento dado atacó van Aert y salió Pogačar a por él en primera persona. Buena respuesta del chaval, pero prefiero hablar de lo otro (ya llegaremos a Eslovenia). Seamos claros... es absolutamente imposible que Wout van Aert pueda ganar el Tour. No, al menos, este Tour, yo de futurólogo no hago. Pero que a su movimiento vaya alguien como Tadej habla mucho (y bien) del belga. Para triunfar en este deporte hacen falta mentalidad y clase, y él reúne arrobas de ambas. Con alguien así se puede rodar hasta el fin del mundo...

Romme, dijimos. Y, sorpresa... empieza a tirar UAE. McNulty y Formolo, por más señas. Ineos deslavazado, melocotones maduros que caen. López (mis buenos augurios son losa demasiado pesada), el líder. Ese tipo de gente. Y entonces...

Pam.

Tadej Pogačar.

Que ataca cuando faltan treinta kilómetros a meta. Valiente, exhibicionista. Hinault en pelirrojo. Para allá que marcha, a sentenciar. A sentenciar una época, parece. Un auténtico patrón, como hacía mucho que no se veía (al menos por estilo).

Y eso... manos en las gomas de los frenos, casi siempre sentado, ritmo auténticamente de locos. Pogačar pasa a algunos hombres que iban en la escapada como si él fuese profesional y ellos periodistas especializados en ciclismo. Cadencia demoledora, el rostro apenas impertérrito. Si es que encima al chaval le gusta el agua, cuentan. Exhibición. Qué decir.

placeholder Pogacar hizo historia. (Reuters)
Pogacar hizo historia. (Reuters)

Negro sobre blanco... un ataque a esta distancia por parte del máximo favorito en una etapa de montaña sin mediar situaciones especiales (dicho de otras forma, sin que necesitase ir a la desesperada por diferentes motivos) llevábamos muchos años sin verlo. Muchos. ¿Pantani, Simoni? Pues quizá sí. ¿En el Tour? Es que de memoria ni me sale. Quizá Glandon, en el 88. El 88, macho. Y aun así... ni comparado. Vayan dos años más atrás. Superbagnères. Otra vez la referencia. Le blaireau. Esta Grande Boucle salió de Bretaña, igual se ha reencarnado...

¿Dónde estábamos? Ah, sí... Pogačar papándose ciclistas como usted cervezas un sábado por la tarde. Sin dificultad (y, en su caso, sin resaca). ¿Opciones de etapa? Pudo tener, sí. Llega a segunditos de los primeros cuando coronan Colombiere. Woods, luego Teuns. Les ha quitado seis minutos en el encadenado final. Seis minutos. También es mala suerte, dejarte la piel todo el día para que un monstruo venga a verte. Solo que después de subir toca descender, para alivio de todos. Y Teuns se juega solo la etapa, mientras que Pogačar lleva miras más altas. Así que arriesga. Arriesga mucho, y el otro... pues menos. Victoria para él, segunda en dos días para su equipo.

Qué más da... el nombre es Tadej. Delgadito, chavalín. Tan joven que humilla hasta decir su edad. En atención a los maduritos que me leen... nos abstenemos. Casi tres minutos y medio a Carapaz, lo mismo a un grupo de tristes que hizo medio puerto a ritmo de Omar Fraile (que no es que sea malo, digo, pero ya que estás ahí podías arriesgar un poco, ¿no?), sumen segundos para van Aert, que llegó detrás pero con la cabeza más alta que ellos. Tour aparentemente sentenciado, porque ganó Tadej crono llana y se muestra como el más fuerte para arriba. Si a eso le sumas que sus rivales no son rival, y que todos firman con sangre de cachorrito recién sacrificado el segundo puesto de París, pues... Esperemos que no (me encanta la lucha en el Tour, y me vuelven loco los cachorritos), pero pinta a ello.

Sea como sea... gloria a Tadej Pogačar.

Voy bien, sí. Muy bien. Pero en alemán, que suena todo así, como raro, y a saber qué entendería Contador.

Tour de Francia