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Por qué el mejor consejo con la bicicleta eléctrica es no acercarse a ellas ni probarlas
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EL CRECIMIENTO DE LA BICI CON ASISTENCIA

Por qué el mejor consejo con la bicicleta eléctrica es no acercarse a ellas ni probarlas

La bicicleta eléctrica está experimentando un callado 'boom' y extendiendo su utilización en el ámbito deportivo. Esta es la experiencia de quien, por fin, se atrevió a probarlas

Foto: La bicicleta eléctrica gana terreno. (Yamaha)
La bicicleta eléctrica gana terreno. (Yamaha)

¿Bicicleta eléctrica? ¡Herejía! Así consideran muchos la incorporación de un motor al modo de transporte y ocio más genuinamente identificado con la tracción y esfuerzo físico humanos. Pero la realidad confirma que la bicicleta eléctrica crece imparablemente más allá del entorno urbano, extendiendo sus tentáculos a la práctica deportiva y lúdica.

En Alemania superan en ventas a las ‘musculares’. Israel, un amigo personal que trabaja para una marca española, te confiesa que el 60% de sus ventas corresponden a este tipo de bicicletas. Juan, pionero del MTB en España, con una técnica espectacular sobre una bici y dueño de una de las tiendas de bicicletas más reconocidas de Madrid, confirma que la mitad de sus ventas corresponden a las eléctricas. Él mismo se ha enamorado de ellas como profesional y como ciclista, aunque al principio fuera algo escéptico.

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En nuestro caso, pongamos las manos por delante. Quien les escribe nació para la bicicleta a la vez que la eclosión del MTB. Qué tiempos y qué recuerdos. Desde hace tres décadas la bicicleta se convirtió en una pasión, en yunque físico, y en una fuente impagable de experiencias, grandes momentos y amistades. Una filosofía de vida, vamos. Tanto en bici de montaña, como de carretera. A pesar de un tan largo y purista historial, la bicicleta eléctrica, sí, nos ha enganchado... A costa de las chanzas inevitables de algún que otro colega de salidas.

"¿Quién? ¿Tú? ¿Una eléctrica?"

Todo empezó por culpa de mi amigo Carlos, un verdadero ‘quemado’. Habilidad espectacular en bicicleta de montaña y de salidas casi cotidianas, con un envidiable parque de máquinas de descenso y enduro que aún conserva en casa. Es decir, otro apasionado que vive a tope la bicicleta. “Javier, me he comprado una eléctrica. Estoy disfrutando como loco, tienes que probarla”. “¿Quién? ¿Tú? ¿Precisamente alguien como tú me dice esto?”. Que mi amigo fuera un converso me descolocaba como si al diablo le pusieran el crucifijo delante. “¡Aparta, aparta!”, me decía. Abrirse a tan herética posibilidad implicaba una íntima confesión de decadencia física. “¿Yo? ¿Una eléctrica? Venga hombre”. Pero el gusanillo empezaba a corroerte... “¿Por qué a alguien como Carlos le habrá enganchado una eléctrica?”.

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Meses más tarde. Vacaciones de verano en Galicia. Pequeña emboscada de mi amigo, que ha preparado una ruta improvisada para tres. Por supuesto, Carlos ha viajado con su inseparable eléctrica. La etapa no era larga, pero con rampones y subidas que ponían la ‘patata’ bien caliente. “Javier, coge la bici, pruébala”. Era el momento, claro. Y allá que se sube uno a lomos de la ‘chispas’ para liquidar en línea vertical la larga y empinada ladera de ese ‘jod…' monte gallego. De esas que sabes que subirás, faltaría más, pero en las que a mitad de pendiente (18 o 20%) llevas el corazón en la boca, y salvar una simple rodera con tierra suelta se convierte en un descabello. Por cuestión de orgullo mantengo la opción de mínima asistencia eléctrica. Fueron solo unos centenares de metros, aunque suficientes para descubrir que la ‘patata’ seguía caliente, pero sin fallecer su dueño en el intento. Comprendías de repente que una etapa en semejante terreno -sube y baja, sube y baja- daba muchísimo más de sí, y que te irías a la ducha con la conciencia tranquila por ser consciente de que te podrías haber ‘currado’ bien.

"¿Una eléctrica?¿No teneis otra?"

De vuelta a Madrid, semanas después, mi amigo Carlos me prepara otra emboscada. Esta vez me consigue una bicicleta idéntica a la suya. Me lleva a Hoyo de Manzanares, alrededores de Madrid: un pequeño paraíso de senderos y zonas técnicas que permiten emplearse a fondo tanto técnica como físicamente. De lo segundo, todavía se aguanta. De lo primero, con cierta aprensión porque años sobre la ‘burra’ de carretera te han hecho olvidar habilidades y sensaciones. De momento, envidia aparte, te abría los ojos ver a tu amigo a lomos de su eléctrica dando saltos, haciendo cabriolas y virguerías a pesar del peso de la bicicleta eléctrica. “Hago con ella lo mismo que una normal”. Pura adrenalina. En tu caso, te vas quitando poco a poco la ‘carbonilla’. Rápidamente sientes al rodar la viveza que permite la asistencia eléctrica, que aún se necesitan los golpes de riñón y pedal, pero menos, que algunas paredes imposibles dejan de serlo. Siempre asistencia eléctrica al mínimo para alargar la batería. Cuando pruebas el “boost” te das cuenta del potencial para subirte al techo de un túnel. La diversión fue total. Y uno se marchó para casa con el veneno definitivamente metido en el cuerpo.

Pocos días después. Los amigos de Ford organizaban una salida anual con periodistas aficionados a la bicicleta. Con problemas mecánicos en la tuya, sus responsables te prestan una para la jornada. “¿Una électrica? ¿No tenéis otra?”. Pues no. El recorrido no era duro, así que decido prescindir de la asistencia eléctrica. 20 kilos a golpe de pedal ‘puro’. No era cuestión de hacerse el gallito, sino de comprobar las posibilidades para el esfuerzo físico de rodar con la fricción de un motor en modo ‘off’. Y sí, la bici pesaba, pero con unas condiciones físicas normales descubrí que donde lo permita el recorrido es posible acumular muchos kilómetros ‘a pelo’ para machacarte porque, además, al alcanzar los 25 km/h la asistencia eléctrica se detiene. El veneno comenzaba a hacer sus efectos.

Para quién, y para quién no

Porque es una de las virtudes de las ‘chispas’: llegas más lejos y permiten rodar un poco más rápido, desatascando el corazón y alargando la resistencia física. Una eléctrica permite explotar el tiempo sobre una bicicleta con una gran versatilidad de opciones a gusto y condiciones físicas del ciclista. Una jornada en bici se estira en distancia y recorridos alternando asistencia eléctrica y pedaleo convencional. Desde darte un paseo en plan 'Verano Azul', hasta llegar a casa -como en la última salida-, con la batería casi agotada -65 km- y espantando al ‘hombre del mazo’ que rondaba alrededor por falta de comida o geles. Tocado, vamos, pero contento.

placeholder Alberto Contador y la primera bicicleta eléctrica, en 2010, la Mountain Wolf.
Alberto Contador y la primera bicicleta eléctrica, en 2010, la Mountain Wolf.

La bicicleta eléctrica de montaña será ideal para quien quería y no podía subirse a una por razones físicas. O como a Raúl, colega de profesión y amigo, que le ha ayudado a seguir montando tras un grave accidente de moto. Para permitir rodar juntos a ese grupo de amigos con diferentes niveles y edades.Porque la bici también es muy canalla y te maltrata cuando te olvidas de ella, la 'chispas' te ayuda a no arrastrarte y disfrutar cuando la coges aunque sea puntualmente. Es perfecta para quien disfruta bajando a tope en la montaña, porque antes hay que subirla. Para hacer virguerías en trialeras y zonas técnicas. En resumen, para pasar más tiempo encima de la bici en la naturaleza, llegando más lejos y ampliando el fondo físico al máximo posible.

La eléctrica no es para quien rechace lo anterior. Para quien quiera disfrutar de la bicicleta más básica -aunque habría que ver algunas ‘musculares’ de doble suspensión-. Para quien disfrute de un físico y técnica envidiables en todo tipo de terrenos, o ruede por orografías sin grandes desniveles o etapas cortas. Tampoco es para los ‘destroyers’ de caminos y senderos, ignorando además el respeto al entorno y la convivencia con caminantes y paseantes. Son bicicletas más pesadas, con una autonomía determinada, necesitan recarga y pueden requerir un cierto mantenimiento. Asi que ¿El mejor consejo entonces para quien mire de reojo a las bicicletas eléctricas?: mejor no probarlas. Por si acaso.

¿Bicicleta eléctrica? ¡Herejía! Así consideran muchos la incorporación de un motor al modo de transporte y ocio más genuinamente identificado con la tracción y esfuerzo físico humanos. Pero la realidad confirma que la bicicleta eléctrica crece imparablemente más allá del entorno urbano, extendiendo sus tentáculos a la práctica deportiva y lúdica.

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