Un oro mundial sin Pau Gasol, la medalla más improbable de la Selección española
España ganó a Argentina y conquistó su segundo oro Mundial. Al principio del verano, nadie esperaba un éxito tan grande por las bajas y el nivel de los rivales
España es capaz de ganar un oro sin Pau Gasol. Ha tardado, pero lo ha conseguido. Desde el debut del pívot en 2001, todas las medallas doradas logradas por la Selección habían sido con él en el equipo: el título mundial de 2006 y los europeos de 2009, 2011 y 2015. Triunfar sin Pau parecía una empresa imposible. Aún más si su ausencia no era la única. Muy pocos apostaban por el podio, mucho menos por el oro. Pero ha llegado. La Selección masculina ha logrado su éxito más inesperado, una hazaña que se cuela entre lo más destacado de la historia del deporte español.
No ha sido (solo) fe, sino baloncesto. Hace falta creer en uno mismo para lograr grandes metas, pero solo con eso no alcanza para ganar un Mundial. Argentina también estaba convencida de su victoria y perdió la final por 20 (75-95). No, no solo de fe se alimenta la Selección. A eso hay que sumarle buen juego. Y de eso va sobrada España, que en este torneo, como en otros, fue de menos a más y llegó su mejor nivel cuando más importaba. Con una diferencia con respecto a otros años: no tenía los mimbres con los que tantas veces había fabricado las cestas que luego se llevaba cargadas de medallas.
No estaba Pau Gasol, el último júnior de oro, que aún sigue en la Selección y que estará en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 a menos que una lesión se lo impida (Juan Carlos Navarro, José Manuel Calderón y Felipe Reyes la dejaron hace unos años), y tampoco estaban Sergio Rodríguez, Nikola Mirotic o Serge Ibaka, jugadores que España habría agradecido tener durante el Mundial. No los tuvo y por ello debió reinventarse (en el Mundial no utilizó ninguno de los sistemas del EuroBasket 2017) para seguir siendo lo que siempre había sido.
El lugar de los ausentes lo ocuparon otros jugadores, quizá menos talentosos, como se ha encargado de repetir Sergio Scariolo, pero igual de capaces de poner su trabajo al servicio del equipo. "Por supuesto que tenemos talento, tamaño y físico, pero no el suficiente para un juego de uno contra uno", dijo el seleccionador tras la final. "Tenemos que jugar el cinco contra cinco, juntos, compartir el balón. Cada jugador debe rendir a su máximo en defensa. Con esas condiciones, podemos competir contra cualquiera. Eso lo sabemos. Es una gran parte de la identidad de este equipo. Esa es su gran fortaleza. Son grandes jugadores, pero al mismo tiempo son grandes jugadores de equipo".
España ha sido el ejemplo de la competitividad, con la que ha esquivado un destino que no contaba con ella en el podio, mucho menos con el oro al cuello. Antes del Mundial, había cinco selecciones por encima de España: Estados Unidos, Serbia, Grecia, Francia y Australia. La primera fase no ayudó a despejar las dudas que habían creado la convocatoria y el nivel de los rivales. "Tuvimos que luchar para ganar a Puerto Rico e Irán", recordó Ricky Rubio este domingo. La Selección empezó mal, pero formaba parte del plan. Como en cada torneo, su idea era llegar bien al momento justo, a partir de la segunda fase. Es algo que conlleva un riesgo enorme. Una derrota contra Italia seguramente habría hecho descarrilar a España, que ganó ese partido. Ese triunfo agónico marcó un antes y un después en el Mundial.
A partir de ahí, el crecimiento de España fue imparable. Liderada por Ricky Rubio y Marc Gasol, los dos pilares a los que secundaron Sergio Llull, Rudy Fernández y Víctor Claver (el quinteto de seguridad al que recurrió Scariolo cuando las cosas se pusieron feas), la Selección pasó por encima de Serbia, ganó sin pasar apuros a Polonia, sobrevivió de manera casi milagrosa ante Australia y arrasó a Argentina. El premio, un oro que nadie esperaba.
Puede parecer una contradicción calificar de sorpresa un nuevo oro de una Selección que ya había ganado todo lo que podía ganar (vencer a la mejor Estados Unidos en unos Juegos Olímpicos es misión imposible y tiene pinta de que lo va a seguir siendo). Pero España llegó al Mundial sin el mejor jugador de su historia y lejos de su mejor versión. O eso creíamos. "A mí no me engañáis", dijo el seleccionador serbio, Sasha Djordjevic, antes del partido de Serbia contra España. Tan listo como cuando jugaba.
España es capaz de ganar un oro sin Pau Gasol. Ha tardado, pero lo ha conseguido. Desde el debut del pívot en 2001, todas las medallas doradas logradas por la Selección habían sido con él en el equipo: el título mundial de 2006 y los europeos de 2009, 2011 y 2015. Triunfar sin Pau parecía una empresa imposible. Aún más si su ausencia no era la única. Muy pocos apostaban por el podio, mucho menos por el oro. Pero ha llegado. La Selección masculina ha logrado su éxito más inesperado, una hazaña que se cuela entre lo más destacado de la historia del deporte español.