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El Barça pega un frenazo: vuelve a Laporta después de 11 años nefastos de rosellismo
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SEGUNDA ERA DEL PRESIDENTE ELECTO

El Barça pega un frenazo: vuelve a Laporta después de 11 años nefastos de rosellismo

Los socios deciden devolver la presidencia al abogado 11 años después de que la abandonase solo y entre acusaciones de personalismo

Foto: Laporta, durante la proclamación de su victoria ayer. (Reuters)
Laporta, durante la proclamación de su victoria ayer. (Reuters)

En junio de 1997, Joan Laporta acompañó a su suegro, Joan Echevarría, a una reunión de opositores del 'nuñismo'. El objetivo de aquellos socios notables era vertebrar una candidatura que pudiera plantar cara a Núñez, que llevaba casi 20 años en el cargo y que, de la mano de Johan Cruyff, había conducido al club por una etapa histórica en la que ganó la primera Copa de Europa, dotó de identidad deportiva al Barcelona y lo situó entre los mejores del mundo.

Tan solo un mes después, Laporta se enroló en la candidatura de Ángel Fernández, propietario de Don Piso, pese a que sabía que las posibilidades de derribar a Núñez eran mínimas. A Laporta no le importó, porque estaba allí para aprender. De hecho, dos días antes de los comicios, Laporta le pidió al candidato abandonar y ahorrarse el trago de la derrota. Fernández siguió adelante y Núñez le quintuplicó el número de votos.

Ángel Fernández nunca volvería a encabezar una lista para presidir el Barça (aunque fue vicepresidente fugazmente en la era Gaspart), pero Laporta tomó buena nota: con Cruyff fuera del club, el nuñismo era un castillo que se derrumbaba por momentos. De modo que Joan siguió golpeando desde Elefant Blau, una plataforma que creó un año después con dos propósitos: generar ruido en torno a Núñez y seleccionar el mejor equipo de cara a una candidatura que entrase en tromba en el Camp Nou.

Foto: Cartel de Laporta junto al Bernabéu. (Reuters)

La estrategia fue brillante: al tiempo que la plataforma captaba la atención a base de ser una máquina de generar conflictos a la directiva, primero a Núñez y a partir de 2000 a Joan Gaspart, Laporta iba reuniendo tras la cortina lo que después definiría como "el círculo virtuoso": Alfons Godall, Albert Perrín, Ferran Soriano, Josep Maria Bartomeu o Sandro Rosell proceden de esa época. Y de consejero, Johan Cruyff, que había establecido una buena amistad con Laporta, que incluso llegó a representarle legalmente.

Laporta se presentó a las elecciones de 2003 con una fórmula que hoy tildaríamos de populista: una candidatura regeneracionista en lo económico y emocional en lo deportivo, basándola por completo en las ideas de Cruyff, que había sido despedido en 1996, pero añadiéndole un poco de azúcar con fichajes como Beckham (no pudo ser) o Ronaldinho, que a la postre fue el mascarón de proa de sus primeros años. En lo económico, Laporta consiguió que la prensa los bautizara como 'la generación del PowerPoint', una imagen que los catapultó en términos de apoyo social, ya que representaban la solvencia y el orden en contraposición a la forma presidencialista en que habían gestionado la caja Núñez y Gaspart durante décadas.

Mientras, en las esferas de poder barcelonesas, Laporta se presentaba como el único candidato independentista capaz de devolver la gloria a la institución.

placeholder Laporta y Rosell, tras la victoria en las elecciones de 2003. (EFE)
Laporta y Rosell, tras la victoria en las elecciones de 2003. (EFE)

El 'círculo virtuoso' ganó las elecciones de 2003 y entró como un huracán en el Camp Nou: durante los primeros dos años, dio la baja a 28 futbolistas, transformó las estructuras del club desde sus cimientos y desterró para siempre a los Boixos Nois, el sector más radical de aficionados que había en el Camp Nou. El ciclo de cambios quedaría reflejado en un documental de Canal+ de 2004 en el que se podía ver el funcionamiento de la nueva junta directiva, tanto sus actuaciones en medios como sus procesos de toma de decisión.

En aquel documental, también se podía intuir, aunque es sencillo a toro pasado, el incipiente problema de egos que marcaría la trayectoria del Barça durante las siguientes dos décadas. Rosell y Laporta, Laporta y Rosell. Laporta nunca vio con buenos ojos la tendencia de Rosell a autogestionarse, tomando decisiones a mucha más velocidad de lo que el presidente era capaz de digerir, ni tampoco la capacidad de Sandro para embelesar a la prensa. Mientras Laporta se desdoblaba para estar en todos los medios, en todos los saraos y en cada partido de cualquiera de las secciones, para ser el protagonista del nuevo Barcelona, Rosell conseguía que los medios le señalasen como el cerebro de la operación sin salir de casa.

Por su parte, Rosell decía en círculos privados que el presidente había perdido la cabeza, que estaba borracho de poder. En público, se limitaba a señalar cierta tendencia al autoritarismo, algo que demostraba con decisiones como la inclusión en la junta directiva de Alejandro Echevarría, su cuñado, que se vio obligado a dimitir por su vinculación con la Fundación Francisco Franco. Aquello fue la chispa que dinamitó la situación entre Laporta y Rosell al segundo año de mandato y pocos días después de que el Barcelona ganase su primera liga en seis años.

El 2 de junio de 2005, Rosell, Bartomeu y otros dos directivos presentaron su dimisión irrevocable: había nacido el 'rosellismo'.

Pero Rosell y los suyos aún tenían por delante varios años en la clandestinidad. Ya sin resistencias internas, Laporta gobernó cual César el Barcelona durante dos legislaturas muy provechosas en lo deportivo: el club ganó cuatro Ligas y dos Champions. Pero sin duda el legado de Laporta son sus fichajes: Guardiola, Piqué, Messi, Busquets o Dani Alves, los pilares del Barcelona en las últimas décadas, proceden de su mandato.

El ocaso de Laporta

Sin embargo, Laporta cometió dos grandes errores. El mayor, económico: lejos de regenerar las arcas del Barcelona, el presidente abandonó el Camp Nou en 2010 con una deuda neta de 440 millones de euros, la más alta que entonces había conocido el club. Por otra parte, su exceso de personalismo fue un constante dolor de cabeza para la junta directiva, sobre la que se organizaron espionajes y que dimitió en bloque durante sus últimos días.

Imposibilitado para presentarse por haber agotado las legislaturas, Laporta apoyó en 2010 a su exdirectivo Jaume Ferrer contra Sandro Rosell, que arrasó con el 61% de los votos. El barcelonismo, harto de las extravagancias y los desmanes económicos y presidenciales de Laporta, se echó en manos de Sandro, de la otra familia, a quien siempre se identificó como el alma de aquel 'círculo virtuoso'. No podían estar más equivocados.

placeholder Joan Laporta y Sandro Rosell. (EFE)
Joan Laporta y Sandro Rosell. (EFE)

El mandato de Rosell es, quizás, el más catastrófico de la historia del Barcelona. El primer año ganó la Champions, gestionando una plantilla diseñada en la presidencia anterior, pero todo lo que vino después fue de mal en peor. Forzó a Cruyff a renunciar a su cargo honorífico -planteó su retirada, aunque el holandés se adelantó para "no molestar"-, consiguió que Guardiola saliese del club implorando al presidente que "le dejase en paz" y terminó en prisión provisional acusado de blanqueamiento de capitales y apropiación indebida por el caso Neymar. Y todo en solo cuatro años.

Laporta intentó volver al Barça en 2015 con un programa idéntico al que defendió durante su presidencia, basado en sus cuatro pilares: Cruyff, Unicef, La Masía y Cataluña. Pese a que la situación institucional empezaba a ser preocupante y requería de un golpe de timón, el barcelonismo prefirió apostar por el delfín de Rosell, Josep Maria Bartomeu, quien finalmente se encargaría de guiar la nave con pulso firme hacia los escollos.

"Ha vuelto, es un tío obsesivo y no dudes de que le va a dar un meneo al club"

Hoy, como cuando lo heredó de Gaspart, Laporta se vuelve a poner al frente de un Barcelona devastado por el 'rosellismo', con una situación económica crítica, la mayor leyenda del club a punto de marcharse gratis y La Masía seca de talento. Un frenazo y vuelta a los viejos tiempos. Fuentes de su entorno dicen que Laporta ha templado el carácter estos años, sobre todo a raíz de que la política le cortara las alas hacia las cimas del poder, y que, en el fondo, no quería volver al Barcelona.

"Él habría preferido estar en el foco desde otras tribunas, pero esto es una forma de relanzar su carrera y volver a los medios. Pero ahora ha vuelto al Barça, es un tío obsesivo y no dudes de que le va a dar un meneo al club. Donde los demás ven una situación institucional límite, él ve que, al estar la cosa tan mal, va a poder hacer y deshacer sin que le aprieten mucho. ¿Será Laporta lo que el Barcelona necesita? Ya lo veremos, pero fíjate: el club ha pasado de estar en los medios por noticias negativas a vender la nostalgia de Laporta, Guardiola y Pau Gasol... y la ilusión de que se quede Messi. Mañana [por hoy] el Barcelona será un equipo más feliz. De ahí para arriba", dicen.

En junio de 1997, Joan Laporta acompañó a su suegro, Joan Echevarría, a una reunión de opositores del 'nuñismo'. El objetivo de aquellos socios notables era vertebrar una candidatura que pudiera plantar cara a Núñez, que llevaba casi 20 años en el cargo y que, de la mano de Johan Cruyff, había conducido al club por una etapa histórica en la que ganó la primera Copa de Europa, dotó de identidad deportiva al Barcelona y lo situó entre los mejores del mundo.

Joan Laporta
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