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"Laporta solo piensa en divertirse": vuelve el tigre que salvó al Barça en calzoncillos
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Un campechano oscuro

"Laporta solo piensa en divertirse": vuelve el tigre que salvó al Barça en calzoncillos

Laporta aspira otra vez a la presidencia del Barcelona en un contexto favorecedor: nostalgia por sus exitosos años locos y necesidad de una figura salvadora en tiempos de crisis

Foto: Cartel de Laporta junto al Bernabéu. (Reuters)
Cartel de Laporta junto al Bernabéu. (Reuters)
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Joan Laporta, en la pista de baile con la mirada de las mil yardas: agarrando por la cintura a una joven, calado de sudor y champán, blandiendo triunfal una botella de espumoso. O cuando todos los poros de tu cuerpo se abandonan al hedonismo. ¿Quién no ha estado en ese trance de dejadez eufórica alguna vez?

29 de noviembre de 2009. El Barcelona gana al Madrid en el Camp Nou con gol de Ibrahimovic. Es el último curso de Laporta como presidente. Siete años en los que el Barcelona ha volado alto. Pasada la medianoche, Laporta entra en la discoteca Luz de Gas con el economista Xavier Sala i Martí. Dos periodistas de incógnito filman discretamente sus pasos de baile. Algunas de las imágenes icónicas del Laporta juerguista que se hicieron esa noche fueron publicadas por 'La Gaceta', de Intereconomía.

Ahora que Joan Laporta (58 años) vuelve a aspirar a la presidencia del Barça, y ha desplegado junto al Bernabéu una pancarta gigante con la leyenda 'Ganas de volver a veros', muchos han recordado sus fotos canallitas, no tanto para desacreditarle, sino para celebrarle con nostalgia. Al fin y al cabo, ¿quién no ha querido ser Laporta alguna vez? Exitoso, campechano, disfrutón… Cualidades siempre admiradas en España... Al menos hasta que el rey campechano resultó tener una doble vida al margen de la ley. ¿Qué hay detrás del carisma de Laporta? El Laporta desatado del Luz de Gas resume los gozos y las sombras del personaje.

“Creo que ese tipo de fotos no le perjudican como algunos creen. Hasta el barcelonismo más escéptico acaba perdonando sus excesos de euforia, o mirándolos con media sonrisa y diciendo: '¡Son las cosas de Laporta!'. Son otros aspectos de su gestión los que generan rechazo”, cuenta Santi Nolla, director de ‘El Mundo Deportivo’.

"Hasta el barcelonismo más escéptico acaba perdonando sus excesos de euforia. Lo que genera rechazo son otros aspectos de su gestión"

Pero, si las farras no desgastaron a Laporta, la trastienda de las fotos discotequeras sí desveló un lado oscuro del laportismo. Pese a la buena marcha deportiva durante su presidencia (dos Champions, cuatro Ligas y una Copa), la gestión de Laporta estuvo marcada por los enfrentamientos. Las fotos de Luz de Gas no fueron una excepción: Laporta contrató a una agencia de detectives para averiguar si hubo una mano negra. Los detectives concluyeron que el entorno de Sandro Rosell —exdirectivo de Laporta, máximo rival interno y futuro presidente del Barcelona— 'guio' a los periodistas de Intereconomía hasta Luz de Gas.

El laportismo, en definitiva, fue una mezcla de goles, celebraciones y guerra interna.

Círculo del infierno

Los éxitos del Barcelona de Laporta se achacaron a un 'círculo virtuoso' empresarial: el aumento de ingresos llevó al fichaje de 'cracks' que ganaron títulos y trajeron nuevos ingresos. Pero el 'círculo virtuoso' tuvo tantos padres que se convirtió en el círculo de las puñaladas traperas. Tras sobrevivir de milagro a una moción de censura, Laporta tomó una decisión arriesgada: fichó al novato Pep Guardiola de entrenador (2008). Contra todo pronóstico, el Barcelona mutó en uno de los mejores equipos de la historia y el club alcanzó el mejor momento deportivo desde su fundación... Pero, para entonces, todos los directivos habían salido tarifando con Laporta.

He aquí, por tanto, la gran paradoja del laportismo: el equipo lo ganaba (casi) todo, pero la directiva estaba en llamas. ¿Por qué?

placeholder Sandro Rosell y Joan Laporta. (EFE)
Sandro Rosell y Joan Laporta. (EFE)

Laporta encabezó en 2003 un joven grupo de profesionales dispuestos a quitarle la naftalina nuñista al club. Cada pieza tenía su función: comunicador carismático (Laporta), área deportiva y fichajes (Rosell), cuentas (Ferran Soriano), 'marketing' (Marc Ingla), secciones (Bartomeu). Todos ellos no solo presumían del 'círculo virtuoso', sino que tenían objetivos mayores: Rosell y Bartomeu fueron los siguientes presidentes del Barça (otra vez mandatos convulsos con títulos), Soriano es ahora el director ejecutivo del Manchester City y Mark Ingla lo fue del Lille francés. Resumiendo: había mucha ambición en la primera junta de Laporta; tanta, que acabaron a tortas. La bronca fue tan desgarradora (detectives, juego sucio, denuncias, mociones, juzgados, policía) que 17 años después el club sigue partido en familias irreconciliables.

“Hubo problemas de egos y celos”, cuenta una fuente con acceso directo a esa directiva. Celos entre Rosell y Cruyff (asesor de Laporta), celos entre Rosell y Laporta. por la paternidad del éxito. Celos de todos contra todos. ¿Había demasiados gallos en el gallinero? Seguro. ¿Se convirtió la junta de Laporta en un 'quiero ser califa en lugar del califa'? Probablemente. ¿Cayó Laporta en la borrachera de poder? También.

La paradoja del laportismo: el equipo lo ganaba (casi) todo, pero la directiva estaba en llamas

A eso hay que sumar las inercias históricas del club. Las presidencias emblemáticas del Real Madrid suelen ser de ordeno y mando (Bernabéu, Florentino y sus juntas florero) y el club tiene un credo único: ganar. El Barcelona, por su parte, tiende a los choques de corrientes (nuñismo contra cruyffismo y todas sus derivadas) y a las discusiones eternas sobre el estilo futbolístico. El Madrid aspira a ser una división del Ejército y el Barcelona parece a veces la consulta de un psicoterapeuta argentino. Con todo y con eso, Laporta (y sus rivales internos) puso mucho de su parte para convertir las oficinas en un Vietnam.

Los problemas empezaron pronto, cuando Laporta renunció a varias promesas electorales, públicas y privadas, de levantar las alfombras de las directivas anteriores a (no) hacer vicepresidente primero a Rosell. El pique entre Laporta y Rosell fue una olla a presión. A Laporta no le gustó que el fichaje de Ronaldinho (clave del resurgir) se atribuyera a Rosell y años después escupiría veneno en sus memorias. “En abril de 2004, la tarde en que jugábamos contra el Real Madrid, Rosell me comentó que había recibido una oferta del Chelsea: cien millones de euros por Ronaldinho. Le dije que se olvidara del tema... pero él añadió: ‘Jan, nos dan una comisión del diez por ciento’... Si aceptábamos, tendríamos diez millones de euros para repartirnos. Aquel hecho, aquella actitud, me ofendieron e indignaron profundamente”, escribió Laporta en ‘Un sueño para mis hijos’ (2010).

“Afrontábamos el reto de globalizar el club... mostrando la vertiente más cívica y solidaria de la entidad”, añadió Laporta en sus memorias para explicar el patrocinio de Unicef. 'Solidaridad', de hecho, se usaba varias veces en el libro para describir el barcelonismo laportista. Pero Laporta olvidó mencionar otros conceptos fundamentales de su legado: napoleonismo y crisis de los 40. En efecto, quizá porque los éxitos le llevaron a confundir su figura con la del club, Laporta colocó a alguna amiga íntima a trabajar en el Barça generando estupor interno. Cuantos más títulos ganaba el equipo, más se enredaba Laporta en bizarros episodios sentimentales y financieros, como sus negocios y escapadas con la hija del dictador de Uzbekistán que, si bien dejó dinero en el club, también lo hizo en el bufete de Laporta (10,5 millones de euros, según admitió él mismo en un juicio).

Bayram Tutumlu, agente turco que engrasó la conexión de Laporta con Uzbekistán, aseguró lo siguiente a ‘El País’ cuando el negocio derivó en escándalo: “Laporta está obsesionado por el dinero. Donde lo ve, aunque sea dentro de una piscina llena de tiburones, se tira". Aunque Tutumlu hablaba desde el resentimiento por una comisión impagada, la habilidad de Laporta para combinar con desparpajo la solidaridad de Unicef con la turbiedad de Uzbekistán está fuera de duda.

El político

Tras dejar la presidencia del Barça, Laporta saltó a la política. Aunque se adelantó a su tiempo con un nuevo partido que pedía la independencia por la vía rápida (Solidaritat Catalana), no destacó ni por su trabajo parlamentario ni por su fidelidad a unas siglas: fue diputado parlamentario por Solidaritat, pero pasó al grupo mixto tras reñir con los suyos; finalmente, acabó de concejal de ERC en el Ayuntamiento de Barcelona.

placeholder Joan Laporta (c), junto a Alfons López Tena (i). (EFE)
Joan Laporta (c), junto a Alfons López Tena (i). (EFE)

Alfons López Tena, fundador de Solidaritat y exvocal del Consejo General del Poder Judicial, compartió aventura política con Laporta. Hablamos con él.

PREGUNTA. ¿Qué Laporta se encontró en la política?
RESPUESTA. Una persona sin ningún tipo de formación o conocimiento sobre nada, sin más inquietud que sus intereses personales, cuyo único interés por el cargo público era pasárselo bien. Divertirse. Un hombre absolutamente frívolo. Ese es Laporta.

"Su único interés por el cargo público era pasárselo bien. Laporta es un hombre absolutamente frívolo"

P. ¿Qué aportó políticamente?
R. Nada, nada… Bueno, sí, una cosa: como era conocido, pudimos montar una campaña electoral en dos meses partiendo de cero. Cuando no tienes representación parlamentaria, ni financiación ni acceso a los medios, tienes que montar actos en todas partes, y mucha gente venía a ver a Laporta. Le redactamos un discurso que recitaba en los mítines con la misma convicción que el Padre Nuestro o el Corán. Se lo aprendió de memoria, lo soltaba y ya está. Le daba igual. Su principal interés era ser elegido, ponerse a disposición de Artur Mas y recibir contrapartidas.

P. Acabaron ustedes rompiendo con él.
R. Por todo esto, sí, pero es que además quiso quedarse con el dinero del grupo parlamentario.

P. ¿Cómo?
R. Tal cual. Con las subvenciones que entrega el Parlamento, que era nuestra principal fuente de financiación, porque las aportaciones de los 5.000 militantes no daban ni para pipas. Laporta dijo que teníamos que darle el dinero, que ya lo administraría él como le diera la gana.

P. Siga...
R. Es de no creer. Había que pagar facturas y financiar las actividades, pero él decía que no, que el dinero era suyo. Pues vale. Laporta trató de dinamitar una fuerza política llevándose sus únicos ingresos, además de cometer un delito… Bueno, delito en función de lo que hiciera con ese dinero: si luego lo donaba a un convento de monjas, a lo mejor no era delito, pero mucho me temo que no sería para eso...

"Laporta es el adolescente que siempre quiere gratificación inmediata"

P. Dice que la política le resbalaba un poco a Laporta. ¿Su independentismo es sentimental?
R. Sí. No sé, es que ni siquiera es eso. Creo que es una figura parecida a Trump o a Berlusconi. ¿Para qué están en política esos dos? Que esta temporada se lleva esto, tiro por aquí, que se lleva lo otro, tiro por allá. Siempre buscando la mejor manera de financiar sus intereses personales y sus estilos de vida. Y ya está. No es más que eso. El paralelismo más claro es con Berlusconi, por lo del fútbol, pero también hay algo del carácter de Trump: impulsivo, poca concentración para seguir los asuntos y sacarlos adelante, arrebatos... Laporta es el adolescente que siempre quiere gratificación inmediata.

P. ¿Problemas de ego?
R. Es completamente egocéntrico. Se presentaba o no a las reuniones del partido según le interesaba. Pretendía que todos estuviéramos al servicio de sus ocurrencias, que un día eran una cosa y al siguiente, la contraria. Por eso digo que es un poco Trump. Siempre, eso sí, con un hilo conductor coherente: pasárselo en grande. Cuando uno ha compartido proyecto con Laporta, no quiere saber nada más de él, porque además de las fiestas y las risas, siempre hay algo turbio en el ambiente, la sensación de que el FBI va a tirar la puerta abajo en cualquier momento, de que las cosas no están claras, de que no sabes por dónde va ese tío, de dónde saca el dinero, o por qué te ha llegado un extraño 'mail' de Kazajistán.

El fútbol es así

Pero un club de fútbol no es un partido político, por mucho que Berlusconi consiguiera fundir ambas actividades con éxito. Aunque su Milan se convirtió en una apisonadora futbolística y su populismo en una apisonadora electoral, la gestión bunga bunga aplicada a la política acabó descarrilando.

Hipótesis: quizá Laporta sea un político oportunista, pero tenga características emocionales que funcionan en el fútbol. Son las cosas folclóricas del balón redondo.

Tomemos un ejemplo. La primera gestión de Laporta tras convertirse en presidente del Barça fue hablar por teléfono con el presidente del Betis, Manuel Ruiz de Lopera. Lo contó en sus memorias: “Lopera primero me felicitó; acto seguido, me recordó que el Barça le debía doscientos millones por Alfonso; en tercer lugar, que si no tenía este dinero y yo era propietario de alguna constructora le acabara las obras de remodelación del estadio del Betis; y en cuarto lugar, me ofreció a Joaquín por diez mil millones de pesetas. Había aterrizado en una nueva dimensión. Arrancaban los años más intensos de mi vida”. Moraleja: el fútbol es muchas veces así: picaresca y estrambote.

placeholder Laporta, en una imagen reciente. (EFE)
Laporta, en una imagen reciente. (EFE)

Por mucho que el populismo y las emociones hayan asaltado la política los últimos años, la política sigue teniendo un fondo solemne. Por mucho que el fútbol se haya convertido en un fondo de inversión, siempre tendrá un componente fuerte de folclorismo y extravagancia (apto, por tanto, para figuras como Laporta).

La primera vez que vimos a Laporta desbarrando fue en un aeropuerto. “Laporta pierde los nervios en el Prat y acaba en calzoncillos”, tituló ‘El País’ en julio de 2005. Como el detector de metales no paraba de sonar a su paso, Laporta decidió hacer un 'striptease' mientras insultaba a los agentes. Modales de estrella del rock. ¿Presidente de fútbol o cantante de Guns 'N Roses? Las dos cosas (no necesariamente incompatibles).

El hombre que reinventó el club

Decir que Laporta va por la vida con la chorra fuera solo explicaría una parte del personaje. Laporta jugó un papel dinamizador clave en la conversión del Barcelona en un trasatlántico futbolístico del siglo XXI. Laporta levanta pasiones en un gran sector del barcelonismo. Algo tendrá Laporta. Hablamos con el periodista Salvador Sostres, laportista de primera hora y conocedor de la dinámicas psicológicas del club. Resumen de la charla con Sostres:

"El laportismo —identificado al cruyfismo, la Masia y la vida— nunca ha muerto"

1) “Laporta es el único candidato que tiene una obra deportiva detrás. Uno de sus éxitos fue su superioridad respecto al Real Madrid, pero nunca hubo una relación faltona o provinciana. El barcelonismo se ha basado mucho en el antimadridismo, pero el laportismo superó eso. La pancarta junto al Bernabéu es un guiño, un divertimento, no es ofensiva. 'Ganas de volver a veros' apela a la rivalidad, pero es sutil. Laporta es vehemente y no se deja amilanar; si tuvo una relación cordial con Florentino, fue porque deliberadamente quiso tenerla. El club aprendió a ganar al Madrid llevándose bien con el Madrid, librándose del victimismo de equipo perdedor. Laporta es independentista, sí, pero casi nunca habló de política siendo presidente. El Barcelona no fue nada provinciano con Laporta y el equipo aportó algo hermoso al fútbol mundial. El laportismo —identificado al cruyfismo, la Masia y la vida— nunca ha muerto”.

2) “Laporta tiene un problema parecido al de Trump: la gente no votó por Biden, sino contra Trump. El mayor riesgo de Laporta, que está haciendo apariciones contadas, es ganarse más detractores de los que ya tiene. Le critican por sus fiestas, por hacer política en su anterior mandato (aunque no sea cierto), por enfrentarse a la filosofía nuñista y de viejas familias del club. Yo creo que Laporta va a ganar, pero tiene que controlar el voto en contra, porque Víctor Font ofrece un proyecto creíble, tranquilo, y no genera rechazo. Con Laporta pasa como con Maragall: todos creemos que fue el mejor alcalde de Barcelona, pero nunca sacó mayoría absoluta. Laporta tiene tantos detractores que es imposible que tenga una presidencia tranquila. Hay gente que le quiere mucho y gente que le quiere muy poco”.

"Con Laporta, pasa como con Maragall: todos creemos que fue el mejor alcalde de Barcelona, pero nunca sacó mayoría absoluta"

3) “La presidencia del Barcelona es una cosa tremenda. Florentino es un hombre tranquilo, porque está acostumbrado a lidiar con cosas peores que el Madrid, además de tener un elevado sentido del ridículo, con lo que acostumbra a no hacerlo. Florentino gustará más o menos, pero tiene una presidencia sosegada. Lo del Barca siempre fue otra cosa. El Laporta que llegó a presidente era un joven con ganas de vivir y hacer cosas bonitas, dinamita pura en el contexto del nuñismo. Fue como dejar a un niño solo con las llaves del parque de atracciones. Se convirtió en una estrella mediática y, como Laporta es un torero, se disparó. Un miura siempre arremete. Se separó de su mujer, tuvo problemas con su suegro, su presidencia fue de todo menos tranquila”.

4) “Laporta puede cometer errores graves de pura impetuosidad, pero no es un cínico. Su amor por las cosas es sincero. Laporta es como meterte en una jaula con un tigre y quejarte de que no se porte como un caniche. ¡Es un animal salvaje! Una vez fui a cenar con él y un amigo común. Mi amigo le dijo: ‘Te queda poco mandato, no te compliques la vida: ficha a Mourinho, te garantizará algún título’. Laporta se indignó: ‘Si en el fútbol mundial quedara un solo entrenador y fuera Mourinho, el Barca jugaría sin entrenador’. ¡Ese es Laporta! Al final, fichó a Guardiola y pasó lo que pasó. Fue pura osadía, aunque la valentía tenga lados negativos: si Laporta gana las elecciones, la junta que empiece con él será totalmente diferente al final. ¿Habrá broncas? Seguro. ¿Laporta dirá barbaridades? También. Funciona así, todos lo sabemos, es lo que hay. La gente entiende que el que no se sabe tirar el champán por encima tampoco se lo sabe beber. Esto es importante. Yo voy a votarle”.

Del ostracismo al 'revival'

Pasada su oscura fase política, y tras ser derrotado por Bartomeu en las presidenciales de 2015, Laporta parecía acabado. Hasta que desplegó su cartel electoral en Madrid y se activó la nostalgia, sentimiento ilusorio, pues hace que recordemos todo lo bueno de una época y nada de lo malo. Ahora que el Barcelona atraviesa una aguda crisis institucional (vacío de poder), económica (caída de ingresos por el covid) y deportiva (falta de títulos, culebrón Messi y juego irregular), el pueblo parece estar pidiendo a gritos una figura salvadora. “Malos resultados económicos y deportivos: es el contexto ideal para la vuelta de un populista como Laporta”, cuenta un crítico del laportismo.

Que Laporta es capaz de recuperar la autoestima perdida del aficionado culé está fuera de discusión. La duda es: ¿el Laporta sénior será una versión mejorada o empeorada del Laporta junior? ¿Habrá más 'círculo virtuoso' o más 'performances' en calzoncillos? Lo que es seguro es que habrá más espectáculo (lamentablemente, a Florentino nunca le veremos ebrio o en calzoncillos, pero con Laporta nunca se sabe, lo que aumenta el interés por el personaje).

La nostalgia por Laporta es también nostalgia por los presidentes campechanos previos a la conversión del fútbol en juguete de millonarios internacionales. Los viejos buenos tiempos en los que un presidente cañí llevaba la camisa desabrochaba, olía a Varón Dandy, se zurraba con otros presidentes y conectaba con las emociones de barraca de feria de los aficionados. ¿Tecnocracia o barbarie? Barbarie.

Laporta reúne lo mejor y lo peor de los dos mundos: negocios millonarios y arrebatos folclóricos. Un simpático granujilla. Nuestro granujilla.

Joan Laporta, en la pista de baile con la mirada de las mil yardas: agarrando por la cintura a una joven, calado de sudor y champán, blandiendo triunfal una botella de espumoso. O cuando todos los poros de tu cuerpo se abandonan al hedonismo. ¿Quién no ha estado en ese trance de dejadez eufórica alguna vez?

Joan Laporta
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