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'El último duelo': sangre, justas... Lo nuevo de Ridley Scott es un espectáculo
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'El último duelo': sangre, justas... Lo nuevo de Ridley Scott es un espectáculo

El director de 'Alien' recupera el acontecimiento real del último juicio por combate que se celebró en Francia en 1386 y que enfrentó a Jacques Le Gris y Jean Le Carrouge

Foto: 'El último duelo'.
'El último duelo'.

Durante los primeros diez minutos de 'El último duelo', la última película de Ridley Scott —seleccionada en el pasado Festival de Venecia—, el espectador asiste a una inmersión total en el campo de batalla de la Francia medieval. La cámara, casi en el suelo, parece que va a ser arrollada por los cascos de decenas de caballos, que se multiplican en la sala de cine por un montaje de sonido estruendoso y retumbante. Las espadas atraviesan la carne y casi se puede oler la sangre coagulada. El retrato de la guerra no es gore, sino realista, o lo realista que puede imaginarse el combate alguien que nunca ha vestido una coraza de acero ni ha cercenado miembros a golpe de espada. Tres años después del problemático estreno de 'Todo el dinero del mundo' —un drama basado en la historia real del multimillonario John Paul Getty, a quien al principio interpretó Kevin Spacey, que, tras protagonizar un caso de abusos sexuales, fue sustituido Christopher Plummer—, Scott regresa con una película histórica ambientada en la Baja Edad Media.

A caballo —nunca mejor dicho— entre el drama procesal y la épica bélica, 'El último duelo' construye a partir de un hecho histórico una alegoría relacionada con el MeToo, el consentimiento sexual y el cuestionamiento del testimonio de las víctimas de abusos. Scott rescata el caso del último juicio por combate, ocurrido en Francia en 1386, en el que el escudero Jacques Le Gris (Adam Driver) y el caballero Jean de Carrouges (un Matt Damon irreconocible) se enfrentaron en una justa, primero, y en un combate cuerpo a cuerpo, después, como forma de determinar si el primero había abusado de la mujer del segundo, Marguerite de Carrouges (Jodie Comer), o si, por el contrario, las relaciones sexuales habían sido consentidas, con lo que Marguerite habría incurrido en el delito de adulterio y debía ser quemada en la hoguera por levantar falso testimonio. Como subraya la película, "la violación no es un delito" en esa época, así que De Carrouges acusó a Le Gris de "un delito contra su propiedad".

placeholder Adam Driver y Matt Damon son Jacques Le Gris y Jean de Carrouges. (20th Century Fox)
Adam Driver y Matt Damon son Jacques Le Gris y Jean de Carrouges. (20th Century Fox)

El cuidado por el detalle de Scott en la recreación de la época es encomiable: el recorrido por castillos como el Castillo de Beynac, la Abadía de Fontfroide o la Fortaleza de Berzé, atrezadas con la sobriedad de la época, actúa como una máquina del tiempo en el que la vida, para qué negarlo, era un martirio. El despliegue es un rodillo técnico y artístico como hace tiempo que no se veía en pantalla grande, con cantidad de extras y sin abusar del CGI, que apenas se nota. Se le perdona, incluso, que los actores que interpretan a estos señores feudales normandos sean angloparlantes, lo que en un inicio resulta algo confuso teniendo en cuenta que nos hayamos en plena Guerra de los Cien Años, que enfrentó a franceses contra ingleses. Año 1370. Batalla de Limoges. Scott recrea con toda la crudeza lo que debía sentirse en el fragor de la batalla: mucha adrenalina, desorientación y un instinto de milagrosa supervivencia entre cientos de caras cubiertas por yelmos y múltiples y potenciales formas de morir. En medio de la multitud de soldados destacan Le Gris y Carrouges, vasallos del rey Carlos VI, el Loco (Alex Lawther), y escuderos del conde Pierre II de Alençon (interpretado por un extravagante Ben Affleck con el pelo oxigenado y unas carillas demasiado evidentes). Y por cierto, Affleck y Damon firman el guion junto al director.

Lo que comienza como una historia de hermandad y amistad de dos hombres unidos por haber salvado el uno la vida del otro se desarrolla como un procesal dividido en tres capítulos, en una reflexión sobre la subjetividad del relato, una estructura deudora de una obra maestra como 'Rashomon', de Kurosawa. Scott utiliza un montaje rápido, con elipsis temporales que llevan la narración a lo mollar, bastante inusual al atacar los acontecimientos 'in media res': Bellême, 1377; Normandía, 1380; Escocia; 1835; París (con Nôtre Damme en construcción), 1386. Le Gris y Carrouges representan dos masculinidades opuestas: el primero escala en los estamentos de la sociedad feudal gracias a su inteligencia (lee latín y controla las matemáticas, por lo que el conde de Alençon lo toma de mano derecha para controlar sus cuentas), mientras que Carrouges, iletrado, se abre camino y fortuna mediante la espada. Le Gris es seductor y festivo, frente a Carrouges, que es ascético y fervoroso. Y a pesar de que el segundo se juega la vida para defender los dominios del noble, este lo desprecia. Poco a poco esa falta de ecuanimidad en el trato del conde empieza a desgastar la relación entre los escuderos y provoca las suspicacias de Carrouges contra Le Gris.

placeholder Jodie Comer es Marguerite de Carrouges. (20th Century Fox)
Jodie Comer es Marguerite de Carrouges. (20th Century Fox)

Un enfrentamiento que se desboca cuando Carrouges toma por esposa a Marguerite de Thibouville, hija de un señor feudal caído en desgracia por haber colaborado con los enemigos de su rey. Un desacuerdo con los terrenos de la dote encenderán la mecha de una antipatía imparable. A partir de aquí, 'El último duelo' se enfoca en explicar los motivos que llevaron a los dos amigos a enfrentarse en una justa. En el camino, Scott analiza una sociedad cimentada sobre la superchería y la religión, en la que los monarcas abusaban de sus súbditos por el simple derecho divino. Tiempos de muerte y escasez y enfermedad, con la peste diezmando al campesinado —por lo que las cosechas eran menores, lo que causaban hambrunas— y unos reyes que aumentaban la recaudación de impuestos para mantener sus ejércitos en plena guerra. Además, mientras el campesinado debía guardar los preceptos religiosos con rigurosidad —e Inquisición mediante—, Scott retrata al conde Pierre de Alençon como un hedonista entregado a las orgías, el vino, las comilonas y el lujo. "No existe lo justo, solo el poder de los hombres", verbaliza uno de los personajes en un momento de la película.

A medida que avanza la película, el personaje de Marguerite va tomando importancia hasta convertirse en la protagonista absoluta del último episodio. Es en la parte final de 'El último duelo' cuando el discurso de Scott se vuelve más explícito en su comparativa con la actualidad. Scott se centra más en las tristes semejanzas que encuentra entre la forma de actuar de la justicia frente a una acusación de violación en el siglo XIV y en la actualidad que en sus diferencias. Los tribunales —encabezados por reyes, por hombres— contaminados por diversos sesgos —entre ellos, el de género—, lo que pone en entredicho su capacidad de administrar justicia. Al final la faceta didáctica del filme se impone, pero no reniega de la espectacularidad de las imágenes dirigidas con tanta violencia como elegancia en un disfrute a la vez testosterónico y feminista. Lo nunca visto.

Durante los primeros diez minutos de 'El último duelo', la última película de Ridley Scott —seleccionada en el pasado Festival de Venecia—, el espectador asiste a una inmersión total en el campo de batalla de la Francia medieval. La cámara, casi en el suelo, parece que va a ser arrollada por los cascos de decenas de caballos, que se multiplican en la sala de cine por un montaje de sonido estruendoso y retumbante. Las espadas atraviesan la carne y casi se puede oler la sangre coagulada. El retrato de la guerra no es gore, sino realista, o lo realista que puede imaginarse el combate alguien que nunca ha vestido una coraza de acero ni ha cercenado miembros a golpe de espada. Tres años después del problemático estreno de 'Todo el dinero del mundo' —un drama basado en la historia real del multimillonario John Paul Getty, a quien al principio interpretó Kevin Spacey, que, tras protagonizar un caso de abusos sexuales, fue sustituido Christopher Plummer—, Scott regresa con una película histórica ambientada en la Baja Edad Media.

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