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'Todo el dinero del mundo': un secuestro, un multimillonario tacaño y una oreja mutilada
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'Todo el dinero del mundo': un secuestro, un multimillonario tacaño y una oreja mutilada

Después de una producción accidentada —Christopher Plummer tuvo que volver a rodar las escenas que hizo Kevin Spacey—, Ridley Scott estrena este 'thriller' basado en hechos reales

Foto: Michelle Williams y Mark Wahlberg protagonizan 'Todo el dinero del mundo'. (Diamond)
Michelle Williams y Mark Wahlberg protagonizan 'Todo el dinero del mundo'. (Diamond)

En su monólogo 'Soy muy hijo de puta', el cómico Miguel Lago desvelaba hace unos años su receta para ser millonario. "¿Sabéis por qué estoy tan forrado?", preguntaba al público desde el escenario. "Porque no voy tirando el dinero en tonterías. Por ejemplo: yo no hago regalos. Jamás. A nadie. Bajo ningún concepto. Ni bodas, ni bautizos ni cumpleaños. Yo no regalo nada a nadie jamás". Algo muy parecido a la fórmula que medio siglo atrás predicó el magnate del petróleo y dueño de Getty Oil, Jean Paul Getty —considerado entonces como el hombre más rico del mundo—, en su libro 'Cómo ser rico', donde explicaba las claves para ser asquerosamente multimillonario. No para hacerse. Para serlo. "Cualquier idiota puede hacerse rico, el truco está en cómo mantenerse", predicaba el hombre del que decían que tenía las venas de acero pero cuyos bolsillos estaban sellados a cal y canto. Y esta última observación la aprendió su nieto de la peor manera posible.

Podría haberse tratado de una hipérbole de la prensa, siempre tan dada a la exgeración, si no fuese porque el propio Getty confirmó orgulloso la rumorología cuando tras el secuestro en 1973 de su nieto John Paul Getty III a manos de la mafia calabresa, el magnate se dirigió a las cámaras que lo esperaban a la puerta de su mansión y con firmeza dijo: "No voy a pagar el rescate de mi nieto. Ahora tengo otros 14 nietos. Si pago un penique, tendré otros 14 nietos secuestrados". Con un par. Con una fortuna estimada en alrededor de 2.000 millones de dólares —unos 1.600 millones de euros—, a Getty no le apetecía soltar los 17 millones de dólares que le pedían los secuestradores, en un despliegue público e internacional de tacañería —o defensa de sus férreas convicciones, según se mire— que apuntaló definitivamente su leyenda. Su excusa: que su padre, George F. Getty no le había dado un duro para construir su imperio y que "un padre exitoso no debía mimar o malcriar a sus hijos dándoles dinero a partir de una edad en la que estuvieran preparados para ganarse la vida por sí mismos". Y amenazarle con mandarle a su nieto en cachitos o mutilarle una oreja, un dedo o lo que sea tampoco le ablandó el bolsillo demasiado.

placeholder Christopher Plummer es Jean Paul Getty en 'Todo el dinero del mundo'. (Diamond Films)
Christopher Plummer es Jean Paul Getty en 'Todo el dinero del mundo'. (Diamond Films)

Y es en este momento de la historia de la familia Getty en que se centra la última película de Ridley Scott, 'Todo el dinero del mundo', que comienza en el momento en que el joven John Paul Getty III, que entonces tenía 16 años, es secuestrado. Una película que se estrena tras una agonizante posproducción después de que los productores decidiesen borrar a Kevin Spacey de la película —interpretaba a Getty abuelo— y sustituirlo 'in extremis' por un Christopher Plummer que, de rebote, podría conseguir su segundo Oscar. Y, aunque suene mal decirlo, a Scott le ha venido Dios a ver con el cambio; Plummer le da a Getty la dimensión del hombre inflexible y desagradable, pero también triste e incomprendido, el complejo punto intermedio entre la presuntuosa divinidad y la debilidad humana de quien se creyó un emperador romano moderno, aunque tenga más de Charles Kane que de Augusto.

A pesar de su título, 'Todo el dinero del mundo', más que de parné, guita, mosca, pasta, trata de algo todavía más universal: la familia. Por muchas puertas que pudiera abrir el apellido Getty, Scott presenta a los Getty como un clan desestructurado, marcado por unas relaciones paterno-filiales complicadas y a la sombra de un patriarca enamorado de la idea de estirpe, pero no de la de familia en sí. Getty prefiere entregar su amor a los objetos que le rodean —"ellos nunca me traicionan, lo que ves es lo que son", dice— que a las personas, siempre inclinadas a decepcionar. La palabra 'familia' aparece también en boca de los secuestradores, que actúan más como tal que los propios Getty, que andan cada uno desperdigado en un sitio del mundo y sin apenas mantener contacto.

placeholder Michelle Williams y Mark Wahlberg, en un momento de 'Todo el dinero del mundo'. (Diamond)
Michelle Williams y Mark Wahlberg, en un momento de 'Todo el dinero del mundo'. (Diamond)

Aparte de varias licencias cinematográficas en las fechas y los hechos que reproduce este 'thriller' basado en hechos reales, Scott propone un relato con saltos temporales que van y vienen en la cronología de Jean Paul Getty, que, en casi todo momento, aparece como un personaje solitario —sin pareja ni amigos ni casi compañía—, un hombre pegado a un teletipo bursátil tan tacaño, tan tacaño, que según las malas lenguas tenía una cabina de pago en su mansión para que sus huéspedes no pudieran hacer llamadas gratis a su costa. Por otro lado, su nieto John Paul Getty III (Charlie Plummer) es el prototipo clásico del síndrome de la tercera generación de millonarios, un joven 'bon vivant' sin oficio ni beneficio que se rodea de gente de la noche y que dilapida lo poco que le consigue el apellido que tiene. Y Scott lo cuenta a degüello, pim, pam, pum, sin dejar una pausa de más en un montaje al grano.

Siguiendo su filosofía de máximo beneficio al menor coste, viendo que el secuestro de su nieto se puede alargar y ante la desesperación de su nuera Gail (Michelle Williams), Getty decide poner el asunto en manos de Fletcher Chase (Mark Wahlberg), una especie de 'Señor Lobo' cuya misión es rescatar al chico, que el único solaz que encuentra es la conversación que le da uno de sus carceleros (Romain Duris), con el que tiene una relación casi paternofilial —toda la que un secuestro permite—, mientras su vida depende de cualquier cambio en la dirección del viento.

placeholder Charlie Plummer, en su papel de John Paul Getty III. (Diamond)
Charlie Plummer, en su papel de John Paul Getty III. (Diamond)
placeholder Cartel de 'Todo el dinero del mundo'.
Cartel de 'Todo el dinero del mundo'.

Scott dirige su atención principalmente a la historia de la madre coraje que está dispuesta a todo para salvar a su hijo. Porque el personaje de Williams es la dignidad encarnada. Ya no solo por el arrojo que demuestra al encabezar las investigaciones y movilizar a la policía, sino por la integridad que despliega y que la acaba haciendo fuerte frente al magnate, esclavizado por su obsesión con el dinero. Porque la familia, según subraya la película, es una de las cosas que el dinero no puede comprar. Y a medida que avanza 'Todo el dinero del mundo', la figura de Gail se va haciendo grande, mientras que la de Getty va menguando y volviéndose más y más absurda. Tampoco sale demasiado bien parada la prensa —mejor dicho, los paparazis, principales azuzadores del circo alrededor del secuestro, que se mueven alrededor de Gail y Chase como aves carroñeras—. ¿Han visto 'Los archivos del pentágono' (2017), de Spielberg? Pues hete aquí la otra cara, más cerca de 'El gran carnaval' (1951).

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La mayor desventaja de un 'thriller' basado en hechos reales es que, si el espectador conoce el desenlace del suceso, se pierde la fuerza del suspense. Consciente de ello, Scott ha apostado por una visión más dramática del cuadro general y se ha centrado en la angustia de la lucha de una madre, pero manteniendo el tono de 'thriller', en un cruce intermedio algo flácido. Sin embargo, 'Todo el dinero del mundo' consigue mantener la atención durante todo el metraje, sin llegar a decaer en exceso, aunque los saltos temporales y de un personaje a otro pudieran ayudar a ello, y sin ser una obra irreprochable sí que es disfrutable. E ir al cine no solo es la película; es la experiencia, solo, con amigos o con la familia. Y, como acaba aconsejando la película, es mejor un dinero medianamente bien gastado que un dinero mal ahorrado.

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