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'Yo, Tonya': el culebrón olímpico que cautivó al mundo
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'Yo, Tonya': el culebrón olímpico que cautivó al mundo

La última película del australiano Craig Gillespie opta a tres estatuillas en los próximos Oscar, entre ellas a la de mejor actriz para Margot Robbie y actriz secundaria para Allison Janney

Foto: Margot Robbie en 'Yo, Tonya', papel por el que está nominada al Oscar. (EOne)
Margot Robbie en 'Yo, Tonya', papel por el que está nominada al Oscar. (EOne)

En un momento al principio de 'Yo, Tonya', la que fuera patinadora olímpica Tonya Harding mira a la cámara con tristeza, hablando de la frecuencia con que la han abofeteado, pateado, golpeado y empujado en su vida. E, inmediatamente, niega con la cabeza y dice: "Nancy en cambio recibe un golpe una vez y...". Como quien más quien menos debería saber, Nancy es Nancy Kerrigan, medalla de plata olímpica de patinaje artístico —apenas sale en la película, pero sin ella no habría película—. Para quienes no conozcan la historia o necesiten un recordatorio, ahí va: en enero de 1994, solo unas semanas antes de los Juegos Olímpicos de Lillehammer, Kerrigan fue golpeada en la rodilla con una vara metálica perteneciente a un hombre asociado con el exnovio de Harding, Jeff Gillooly. Harding afirmó que desconocía el plan, pero no tardó en verse obligada a retirarse. Y se vio en el centro de un culebrón que cautivó al mundo.

'Yo, Tonya' coquetea con la tesis de que la caída de Harding fue el resultado inevitable de toda una vida pasada sufriendo el desprecio ajeno. Para el resto del mundo del patinaje artístico, Tonya era una intrusa, un pedazo de basura blanca que salía a patinar con chapuceros vestidos hechos en casa y cuyas coreografías usaban canciones de ZZ Top y Vanilla Ice, y que fuera de la pista se dejaba ver fumando, cazando y al volante de una camioneta. Los adalides de ese deporte gustosamente la habrían condenado al ostracismo a la primera oportunidad, pero era demasiado buena sobre los patines como para ser ignorada. No es casual que fuera ella la primera mujer americana que completó un triple Axel en una competición internacional. Quien no sepa lo que es eso, calma: la película lo explica perfectamente. 'Spoiler': es muy difícil.

placeholder Margot Robbie, en el papel de Tonya Harding en 'Yo, Tonya'. (EOne)
Margot Robbie, en el papel de Tonya Harding en 'Yo, Tonya'. (EOne)

La película no se llama 'Yo, Tonya' por error, lo que significa que en buena medida su objetivo es reevaluar y rehabilitar a su protagonista aunque, eso sí, sin tratar de convencernos de que en realidad no hizo nada malo —aunque su papel en el incidente con Kerrigan probablemente fuera muy diferente a como la mayoría de nosotros lo recordábamos—. En todo caso, resulta imposible no sentir empatía por una mujer que salió de una infancia llena de abusos por parte de su madre para meterse primero en un matrimonio lleno de abusos por parte de Gillooly y después en una abusiva relación con la prensa y la opinión pública. Así es, al menos, como a la Harding de la película —que, por lo visto, no dista particularmente de la real— le gusta presentarse.

El director Craig Gillespie estructura la película a partir de recreaciones de entrevistas con los personajes esenciales en la vida de la mujer y en el suceso, bustos parlantes que aportan comentarios adicionales a los hechos biográficos que la película asimismo revisita. La fiabilidad de sus declaraciones está en todo momento bajo sospecha: los entrevistados a menudo interrumpen la acción para quejarse de su escaso tiempo en pantalla o de la falta de rigor, o para defenderse, o para romper la cuarta pared y discutir lo que vemos.

placeholder Margot Robbie está nominada a los Oscar por su papel como Tonya Harding. (EOne)
Margot Robbie está nominada a los Oscar por su papel como Tonya Harding. (EOne)

La verdad sobre Harding, en resumen, no es algo que la película siquiera pretenda ser capaz de conocer. En lugar de eso, nos pide que pongamos en cuestión cómo se fabrican los relatos que los medios de comunicación propagan, cómo se forman las narrativas oficiales de los acontecimientos y cómo, en consecuencia, podrían no tener absolutamente nada que ver con los hechos. Al mismo tiempo, en consecuencia, también funciona a modo de subversión de un género como el 'biopic' y un recordatorio de que en última instancia, por lo que respecta al 'affaire' entre Harding y Kerrigan, nadie conoce la historia completa.

La mayoría de los personajes de la película son lo que conocemos como gentuza, por lo que pasar dos horas de metraje contemplándolos podría llegar a resultar agotador de no ser por la habilidad con la que Gillespie logra que, en la práctica, una historia potencialmente deprimente sea consistentemente hilarante. Su método cómico es testarudamente efectivo aunque, eso sí, también vulgar y oscurísimo y lleno de cinismo. El humor es subjetivo y el humor negro lo es aún más, y eso significa que probablemente haya quien no les encuentre la gracia a todos esos chistes que tratan asuntos como la miseria económica, los abusos maternos y conyugales y la intolerancia de clase, y que a ratos están más cerca de reírse de su protagonista que de hacerlo con ella. Asimismo, habrá quienes rechacen la película porque recurre a los mismos métodos sensacionalistas que critica. Allá ellos.

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