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El rey de la 'basura blanca': "Las críticas a Trump son más histéricas que sus políticas"
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El rey de la 'basura blanca': "Las críticas a Trump son más histéricas que sus políticas"

El autor de uno de los libros más brutales y polémicos del año asegura que "el partido Demócrata habla a los blancos pobres como si fueran infrahumanos"

Foto: Detalle de portada de 'Manifiesto Redneck'. (Dirty Works)
Detalle de portada de 'Manifiesto Redneck'. (Dirty Works)

Vayamos al grano: 'Manifiesto redneck', de Jim Goad (Dirty Works), es el ensayo más brutal, honesto y polémico de 2017. Tiene mérito porque se publicó en inglés hace dos décadas. Hoy sus páginas se leen como un aviso de que un fenómeno como Trump estaba al caer. Los blancos pobres llevaban demasiado tiempo siendo ignorados por las “políticas de la identidad” (feminismo, black power, movimientos de otras minorías étnicas). “Yo voté por Donald Trump y no me arrepiento”, explica vía Skype un sonriente Jim Goad. “La única cosa que me ha cabreado en estos meses es el bombardeo de Siria. Tenemos suficientes problemas en casa como para meternos en Oriente Medio. Es hora de hacerse cargo de los problemas de los estadounidenses. Curiosamente, este ataque militar llevó al presidente a sus máximos niveles de popularidad”, lamenta.

Estamos ante un experto en sátira social que disfruta situándose contra toda la élite intelectual de Estados Unidos. “Las criticas a Trump son más histéricas que las políticas de Trump. Por supuesto, viene de un entorno privilegiado, pero es un político moderado, un hombre de negocios pragmático. Incluso estuvo registrado como simpatizante demócrata. Si fuera el monstruo fascista que pintan no se le podría criticar tan ferozmente todos los días. Se ríen hasta del color naranja de su cara”, recuerda.

Odio a las élites

'Manifiesto redneck' es un texto crudo y afilado, que rebosa enjundia histórica. Lo primero que llama la atención son los títulos de los capítulos, por ejemplo 'Varios argumentos de peso para la esclavización de los progresistas blancos'. O este otro: '¿Qué tienen de malo los incitadores al odio, los locos por las armas y los extremistas paranoicos que se niegan a pagar impuestos?' Obviamente, en ambos late el humor típico de Jonathan Swift, pero también un odio profundo por las oligarquías “progres” que explotan a los más débiles sin quitarse la careta de benefactores. Básicamente, las tesis de Goad no andan tan lejos de las de populistas de izquierda como Thomas Frank, autor de '¿Qué pasa con Kansas? Cómo los ultraconservadores conquistaron el corazón de Estados Unidos', un libro publicado en 2004 que se ha convertido en referencia para la izquierda occidental.

placeholder 'Manifiesto redneck'
'Manifiesto redneck'

Resumiendo mucho, Frank sostiene que el giro reaccionario del país más poderoso del mundo es culpa del Partido Demócrata, que abandonó a los trabajadores blancos para mimar a los pujantes tecnócratas universitarios, cada vez más ricos y desconectados de la realidad. “No me gusta la comparación con Frank, ya que él es un marxista cultural. Dice cosas que me parecen muy arrogantes, como que los blancos pobres votan contra sus propios intereses. ¿Quién es él para llamarles tontos de esa manera?”, denuncia.

Esclavos fiscales

Le pido a Goad que detalle su posición política. “No me siento de izquierdas ni de derechas. En cierto modo, creo que todos los votantes actúan contra sus propios intereses. Ningún partido político se preocupa de otra cosa que no sea el crecimiento de su organización. El problema es que pagamos demasiados impuestos. La mayoría de los estadounidenses trabajan desde el uno de enero hasta el veinte de abril de cada año solo para pagar al gobierno. Sinceramente, prefiero quedarme mi dinero. Por supuesto, estoy a favor de las carreteras, pero el impuesto de las gasolina ya cubriría eso”. ¿De dónde viene su rechazo furibundo al marxismo? “No me molestan los análisis de clase. De hecho, en el ‘Manifiesto redneck’ uso mucho esa herramienta para demostrar que los blancos pobres tenían peores condiciones de vida que los esclavos afroamericanos. No lo digo yo, lo puedes leer en textos de la época sobre Estados Unidos, por ejemplo los de Alexis de Tocqueville. Tiene sentido porque los esclavos no sufrían los vaivenes del mercado”, explica.

Los blancos pobres tenían peores condiciones de vida que los esclavos afroamericanos

En realidad, el rechazo tiene que ver con su biografía. “Es difícil no interesarse por la lucha de clases cuando vienes de un entorno obrero y ves que otros niños del colegio lucen los correctores bucales que tu familia no se puede permitir. ¿Sabes cuál es mi problema con los marxistas estadounidenses? Todos los que me he encontrado son niños ricos blancos que te sermonean sobre cómo deberías sentirte por pertenecer a la clase trabajadora. Además, casi siempre se equivocan en sus análisis”, denuncia. Goad asistía a un colegio público, pero su alta capacidad intelectual hizo que se aburriera y acabase metiéndose en problemas. “Al final me matricularon en un privado de Philadelphia lleno de chavales negros de clase alta. Fui compañero de Kobe Bryant y de un chico que se hizo broker y acabó siendo colega de Steve Forbes”, recuerda. Parece una obviedad, pero no todos los niños negros crecen en los guetos, ni todos los blancos en un adosado de alto standing.

Los esclavos blancos olvidados

El capítulo más potente del libro es el que habla de los 'indentured servants' o trabajadores no abonados, la escoria blanca de los primeros tiempos de Estados Unidos. “Mucha gente desconoce la extensión o incluso la existencia de la esclavitud blanca en mi país. A los “progres” les cuesta horrores asimilar que existió. Bill Maher, un presentador de televisión de EE.UU. con fama de transgresor, me invitó a su programa 'Políticamente incorrecto' para tratar de este asunto. Cuando lo estaba explicando, se puso interrumpirme a gritos porque no podía soportar esta información. Decía que eso tenía que haber sido en tiempos de Robin Hood en Inglaterra (puede verse abajo en 05:20). Colapsaba cuando le decía que existieron esclavos blancos en Rusia cincuenta años después de que se aboliera la esclavitud en nuestro país. El eje de raza, digamos blancos versus negros, no es tan importante como el de población urbana versus población rural”, señala.

Precisamente, esta es la denuncia central del libro de Goad, el desprecio olímpico de la clase alta de su país hacia los blancos pobres, conocidos como 'rednecks' (cuellos rojos, por su exposición al sol cuando trabajan), 'hillbillies' (equivalente a paletos) o 'white trash' (basura blanca). Estas páginas son especialmente necesarias si eres un izquierdista clásico, como es mi caso, ya que desguazan prejuicios hondamente enraizados en nuestra psique. “Me encanta una frase que dice ‘si quieres saber quién manda en ti, pregúntate a quién no te está permitido insultar’. En Estados Unidos, se considera una herejía decir 'nigger' ('negrata'), pero hay barra libre para insultar a cualquier blanco sin dinero. Es una estrategia de los blancos ricos para lavar sus crímenes. Han desviado todo el odio potencial hacia los sureños blancos pobres, a quienes tratan como seres infrahumanos. Hillary Clinton les llamó “los deplorables” durante la campaña electoral. Es increíble lo bien que ha funcionado el truco”, recuerda.

Foto: Detalle de la portada de Hillbilly. (Deusto) Opinión

El error de los sesenta

Yendo más atrás, Goad subraya la miopía de las tropas contraculturales. “Yo creía que los sesenta habían sido una década de ‘vamos llevarnos todos bien; olvidemos los rollos identitarios y construyamos algo juntos’. Pero no ocurrió eso: hubo movimientos de orgullo negro y orgullo marrón, pero nada para los blancos, que eran los malos oficiales de la película que se habían montado. Estigmatizar a alguien por su raza no es la mejor receta para la armonía social. Se creó un resentimiento fuerte hacia los blancos rurales. En parte, mi libro era un intento de averiguar cómo hubieran podido construirse unas políticas de la identidad para la raza blanca”, confiesa.

En los 60 hubo movimientos de orgullo negro y marrón, pero nada para los blancos, que eran los malos oficiales de la película

Goad es un ensayista de cinco estrellas, capaz de sonar visceral sin perder nunca el rigor. “Mis detractores dicen que el problema es mi estilo, pero mis argumentos son razonables, moderados incluso. Proceden del estudio y de la experiencia: cuando los urbanitas se ríen de la basura blanca se están riendo de mi padre, de mi abuela y de mi abuelo, que se mataron a trabajar para cuidarme. Tengo 56 años y mi padre murió a los 59. Toda su vida curró ochenta horas semanales para mantenernos. Murió por exceso de trabajo”. La prosa cabreada de este libro nace de un antielitismo militante: “Muchas veces tengo ganas de coger a un ‘progre’ y recitarle el ‘Mercader de Venecia’, preguntar si los blancos pobres explotados no tienen corazón y no sangran cuando les pinchas. Nadie odia más a los blancos sin dinero que los blancos ricos. Hablan de ellos como seres grotescos y subdesarrollados. Lo más probable es que los blancos ricos actuales sean los descendientes de grandes propietarios de esclavos, pero nadie les hostiga por ello”, afirma.

¿Guerra civil?

Por supuesto, Goad detesta la corrección política, de una manera mucho más informada que nuestra derecha. “Las élites se pasan el día moviendo los palos de la portería. Ahora dicen que la definición de racismo es ‘prejuicio más poder’. Eso significa que un negro pobre no puede ser racista aunque quiera. Lo siento, pero hay negros pobres que son racistas. Ocultarlo es negar la realidad”. La charla termina con otra defensa de Trump.

Cuando recibes tanto odio de los “progres”, no es extraño que llegue un grupúsculo nazi hablándote con respeto y decidas escucharles”

“Si él está en la Casa Blanca es porque no habló a los estadounidenses por encima del hombro. Fui a uno de sus mítines en Atlanta y ni una sola una vez mencionó la cuestión racial. Los progresistas dicen que no hacía falta, que toda su retórica está dirigida a los supremacistas blancos. Yo no estoy de acuerdo: hablaba de deslocalización, de desempleo y decía a sus simpatizantes que les quería, algo que no habían escuchado en muchos años. Mientras tanto, Sanders posaba con raperos del ‘black power’ como “Killer Mike" y Clinton hablaba en español y se ponía sombreros mexicanos. El partido Demócrata no se bajó del discurso identitario en toda la carrera electoral. Trump es el primer presidente que se ha atrevido a decir que la prensa miente. Eso requiere mucho coraje. La llamada “basura blanca” lleva décadas sintiendo que no les tratan como a personas. El desprecio es tan grave que puede desembocar en una guerra civil. Cuando recibes tanto odio de los “progres” y de los medios de comunicación que ellos controlan no es extraño que llegue un grupúsculo nazi hablándote con respeto y decidas escucharles”, concluye.

Vayamos al grano: 'Manifiesto redneck', de Jim Goad (Dirty Works), es el ensayo más brutal, honesto y polémico de 2017. Tiene mérito porque se publicó en inglés hace dos décadas. Hoy sus páginas se leen como un aviso de que un fenómeno como Trump estaba al caer. Los blancos pobres llevaban demasiado tiempo siendo ignorados por las “políticas de la identidad” (feminismo, black power, movimientos de otras minorías étnicas). “Yo voté por Donald Trump y no me arrepiento”, explica vía Skype un sonriente Jim Goad. “La única cosa que me ha cabreado en estos meses es el bombardeo de Siria. Tenemos suficientes problemas en casa como para meternos en Oriente Medio. Es hora de hacerse cargo de los problemas de los estadounidenses. Curiosamente, este ataque militar llevó al presidente a sus máximos niveles de popularidad”, lamenta.

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