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'Baby': el 'thriller' macabro de Bajo Ulloa en el que no se dice una sola palabra
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'Baby': el 'thriller' macabro de Bajo Ulloa en el que no se dice una sola palabra

Fantasía, un ingenioso diseño de producción y un reparto femenino elocuentemente expresivo

Foto: El regreso de Juanma Bajo Ulloa en 'Baby'. (Selecta)
El regreso de Juanma Bajo Ulloa en 'Baby'. (Selecta)

Puede que el gran éxito en la carrera de Juanma Bajo Ulloa siga siendo 'Airbag' (1997), pero si el vasco se cuenta entre los cineastas responsables de la suerte de renovación estilística experimentada por el cine español a principios de los noventa, es gracias al imaginario que empezó a construir con sus cortometrajes de finales de los ochenta y completó con sus dos primeros largometrajes, 'Alas de mariposa' (1991) y 'La madre muerta' (1993): un mundo basado en la perversión de la retórica típica de los cuentos infantiles y habitado por vástagos no deseados, progenitores ausentes o nefastos y monstruos nutridos de la ausencia de amor, y en el que prevalecen los silencios para reflejar la incomunicación que corrompe las relaciones y corroe los espacios domésticos. En ese mismo universo transcurre ahora su nuevo trabajo, el thriller psicológico 'Baby', que extrema la preferencia por la expresividad de las imágenes sobre el lenguaje verbal hasta el punto de no contener diálogo hablado alguno; en lugar de eso, Bajo Ulloa nos adentra en un macabro espacio de fantasía echando mano de un ingenioso diseño de producción y de un reparto femenino elocuentemente expresivo.

La película pone el foco sobre una joven exbailarina (Rosie Day) que da a luz sola en su apartamento. Incapacitada a causa del consumo descontrolado de drogas y alcohol, desesperada por la falta de medios económicos, la madre decide vender su bebé a una mujer que se dedica al tráfico de niños (Harriet Sansom Harris), y a la que acompañan una especie de esbirra albina de maneras felinas (Natalia Tena) y una niña afectada de cojera (Mafalda Carbonell). Pronto la acción se traslada a la ruinosa mansión donde el trío vive, llena de velas y telarañas y alimañas —la típica casa de una bruja mala—, y en la que la madre recala tras arrepentirse de lo que ha hecho. Una vez allí encuentra a la criatura abandonada y cada vez más débil y, incapaz de escapar del edificio —el síndrome de abstinencia aprieta—, a partir de entonces se ve situada en el centro de una sucesión de situaciones repetitivas, escondida mientras las habitantes de la casa amenazan con descubrirla.

Mientras desarrolla esa premisa, Bajo Ulloa conecta 'Baby' con las primeras —y mejores— películas de su carrera también de otras maneras. Ahora como entonces, los espacios cerrados son reflejo de un confinamiento tanto espacial como mental, y la mirada se erige en motor esencial de la puesta en escena. Asimismo, aquí el vasco vuelve a dejar clara su proclividad por el símbolo y la metáfora, que materializa principalmente a través de una colección de imágenes del mundo natural y la vida animal: buitres que devoran a sus presas, arañas que tejen sus redes, ratones atrapados en trampas y escarabajos bocabajo que luchan por recuperar la posición. La idea que se nos comunica a través de ellas es el ímpetu animal que los humanos desplegamos en nuestro intento de sobrevivir, avivados por el tipo de instinto de conservación y de protección que no entiende de especies.

Bajo Ulloa se reivindica como un creador implacable de tensión y angustia

‘Baby’, eso sí, alude a diferentes ansiedades relacionadas con la maternidad a través de varios de sus personajes. A medida que avanza, el relato plantea diversas cuestiones relacionadas con la ruptura del vínculo paternofilial —qué significa para una madre tener que separarse de su niño para buscarle un futuro mejor, cómo se manifiesta la devastación provocada por la pérdida de un hijo y qué decisiones fatales y despiadadas puede llevar a tomar—, e inevitablemente invita a ser entendido como una crítica a las diferentes formas de tráfico de bebés. En el proceso, además, Bajo Ulloa apunta algunas reflexiones sobre la feminidad a través de personajes que se encuentran en etapas distintas de madurez emocional y física, y reivindica el derecho a las segundas oportunidades, para enmendar errores, y para recuperar un espacio en la sociedad, y para amar.

Mientras tantea todos esos asuntos, 'Baby' acumula varios momentos fascinantes y llenos de ingenio en los que Bajo Ulloa se reivindica como un creador implacable de tensión y angustia, pero también se ve lastrada por demasiadas situaciones y decisiones narrativas en las que la capacidad de impacto emocional se ve repetidamente saboteada por la tendencia a la teatralidad desproporcionada, el exceso dramático, el esperpento y la reiteración. Sin duda contribuyendo a esa falta de pegada, asimismo, Bajo Ulloa se muestra más interesado en recrearse exhibiendo puesta en escena que en mancharse las manos, y como consecuencia 'Baby' no llega a explotar su potencial ni como drama ni como historia de terror. En cualquier caso, eso sí, la película funciona escaparate de la poderosa estética visual patentada por su director, su voluntad de narrar a través de lo sensorial y lo visceral y su capacidad para extraer belleza de la fealdad, lo macabro y lo cruel.

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Puede que el gran éxito en la carrera de Juanma Bajo Ulloa siga siendo 'Airbag' (1997), pero si el vasco se cuenta entre los cineastas responsables de la suerte de renovación estilística experimentada por el cine español a principios de los noventa, es gracias al imaginario que empezó a construir con sus cortometrajes de finales de los ochenta y completó con sus dos primeros largometrajes, 'Alas de mariposa' (1991) y 'La madre muerta' (1993): un mundo basado en la perversión de la retórica típica de los cuentos infantiles y habitado por vástagos no deseados, progenitores ausentes o nefastos y monstruos nutridos de la ausencia de amor, y en el que prevalecen los silencios para reflejar la incomunicación que corrompe las relaciones y corroe los espacios domésticos. En ese mismo universo transcurre ahora su nuevo trabajo, el thriller psicológico 'Baby', que extrema la preferencia por la expresividad de las imágenes sobre el lenguaje verbal hasta el punto de no contener diálogo hablado alguno; en lugar de eso, Bajo Ulloa nos adentra en un macabro espacio de fantasía echando mano de un ingenioso diseño de producción y de un reparto femenino elocuentemente expresivo.

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