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Historia triste de una cerda: por qué el mundo debe dejar de matar animales
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Historia triste de una cerda: por qué el mundo debe dejar de matar animales

El mítico documentalista ruso Viktor Kossakovsky dedica su último documental, 'Gunda', a concienciar al público sobre la industria agroalimentaria y la explotación animal

Foto: Gunda, la protagonista del último documental de Viktor Kossakovsky. (Hailstone)
Gunda, la protagonista del último documental de Viktor Kossakovsky. (Hailstone)

Iva Privrelova, periodista, checa y carnívora salió del cine y a sus más de treinta años decidió no volver a meterse en la boca ni un pedazo de carne muerta jamás. Acababa de ver 'Gunda', la última película del aclamadísmo documentalista ruso Viktor Kossakovsky, que este fin de semana compitió en los Premios del Cine Europeo, pero acabó perdiendo la estatuilla frente a 'Colectiv', del rumano Alexander Nanau sobre la corrupción de las instituciones rumanas. De vuelta a Kossakovsky y a 'Gunda': Privrelova no es la primera persona -y probablemente tampoco la última- que decide hacerse vegetariana tras el visionado del documental. Pero, a diferencia de 'La sangre de las bestias', de Georges Franju, a Kossakovsky no le hace falta recurrir a cuerpos mutilados y cabezas decapitadas para llegar a la conciencia del espectador. Simplemente con su cámara, sin apenas intervenir en el espacio de los animales, como un mero observador, Kossakovsky rueda la rutina de los lechones, los terneros, las gallinas y de 'Gunda', la cerda protagonista. La santa trinidad de las cárnicas, según el ruso.

Kossakovsky comió su último animal a los cuatro años. De aquello han pasado 55 años. Creció en San Petersburgo pero pasó largas temporadas en una zona rural a medio camino entre la ciudad de los zares y Moscú. En invierno las temperaturas eran extremadamente bajas y, para que el ganado no muriese, los familiares del cineasta resguardaban a los lechones junto a los niños. El niño jugó mucho con uno de ellos, llamado Vasha, hasta el día que éste apareció descuartizado en una bandeja sobre la mesa, preparado para convertirse en la cena de los Kossakovsky.

Hoy, convertido en un cineasta de culto, por fin ha podido levantar una película para concienciar al público de lo que él lleva décadas defendiendo. "Un día la gente entenderá que el acto de matar es igual en el caso de humanos y de animales. Nos permitimos matar y no pensar en ello", aduce. "Los animales se matan los unos a los otros, de vez en cuando, cuando lo necesitan. O por cuestiones de territorialidad. Pero nuestra capacidad de matar otros animales se mide por miles de millones. Nunca se habían producido tantas muertes a tal escala. En un año matamos a 1.500 millones de cerdos, aproximadamente. Unas 500.000 vacas. Unos 50.000 millones de pollos. Y un billón de peces al año. Matamos miles de millones de animales al año sin parar a pensar en ello. Es una de las principales actividades económicas. Luego, además, para alimentarlos, arrasamos los bosques para pastos. Una vez muertos los congelamos, los cortamos, los transportamos, los cocinamos… es todo un engranaje en torno a la muerte de los animales. Todo porque pensamos que por estar en lo alto de la pirámide alimenticia estamos autorizados a ello".

placeholder Un fotograma de 'Gunda'.
Un fotograma de 'Gunda'.

Las cifras son apabullantes. La transformación de la industria alimentaria a raíz de la producción intensiva en las granjas, en las que se hacinan los animales en condiciones insalubres, ha modificado la manera en la que se crían estos animales, pero también en la que se matan y se comercializan. Además, el consumo de carne se ha multiplicado en el mundo desarrollado a la vez que la población mundial ha crecido en un siglo desde los 2.000 millones de personas hasta los 7.000. "En Europa comemos al año entre 80 y 90 kilos de carne. En Estados Unidos entre 100 y 120 kilos de carne. Es una montaña enorme de esqueletos y hacemos como que no pasa nada. Somos buenas personas, cuidamos a nuestros hijos, pero matamos animales para que nuestros pequeños se alimenten. No les hacemos conscientes de que ese animal estaba vivo hace unas horas o unos días. Tenía cerebro y tenía emociones y deseos. Pero nosotros les inseminamos artificialmente. Les metemos en jaulas y los matamos".

"A lo largo de la historia ha habido muchas revoluciones. Hemos vivido la Revolución Industrial, la revolución digital, la revolución sexual, la revolución social. Y creo que ha llegado la hora de la revolución de la empatía", prosigue. "Cuando llegó la Revolución Industrial, muchos campesinos se rebelaron por la llegada de las máquinas, porque les iba a hacer perder el trabajo. Hoy si te posicionas en contra de la industria agroalimentaria, la mitad del mundo se va a posicionar a la vez en tu contra, por el peso económico de la industria cárnica. Pero necesitamos esa revolución. La gente debe hacerse, si no vegana, al menos vegetariana".

placeholder Viktor Kossakovskyen Barcelona en 2019. (Efe)
Viktor Kossakovskyen Barcelona en 2019. (Efe)

Sin voz en 'off', para que el espectador elabore sus propias conclusiones y confiando exclusivamente en la imagen y el sonido, Kossakovsky comienza 'Gunda' con el nacimiento de una camada de lechones y sus primeros meses de vida. Poco a poco, vemos cómo los animales se van independizando de su madre y cómo dejan ver diferentes comportamientos, algo parecido a una personalidad animal. Una suerte de felicidad de los lechones se entrevé en los primeros planos, en su disfrute del agua, de sus juegos. No hacen sus necesidades en el mismo lugar en el que comen. Es su tendencia natural en una granja amplia, muy diferente a cómo están obligados a comportarse en las granjas intensivas. Pero es imposible no presagiar el final de la vida de los protagonistas. En estado natural, un cerdo vive alrededor de 20 años. En una granja viven unos cuatro o cinco meses antes de alcanzar los 120 kilos de peso -debido al engorde- y acabar en el mercado.

El activismo de Kossakovsky es tal que se enfrentó a un gran dilema moral cuando descubrió que las gelatinas de las películas se fabrican a base de la proteína procedente de la piel y los huesos de animales del matadero. "Yo hacía películas en 35mm. He dedicado la mayor parte de mi vida al cine. Pero descubrí que la película física está hecha a base de huesos de animales", recuerda. "Y eso fue desastroso para mí. No había comido carne desde los cuatro años, pero había dedicado mi vida a hacer películas en un material hecho a base de animales muertos. Era una contradicción. Menos mal que apareció el cine digital para acabar con ese dolor".

placeholder Otro momento de 'Gunda'.
Otro momento de 'Gunda'.

Para Kossakovsky, 'Gunda' es, quizás, la película más importante de su carrera, porque no entiende el cine sin política. "He intentado levantar el proyecto muchas veces, pero no lo he conseguido financiar hasta que conocí a la productora noruega Anita Rehoff, que fue la primera que me escuchó. Desde el 97 he intentado financiarlo en Rusia, en Francia, en Italia, en Alemania, en España", admite. El último impulso a la película llegó gracias a Joaquin Phoenix, que ha apoyado el documental al ser vegano radical, como demostró en la recogida de su Oscar por 'Joker'. "Durante el rodaje de 'Gunda', yo me levantaba todos los días y daba una arenga al equipo que era bastante similar al discurso de Phoenix. Por eso, mi productora envió la película a Phoenix y lo encantó". Para Kossakovsky, la película habrá triunfado si hace pensar a su público, al menos, sobre lo que lleva a su mesa y, sobre todo, sobre las consecuencias de llevarlo a su mesa.

Iva Privrelova, periodista, checa y carnívora salió del cine y a sus más de treinta años decidió no volver a meterse en la boca ni un pedazo de carne muerta jamás. Acababa de ver 'Gunda', la última película del aclamadísmo documentalista ruso Viktor Kossakovsky, que este fin de semana compitió en los Premios del Cine Europeo, pero acabó perdiendo la estatuilla frente a 'Colectiv', del rumano Alexander Nanau sobre la corrupción de las instituciones rumanas. De vuelta a Kossakovsky y a 'Gunda': Privrelova no es la primera persona -y probablemente tampoco la última- que decide hacerse vegetariana tras el visionado del documental. Pero, a diferencia de 'La sangre de las bestias', de Georges Franju, a Kossakovsky no le hace falta recurrir a cuerpos mutilados y cabezas decapitadas para llegar a la conciencia del espectador. Simplemente con su cámara, sin apenas intervenir en el espacio de los animales, como un mero observador, Kossakovsky rueda la rutina de los lechones, los terneros, las gallinas y de 'Gunda', la cerda protagonista. La santa trinidad de las cárnicas, según el ruso.

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