'Mamá y papá': ¿quién no ha pensado en matar a sus hijos?
Nicolas Cage y Selma Blair encarnan a la pareja protagonista de esta comedia negrísima en torno a un apocalipsis en que todos los progenitores sienten el ansia de asesinar a su prole
Con '¿Quién puede matar a un niño?', Narciso Ibáñez Serrador firmó una de las mejores películas del cine —no solo de terror— español a partir de un escenario donde el miedo también surgía de un dilema moral. En una isla donde los menores estaban asesinando a todos los adultos, los protagonistas veían sus posibilidades de supervivencia menoscabadas por el tabú interiorizado que les impedía acabar con la vida de un niño.
En 'Mamá y papá', Brian Taylor invierte el planteamiento de la película de Ibáñez Serrador y da salida imaginaria al tabú contrario: ¿quién no ha pensado alguna vez en matar a un niño, en concreto al suyo propio? Hay que reconocerle a Taylor la valentía de esta propuesta en un cine, el estadounidense, donde el umbral de tolerancia a la violencia es muy alto excepto en el caso de los menores. Y en que las fantasías de heroísmo masculino van en muchos casos ligadas a la idealización de la figura paterna: que un hombre estalle en una espiral destructora siempre está justificado si su razón última es proteger a su familia, y en concreto a sus hijos. 'Mamá y papá' se erige en un revulsivo contra esta visión edulcorada y reaccionaria de la paternidad y de la maternidad (que se movería en otros códigos, más ligados a los cuidados domésticos) y al tiempo como una válvula de escape de los demonios interiores que acechan a unos padres y madres sobrepasados por sus responsabilidades.
El filme arranca con una escena inquietante. Tras unas imágenes de parpadeo de lo que podría ser un televisor quedándose sin señal, vemos un coche parándose en medio de un paso a nivel y a su conductora, que acaba de sintonizar música relajante, salir corriendo, dejando al menor que la acompañaba dentro. El automóvil no tarda en ser arrollado por un tren. El hecho acaba saliendo en las noticias. Lo que podría parecer un parricidio aislado se convierte poco a poco en una pandemia...
'Mamá y papá' se sitúa en un contexto propio del cine fantástico en que una parte de la humanidad sufre una mutación terrible que afecta a su conducta hasta entonces civilizada, sin que parezca existir una causa lógica para ello. Así, la progresiva transformación de los padres en asesinos de sus hijos recuerda la deshumanización de los protagonistas de 'La invasión de los ladrones de cuerpos' o a cualquier apocalipsis zombi. También a la que sufren los niños en el filme antes citado de Narciso Ibáñez Serrador. La única explicación que plantea la película al respecto es un razonamiento proporcionado por un experto televisivo. El instinto de protección que define a cualquier progenitor y en general a cualquier adulto respecto a los más jóvenes de la especie habría trasmutado en instinto de destrucción.
Pero Taylor dibuja otra explicación al respecto en la primera mitad del filme. Mientras empiezan los primeros ataques parricidas, la película se centra en unos protagonistas concretos, los Ryan, epónimo de la familia nuclear e ideal norteamericana. Padre y madre más parejita de hijos, la mayor ya adolescente, el pequeño todavía un niño. Viven, por supuesto, en una casa de un barrio residencial clónica de tantas otras. El padre trabaja, la madre ejerce de ama de casa con la ayuda de una asistenta. Su mundo ideal oculta un continuo de frustraciones, la mayoría acentuadas por ciertas actitudes de sus hijos. El padre, un Nicolas Cage que da rienda suelta a su faceta más desatada, echa en falta su yo joven y rockero, cuando odiaba el tipo de vida que lleva ahora. La madre, estupenda Selma Blair, se da cuenta de que quizás ha renunciado a demasiadas cosas para cuidar a unos niños que empiezan a tratarla como alguien que les resulta más un engorro que una ayuda.
En 'Mamá y papá', los niños no resultan ni más ni menos insoportables que cualquier otro. Pero sus progenitores ya no aguantan más
En la mayoría de películas en que unos adultos se ven en la situación de asesinar a algún menor, este suele encarnar, en muchos casos de forma literal, al hijo de Satanás. En 'Mamá y papá', los niños no resultan ni más ni menos insoportables que cualquier otro de su edad. Pero sus progenitores ya no aguantan más. Aquí radica el potencial subversivo del filme de Taylor: reflota y cristaliza el instinto parricida de una familia normal sin necesidad de buscar otras excusas. Pero el filme se mueve entre dos aguas en este sentido.
'Mamá y papá' se sitúa muy por encima de la media en humor negro y transgresión en lo que al cine estadounidense respecta, y aquí incluimos el independiente. El furor asesino generalizado entre los padres en el filme se plasma en muchos niños muertos. En el instituto, los profesores deben impedir la salida de los alumnos para que no les destruyan sus progenitores, que les esperan fuera como perros rabiosos al acecho. En un hospital, la protagonista, todavía lúcida, intenta impedir que su hermana estruje entre sus manos a su bebé recién nacido. Todas estas situaciones, Taylor las plantea sin abandonar cierto tono cómico. Pero por otro lado, la película no llega a adentrarse en el terreno realmente fangoso del gore, como si se aguantara las ganas de desencadenar una verdadera carnicería infantil. Muchos menores son asesinados, pero sus muertes siempre son fuera de campo o apenas se visibilizan.
Taylor se dio a conocer junto a Mark Neveldine como el tándem responsable de la muy reivindicable 'Crank' (2006), esa película con Jason Statham donde se ponían los recursos del cine posmoderno al servicio de explotar la vocación 'slapstick' que encierra cualquier comedia de acción. Ese talento para la puesta en escena hiperbólica tampoco se despliega en todo su esplendor en un filme que centra su último tercio en una persecución a vida o muerte entre tres generaciones dentro de una misma casa. 'Mamá y papá' destaca por su transgresor planteamiento dentro de la cartelera convencional, pero al mismo tiempo se ha marcado sus propios límites para no quedar al margen de este mercado.
Con '¿Quién puede matar a un niño?', Narciso Ibáñez Serrador firmó una de las mejores películas del cine —no solo de terror— español a partir de un escenario donde el miedo también surgía de un dilema moral. En una isla donde los menores estaban asesinando a todos los adultos, los protagonistas veían sus posibilidades de supervivencia menoscabadas por el tabú interiorizado que les impedía acabar con la vida de un niño.
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