"Si murieran mis hijos sería un alivio". Madres arrepentidas, el último tabú
El estudio sobre la maternidad desafecta de la socióloga israelí que ha desatado violentos debates en toda Europa llegará a las librerías españolas el próximo 8 de septiembre
"Me arrepiento de haber tenido hijos y ser madre, pero amo a los hijos que tengo. Así que sí, no es algo que pueda explicar. Porque si lo lamentara, entonces no querría que estuvieran aquí. Pero yo no querría eso, lo único que no quiero es ser madre". Charlotte (madre de dos hijos, uno de entre 10 y 15 años y otro de entre 15 y 20 años).
"¿Por un día de felicidad, por un instante de placer, tienes que sufrir tantos años? Y a veces el sufrimiento no tiene fin, encima. Ahí está, la sensación de sufrimiento interminable. Así pues, ¿qué tiene de bueno?" Erika (madre de cuatro hijos de entre 30 y 40 años y abuela).
"Soy una buena madre, de veras. Me da vergüenza decirlo. Soy una madre para quien sus hijos son importantes, los quiero, leo libros, recibo asesoramiento profesional, hago todo lo que está en mi mano para educarlos y darles amor y afecto. Los niños me adoran, me quieren. Tienen una vida feliz y placentera. Es absurdo. Porque no quiero tenerlos, en serio, no los quiero a mi lado. (...) Aunque murieran, Dios no lo quiera, seguirían estando conmigo en todo momento. El duelo por ellos, su recuerdo y la pena serían insoportables. Pero perderlos ahora supondría cierto alivio". Sophia (madre de dos hijos entre 1 y 5 años).
Madres desesperadas, madres defraudadas, madres irrealizadas, deshechas o sencillamente aburridas. Madres arrepentidas. Cuando la socióloga israelí Orna Donath (1976) inició en 2008 su investigación sobre las mujeres que ven a sus hijos como una carga que nunca debieron asumir, una penitencia que ha arruinado sus vidas encadenándolas para siempre a sus vástagos, no imaginaba la conmoción que acabaría por provocar. La publicación en 2015 de sus conclusiones en Alemania colapsó las redes desatando un violentísimo debate. Pero junto a las esperadas muestras de repulsa salieron a la luz una gran cantidad de testimonios de alivio de madres que también se arrepentían de serlo. El último tabú acababa de caer.
Maternidad y soledad: 23 casos
"En las pocas ocasiones en el que el tema de las mujeres arrepentidas de haber sido madres se ha abordado en internet en los últimos años", escribe Orna Donath, "se tendía a considerar como un objeto de incredulidad, es decir, que se negaba su existencia real, o como un objeto de furia y distorsión, o sea, que se tildaba a las madres arrepentidas de mujeres egoístas, dementes y trastornadas y de seres humanos inmorales que demuestran que vivimos en una 'cultura plañidera'"
Se tilda a las madres arrepentidas de egoístas, dementes y trastornadas que demuestran que vivimos en una 'cultura plañidera'
'Madres arrepentidas. Una mirada radical a la maternidad y sus falacias sociales' (Reservoir Books) impactará en las librerías españolas el próximo 8 de septiembre. En sus páginas se alternan los testimonios de 23 madres arrepentidas -entre los 26 y los 73 años y de todas las clases sociales- con el examen radical de Donath acerca de la pesada losa social que, además de obligar a las mujeres a ser madres para realizarse plenamente, impide después a las implicadas el más mínimo arrepentimiento. No son sólo madres jóvenes atormentadas por el llanto de sus bebés. Algunas tienen hijos mayores, otras son ya abuelas, pero el sentimiento es el mismo: quieren a sus hijos, no se engañen, pero no quieren ser madres. De ninguna manera.
Las 23 progenitoras que protagonizan el libro cuentan una historia de incomprensión y remordimientos. No son madres incapaces, que no se esfuerzan, advierte la autora, son mujeres física y emocionalmente sanas empujadas por la sociedad occidental primero a la maternidad y después a la soledad. Su arrepentimiento es una señal de alarma que debería hacernos replantear y mejorar nuestras políticas reproductivas pero también obligarnos a aceptar la maternidad como una relación humana más, no un rol obligatorio o un reino de sacralidad.
"¡Deja de quejarte! ¡Tú lo has querido! ¡Apechuga!"
La versión más antigua del tabú afirma que todas las mujeres deberían parir o al menos intentarlo. Parir es la consecuencia obvia de su cuerpo fértil, una obligación de la naturaleza en lucha por la supervivencia, la razón de ser de su vida. Si no pueden, se les juzgará por ello. Si lo consiguen, se examinará su proceder. La versión moderna y progresista cambia el envoltorio manteniendo lo esencial. Todas las mujeres optan libremente por la maternidad, se lanzan a ella de manera juiciosa, racional y alborozada. ¿Cómo es posible que estas irresponsable se quejen luego? ¡Que apechugen como los demás!
Relata Donath que "aunque la libre elección se presenta envuelta en principios de libertad, autonomía, democracia y responsabilidad personal, las escritoras feministas nos advierten que ese concepto resulta ilusorio porque pasa por alto ingenuamente la desigualdad, las coacciones, las ideologías, el control social y las relaciones de poder. Se nos dice que debemos interpretar nuestra historia personal como producto de una elección individual, como si fuéramos las propietarias exclusivas de los derechos de autor sobre el guion de nuestra vida y sobre cualquier desgracia y tragedia. Pero al mismo tiempo se camuflan normas estrictas, conjuntos de conocimientos morales, discriminaciones y poderosas fuerzas sociales que nos afectan profundamente tanto a las mujeres como a las decisiones que tomamos".
"Mi marido no lo sabe, tampoco mis amigas", explica Maya, madre de dos hijos y embarazada de otro. "No quiero que lleve esa carga"
Las 23 madres arrepentidas de Orna Donath descorren así la cortina del último gran tabú occidental. Conocemos sus azarosas historias de vida, el desmoronamiento de sus expectativas infundadas, las exigencias que las cercan. Asistimos a su desgarramiento entre el amor a sus hijos y las cadenas que las inhabilitan como seres autónomos sin fecha de caducidad. Y comprobamos el pesado manto de silencio que las impide contar nada de todo esto bajo la amenaza del oprobio: "Mi marido no lo sabe, como no lo sabe tampoco ninguna de mis amigas", explica Maya, madre de dos hijos pequeños y embarazada de otro. "No quiero que lleve esa carga a sus espaldas. Si se entera, ¿qué pasará? ¿Dirá que tiene una mujer desgraciada? No me hace falta. Ya tiene bastantes cosas en la cabeza, trabaja muy duro. No lleva una vida fácil y no quiero imponerle esto encima. Así que me lo guardo para mí. No hablo de esto con nadie".
"Me arrepiento de haber tenido hijos y ser madre, pero amo a los hijos que tengo. Así que sí, no es algo que pueda explicar. Porque si lo lamentara, entonces no querría que estuvieran aquí. Pero yo no querría eso, lo único que no quiero es ser madre". Charlotte (madre de dos hijos, uno de entre 10 y 15 años y otro de entre 15 y 20 años).
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