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"No llores, aún no estoy muerto": los últimos años de Jacques Brel, el Quijote belga
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en el cuarenta aniversario de su muerte

"No llores, aún no estoy muerto": los últimos años de Jacques Brel, el Quijote belga

Brel sentía debilidad por el hidalgo manchego, con el que se sentía fuertemente identificado. Cincuenta años después, el Cervantes, KVS y La Monnaie resucitan el musical que dirigió

Foto: Jacques Brel
Jacques Brel

Soñar un sueño imposible. Portar las penas de las despedidas. Arder con una posible fiebre. Partir a donde nadie va.

Con estos versos arranca “la búsqueda” ('La Quête") que Jacques Brel, el más universal de los belgas, el más belga de las estrellas de la ‘chanson française’, emprendió en 1968. Hacía unos meses que Brel se había retirado de los escenarios y faltaban pocos para que decidiera poner tierra de por medio, “persiguiendo una estrella inaccesible” que le llevó a aislarse en la Polinesia al final de su vida. Entonces, decidió hacer algo insólito para él: trabajar sobre la obra de otro autor. Una por la que se sentía profundamente seducido: Don Quijote de La Mancha de Miguel de Cervantes, convertido en la obra musical ‘Man of Mancha’ de Dale Wasserman.

Brel tenía debilidad por el hidalgo manchego, con el que se sentía fuertemente identificado. “Todos somos Don Quijote, creo yo. Todos tenemos esa parte (…), todos tenemos varios sueños”, decía. El cantante también compartía con el inmortal personaje una sensibilidad a flor de piel y un alto sentido de la justicia. Y quiso ser, a su manera, un desfacedor de entuertos. Bien lo saben los “burgueses”, a los que “enseñaba el culo” ebrio, mientras les cantaba que “cuanto más viejos eran, más tontos”.

apunta Felipe Santos, director del Instituto Cervantes de Bruselas, en referencia a la figura del doble-andante fantasmagórico muy común en la literatura centroeuropea.

Medio siglo después, el Quijote que Brel quiso ser vuelve a la vida, resucitado -justicia poética- de la mano del Cervantes bruselense y casi una decena de productores y corproductores, entre los que destacan el Teatro Español, el centro KVS, el Théâtre de Liège y el Théâtre de La Monnaie, la ópera que acogió su estreno en 1968. Todo para que "L'Homme de la Mancha" de Brel cabalgue a partir de septiembre en Bruselas, Lieja y por Turnhout, en la provincia de Amberes. En mayo, llegará por primera vez a tierras cervantinas de la mano del Teatro Español, donde se interpretará también en francés, subtitulada en castellano.

No sé si seré este héroe, pero mi corazón estaría tranquilo, y las ciudades se salpicarán de azul.

Jacques Brel estaba al borde de la cuarentena cuando se entregó a Don Quijote. Como él, entonces ya era "de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro". Y, sin embargo, mantenía intacto ese encanto impregnado de la melancolía que cristalizó en la celebrada "Ne me quittes pas" (1959). Pitillo en mano, volcó toda su fuerza en dar voz al hidalgo. En 1969 le llevaría a París y ya nunca más volvería a interpretarle. Solo unos años después, lo dejaría todo. "La Quête', una de las grandes canciones de este musical, suene a una conmovedora declaración de intenciones. ¿Qué es para ti buscar? ¿Y para nosotros?", reflexiona Santos.

En 1974 se despidió de las pantallas y de la vida pública. Por fin llegaba su gran aventura quijotesca: Se embarcó con su hija France y su última amante, la actriz y bailarina Maddly Bamy, en su velero decidido a dar la vuelta al mundo. No llegaron muy lejos. La desventura les alcanzó en Canarias, donde Brel sufrió un ataque que terminó en un diagnóstico letal: cáncer de pulmon. Tuvo que regresar, muy a su persar, en 1974 a Bruselas para que le extirparan parte de esos fuelles enegrecidos por la nicotina que le habían permitido cantar en su juventud un 'Vals a mil tiempos' sin perder el aliento.

Brel aún intentará retomar su gran proyecto de conquistador moderno. Pero su salud quebrada se convirtió en su particular Caballero de La Blanca Luna. Derrotado, se detuvo en las Islas Marquesas, donde se aisla en 1975 con Bamy. Pasa sus últimos años navegando y pilotando su avión 'Jojo', bautizado en honor a ese amigo perdido que tanto le marcó. Charley Marouani, otro compañero y promotor leal hasta la muerte -evitó que retrataran su cadaver, pese a las fortunas que le ofrecieron los fotógrafos que andaban desde hacía semanas a la caza de la exclusiva hasta rozar el acoso- le enviaba películas que proyectaba en su casa de la isla Hiva Oa. No quería televisión, ni apenas contacto exterior.

Arde aún, una vez que haya todo bien ardido. Arde aún, incluso demasiado, incluso mal. Para llegar a alejarse. Para llegar a alcanzar esa estrella inaccesible.

Una vez más fue el cáncer el que truncó sus planes. En 1978 regresó definitivamente a París, la ciudad que le descubrió y le convirtió en un mito, para tratarse. Los efectos secundarios de la fuerte cura, a base de radiaciones, le provocan fuertes efectos secundarios. Horrorizado por el estado en el que se encuentra, se niega a ver a recibir más que un número reducido de visitas y evita dejarse ver. "Jacques estaba hinchado, no se le veía bien. Él notó mi mirada. Y me dijo, con un tono amargo: 'Qué bella es la vida, ¿verdad?", narró Claude Lelouch, el cineasta que para el que Brel trabajó junto a su inseparable Lino Ventura en 'L'aventure c'est l'aventure' apenas seis años antes.

Brel persistió. Ya enfermo, había grabado en 1977 su último e inesperado disco, 'Las Marquesas', que recogía las composiciones que le habían ido brotando en sus años de retiro. La última canción, de nombre homónimo, solo pudo grabarla una única vez. Su aliento se apagaba. Pero, a diferencia de Alonso Quijano en la firma de su testamento, Brel nunca dejó de soñar. Durante una crisis de tos especialmente dura, apenas tres días antes de morir, aún prometía a Maddy que no se iba a apagar: "No llores, no estoy aún muerto. Vas a ver, no he dicho aún mi última palabra".

La flebitis que le aquejaba terminó por provocarle una embolia pulmonar el 9 de octubre de 1978. No la superó. Su cuerpo fue enterrado en la isla de Hiva Oa, pero no su voz, que desde entonces no ha cesado de resonar. De algún modo, los preparativos de la conmemoración del cuarenta aniversario de su desaparición le dan la razón. Jacques Brel, como Don Quijote, estaba hecho de una pasta que no se corrompe; son, a su manera, inmortales. Brel, coherente, nunca nos ha dejado.

Principales funciones de L'Homme de la Mancha de Jacques Brel: en Bruselas en el KVS y la Monnaie en septiembre, y en mayo en Madrid en el Teatro Español.

Soñar un sueño imposible. Portar las penas de las despedidas. Arder con una posible fiebre. Partir a donde nadie va.

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