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'Purasangre': jóvenes, ricas... y sociópatas
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'Purasangre': jóvenes, ricas... y sociópatas

La deslumbrante ópera prima de Cory Finley habla de los peligros que conlleva la absoluta falta de empatía

Foto: Anya Taylor-Joy en un momento de 'Purasangre'. (Universal)
Anya Taylor-Joy en un momento de 'Purasangre'. (Universal)

Igual que sabemos que el dinero no da la felicidad, también sabemos que sí da casi cualquier otra cosa, ya sea la presidencia de la Casa Blanca o un expediente académico lleno de masters de pega o el derecho de pernada en Hollywood. Y sabemos que una situación de injusto privilegio hace que quien goza sistemáticamente de ella asuma cierta impunidad moral. Eso mismo es lo que les sucede a las jóvenes protagonistas de 'Purasangre', que viven en el tipo de vecindario suburbano lleno de mansiones con piscina rodeadas de hectáreas de jardines perfectamente rasurados y sufren un déficit emocional proporcional a su aislamiento social.

Al principio de la película, deslumbrante ópera prima de Cory Finley, descubrimos que Lily (Anya Taylor-Joy) ha accedido a dar clases particulares a Amanda principalmente porque la madre de esta última ha pagado generosamente por ello. Aunque de niñas ambas eran amigas, ahora Amanda es una apestada, y con motivo: todo el mundo sabe que le hizo cosas terribles a un caballo. Y le da igual. Durante un encuentro entre ambas, confiesa a Lily que nunca siente nada. Ni rabia, ni tristeza, ni alegría, ni arrepentimiento. Nada. Y el modo que esta sociópata tiene de abrirse paso con seca indiferencia y perversidad psicológica entre las pretensiones, las mentiras y los falsos buenos modales de su compañera resulta fascinante de inmediato.

placeholder Olivia Cooke es Amanda y Anya Taylor-Joy Lily en 'Purasangre'. (Universal)
Olivia Cooke es Amanda y Anya Taylor-Joy Lily en 'Purasangre'. (Universal)

Por otra parte, no tarda en quedar claro que Lily no es el ángel con rostro de porcelana que se esfuerza por parecer. Y pronto las dos se dan cuenta de que quizá hay una oscura conexión entre ambas, y que si la aprovechan serán capaces de liarla bien liada. A partir de entonces, a medida que Finley hace transitar fluidamente el relato de la comedia negra al thriller y establece en el proceso conexiones con títulos como 'Extraños en un tren' (1951) o 'Perdición' (1944), va quedando en evidencia el terrible daño que haber crecido mirando por encima del hombro ha causado en estas mujeres.

Buena parte de la violencia de 'Purasangre' sucede en el fuera de campo

'Purasangre' transcurre casi por completo en una sola localización, y avanza a través de largas escenas llenas de diálogo; en otras palabras, no trata de esconder sus orígenes teatrales. Sin embargo, y entiéndase la diferencia, no hay nada de teatral en ella. La cámara se desliza por cada esquina de la casa de Lily con acechante precisión, prestando atención a inquietantes detalles y permitiéndonos apreciar la belleza de la decoración pero también los espacios que aislan a los personajes, y escrutando las caras de los personajes para generarnos suspense y malestar. Asimismo Finley saca gran partido dramático de una sucesión de sonidos: el zumbido amortiguado de una máquina de fitness, el rítmico goteo de un grifo, ese tipo de cosas. El sentido de amenaza se hace presente en casi cada fotograma, y Finley recurre a la discreción para amplificarlo. Buena parte de la violencia sucede en el fuera de campo.

placeholder Otro momento de 'Purasangre'. (Universal)
Otro momento de 'Purasangre'. (Universal)

Habrá quien vea la película como poco más que un ejercicio de estilo macabro, que utiliza la misantropía de las jóvenes para asombrarnos o divertirnos pero en todo momento nos mantiene emocionalmente desconectados de sus acciones a través de virguerías formales y distanciamiento irónico. Y en ese sentido es cierto que podría decirse que 'Purasangre' se sostiene sobre una contradicción: es una película que reflexiona sobre los peligros de la falta de empatía pero que aparentemente no muestra especial interés en generar ese tipo de sentimiento en el espectador.

placeholder Cartel de 'Purasangre'
Cartel de 'Purasangre'

Pero lo cierto es que, en cualquier caso, Finley logra que estar cerca de estas dos taradas —contemplando sus tira y afloja y las revelaciones que sonsacan la una de la otra y los límites que estar juntas les invita a vulnerar— sea una experiencia del todo gozosa. Puede que Amanda y Lily no sientan apego por nada ni nadie, pero 'Purasangre' siente apego genuino por ellas y, a su extraña manera, logra que nosotros también lo sintamos.

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Igual que sabemos que el dinero no da la felicidad, también sabemos que sí da casi cualquier otra cosa, ya sea la presidencia de la Casa Blanca o un expediente académico lleno de masters de pega o el derecho de pernada en Hollywood. Y sabemos que una situación de injusto privilegio hace que quien goza sistemáticamente de ella asuma cierta impunidad moral. Eso mismo es lo que les sucede a las jóvenes protagonistas de 'Purasangre', que viven en el tipo de vecindario suburbano lleno de mansiones con piscina rodeadas de hectáreas de jardines perfectamente rasurados y sufren un déficit emocional proporcional a su aislamiento social.

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