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'Loving Pablo': no expriman más la historia de Escobar, por caridad
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'Loving Pablo': no expriman más la historia de Escobar, por caridad

Javier Bardem y Penélope Cruz se ponen en la piel de Pablo Escobar y Virginia Vallejo en la última película de Fernando León de Aranoa

Foto: Javier Bardem y Penélope Cruz, en una escena de la película.
Javier Bardem y Penélope Cruz, en una escena de la película.

Virginia Vallejo y Pablo Escobar se conocieron en una fiesta. Fue alrededor de 1983, cuando Vallejo era la presentadora más popular de la televisión de Colombia y Escobar uno de aquellos nuevos ricos que iban brotando como champiñones por todo el país, de esos que habían amasado grandes fortunas a la velocidad de la luz cuya procedencia nadie tenía muy claro aunque lo sospecharan. Entre los dos hubo la química que hay entre quienes se saben poderosos, se creen intocables y conocen los beneficios de la simbiosis. Para él ella era la belleza, la sofisticación —a la manera que se entendía en aquellos ochenta tan estridentes—, y para ella él era la aventura y una puerta abierta de posibilidades, sobre todo materiales. Y aquella fiesta fue el comienzo de una historia de amor, pero también el principio del fin de ambos.

'Loving Pablo' llega con la desventaja de un mal 'timing', del momento mal elegido; la película de Fernando León de Aranoa, aunque en proyecto desde hace años, ha acabado rodándose a rebufo del éxito de 'Narcos'. Las comparaciones son siempre odiosas, y más si el referente es una de las producciones de más éxito de Netflix, que ha tenido horas y horas para rascar en cualquier resquicio de la personalidad de un personaje fascinante por lo hiperbólico de su biografía, que parece acercarse más a la fábula o la tragedia griega que a la convención de un hecho histórico. Y el director madrileño ha perseguido además la ambición de abarcar un periodo de más de 10 años de la vida de Escobar —desde 1983 a 1993— y de retratar todas las facetas posibles del hombre: el narco, el padre, el amante, el político y el guerrillero. Mucho que contar en poco tiempo. Y la mayoría ya visto.

placeholder Penélope Cruz y Javier Bardem, en 'Loving Pablo'. (Filmax)
Penélope Cruz y Javier Bardem, en 'Loving Pablo'. (Filmax)

Probablemente, por esa ambición, 'Loving Pablo' se ve arrastrada por la dispersión inevitable de cubrir una cronología tan extensa, por el pulso de los acontecimientos, que son muchos, y se resiente en el intento de un retrato cuidadoso y sostenido de los personajes, que saltan de una escena a otra, de un marco temporal a otro, sin casi tomar aliento. Desde ese primer encuentro de Virginia (Penélope Cruz) y Pablo (Javier Bardem) se suceden amores, desamores, asesinatos, encarcelamientos, atentados, elecciones, un presidente de Gobierno tras otro, mientras el espectador no tiene tiempo de plantearse quién y cuándo. Y tampoco deja espacio para unos secundarios que parecen de atrezo, como una masa homogénea.

Foto: Javier Bardem es Pablo Escobar en 'Loving Pablo'. (Filmax)

La película se inspira primordialmente en 'Amando a Pablo, odiando a Escobar', el libro con el que Virginia Vallejo quiso saldar las deudas con su examante 15 años después de la muerte del narco. Su voz, la voz de Cruz en el filme, sirve como hilo conductor del salteo de secuencias —incluso de aquellas en las que la periodista no era partícipe—, además de como justificación 'a posteriori' de la relación entre los protagonistas. Y ese punto de vista cercano que 'a priori' serviría para revelar al Escobar más íntimo, aquel que no salió en las portadas de los periódicos ni en las televisiones de todo el mundo, acaba siendo un anecdotario, entretenido, pero superficial. No hay calidez.

placeholder Otro momento de 'Loving Pablo'. (Filmax)
Otro momento de 'Loving Pablo'. (Filmax)

Además, el personaje de Cruz acaba disuelto —y hasta desaparecido— cuando León de Aranoa decide poner el foco en el mastodóntico entramado que convirtió al Cartel de Medellín en el foco de todos los males de un país sostenido por el narcotráfico, desde las comunidades más pobres de desheredados, que encontraron en Escobar al salvador —construyó escuelas y polideportivos, pero también se proveyó de sicarios entre los más jóvenes—, hasta las instancias del Estado, que financiaron sus campañas con dinero de la droga. Y también resulta curioso cómo se puede llegar al Senado con las manos manchadas de sangre pero no sin corbata.

Es curioso cómo se puede llegar al Senado con las manos manchadas de sangre pero no sin corbata

Donde sí que consigue enganchar la película es en las escenas de acción, rodadas sin mucho aspaviento, pero efectivas. Los tiroteos entre los paramilitares y los secuaces de Escobar al que, en medio de la selva, le toca echar a correr en culo pajarero, como dicen las madres. O las persecuciones de los sicarios a los políticos que no se plegaron a su petición de parar la ley de extradición que proponía Estados Unidos para juzgarlo en suelo americano, donde no podría comprar voluntades. El filme nunca resulta aburrido y León de Aranoa siempre consigue encontrar la metáfora, la imagen, el gesto que lo resume todo.

placeholder El Escobar de Bardem en 'Loving Pablo'. (Filmax)
El Escobar de Bardem en 'Loving Pablo'. (Filmax)

Y en las distancias cortas, a diferencia del retrato de Escobar que hace Wagner Moura en 'Narcos', que a veces incluso tiene algo de entrañable, el personaje que construye Bardem resulta tan crudo como su imagen pública. Incluso los gestos para con sus hijos o para con La Tata, su mujer, son fríos e inquietantes, calculados. Un villano de verdad. Puro contraste con la imagen de Vallejo, una mujer vanidosa y amante del lujo a la que Penélope Cruz regala una interpretación divertida y excesiva. Dos caracteres tan marcados y tan opuestos que no llega a ser verosímil ningún tipo de pasión ni de atracción, más allá del interés.

placeholder Cartel de 'Loving Pablo'.
Cartel de 'Loving Pablo'.

Al pensar en el material real en torno a Pablo Escobar, resulta difícil no despertar la curiosidad por cualquier aspecto nuevo que se pueda ofrecer. Y si 'Loving Pablo' es entretenida y a ratos frenética —en lo bueno y en lo malo—, es difícil abstraerse del '¿y si?' que la acompaña. ¿Y si la hubieran rodado hace 13 años, cuando León de Aranoa planteó el proyecto por primera vez? ¿Y si hubiese acotado algo más la acción, en vez de querer hacer un gran mural inabarcable para diferenciarse de otras versiones? ¿Y si el director hubiese optado por una perspectiva más personal y menos naturalista, en vez de mantenerse a distancia? Probablemente habría sido un taquillazo exportable a todo el mundo, con los mimbres de una película rodada en inglés, con dos personajes centrales rocambolescos y con dos de los actores hispanos más famosos de Hollywood. Pero ¡ay, el 'timing'! ¡Qué nefasto es un mal 'timing'!

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Virginia Vallejo y Pablo Escobar se conocieron en una fiesta. Fue alrededor de 1983, cuando Vallejo era la presentadora más popular de la televisión de Colombia y Escobar uno de aquellos nuevos ricos que iban brotando como champiñones por todo el país, de esos que habían amasado grandes fortunas a la velocidad de la luz cuya procedencia nadie tenía muy claro aunque lo sospecharan. Entre los dos hubo la química que hay entre quienes se saben poderosos, se creen intocables y conocen los beneficios de la simbiosis. Para él ella era la belleza, la sofisticación —a la manera que se entendía en aquellos ochenta tan estridentes—, y para ella él era la aventura y una puerta abierta de posibilidades, sobre todo materiales. Y aquella fiesta fue el comienzo de una historia de amor, pero también el principio del fin de ambos.

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