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'Tierra firme': ¿tres son multitud?
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'Tierra firme': ¿tres son multitud?

La nueva película de Carlos Marqués-Marcet tras '10.000 km' resigue el proyecto de una familia alternativa en una barcaza que navega por los canales de Londres

Foto: David Verdaguer, Oona Chaplin y Natalia Tena, en 'Tierra firme'. (Avalon)
David Verdaguer, Oona Chaplin y Natalia Tena, en 'Tierra firme'. (Avalon)

Con solo dos largometrajes de ficción en su haber, Carlos Marqués-Marcet se está convirtiendo en el gran cartógrafo cinematográfico de las relaciones amorosas en el mundo global. En su ópera prima '10.000 km', pulsaba los altos y bajos de una pareja que mantiene su vínculo a distancia. El filme partía de una situación cada vez más habitual entre los jóvenes nacidos a finales del siglo pasado. Él, Sergi (David Verdaguer), vive en Barcelona mientras que ella, Álex (Natalia Tena), se ha mudado a Los Ángeles porque le ha salido una oportunidad de trabajo allí. Antes de su separación física, su historia de amor se encontraba en un momento perfecto. El filme desarrolla hasta qué punto el amor puede sobrevivir con un océano de por medio. Sin apenas moverse de las respectivas residencias de los dos protagonistas, Marqués-Marcet también acaba planteando cómo se rueda una película en torno a una pareja que se comunica a través de pantallas varias.

En su segunda película, la distancia también marca a la pareja protagonista. Pero si en '10.000 km' la relación aparece condicionada por la lejanía, en 'Tierra firme', por el contrario, está influida por la extrema intimidad. Eva (Oona Chaplin) y Kat (Natalia Tena de nuevo) conviven en el limitado espacio de una barcaza en Londres. El filme arranca con una bellísima escena en que la cámara apostada en la nave avanza a través del túnel de un canal. La oscuridad que envuelve el punto de vista se va abriendo a medida que nos acercamos a la salida. Al inicio, la imagen en la pantalla recuerda a la de un ojo de cerradura, de manera que el paisaje que va definiéndose ante nuestros ojos se revela como un misterioso secreto. Incluso las dos protagonistas se presentan a su manera desde las tinieblas.

placeholder Oona Chaplin, Natalia Tena y David Verdaguer, en 'Tierra Firme'. (Avalon)
Oona Chaplin, Natalia Tena y David Verdaguer, en 'Tierra Firme'. (Avalon)

Eva aparece como una silueta oscura recortada sobre el paisaje de fondo cual mascarón de proa. Cuando la luz por fin ilumina su figura, su mirada llama a Kat, quien también surge del túnel manejando el timón en la popa. Este prólogo del filme desprende un aire inequívocamente romántico, más si en la mente tenemos grabada a fuego la imagen de 'L'Atalante' (Jean Vigo, 1934), quizá la historia de amor más hermosa jamás rodada, que transcurre igualmente a bordo de una embarcación fluvial por los canales de Francia.

Marqués-Marcet ambienta su filme en Londres, donde mudarse a una embarcación es el último recurso para gente desahuciada

El pequeño barco como forma de residencia alternativa evoca además un modelo de vivienda contracultural que triunfó sobre todo en la Ámsterdam de los años sesenta y setenta. Lo que antaño fue un símbolo de un estilo de vida liberado ha acabado gentrificándose y ahora mismo pocas cosas hay más hípster y elitistas en la capital holandesa que residir en uno de estos pisos flotantes. Sin embargo, Marqués-Marcet ambienta su filme en Londres, donde mudarse a una embarcación se convirtió hace pocos años en el último recurso para gente desahuciada de sus residencias habituales. Además, como se deja intuir en algún momento del metraje, la casa sobre el agua de las protagonistas ni tan siquiera dispone de amarre fijo, el principal signo de estabilidad económica de quienes viven en ríos y canales.

placeholder Otra imagen de 'Tierra firme'. (Avalon)
Otra imagen de 'Tierra firme'. (Avalon)

La morada fluvial no es lo único alternativo en el estilo de vida de Eva y Kat. Tras el prólogo, la pareja acude al jardín de la madre de Eva (Geraldine Chaplin, madre también en la vida real de Oona) a enterrar a su mascota, Chorizo, un gato que no llevó bien lo de residir sobre el agua. La muerte del ser vivo al que cuidaba despierta de nuevo en Eva las ansias de ser madre, un tema que la pareja lleva posponiendo desde que se conocen porque Kat no quiere tener hijos. Pero la llegada a Londres de Roger (también repite David Verdaguer), el mejor amigo de Kat, resulta de lo más providencial. Es el hombre de confianza para convertirse en el padre biológico del hijo de ambas. Así, en la relación que plantea 'Tierra firme', tres no son multitud sino el germen de una tribu.

Nos encontramos ante un filme de lo más lúcido en torno a las relaciones en el siglo XXI

Como en '10.000 km', Marqués-Marcet trabaja con los elementos mínimos para trazar cómo esta nueva geometría sentimental marca la evolución del trío protagonista. La película no parte de ningún apriorismo a la hora de plantear cómo funciona este proyecto de familia alternativa. Es decir, no reivindica como ideal un modelo de paternidad y maternidad que se escapa a los tradicionales, ni pretende convertirlos en ejemplo práctico de ninguna teoría al respecto. La película también deja clara su postura en este sentido a través de la discusión que mantiene Kat con la reticente y pragmática madre de Eva, cuando le reprocha hasta qué punto los revolucionarios de los años setenta acabaron traicionando sus ideales por una vida cómoda.

placeholder Otro momento de la película de Carlos Marques-Marcet. (Avalon)
Otro momento de la película de Carlos Marques-Marcet. (Avalon)

Así, Eva, Kat y Roger no pretenden funcionar como una utopía radical, sino por el contrario como una familia poco habitual pero posible con dos madres, un hijo y un padre biológico que quiere mantener su vínculo afectivo con los otros tres. Los roces, incompatibilidades y afectos inesperados que surgen de esta nueva combinatoria relacional no son tan diferentes de los que nacen en parejas más tradicionales. El deseo de estabilidad (esa tierra firme a la que apela el título, lo opuesto al estilo de vida que han llevado hasta el momento las protagonistas) que acompaña la idea de tener hijos resulta un punto y aparte en cualquier relación.

placeholder Cartel de 'Tierra firme'.
Cartel de 'Tierra firme'.

La verosimilitud de las tribulaciones de los protagonistas también viene dada por lo ajustado del trabajo de sus respectivos intérpretes. A Oona Chaplin le sienta de maravilla este registro más natural tras encarnar personajes tan forzados como el de la hermana de Tom Hardy en la serie 'Taboo'. Natalia Tena también se distancia de muchos de sus roles tradicionales, mientras que David Verdaguer siempre borda su papel de chico encantadoramente normal. 'Tierra firme' arranca como un filme que abandona la oscuridad y se adentra en la luz para ir transformándose poco a poco en un melodrama sobre las dificultades de combinar diferentes perspectivas de vida dentro de una misma historia de amor. Su final abierto remata la sensación de que nos encontramos ante un filme de lo más lúcido en torno a las relaciones en el siglo XXI, en tanto tampoco pretende ofrecer ninguna conclusión definitiva sobre ellas.

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Con solo dos largometrajes de ficción en su haber, Carlos Marqués-Marcet se está convirtiendo en el gran cartógrafo cinematográfico de las relaciones amorosas en el mundo global. En su ópera prima '10.000 km', pulsaba los altos y bajos de una pareja que mantiene su vínculo a distancia. El filme partía de una situación cada vez más habitual entre los jóvenes nacidos a finales del siglo pasado. Él, Sergi (David Verdaguer), vive en Barcelona mientras que ella, Álex (Natalia Tena), se ha mudado a Los Ángeles porque le ha salido una oportunidad de trabajo allí. Antes de su separación física, su historia de amor se encontraba en un momento perfecto. El filme desarrolla hasta qué punto el amor puede sobrevivir con un océano de por medio. Sin apenas moverse de las respectivas residencias de los dos protagonistas, Marqués-Marcet también acaba planteando cómo se rueda una película en torno a una pareja que se comunica a través de pantallas varias.

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