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'En realidad, nunca estuviste aquí': brutal, desagradable y heroico Joaquin Phoenix
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'En realidad, nunca estuviste aquí': brutal, desagradable y heroico Joaquin Phoenix

La escocesa Lynne Ramsay vuelve tras 'Tenemos que hablar de Kevin' con un 'thriller' elíptico y violento sobre un hombre que debe rescatar a una niña de un prostíbulo

Foto: 'En realidad, nunca estuviste aquí'. (Caramel)
'En realidad, nunca estuviste aquí'. (Caramel)

"Me dicen que eres un hombre brutal", le dice uno de sus clientes a Joe, al que interpreta Joaquin Phoenix con barba de leñador, contornos bovinos y aura psicótica, y gesto propio de quien carga con un peso devastador cada uno de sus músculos. Y sí, Joe es un hombre brutal, aunque también guiado por un estricto código ético y una profesionalidad casi fanática. Veterano de guerra y exagente del FBI, Joe se dedica a rescatar niñas de la prostitución infantil mientras acarrea varios recuerdos funestos de sus años de servicio y una depresión galopante causada por el legado de un padre abusador. La única persona en su vida con la que tiene más que una relación meramente laboral —incluyendo aquellas interacciones que le duran solo unos segundos y que acaban envueltas en sangre— es su madre (Judith Roberts). Con la cabeza gacha y encapuchada, Joe trata de ser lo más invisible posible, pero es incapaz de esconder su inclinación a la autodestrucción: su gran pasatiempo es meter la cabeza en una bolsa de plástico y fantasear con la muerte.

Hay pocos actores tan hábiles como Phoenix a la hora de sugerir traumas, y aquí apabulla retratando a un tipo a ratos dulce y casi siempre bestial, cuya incapacidad para prevenir el maltrato a las mujeres lo ha llevado al borde de la insania; un hombre sistemáticamente machacado por el mundo que ha decidido contraatacar, y que lo hace cruzando la ciudad con un frenesí cada vez más exacerbado por la acumulación de lesiones físicas y la ingestión cuantiosa de pastillas.

placeholder Joaquin Phoenix protagoniza 'En realidad, nunca estuviste aquí'. (Caramel)
Joaquin Phoenix protagoniza 'En realidad, nunca estuviste aquí'. (Caramel)

A lo largo de los años, historias como la de Joe inspiraron diversas películas de Charles Bronson, pero 'En realidad, nunca estuviste aquí' se parece más a 'A quemarropa' y 'Taxi Driver', aunque, eso sí, lo cierto es que posee una personalidad del todo autónoma. Su directora, Lynne Ramsay, hace películas que se sirven del impulso de las imágenes para evocar el estado psicológico de personajes moldeados por la violencia. 'Ratcatcher' hablaba de un niño que vive rodeado por bolsas de basura, disfuncionalidad familiar y un cadáver a sus espaldas; 'Morvern Callar' acompañaba a una mujer que trata de salir adelante tras el suicidio de un ser querido, y 'Tenemos que hablar de Kevin' describía el pánico y la desolación que siente la madre de un asesino. Hay pocos directores tan certeros como ella dando corporalidad visual y acústica a los estados mentales.

Hay pocos directores tan certeros como Lynne Ramsay dando corporalidad visual y acústica a los estados mentales

No sorprende, pues, que la nueva película transcurra entre una inquietante neblina de subjetividad, abriéndose camino entre destellos casi inexplicables de recuerdos, premoniciones y espejismos, todo representado a través de fugaces fragmentos de imágenes que parecen brotar de la superficie psíquica de Joe. Ramsay nos cuenta una historia, sí —sobre una preadolescente atrapada en una red de explotación sexual y un justiciero que acude a rescatarla—, pero lo hace a través de susurros y miradas y desde los confines de una consciencia completamente enturbiada.

placeholder Otro fotograma de 'En realidad, nunca estuviste aquí', de Lynne Ramsay. (Caramel)
Otro fotograma de 'En realidad, nunca estuviste aquí', de Lynne Ramsay. (Caramel)

Como resultado, 'En realidad, nunca estuviste aquí' es una obra fascinantemente reacia a explicarse a sí misma, que carga por completo sobre nosotros la tarea de trazar sus coordenadas narrativas en el interior de nuestras cabezas. En ese sentido, funciona ante todo como un experimento de condensación o, dicho de otro modo, el probable intento de Ramsay de comprobar hasta qué punto puede una película resultar elíptica y opaca y bizarra e impresionista sin dejar de ser algo tan reconocible como un 'thriller' de venganza.

Resulta elíptica y opaca y bizarra e impresionista sin dejar de ser algo tan reconocible como un 'thriller' de venganza

La estrategia más reconocible de la directora para cumplir con los requisitos del género son los estallidos de violencia —en su mayoría suministrados por un martillo de 17 dólares, más destructivo que el de 'Oldboy' (2003)—, que a menudo resultan crueles y extremos pero nunca gratuitos, y que en todo caso casi siempre se nos presentan dotados de lirismo y belleza.

placeholder Joaquin Phoenix, en otro momento de 'En realidad, nunca estuviste aquí'. (Caramel)
Joaquin Phoenix, en otro momento de 'En realidad, nunca estuviste aquí'. (Caramel)

Un cadáver envuelto en plástico se sumerge en el fondo de un lago y, arrastrado por él, un largo mechón de pelo dorado deja consigo un rastro casi etéreo; dos hombres yacen ensangrentados en el suelo y, cogidos de la mano, cantan una melancólica canción mientras uno de ellos respira por última vez. Esos gestos no solo previenen que la película nos hunda de forma excesivamente agresiva en la desesperación, sino que dan credibilidad a las posibilidades de redención que Ramsay nos ofrece cuando, después de tanta carnicería y tanta miseria, cierra la película con un personaje que dice: "Es un día hermoso".

placeholder Cartel de 'En realidad, nunca estuviste aquí'
Cartel de 'En realidad, nunca estuviste aquí'

En última instancia, 'En realidad, nunca estuviste aquí' busca y encuentra la humanidad de un hombre que vive matando, y en el proceso habla del dolor y la melancolía que sufren quienes nunca tuvieron la verdadera oportunidad de llevar una vida mejor. En otras palabras, verla proporciona inquietud y desesperanza y dolor, y solo tenues destellos de luz al final del túnel. No es una experiencia precisamente disfrutable, pero sí una definitivamente trascendente.

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