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'La región salvaje': sexo, tentáculos y alienígenas ávidos de sangre
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'La región salvaje': sexo, tentáculos y alienígenas ávidos de sangre

El director mexicano Amat Escalante, ganador del premio a mejor director en Cannes 2013, firma una película inquietante y marciana sobre los instintos y las pulsiones

Foto: Un momento de 'La región salvaje', de Amat Escalante. (Noucinemart)
Un momento de 'La región salvaje', de Amat Escalante. (Noucinemart)

'La región salvaje', desde su primer fotograma, provoca una sensación de inquietud sostenida. La propia cámara se descubre como un elemento perturbador, un ente oculto al acecho, que aguarda pacientemente a la vuelta de la esquina, entre los paisajes neblinosos, en el umbral de los espacios vacíos, acercándose imperceptible como un verdugo y una víctima jugando al 'zapatito inglés'. Lo que observa este ente no es menos turbador: un asteroide suspendido en el espacio, una mujer desnuda masturbándose con un apéndice oscuro y viscoso, una cama ensangrentada como un bodegón barroco, una bruma espesa que —valga la redundancia— parece nublar la razón y conducir hacia un trance alucinado a quienes se ven envueltos por ella.

Volviendo de nuevo al mito, aquí la pulsión toma una forma tentacular, procedente al parecer de un meteorito que chocó contra la superficie de la tierra y que vive oculta en medio del bosque en una cabaña —una cabaña que ya hemos visto en el 'Anticristo', de Lars von Trier, en los cuentos centroeuropeos—, una forma que habita entre la fina línea del clímax y la muerte y que recuerda en su naturaleza a 'lo' protagonista de 'Under the Skin' (2013). En su cuarto largometraje, el director y guionista mexicano Amat Escalante —ganador del premio a mejor director en Cannes 2013 por 'Heli'— firma una película extraña y envolvente, que juega con la resistencia del espectador frente al tabú hecho explícito, aunque sea oculto en el claroscuro.

En su cuarto largometraje, el director y guionista mexicano Amat Escalante firma una película extraña y envolvente

Escalante, que en algunos movimientos deja entrever maneras heredadas del Tarkovsky de, por ejemplo, 'El espejo', empuja a sus personajes a la oscuridad de su propia naturaleza, del sexo y la violencia. El placer a pesar del dolor. Una naturaleza que adquiere un componente terrible, en muchos casos de fatalidad. Los personajes están desamparados, esclavos de sí mismos o de los demás, habiendo abrazado el dolor como el estado natural de las cosas. Personajes quebrados por dentro, con la extrañeza como forma de relación. La imagen —entre paisajes del romanticismo alemán, interiores de un desangelado 'dreyeriano' y claroscuros barrocos— y el sonido envolvente y oscuro invitan a sumergirse en la narcosis.

placeholder Un fotograma de la película. (Noucinemart)
Un fotograma de la película. (Noucinemart)

Después de los dos primeros planos —el meteorito, la 'masturbación'—, en principio desconectados —más adelante se verá que no—, Escalante salta aparentemente al drama realista, en que la vida de los cuatro protagonistas se va entrelazando de manera más o menos subrepticia y siempre cargando con una pesada desazón. Verónica (Simone Bucio) es una joven misteriosa: no se sabe de dónde viene ni adónde va, ni a qué se dedica, ni qué relación exactamente tiene con el hombre con el que comparte casa. Solo sabemos de su moto y sus visitas a la cabaña y al hospital donde conoce a Fabián (Eden Villavicencio), de profesión enfermero, y que oculta una relación homosexual con un hombre casado con alguien muy próximo a él.

"A veces se porta como un imbécil", se queja ella. "No tienes más que acostumbrarte", le aconsejan

Ángel (Jesús Meza) representa el prototipo de hombre posesivo, machista y bruto, mientras que su mujer, Alejandra (Ruth Ramos), es una esposa abnegada, sexualmente frustrada, víctima de los prontos y los desdenes de su marido, que delega totalmente las tareas domésticas y la crianza de sus dos hijos pequeños en ella, alentado por una madre que lo consiente y de la que, además, depende el trabajo de Alejandra. "A veces se porta como un imbécil", se queja ella. "No tienes más que acostumbrarte", le aconsejan, en una muestra de la aceptación social de los roles de género más arcaicos.

placeholder Luz Jazmín Ramos es Alejandra. (Noucinemart)
Luz Jazmín Ramos es Alejandra. (Noucinemart)

El director sigue a estos personajes desorientados, que encuentran en el habitante de la cabaña una fuente de placer y de felicidad, pero también de peligro, adicción y muerte. Escalante alterna secuencias con una fuerte crítica social con momentos de gran simbolismo, casi de alucinación mística: en una escena, un perro oscuro se adentra en el bosque. En la huella lodosa de lo que aparenta ser un cráter, distintas especies animales se entregan a una orgía separada por especies: mamíferos, reptiles y aves como figuras dentro de un retablo bosquiano.

placeholder Cartel de 'La región salvaje'.
Cartel de 'La región salvaje'.

'La región salvaje' pone a prueba la tolerancia del espectador a la incomodidad, pero también la capacidad de disfrutar con la extrañeza y la sugestión de los sentidos. Una película libre, desparramada —la mayor parte de las veces, en el buen sentido de la palabra, alguna que otra vez en el malo—, con un buen trabajo de sus protagonistas —mejor a nivel gestual que en los diálogos— y cuyo incuestionable punto fuerte es una puesta en escena poco convencional y la decisión de mostrar las ideas más controvertidas de manera explícita y literal. Una experiencia, como mínimo, marciana.

Foto: 'Detroit'.
Foto: 'Jacques'.

'La región salvaje', desde su primer fotograma, provoca una sensación de inquietud sostenida. La propia cámara se descubre como un elemento perturbador, un ente oculto al acecho, que aguarda pacientemente a la vuelta de la esquina, entre los paisajes neblinosos, en el umbral de los espacios vacíos, acercándose imperceptible como un verdugo y una víctima jugando al 'zapatito inglés'. Lo que observa este ente no es menos turbador: un asteroide suspendido en el espacio, una mujer desnuda masturbándose con un apéndice oscuro y viscoso, una cama ensangrentada como un bodegón barroco, una bruma espesa que —valga la redundancia— parece nublar la razón y conducir hacia un trance alucinado a quienes se ven envueltos por ella.

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