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Madrid se despide del Palafox, el cine que recibía con levita y guantes blancos
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COMPRADO POR YELMO

Madrid se despide del Palafox, el cine que recibía con levita y guantes blancos

El cine de la madrileña calle de Luchana cambia de dueño y deja de ser una empresa familiar. La noticia ha removido el baúl de la nostalgia. Esta es su historia

Foto: Día de la inauguración del Palafox con la proyección de Barrabás. (Archivo de Ramón Gómez)
Día de la inauguración del Palafox con la proyección de Barrabás. (Archivo de Ramón Gómez)

El 28 de febrero cerrará sus puertas. El cine Palafox seguirá siendo un cine, sí, pero dejará de ser aquel cine familiar con 55 años de historia. Lo ha comprado Yelmo, la compañía que también tiene la propiedad de otros clásicos como el Ideal. En realidad, el Palafox solo cambia de manos pero la noticia ha abierto la caja de la nostalgia.

Su última sesión será el próximo 27 de febrero con ‘Casablanca’, una guinda de cine con la que el programa especial de clásicos que ha puesto en marcha la productora Sunset Cinema rendirá homenaje a la sala. Este viernes ya había un goteo de gente alrededor de la taquilla preguntando por las entradas y horas después algunas películas ya tenían el cupo completo.

Entonces pudo parecer un contratiempo pero fue la primera anécdota de las muchas que han marcado la historia del Palafox: la puesta de largo tuvo que adelantarse un día. Las fuertes lluvias en Barcelona forzaron una gala benéfica el 3 de octubre de 1962 patrocinada por el gobernador civil de Madrid para destinar toda la recaudación de la taquilla a los damnificados. Las prisas no le quitaron pompa al estreno, en el que no faltaron los zapatos de charol ni las estolas de visón.

En la pantalla, la película italiana ‘Barrabás’, de Richard Fleischer con Anthony Quinn. Y entre bambalinas, los hermanos Cecilio y Amadeo Gómez Ezquerra, dueños de la que todavía es la segunda sala más grande de Madrid, detrás del Capitol. Los hermanos Gómez habían trabajado en un almacén de curtidos de la familia hasta después de la Guerra Civil, momento en el que decidieron emprender una trayectoria de “titiriteros”, como les reprochó su madre. Sembraron barrios como Chamberí o Tetúan de cines de sesión continua y primer reestreno y como exhibidores, proyectaron películas en Quevedo (antiguo gimnasio Palestra) o el Doré (hoy sede de la Filmoteca), entre otras salas en propiedad y en explotación.

La oportunidad de dar un salto y fundar el que sería el buque insignia de los Gómez Ezquerra llegó al filo de los años sesenta, cuando ir al cine era una verdadera ceremonia social, una puesta de largo y el verdadero lujo del fin de semana. Los grandes cines de la Gran Vía y Fuencarral eran la referencia y estaban a pleno rendimiento. Los constructores Julio y Jesús Gargallo Arteche habían adquirido la segunda manzana de la calle Luchana tras el cierre de los talleres de confección Quirós y pensaron en esa pareja de hermanos con los que ya habían trabajado anteriormente. Les ofrecieron crear el cine y Cecilio y Amadeo decidieron iniciar la gran aventura.

Luchana se llenó de glamur con grandes estrenos y actores de Hollywood. “A mi familia no le faltaba humildad y lo calificó como el mejor cine de Europa y lo puso en el cartel”, cuenta Juan Ramón Gómez Fabra, gerente del Palafox e hijo del cofundador Amadeo Gómez Ezquerra. “Hasta mi novia cuando me presentaba decía que era el del mejor cine de Europa. Lo quité porque no era verdad y me daba vergüenza torera”, bromea.

Todas sus anécdotas van unidas al estreno de una película. Como cuando aparecieron en la portada de 'ABC' porque la cola para comprar la entrada de ‘El último emperador’ daba la vuelta a la manzana. “Cuando salió aquello nadie quería perderse la película y hubo más gente todavía”. O cuando los ultracatólicos rezaban un rosario cada día frente al cartel de ‘Jesucristo Superstar’ para protestar por la proyección de la imagen de Dios. “Llegaron a tirar huevos con tinta china a la pantalla pero como no tenían mucha puntería todos cayeron en la moqueta, que como era negra, tampoco sufrió daño”, apunta Juan Ramón.

Su primo Ramón Gómez, hijo del otro fundador, Cecilio, afina también su memoria tras desempeñarse durante años como gerente encargado del área comercial y relaciones institucionales, una labor a la que puso fin en 1998. Los estrenos eran espectáculo pero Ramón recuerda especialmente la presencia de Ava Gardner y cuando Los Bravos aparecieron vestidos de época “y hasta con una calesa con caballos” para presentar ‘Los chicos con las chicas’. La diversión solo duraba un momento. Había que trabajar duro, sobre todo los fines de semana. Y pelearse con los de la reventa. “Había una reventa oficial y otra pirata. Nos jugábamos el tipo contra 'Caracebolla' y 'La madre de los ranos'”.


La competencia de Gran Vía

“Que nadie pasara frío en verano, que ninguno se sofocara con la calefacción; en definitiva, que todos salieran con una sonrisa del cine”, apunta el hijo de uno de los fundadores sobre esos pequeños detalles. El golpe de efecto final lo daban los elementos decorativos que quedan en la retina del público: el mural de cristal y cemento del muralista S. Padró, la albufera de Valencia hecha gresite y dos tubos de órgano flanqueando la pantalla, más decorativos que otra cosa. “Todo el mundo entra al cine pero el cine ya no entra ellos”, apunta Ramón sobre las actuales salas de cine.

Instalaron un sistema de sonido que pocos tenían hasta 1962, Klangfilms; un grupo electrógeno silencioso que permitiera prevenir los cortes de luz de la época y los silbidos del público implacable, y carbones de la mejor calidad para que, aunque se gastaran antes, la proyección en pantalla fuera brillante.

Todo era diferente entonces. Una sala tenía la exclusividad de proyectar una película, que estaba en cartel meses. Después se liberaba y otros cines podían adquirirla. “A cambio había que proyectar obligatoriamente una película española o de otro país. No había opción”, cuenta Ramón. En los estrenos Palafox se anotó varios tantos. ‘La leyenda de Buda’, ‘55 días en Pekín’, la adaptación de ‘Becket’ de Richard Burton y Peter O’Toole, y nuevas filas que daban la vuelta a la manzana con ‘E.T. El extraterrestre’ en 1982.


Los trabajadores, una familia

Muchos trabajadores han vivido la mitad de su vida en el Palafox, como Santiago Salmerón, proyeccionista durante los últimos 39 años del cine. Vio muchas películas, se emocionó con 'Lo que el viento se llevó' y sufrió a “100 leones -porque los espectadores no son personas-” gritando y silbando si había algún accidente y se cortaba la película.

“En la época de las huelgas estudiantiles, una de las manifestaciones pasó por la puerta y coincidió con los espectadores que salían de la sala y los que tenían que entrar. Los que salían se volvieron a meter viendo que la policía sacaba las porras, los que tenían que entrar a la siguiente sesión también se metieron dentro y los manifestantes... también. Al final acabó entrando la policía y pegó palos sin respetar trajes, chaquetas ni nada”, narra Santiago.

Eugenio Plaza es el responsable de sala desde 1984. Reconoce que “ha sido el hombre más feliz del mundo, aunque trabajase de 9 de la mañana hasta la última de las sesiones y no librara en meses”. Recuerda especialmente los festivales que se celebraban en el Palafox de varias partes del mundo, alemán, argentino o indio “donde ninguno de los comienzos cuadraba con los finales”. También de la vez que tuvo que enfrentarse a las quejas de los espectadores con ‘La batalla de los tres reyes’. "La gente salía y nos pedía el libro de reclamaciones de lo mala que era, duró una semana”.

Los 17 empleados no seguirán trabajando aquí tras el cambio de dueño. Muchos están cerca de la edad de jubilación y cerrarán una etapa de su vida. Han negociado y las condiciones de su adiós han satisfecho a todos. También al todavía dueño, Juan Ramón. “Estoy contento de que esto siga siendo un cine. No quedaba más remedio que cerrar una etapa”. El Palafox, como el resto de las salas con historia, ha tenido muchos enemigos. Los cambios de hábito de consumo con la aparición de los centros comerciales, la piratería y finalmente la subida del IVA que ha hecho que “los números no cuadraran”.

El Palafox ha sido escenario de orquestas, ballet, discursos políticos de Podemos y hasta del programa de radio en directo de Federico Jiménez Losantos. En su reencarnación seguirá siendo cine, fiel a su esencia, a pesar de los rumores que desde hace meses circulaban por el barrio que llegaron a pintar un supermercado sobre sus butacas.

El 28 de febrero cerrará sus puertas. El cine Palafox seguirá siendo un cine, sí, pero dejará de ser aquel cine familiar con 55 años de historia. Lo ha comprado Yelmo, la compañía que también tiene la propiedad de otros clásicos como el Ideal. En realidad, el Palafox solo cambia de manos pero la noticia ha abierto la caja de la nostalgia.

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