El cine de autor español pierde las salas
El director y productor Lluís Miñarro estrena el viernes su película 'Stella Cadente' y analiza las dificultades que atraviesa el cine más arriesgado e innovador
Un rey republicano. Menudo oxímoron. Así se define al rey Amadeo de Saboya en un momento de Stella Cadente, el último filme de Lluís Miñarro, una de las figuras esenciales del cine de autor español de la última década que, tras mucho esfuerzo, ha conseguido que su película llegue a las salas este viernes.
Fiel a su estilo, Miñarro ha presentado una película arriesgada, en el límite de lo narrativo, tan hipnótica como desconcertante. Un reto para los espectadores que no estén familiarizados con la carrera de un productor al que debemos la Palma de Oro: Uncle Boome recuerda sus vidas pasadas.
Stella Cadente es un amago de cine histórico, un elogio a la belleza y al erotismo que actúa como reflejo de la sociedad actual. Amadeo de Saboya se encuentra con un gobierno ingobernable, lleno de corruptos que no le permiten realizar sus radicales propuestas: educación, reparto equitativo de la riqueza, separación de iglesia y estado y otros ejemplos de medidas impropias de la monarquía. Casi un alter ego del propio Miñarro, que ha intentado inculcar dentro de la industria española un cine alejado de la etiqueta ‘comercial’.
Un filme que, a pesar de juntar en su reparto a Alex Brendemuhl, Lola Dueñas y Bárbara Lennie, ha tenido que sufrir para estrenarse. El cine de autor agoniza. “Lo vivo en mis propias carnes. Esta película se estrena sólo en una sala en Madrid a pesar de sus actores, eso es porque yo no formo parte de ningún grupo de distribución consolidado que tengaacuerdos con las salas y me tengo que buscar la vida cada vez que hago una peli. Esta película la he presentado a distribuidores muy sólidos y no la han querido” confiesa a El Confidencial Lluís Miñarro.
Da igual que su nombre tenga prestigio internacional y que sus filmes se estrenen en los festivales más importantes del mundo (este año ha presentado en Cannes Still Water, de Naomi Kawase): “Ni el nombre, ni la trayectoria son una garantía de nada. Cada vez cuesta más sacar un proyecto adelante” explica.
El corazón atravesado por una fecha que simboliza a su productora, Eddie Saeta, se encuentra a punto de dejar de palpitar. Son tiempos difíciles para aquellos que apuestan por un cine diferente, aunque Miñarro siga creyendo que hay espectadores para todo tipo de filmes: “Mi empresa está en riesgo de cerrar. Hemos pasado de tener seis trabajadores a tener sólo dos. Las películas que he producido en los últimos años no me han generado suficiente rentabilidad para producir una continuidad, por lo que es posible que tenga que empezar a trabajar como productor independiente a través de mi propio patrimonio. La situación es de total incertidumbre, no sé hacia dónde voy como productor”.
Un panorama desolador que pone al cine de autor al borde del precipicio y diciendo adiós a las pantallas habituales de distribución. Lluís Miñarro reconoce que el espectador de este tipo de películas empieza a estar más en cineclubes e Internet. Un nuevo modelo que defiende, aunque todavía no sea económicamente rentable.
Difícil solución
Lluís Miñarro cree que parte de la solución pasa por enseñar a los ciudadanos a amar el cine español y que asíabandonen los prejuicios que tienen actualmente: “En Francia se enseña cine en los colegios. Es el arte de nuestro momento y es absurdo que en España no se enseñen las diferentes maneras de hacer cine. Eso también es responsabilidad de las televisiones públicas, que tendrían que apostar por cualquier tipo de formato y no sólo por las más mediáticas, que suelen ser americanas. Luego ocurre lo que ocurre, que echan una película de Chaplin y a nadie le interesa, o pasan una de Fellini y te preguntan: ‘¿Este quién es?” apunta el director.
De nuevo Francia como modelo de excepción cultural, aunque para Miñarro tan importante como ese modelo de protección de su cine es la actitud de la población hacia el arte: “Los franceses aman su cine. Al contrario que aquí, que lo primero que dice la gente es: ‘Pfff, otra españolada’”.
Prejuicios que sobrevuelan desde hace años y que según el productor son el resultado de una política muy cainita que ha buscado el “desmantelamiento del cine español”. Pero no sólo la política ha ayudado a perpetuar ese tópico, sino que para Lluís Miñarro la propia prensa ha contribuido por culpa de los intereses de los grupos editoriales: “Cuando Prisa tenía intereses en el cine español por Sogecine era de puta madre, cuando dejó de tener intereses el cine español fue material de derribo.Somos poco dados a ensalzar lo nuestro”.
Para cambiar la situación una receta: educación, buen cine español y ventas internacionales, una de las asignaturas pendientes de nuestra industria.“El cine español se vende mal en el extranjero. No sabemos venderlo. No tenemos agentes de venta sólidos como en Alemania o Francia. No tenemos un equivalente a Wild Bunch, y no es por falta de talento” apunta el director y productor.
Miñarro no se considera parte de la industria del cine español, o al menos no como miembro activo: “El grueso del cine español me ignora, aunque reconozca mi labor. Es un cine que no interesa a los grandes industriales, y quizás por eso he podido hacerlo, porque no entraba en competencia con ellos. Si tengo que ser sincero creo que mi labor es más reconocida en el extranjero que en España”.
Una industria en contante precariedad y que ha vivido de un modelo de financiación que ya no funciona: “El cine se mantenía con las ayudas públicas, el dinero de las televisiones y de las Comunidades Autónomas. Ese castillo de naipes se ha derrumbado” critica Miñarro.
El cine como pulsión
A pesar de lo actual de Stella Cadente, no era la intención de Lluís Miñarro hacer una crítica a la sociedad, sino que ha venido sólo según hacía la película.Los proyectos nacen en él como una pulsión, de forma intuitiva, nunca meditada. La idea de contar el reinado de Amadeo de Saboya surgió hace siete años, cuando ofreció el filme a Bigas Luna: “Me dijo que no estaba interesado en hacer más cine histórico porque había recibido un varapalo por Volaverunt, aunque la idea le parecía interesante” recuerda el director.
Hace un par de años decidió retomar el reto y encargarse él mismo de su realización. Tras sus dos largos documentales ya se encontraba capacitado para afrontar un filme “histórico, de ficción y que no fuera estándar”. Para ello colaboró con Sergi Belbel. En 2014 ha paseado por festivales internacionales hasta encontrar su camino a salas. Casualmente el filme se estrenará el mismo día que nació Amadeo de Saboya, el 30 de mayo.
Un filme que nació, como todos sus proyectos, sin pensar en la rentabilidad, ni siquiera en los festivales que pudiera concursar.Miñarro es un especialista en colocar sus filmes en los certámenes más prestigiosos.Aunque asegura no saber la fórmula exacta para conseguirlo, el directorsí creeque en los festivales valoran quién está detrás del proyecto: “Está claro que sí hay una predisposición hacia tu anterior trabajo van a ver tu filme con más detalleque otras películas con igual nivel de calidad”.
Un rey republicano. Menudo oxímoron. Así se define al rey Amadeo de Saboya en un momento de Stella Cadente, el último filme de Lluís Miñarro, una de las figuras esenciales del cine de autor español de la última década que, tras mucho esfuerzo, ha conseguido que su película llegue a las salas este viernes.