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Gilles Lipovetsky: "La felicidad es algo totalmente enigmático"
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ENTREVISTA

Gilles Lipovetsky: "La felicidad es algo totalmente enigmático"

El filósofo y sociólogo francés sostiene que hay mecanismos afectivos y psicológicos de los que no tenemos la llave y que son fundamentales en nuestra existencia. Hablamos con él

Foto: El filósofo francés Gilles Lipovetsky. (EFE/María D. Valderrama)
El filósofo francés Gilles Lipovetsky. (EFE/María D. Valderrama)
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El filósofo y sociólogo Gilles Lipovestky (París, 1944) es uno de los intelectuales franceses más importantes de finales del siglo XX. Nació en una familia muy modesta, de padre judío de origen ruso, sin cultura ni libros y, a los 17 años, descubrió la filosofía en el colegio. Cuando su generación estaba invadida por el marxismo, él abrió las puertas hacia el individualismo, siguiendo a Alexis de Tocqueville. Desde su primer gran éxito, La era del vacío, ha dedicado su vida a hacer una lectura del mundo contemporáneo, de la sociedad del consumo de la hipermodernidad, que afirma estar llena de paradojas en contra de los que hacen un análisis homogéneo. Tiene 80 años y parece 10 menos. Achaca la vitalidad a su ansia de comprender. "Mi miedo es no tener el deseo de hacer cosas. Esa sería para mí la definición de ser viejo", afirma desde su hotel de Madrid, a donde ha viajado invitado por la Galería de Colecciones Reales para dar una conferencia sobre nuestra relación con el patrimonio.

Acaba de publicarse en España la traducción de su penúltimo libro, La consagración de la autenticidad, y su editorial, Anagrama, sacará en unos meses el título más reciente La nueva era del kitsch: ensayo sobre la civilización del ‘exceso’. No hay tema de nuestra sociedad que se le escape. Su sagaz mirada de arqueólogo la convierte en terreno fértil para analizar los temas del presente, como el lujo, el consumo, el narcisismo o la felicidad.

PREGUNTA. ¿Cuáles han sido sus referencias para llevar escribiendo más de 40 años sobre los vicios de la sociedad moderna? ¿Cómo ha influido su pasado?

RESPUESTA. Vengo de una familia modesta, muy modesta. Mi madre era costurera en una fábrica y mi padre era un pequeño comerciante en París. Obreros extremadamente modestos. En ese entorno, la cultura no tenía ningún lugar. En casa no se hablaba de nada y a mí no me interesaba nada leer. Pero fui un niño feliz y un alumno normal. Durante el último curso en el Liceo se da la asignatura de Filosofía, y fue una especie de revelación. Escuchar al profesor era mejor que ir al cine. El descubrimiento de esos autores, su pensamiento. Magia.

P. En los 60, usted era un joven, como muchos otros, interesado por el marxismo.

R. Sí, con una formación de izquierdas radical, pero tuve la suerte de rodearme de intelectuales que me ayudaron a fijar mi mirada en el presente, en la vida social. Me descolgué del marxismo. Me influenciaron la sociología americana, la lectura de Tocqueville, que me abrió los ojos al nuevo paradigma del individualismo. De alguna manera, yo y unos pocos en Francia nos adelantamos a hablar sobre el individualismo.

P. Cuando usted publica su primer libro en 1983, La era del vacío, fue una puerta para muchos a la libertad. Para nosotros, la libertad después de Franco.

R. No había prácticamente nada escrito sobre el individualismo. Ese libro fue una especie de bandera de la libertad, pero no de la revolución, sino de sus vidas, ya sean hombres, mujeres, creyentes o no, trabajadores… La libertad como individuos.

P. Hemos conseguido esa libertad, pero ¿somos más felices?

R. Yo hablo de autonomía, no de felicidad. Somos mucho más autónomos en nuestra vida privada, nos podemos casar o no, cambiar de género, cambiar de trabajo… Somos libres, pero cómo lo vives es otra cosa.

P. Los hechos hablan. Aumento de suicidios, problemas mentales, ansiedad, adicciones…

R. Si, y mucho más que antes. Antes no era posible divorciarse, y, como la gente lo sabía, se aceptaba mejor. Ahora podemos divorciarnos, tenemos elección. Pero llega lo siguiente: quién se queda con los niños, nuevos conflictos terribles que aparecen. Estamos en un mundo abierto, donde las instituciones colectivas ya no nos protegen ni nos marcan el camino y somos nosotros los que nos lo inventamos. Eso es difícil y genera ansiedad. Estamos en un mundo de autonomía, pero ese mundo no es el de la felicidad.

"Nosotros los filósofos no somos más felices que los demás. Pongo en cuestión que la filosofía sea útil para ser feliz"

P. ¿Qué es la felicidad?

R. Es un estado de satisfacción global. La felicidad es estar contento con tu vida, satisfecho de tu existencia. El consumismo no da felicidad a tu existencia, te da satisfacciones puntuales. Comprar o hacer un viaje te mantiene contento unos días, pero no arregla los problemas con tu pareja, con tu vecino que hace ruido o con tu jefe desagradable. La felicidad, para mí, no puede ser algo político, es un ideal que obtenemos de vez en cuando y de manera breve, y que alimenta nuestras motivaciones.

P. ¿Cree en la literatura de la felicidad, los libros de autoayuda?

R. No creo en el mercado de la felicidad, es decir, en los gurús, psicólogos o esos libros de autoayuda. Creo que pueden ayudar. Hacer un retiro de meditación o de yoga está muy bien, pero eso no es el absoluto. Además, la felicidad es totalmente enigmática.

P. ¿Por qué unos días nos sentimos mejor que otros?

R. Exacto. A mí me ha marcado mucho la revolución freudiana. El fondo viene a decir que hay un inconsciente que no dominamos, no controlamos nuestra existencia. Hay partes que se nos escapan. ¿Por qué las palabras de alguien te hacen un día mucho daño y estás deprimido y, sin embargo, te levantes a la mañana siguiente y ya ni lo piensas? ¿Qué ha pasado? Los sentimientos no se pueden dirigir. ¿Por qué te gusta una persona y al cabo de un tiempo ya no? Esa persona no ha cambiado. Quizá lo hayas hecho tú, pero ni tú comprendes por qué. Son fenómenos afectivos y psicológicos de los que no tenemos la llave. Incluso la neurología te da algunos mecanismos, pero es imposible responder a unas preguntas que son singulares.

P. ¿Cómo afrontamos ese enigma?

R. Yo soy un pragmático. Creo que la gente busca una solución y hay muchas, pero se las tiene que inventar. Lo llamo hacer bricolaje, no es ciencia. Tampoco es la psicología positiva que hacen los americanos que dicen que todo va bien… Eso es manipulación. Si hubiese una verdadera ciencia de la felicidad, ¡ya se conocería! Llevamos 2.000 años buscando, pero nadie te puede dar la solución.

P. Una vez más, es el individualismo el que manda.

R. Existen las influencias, pero cada uno tiene su propia fórmula. Aunque no es suficiente conocerse bien. Por ejemplo, nosotros los filósofos no somos más felices que los demás.

P. Usted, ¿cómo es de feliz?

R. Pues como usted. Hay días. Cuando encuentro nuevas ideas, soy muy feliz. Pongo en cuestión que la filosofía sea útil para ser feliz. Lo que te da es la satisfacción de comprender, que no está mal, pero nada más.

"Antes, el lujo era sinónimo de elegancia. Ahora puede ser totalmente vulgar, el de los nuevos ricos y los jóvenes con yates"

P. ¿Cómo consigue desarrollar un tema como el kitsch o la autenticidad en ensayos de más de 400 páginas?

R. Parece algo menor, pero la lógica de lo kitsch ha ido ganando mucho terreno. Lo kitsch es la vulgaridad. Existe el lujo distinguido, discreto, donde no ves logos y marcas, y, por otro lado, está el lujo americano que también lo tenemos en Europa, que es el lujo ostensorio, el de Trump. Y existe la nueva combinación del lujo y el kitsch, que es una contradicción en sí misma porque antes el lujo era sinónimo de elegancia. Ahora puede ser totalmente vulgar, el de los nuevos ricos y los jóvenes con yates. Es la figura del neokitsch.

P. ¿Ese neokitsch lo simbolizan los jugadores de fútbol?

R. Son el epítome. Incluso hacen pódcast de cómo viven y cogen el avión privado para comprar un paquete de tabaco. Es vulgar, de mal gusto. La marca Gucci también ha simbolizado ese mal gusto, lo contrario que Hermès o Armani.

P. Ha dicho que la política no interesa como antes, que es más un fenómeno de marketing, pero Trump es la persona más famosa del mundo.

R. También Putin. A la gente le interesa la vida de la ciudad, pero no la vida de los partidos políticos. Ya no creen en ellos. Lo que ha desaparecido es la gran esperanza de que la política cambia tu existencia.

P. ¿Quiénes son los nuevos ídolos? Los que movilizan y nos inspiran.

R. Taylor Swift. Antes, estaba Madonna para las mujeres. Pero hay muchos otros, los influencers, las nuevas estrellas. Son ellos los que influyen en el gusto de la gente. Antes eran las estrellas del cine, ahora son los influencers en internet, y por eso las marcas los pagan.

"Con la IA, la vida profesional se va a complicar. Necesitamos una escuela diferente que desarrolle las pasiones y no solo el conocimiento"

P. Usted habla mucho de la importancia del colegio. A usted mismo le abrió los ojos a la filosofía. ¿Cómo debe de cambiar la educación para ayudarnos hoy?

R. Tiene que ayudarnos a abrir el futuro de la gente y no solamente darle herramientas para trabajar. Nuestro mundo es cada vez más complicado y, con la inteligencia artificial, la vida profesional se va a complicar para muchos y será menos satisfactoria. Hay que dar herramientas para que puedan encontrar motivaciones en otras áreas. Es un gran proyecto, el de una escuela diferente que desarrolle las pasiones y no solamente el conocimiento.

P. Tenemos que tener más ambiciones con la educación.

R. Desde luego. La gente está mal en su piel y hay que abrirlos a la música, a cosas que dan otro tipo de felicidad. Es un verdadero proyecto democrático, desarrollar al ser humano. Es un proyecto humanista. Si solamente formamos a informáticos que programan, no estoy seguro de que les dé una satisfacción a su existencia. Algunos trabajos, los llamados bullshit jobs (trabajos de mierda), son los responsables de hacer las ecuaciones, pero no comprenden el sentido. Necesitamos trabajos que emocionalmente sean más enriquecedores.

P. Hay mucha gente que detesta su trabajo.

R. Sí, y que ganan fortunas, pero lo odian. Te hace reflexionar porque no son pobres, se ganan muy bien la vida, y no son felices. Además, con la tecnología, hay riesgo de que cada vez sea más difícil. Ya no comprendemos nada; estamos más perdidos.

P. El colegio y el trabajo que hagamos con nuestros hijos va a ser absolutamente determinante, entonces.

R. Sí. Hay que fomentar que los niños hagan actividades creativas: canto, danza, música, pintura, escritura, coser, el jardín… No solamente ir al supermercado, no solamente ir a consumir. A largo plazo, no le dará una buena autoestima.

"La gente tiene una autoestima débil porque la sociedad va demasiado rápido. No dominamos nada"

P. ¿Uno de los problemas de la gente hoy es la baja autoestima?

R. Totalmente. La gente tiene una autoestima débil porque la sociedad va demasiado rápido. No dominamos nada y, con la IA, todos los trabajos se harán más complicados. El periodismo también. ¡ChatGPT te escribirá un texto perfecto! Hay que anticiparse a ese futuro. Tenemos que ayudar a la gente a tomar posesión de su existencia. Y eso tiene que hacerse muy pronto en el colegio.

P. ¿Y en casa?

R. Por supuesto. En las clases más altas, lo saben. Los padres están obsesionados y mandan a sus hijos permanentemente a clases de piano, de canto, de tenis para desarrollar la actividad extraescolar. Es un nuevo trabajo que tienen, despertarlos. Mientras que, en las clases más bajas, hacen los deberes y luego se quedan viendo la televisión.

P. ¿Cuál es la relación del arte con la sociedad actual?

R. Prevalece el aspecto negativo, el de la relación consumista. Compran o miran una obra de arte como un consumidor, sin ninguna profundidad. Se ha medido el tiempo que una persona se detiene a mirar un cuadro en un museo, y son cinco segundos de media. Se mira con prisas y con una ausencia de cultura.

P. ¿Uno de los culpables es el turismo?

R. Sí, el turismo ha matado a la gran cultura. Es una cultura turística. Vas a Roma, vas a tres museos cada día, rápidamente, y tomas fotos todo el tiempo. En cierta manera, el turismo y el consumismo han matado una relación casi religiosa con el arte. Pero no comparto totalmente esta visión pesimista. Cada vez más gente visita los museos, los castillos, y hay una demanda de conservación del patrimonio, de las cosas bellas del pasado. A pesar de todo, nunca se ha escuchado tanta música como hoy en día, por ejemplo. Aunque sea reguetón. Eso significa que el hombre estético no está muerto. Se ha democratizado y no se ha proletarizado.

P. En su libro de la autenticidad, dedica un capítulo a la nueva forma de consumir la cultura, en concreto, nuestra relación con el patrimonio.

R. El patrimonio histórico se ha convertido en tendencia. Hay una disneylandización, una transformación del patrimonio en un espectáculo de Hollywood; una artificialización del patrimonio llevado al extremo. Hay un verdadero star system museístico y monumental.

P. ¿Lo que realmente atrae no es el pasado?

R. No. Atrae lo que es conocido a través de las redes sociales, lo más mediático. Hay un ideal consumista detrás, de evasión, de ocio, de sensaciones nuevas y bellas. Nos sentimos mejor visitando un museo o una catedral que viendo la televisión dos horas. Tenemos una preocupación permanente por mejorar nuestra calidad de vida y estas son emociones patrimoniales.

placeholder Gilles Lipovetsky el pasado jueves en Madrid, en la Galería de las Colecciones Reales. (Cedida)
Gilles Lipovetsky el pasado jueves en Madrid, en la Galería de las Colecciones Reales. (Cedida)

P. ¿Qué opina de toda esta revolución en torno a la gastronomía? ¿Cómo se traduce este nuevo interés?

R. Lo primero, es el imperativo sanitario. La motivación principal de comprar productos biológicos es la salud y también la conservación del planeta. Pero, sobre todo, comer pensando en el cáncer y otras enfermedades. La obsesión sanitaria conduce a vigilar nuestros platos. Luego está el aspecto más chic. En España, habéis sido pioneros con la cocina experimental y vanguardista de Ferran Adrià. La importación del modelo vanguardista que estaba en el arte la han traspasado a la cocina. Y tiene un fin también experimental. No solo vas a estos restaurantes para comer bien, sino para tener una experiencia. Se colman las ansias de novedad. En esta búsqueda de la calidad, está el reverso, el fast food. Los que comen en un cuarto de hora en McDonald’s, la macdonalización de la alimentación. Tenemos las dos. El problema es que los productos biológicos son demasiado caros y la gente no puede pagarlos.

P. ¿Qué es lo que más le preocupa a usted ahora mismo?

R. A largo plazo es el clima, porque es el planeta entero. Son millones de personas las que van a sufrir. Luego está la guerra en Europa, que jamás hubiera imaginado. Las medidas rusas son muy preocupantes porque no es solo una guerra con armas, es la guerra de las fake news; hay una ciberguerra. También el colegio y la formación.

P. ¿Somos entonces una sociedad sensible que no solo piensa en uno mismo y en consumir?

R. El problema, en mi opinión, es que la gente conoce los desafíos del ecologismo, la falta de agua, etc., pero luego hace falta pasar a la acción. Eso es lo complicado. Hay que comprender que la gente quiere seguir consumiendo, pero lo tenemos que hacer de otra manera. Hace falta que las empresas produzcan productos con emisiones bajas en carbono. Es el gran imperativo del futuro. Es el problema capital de hoy.

"Los padres no tienen que prohibir las pantallas, pero sí limitarlas. Seguir la sabiduría griega: nada demasiado. El 'kitsch' es lo excesivo"

P. La tecnología es otro de los grandes desafíos. Cómo controlar esa tentación.

R. Mis primeros libros los escribí a mano, como en la Edad Media. Creo que los padres no tienen que prohibir las pantallas, pero sí limitarlas. Seguir la sabiduría griega: nada demasiado. El kitsch es lo excesivo. Cuando es demasiado, no está bien. Conocerse a sí mismo quiere decir que no hay que franquear demasiado los límites. Hay que aprender a ir más despacio. Por ejemplo, para follar, ¡no valen las prisas! Si no hay tiempo, no hay ninguna felicidad. La sensualidad exige tiempo. Yo diría a los niños que tienen que aprender a darse tiempo.

P. ¿Cómo vivimos hoy la sexualidad? Está la pornografía.
No soy pesimista. La gente consume pornografía, pero eso no cambia su vida sexual. ¡Mientras follan, están mirando sus teléfonos! (Risas). Un capítulo de mi libro se llama Don Juan está cansado. Estamos cansados y estamos menos obsesionados con el sexo. Mi generación lo estaba, pero la nueva generación, mucho menos.

R. ¿Qué le hace soñar?

R. Paso la vida intentando comprender. Soy un intelectual. Trabajo cinco o seis horas al día. Las cosas materiales no me interesan, el consumismo no me hace para nada soñar y el lujo tampoco. Me gusta comprender y amo hacer realidad las cosas. Mi sueño es poder seguir escribiendo libros que me apasionen, aunque haya momentos de tristeza. Estoy sereno porque tengo muchos proyectos. No hay que buscar todo el tiempo el placer; es un error. Creer que podemos eliminar la parte negativa de la vida es una ilusión. Hay que hacer cosas y el placer llegará de vez en cuando.

P. ¿Cuál es su miedo?

R. No tener ese deseo de hacer cosas. Esa sería para mí la definición de ser viejo. No siento que tenga 80 años. ¡Pero ese es el problema de los viejos, que nunca nos sentimos viejos! (Risas).

El filósofo y sociólogo Gilles Lipovestky (París, 1944) es uno de los intelectuales franceses más importantes de finales del siglo XX. Nació en una familia muy modesta, de padre judío de origen ruso, sin cultura ni libros y, a los 17 años, descubrió la filosofía en el colegio. Cuando su generación estaba invadida por el marxismo, él abrió las puertas hacia el individualismo, siguiendo a Alexis de Tocqueville. Desde su primer gran éxito, La era del vacío, ha dedicado su vida a hacer una lectura del mundo contemporáneo, de la sociedad del consumo de la hipermodernidad, que afirma estar llena de paradojas en contra de los que hacen un análisis homogéneo. Tiene 80 años y parece 10 menos. Achaca la vitalidad a su ansia de comprender. "Mi miedo es no tener el deseo de hacer cosas. Esa sería para mí la definición de ser viejo", afirma desde su hotel de Madrid, a donde ha viajado invitado por la Galería de Colecciones Reales para dar una conferencia sobre nuestra relación con el patrimonio.

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