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¿Es la soledad más común en los países individualistas que colectivistas?
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PSICOLOGÍA SOCIAL

¿Es la soledad más común en los países individualistas que colectivistas?

¿Nos sentiríamos menos solos si viviésemos en un país con una primacía más de lo colectivo frente a lo individual? Repasamos distintos estudios para intentar responder a esta pregunta

Foto: Foto: iStock.
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La soledad, o más precisamente, el aislamiento social percibido de una persona, es uno de los factores que más intervienen en su bienestar psicológico. Somos seres sociales, y como tal, tendemos a agruparnos según determinadas características comunes. Se trata de una emoción desagradable que todo el mundo experimenta a lo largo de su vida sin que tampoco tenga que estar necesariamente aislado, lo que le convierte en un tema de discusión de lo más relevante dentro del ámbito de la salud mental de la población. En España, sin ir más lejos, la soledad se ceba con las personas de edad avanzada; aunque los informes psicológicos más recientes no dejan de percibir un aumento en los índices de la población más joven.

Una de las preguntas que más afloran al respecto de la soledad contemporánea es si, de algún modo, hay modelos de sociedades que predisponen al individuo a un mayor sentimiento de aislamiento social percibido que otras. Asumimos de partida que vivimos en una democracia occidental capitalista desarrollada a nivel tecnológico, lo cual no para de generar una serie de narrativas sobre la soledad que podemos ver en los productos culturales de nuestra época desde distintos ángulos. Nuestra forma de vivir, trabajar y disfrutar del tiempo libre dista mucho de la de otros países más lejanos, como Japón o China, donde presuponemos que existe una mayor cultura colectiva.

Experimentar más o menor soledad depende de lo muy o poco individualista o colectivista que sea el grupo social, junto con la percepción personal de estar aislado

Lo lógico sería pensar que un mayor sentimiento de pertenencia con una mayor cantidad de miembros de una sociedad haría que estos sentimientos desagradables fueran menores. Para refutar esta idea basta con recurrir a una de las muchas ficciones distópicas en las que se nos muestra a un grupo social profundamente cohesionado en el que todos sus miembros están muy integrados en torno a un mismo ideal vital u objetivo común. No, la soledad no es menor cuando tenemos muchas cosas que compartir con el mayor número de gente posible (ojalá fuera tan fácil). A continuación, veremos distintos estudios que han intentado arrojar luz a esta problemática que tantos estragos causa en la salud mental de las personas que habitan en distintas partes del planeta, con una serie de prácticas socioculturales idiosincráticas y distintas entre sí.

El marco del individualismo-colectivismo

En primer lugar, habría que hacer una distinción entre los dos modelos de cultura, individualista y colectivista. En 1991, el psicólogo social holandés Geert Hofstede propuso una escala de cinco dimensiones para analizar los patrones culturales de cada país. Una de ellas era el marco individualismo-colectivismo, definido por el grado de independencia que tiene el individuo dentro del grupo para actuar por sí mismo y velar por sus propios intereses. En este sentido, Hofstede hizo una tabla en la que consideraba a Estados Unidos como el país más individualista de todos, frente a los orientales (China o Japón). A nosotros nos colocó en el medio de la tabla junto a otras potencias europeas como Francia o Italia.

En las sociedades más colectivistas, el individuo tenderá a sentirse más rechazado si no entra dentro del grupo familiar o social en su conjunto

Podríamos decir que nuestro país se encuentra en la mitad de la tabla porque fusiona aspectos de las dos culturas: una sociedad en la que prima el interés individual, esperando que las personas cuiden de sí mismas y de sus familiares más cercanos, pero en la que también hay una cierta cultura colectivista por la cual existen unas prestaciones sociales que velan para que el individuo no se desprenda de la sociedad. Sin embargo, experimentar más o menor soledad en último término depende de la propia concepción que tengan los individuos sobre lo muy o poco individualista o colectivista que sea su grupo social, que a su vez viene relacionado con la propia experiencia de sentirse aislado respecto a ese sistema.

Así lo define un estudio publicado en 2018 en el que analiza la relación entre colectivismo e individualismo (agrupada bajo las siglas CI) y la percepción individual de la soledad de sus individuos. En sociedades que presumen de ser más colectivistas para sus propios miembros, los individuos se sentirían más solos cuanto menos integrados estén en ese ideal colectivo, mientras que en las más individualistas habría una mayor percepción de aislamiento social cuando el individuo es incapaz de encontrar relaciones personales profundas, sea en el entorno familiar o en el social (amigos).

Foto: Un hombre cruza la calle en Tokio. (EFE)

Por ello, teniendo en cuenta la percepción individual de la relación CI, la soledad fue mayor en las regiones caracterizadas por un mayor colectivismo que individualismo. "La CI aborda cómo se debe atender la satisfacción de las necesidades individuales en un colectivo: de manera recíproca en grupos más pequeños (colectivismo) o por los propios miembros individuales (individualismo)", aseguran los autores. "A partir de esto, se derivan otras ideas sobre cómo relacionarse y con quién, las normas relativas a las responsabilidades hacia los demás o el valor asignado a la autosuficiencia".

El "arraigo social ideal"

Y aquí llega la diferencia que determina cómo de solitario se siente un individuo en ambas culturas: hay un "arraigo social ideal" para cada región que apela al tipo de relaciones que se espera que establezca con otros individuos, de tal forma que en algunas culturas primará más el contacto social con personas fuera del ámbito familiar o social con el que se comparten una serie de intereses (es decir, con amigos), lo que a su vez también influirá en su percepción de aislamiento social si no gozan de esta clase de vínculos como el resto. En cambio, en las sociedades más colectivistas, el individuo tenderá a sentirse más rechazado si no entra dentro del grupo familiar o social, ya que su conciencia de la soledad entronca más con estos dos ámbitos que con el del interés individual que viene marcado por buscar vínculos afectivos profundos en otras esferas que no sean necesariamente la del trabajo o la familiar.

A pesar de que las individualistas se asocian con menos apoyo social o mayores niveles de estrés, es más probable encontrar interacciones grupales positivas y apoyo emocional por parte de los otros

A estas mismas conclusiones llegó otro estudio publicado en 2013 en la revista Journal of Cross-Cultural Psychology, el cual también concluyó que los niveles de soledad eran más altos en las sociedades colectivistas. En estas, "la ausencia de interacciones con la familia estaba más estrechamente vinculada a la soledad que en las sociedades individualistas". Por el contrario, en las individualistas "la ausencia de interacciones con amigos estaba más vinculada a la soledad". Esto quiere decir que "las nociones de autonomía y elección con respecto a la interacción social tienen mayores implicaciones para el bienestar en sociedades individualistas, mientras que los vínculos sociales tradicionales son más potentes en las colectivistas".

Una de las paradojas más curiosas de ambos modelos de sociedad es que a pesar de que las individualistas se asocian con menos apoyo social o mayores niveles de estrés (debido a un sentido de mayor competitividad en el apartado socioeconómico entre los individuos), es más probable encontrar interacciones grupales positivas y apoyo emocional por parte de los otros. Sin embargo, en las culturas colectivistas, sus miembros admitían depender menos de otras personas para afrontar el estrés, como asegura otro estudio mucho más reciente, publicado este mismo año en la revista Current Research in Behavioral Sciences.

"Las personas de culturas orientales experimentan un mayor miedo crónico al aislamiento, y sobre todo un mayor temor a la evaluación negativa del resto"

"El colectivismo requiere autosacrificio y la subordinación de los intereses propios a los intereses de los demás, ya que los individuos de estas sociedades tienden a ser interdependientes de los demás y más holísticos y relacionales", argumentan los autores de dicho estudio. "Las personas de culturas orientales por ello experimentan un mayor miedo crónico al aislamiento y la soledad, y sobre todo un temor a la evaluación negativa por parte de los miembros del grupo en comparación con los occidentales". Esto, obviamente, cristaliza en ciertas medidas estatales puestas en marcha en ciertos países, como el polémico crédito social chino, que a ojos de los occidentales se considera como una intromisión ilegítima del Estado en la vida cotidiana como para llegar a premiar o penalizar a los ciudadanos basándose en su nivel de cumplimiento de las leyes o normas sociales.

No todo es blanco o negro

Hay autores que proponen otras variables a la hora de considerar un país como colectivista o individualista, como son su nivel de verticalidad u horizontalidad. "En sociedades horizontales y colectivistas (por ejemplo, el kibutz israelí), la igualdad es el valor más importante, mientras que en sociedades colectivistas verticales (por ejemplo, una aldea rural de la India), los individuos aceptan diferencias en el poder individual y que exista la desigualdad dentro del grupo", recalcan. "De manera similar, en sociedades individualistas horizontales (Suecia o Finlandia), todos son más o menos iguales en cuanto a estatus social, mientras que en las individualistas verticales (Francia, Estados Unidos), se acepta la desigualdad y se recompensa la competencia individual".

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Más allá de estas consideraciones teóricas o del ámbito académico, valdría la pena señalar la deriva sociológica que se ha impuesto en los últimos años desde el desarrollo de las tecnologías de la información y la comunicación, y que ha afectado en gran medida a la percepción del aislamiento social de los individuos. Síndromes como el FOMO, propiciados por las redes sociales o el uso de los teléfonos móviles, son más comunes entre las poblaciones de corte más individualista, sean en su modalidad vertical u horizontal. En cambio, en las sociedades más colectivistas, a pesar de estar libres de estos males psicológicos tan acuciantes en esta parte del mundo (sobre todo en la población joven), no están exentos de ser penalizados en caso de se queden más relegados respecto al colectivo. Lo que en unos es miedo al rechazo social fuera del ámbito familiar o social, en otros es miedo al aislamiento social por parte de estos dos grupos.

La soledad, o más precisamente, el aislamiento social percibido de una persona, es uno de los factores que más intervienen en su bienestar psicológico. Somos seres sociales, y como tal, tendemos a agruparnos según determinadas características comunes. Se trata de una emoción desagradable que todo el mundo experimenta a lo largo de su vida sin que tampoco tenga que estar necesariamente aislado, lo que le convierte en un tema de discusión de lo más relevante dentro del ámbito de la salud mental de la población. En España, sin ir más lejos, la soledad se ceba con las personas de edad avanzada; aunque los informes psicológicos más recientes no dejan de percibir un aumento en los índices de la población más joven.

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