Es noticia
El CEO y un trabajador explican el mayor fiasco editorial de la década (sin hablar de ello)
  1. Cultura
LA CAÍDA DE 'PLAYGROUND'

El CEO y un trabajador explican el mayor fiasco editorial de la década (sin hablar de ello)

Dos versiones, dos estilos, un mismo acontecimiento. Si no sabe qué es 'Playground', y a modo de resumen, basta decir que fue una publicación para jóvenes nacida en Barcelona la década pasada

Foto: Web de Playground. (EC)
Web de Playground. (EC)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

Esta semana salen a la venta dos libros. Uno se llama Contenido y lo edita Blackie Books, el otro se titula La historia del futuro, y es de Plaza y Janés. El primero es una novela sin mayor pretensión que divertir al lector. El segundo, un sesudo tratado filosófico sobre el concepto de futuro.

Se da la circunstancia de que ambos reflexionan sobre un episodio compartido, la caída de Playground, sin mencionarlo una sola vez.

Si no sabe qué es Playground, he aquí un reportaje dedicado. A modo de resumen, basta decir que fue una publicación para jóvenes nacida en Barcelona a principios de la pasada década. En poco tiempo, y gracias a la combinación de nuevas narrativas y un acuerdo exclusivo con Facebook, Playground consiguió unas cotas de audiencia nunca vistas hasta entonces, ni en España ni en el resto del planeta. Primero superó en tráfico a medios mucho mayores como El Mundo o El País para después codearse con gigantes como The New York Times.

Sin embargo, Playground, como sus medios hermanos BuzzFeed y Vice, tenía un punto débil: casi todo su tráfico procedía de Facebook. Cuando Zuckerberg modificó su algoritmo, todo se vino abajo en apenas tres años. De los 160 empleados que llegaron a ser, apenas queda un puñado haciendo una versión que tiene cierto tirón en Latinoamérica, muy lejos de los rankings de los más leídos.

Playground creció y estalló tan rápido que todavía es un cráter humeante del que nadie quiere hablar.

Foto: Imágenes icónicas de los vídeos de 'Playground'. (Diseño: Raquel Cano)

Isaac Marcet, fundador de Playground y autor de La historia del futuro, fue el hombre que tuvo el mundo a sus pies. Carlo Padial, guionista, cineasta y creador de Contenido, fue el jefe de vídeo de la revista. Para ambos, la publicación de su obra ha sido catártica, una forma de sacarse de encima todo el dolor que acumularon con la quiebra de Playground.

Pero los senderos de su reflexión, aunque parten de la misma premisa, no podían ser más distintos. "Para mí, el libro surge de la necesidad de entender qué pasó con Playground. De comprender cómo mi sueño acabó en pesadilla. Busqué las respuestas en un concepto, digamos, macro. Entendí que el mundo digital, el futuro en general, implicaba progreso; estaba completamente equivocado. Así que me remonté en la Historia hasta el punto en el que se rompió esa correlación, al nacimiento del propio concepto", dice Marcet a este periódico.

Y tanto que se remonta. Así arranca La historia del futuro: "El tiempo nació con un sacrificio. Antes del pasado, el presente y el futuro solo existían Gea y Urano, la tierra y el cielo. Según el mito griego, formaban un anillo de fluidos y de luz que giraba y copulaba sobre su eje. La realidad, entonces, era un amanecer que no conocía su ocaso. Desde el principio, fueron muy dichosos, tanto que no podían diferenciar el cuerpo del uno y el otro. Sin embargo, algo cambió el curso de los acontecimientos. De la nada, un día, Gea tuvo un pensamiento propio: '¿No sería hermoso engendrar un hijo que fuera el reflejo de nuestra unión, uno que tuviera el rostro de la tierra y el cielo unificados? Si fuera así, lo amaría más que a nada en el mundo".

Como se podría esperar de un CEO, Marcet se mueve en el mundo de las ideas. Es un libro denso, parabólico, presentado por un peso pesado de la cultura como José María Lasalle, exsecretario de Estado, en la Fundación Telefónica. Sin terminar de negar su responsabilidad en Playground, Marcet busca explicaciones a lo largo de los tiempos como forma de justificar que sí, que puede que se equivocase en algo, pero venía estafado desde la Grecia Clásica.

Por contra, a Carlo Padial le presenta el libro una compañera de Playground, Anna Pacheco, en una pequeña librería del barrio de Gracia. Contenido es, en primera instancia, contenido: un producto para ser digerido por las masas. No está exento de reflexiones, si bien el escritor es consciente de que no es "ni un filósofo, ni un ensayista".

Su primer párrafo deja muy a las claras lo que se va a encontrar el lector: "Silicon Valley fue creado por ingenieros aeroespaciales, gente brillante con cocientes intelectuales estratosféricos que, llegado el caso, podrían enviar un cohete a la luna. En España las startups las monta gente que antes trabajaba en una tienda de alquiler de esquís en Baqueira Beret propiedad de sus abuelos; personajes muy extraños que nadie acaba de entender de dónde han salido. Sujetos que se han conocido en el gimnasio o en el parking del Apolo y deciden montar una empresa tecnológica porque les parece cool. Suena bien. Steve Jobs parecía un tipo muy guay. () Pero el resultado es precario, lamentable. El efecto que producen los emprendedores digitales en España es parecido a cuando ves en la tele a solterones bailando country en un polideportivo municipal. Es extraño, triste. Algo no encaja".

"En España, las 'startups' las monta gente que te alquila los esquís en Baqueira"

"Mi idea principal con esta novela", explica Padial, "fue abordar el asunto de las startups en España. Seguimos creyendo en esas chorradas de las piscinas de bolas y los toboganes y aquí no hay nada de eso. Aquí es todo mucho más austero, cutre incluso, y creo que la culpa es de los emprendedores, porque no suelen tener ningún fundamento. Son simples personas que ven una oportunidad de negocio e intentan copiar a los norteamericanos. Esto da lugar, como te puedes imaginar, a situaciones muy divertidas".

Ni Padial ha leído el libro de Marcet, ni Marcet el de Padial. Tampoco saben que van a aparecer juntos en este artículo, por lo que aprovecho ahora para pedirles disculpas. Me pareció interesante plantearles las mismas preguntas sin que supieran la respuesta del otro.

***

PREGUNTA. ¿Qué buscas con este libro?

Isaac Marcet. Saltar del tren. Bajarme de un mundo, el digital, que nos prometió lo que nunca nos dio. En el libro explico, remontándome a los mitos grecolatinos, que el futuro no es sinónimo de bienestar. Desde 1500, cada avance tecnológico conlleva una disrupción en la sociedad que no siempre es positivo. Es obvio que existe un progreso material, pero creo que no a nivel social. Hace milenios, algunas tribus indígenas, ante una innovación tecnológica, se planteaban qué les iba a aportar bueno, y que iba a ser malo. Nosotros no nos preguntamos nada, solo importa la competitividad.

Carlo Padial. Una terapia para el enfado con el que recuerdo Playground. Reírme de aquella situación me ha ayudado a pasar página, porque yo, cuando estuve allí, fui el primero en creérmelo todo. Que estábamos haciendo algo nuevo, que los que nos decían que aquello era mierda nos tenían miedo... y al final estábamos en una secta digital, donde todos son líderes y al tiempo acólitos de su propia perdición.

"Siento que hemos dado una vuelta muy grande para acabar en el mismo punto en el que nos encontrábamos"

P. Hay un marco que lo impregna todo el relato: el de la generación que se incorporó al mundo laboral cuando empezaba internet. Nos dijeron que el mundo digital era una revolución; horizontal, democrático, libérrimo. Y no.

C. P. Exacto. Siento que hemos dado una vuelta muy grande para acabar en el punto en el que nos encontrábamos. Puse muchas esperanzas en los cambios que iba a traer el mundo digital porque, sinceramente, en el mundo analógico no tenía ningún papel. Aquella competición de creatividad que vivimos con la llegada de internet ya no existe. De hecho, si te fijas en el catálogo de Netflix, verás que no se diferencia del que tiene cualquier televisión. Al final, no era una cuestión de nuevas formas de comunicarse, sino de personas, y España es un país conservador en lo cultural.

I. M. Mi caso es el del chivo expiatorio. Creí en esa promesa de que los medios de comunicación digitales no dependeríamos de los grupos de poder... y al final caímos todos los medios independientes. Estamos incluso peor que antes: para liderar una empresa en el mundo digital, es necesario un punto de psicopatía. Yo mismo he conocido a gente que disfruta despidiendo a sus empleados, porque eso hace que las cuentas se saneen. Y las cuentas son lo único importante.

"Creo que hemos pasado por un ciclo especialmente oscuro en cuanto a internet"

P. ¿Cómo ha cambiado el sector editorial la llegada del digital?

I. M. Ha instalado una plutocracia como quizá nunca antes habíamos visto. Gigantes como Google o Facebook. Lo controlan todo y no se deben a ningún gobierno ni responden a cuestiones éticas. ¿Dónde quedó aquello del don't be evil de Google? Ya nadie se acuerda, porque su intención siempre ha sido la de ganar dinero a costa de la democracia. En Myanmar, ha habido matanzas por culpa de Facebook, tenemos el escándalo de Cambridge Analítica... y ahí siguen. Ya nadie cree que el futuro vaya a ser mejor que el pasado. El concepto de tiempo que tenemos desde 1500 se muere, se acaba, se degrada.

C. P. Con todo lo malo que tenga, que lo tiene, internet a mí me ha permitido hacer un montón de cosas. Es cierto que los creadores andamos locos, intentando crear contenido constantemente, porque la situación nos lo exige, y eso hace que los medios de comunicación vivan en el far west, donde todo está permitido. Pero también creo que hemos pasado por un ciclo especialmente oscuro en cuanto a internet, en el que han primado las personalidades psicopáticas y los influencers de extrema derecha que fomentaban el odio. Lo que noto a mi alrededor es un retorno a la creatividad, a vivir sin estar permanentemente cabreado con todos.

Esta semana salen a la venta dos libros. Uno se llama Contenido y lo edita Blackie Books, el otro se titula La historia del futuro, y es de Plaza y Janés. El primero es una novela sin mayor pretensión que divertir al lector. El segundo, un sesudo tratado filosófico sobre el concepto de futuro.

Internet Prensa Lo mejor de EC
El redactor recomienda