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Los hombres más fuertes del mundo están echando panza y nadie sabe bien por qué
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LA VENGANZA DEL CUERPO DE PADRE

Los hombres más fuertes del mundo están echando panza y nadie sabe bien por qué

Médicos y culturistas debaten en torno al fenómeno de los abdómenes distendidos y su impacto en una industria basada en la belleza física

Foto: Imagen de una competición reciente. (Arnold Classic)
Imagen de una competición reciente. (Arnold Classic)
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Es casi imposible mantener una conversación con un culturista sin que salga el nombre de Arnold Schwarzenegger. El exgobernador de California, antes de dar el salto a la gran pantalla y convertirse en una de las personas más conocidas del planeta, redefinió las reglas del culturismo tal y como lo conocemos. Entre 1970 y 1975 reinó como Mr. Olympia, la competición más prestigiosa del mundo del culturismo, y volvió a ganarlo en 1980, en respuesta a aquellos compañeros que decían que se había vendido al cine y que nunca más podría conseguir un físico tan deslumbrante como en los 70.

Para buena parte de los culturistas, el austriaco alcanzó el físico perfecto en su juventud y sus proporciones siguen siendo el faro que los guía durante las largas horas de entrenamiento. Tal es su peso en la industria que el Arnold Classic, el concurso que fundó en 1989, es ya el segundo evento de mayor importancia del circuito anual.

placeholder Schwarzenegger en 1980, tras ganar su último Mr. Olympia. (Mr. Olympia)
Schwarzenegger en 1980, tras ganar su último Mr. Olympia. (Mr. Olympia)

El ganador del Arnold Classic se lleva 130.000 dólares, un coche Hummer y un Audemars Piaget, la marca de relojes mejor valorada por los culturistas. No obstante, estos premios palidecen ante la auténtica recompensa de ganar el Arnold: hacerse una foto con Schwarzenegger en su mítica pose de espaldas. Es la imagen que cualquiera quiere tener enmarcada a la entrada de su gimnasio, para que todos se sepan que alcanzaste el nirvana del culturismo.

Sin embargo, Schwarzenegger no regala la foto. Hay ganadores con los que posa encantado y otros con los que simplemente sonríe. Desde hace unos años, a algunos ni siquiera les digna con su presencia. En la edición de 2021, Nick Walker se impuso por primera vez en el Arnold Classic. Pidió que subieran al escenario su familia y su entrenador, tomó el micro y dijo que les había prometido a sus padres que, algún día, posarían todos juntos con Schwarzenegger.

Los cuatro esperaron sobre el escenario, en silencio, pero Schwarzenegger nunca apareció. Se confirmó así la sospecha de los presentes: el campeón de campeones no quería hacerse una foto con Walker, ya que encarnaba con precisión lo que más detesta del culturismo actual: físicos que se preocupan más del tamaño del músculo que por encontrar una proporción armónica en la silueta.

placeholder El abdomen en relajación de Nick Walker. (Instagram)
El abdomen en relajación de Nick Walker. (Instagram)

Walker, en concreto, tenía una característica que Schwarzenegger odia por encima de todo: el abdomen tan distendido que se asemeja a una panza cervecera. "No puede ser, esto no es culturismo. El estómago no puede sobresalir por delante del pectoral, eso no es estético", bramó Arnold después del concurso.

Una industria dividida por los fármacos

El episodio delata el cisma que hay en el mundo del culturismo entre los que apuestan por físicos naturales y los que creen que cualquier ayuda farmacológica es válida con tal de hacer crecer la musculatura. Desde los años 90 impera la segunda opción, pero la epidemia de panzas puede decantar la guerra hacia el primer bando.

Veámoslo en datos, comparando a las dos mayores leyendas de la historia del culturismo. En su mejor momento, en el Mr. Olympia de 1974, Schwarzenegger pesaba 112 kilos con casi 1,90 de estatura. Treinta años más tarde, el octacampeón Ronnie Coleman ganó con 134 kilos y 1,80 metros. Esto es: Coleman pesaba 22 kilos más que Arnold, midiendo diez centímetros menos. La diferencia es puro músculo conseguido a base de fármacos.

"Ahora gustan físicos llamativos, de esos que te quedas mirándolos por lo extremadamente grandes que son. Ves a los ganadores del Mr. Olympia y son mastodontes, tipos más anchos que largos, que impresionan muchísimo de cerca", dice a este periódico Damián Gómez, culturista, entrenador personal y nutricionista deportivo. Entre otras muchas competiciones, ha participado en el Arnold Classic, donde pudo comprobar de primera mano el calibre muscular de los ganadores: "La cosa se ha ido de madre. Siempre se ha utilizado química para mejorar, pero esto es otro nivel".

placeholder La leyenda del culturismo Ronnie Coleman. (Mr. Olympia)
La leyenda del culturismo Ronnie Coleman. (Mr. Olympia)

Ahora Gómez compite en men's physique, una categoría en la que se pasan controles antidopaje. Como admirador de Schwarzenegger, piensa que las montañas de músculo no son estéticas y se decanta por un look más contenido. Ni se plantea dar el salto a la categoría open, donde están el dinero y la fama, porque sabe cuál es el precio a pagar: "Hay un punto en el que tu cuerpo no da para más, no puedes crecer infinitamente. Es imposible ganar el Mr. Olympia sin recurrir a una serie de fármacos que se toman en unas cantidades que, si las viera cualquiera, se echaría las manos a la cabeza", dice.

Por supuesto, la categoría open de culturismo no tiene ningún control médico más allá del pesaje. Los participantes pueden tomar lo que quieran, que a estas alturas es casi el stock completo de una farmacia. "Yo he visto preparaciones para el Mr. Olympia y la lista de fármacos que se necesita es larguísima. Hablamos de Winstrol (estanozol), trembolona, Masteron (drostanolona), Primobolan (dihidrotestosterona), boldenona... y luego Dianabol (metandrostenolona)", relata Gómez.

"Es imposible participar en la categoría 'open' sin la ayuda de un amplio cóctel de fármacos"

La sofisticación del cóctel de esteroides anabólicos ha dado lugar a un crecimiento sostenido en la masa muscular de los participantes durante los últimos treinta años. Sin embargo, como si de globos se tratasen, se han inflado tanto que han reventado por la panza. Nadie tiene claro qué es lo que ha provocado que físicos como los de Ronnie Coleman, Kai Greene, Greg Kóvacs o Phil Heath se arruinasen por tremendas protuberancias abdominales, solo que cada día más aficionados se alinean con Schwarzenegger en su cruzada por eliminarlas del circuito mundial.

Lo llaman bubble gut y, en un negocio que orbita en torno a la belleza física, una panza lo es todo.

El primer culturista en ser diagnosticado con bubble gut fue Dave Palumbo en 2004. A lo largo de su carrera, su cuerpo cambió de forma: del ansiado triángulo invertido pasó a un físico en forma de botella con una marcada protrusión a la altura del estómago. En primera instancia se creyó que su afección, conocida popularmente como palumboísmo, estaba causada por el abuso de esteroides anabólicos.

placeholder Palumbo puso nombre al 'bubble gut'. (D. P.)
Palumbo puso nombre al 'bubble gut'. (D. P.)

No obstante, la teoría no convenció a casi nadie, ya que había cuatro generaciones de culturistas que habían tomado esteroides anabólicos sin desarrollar panza. Incluso Schwarzenegger reconoció que, ya en los años 70, tomaba 100 miligramos de testosterona a la semana y 15 de Dianabol diariamente, y nunca tuvo problemas para mantener el vientre plano y tonificado.

Poco a poco, el palumboísmo fue afectando a más culturistas, siempre de la categoría open. A Palumbo le siguió el británico Dorian Yates, seis veces campeón de Mr. Olympia, y después vinieron el heptacampeón Phil Heath y la leyenda Ronnie Coleman, que acabaron sus carreras tapándose la panza con la mano en un gesto de vergüenza. En apenas veinte años, la mayor parte de los hombres más fuertes del mundo han desarrollado una protuberancia abdominal que se puede notar incluso cuando están en tensión muscular.

La panza ha acabado con la carrera de leyendas del culturismo como Heath o Coleman

He aquí otra hipótesis: estos culturistas habrían desarrollado hasta tal punto los oblicuos externos, los que se extienden por los costados, que habrían perdido la capacidad de contener la musculatura abdominal por una simple cuestión de presión. "Esta idea no me convence", afirma Damián Gómez, "porque los culturistas no trabajan demasiado la parte abdominal, porque es una zona que se trabaja con el peso libre. Es más, una figura como el español Joan Pradells dijo hace poco que él nunca ha hecho abdominales".

En un último intento de no señalar a los fármacos, se especuló con la posibilidad de que fuesen gases. Es una teoría avalada por el doctor Vincent Ho, especialista en distensiones abdominales. Según su versión, las numerosas digestiones a las que se someten los culturistas en época de competición, darían lugar a un tránsito intestinal lento, la aparición de reflujo y, en consecuencia, un abultamiento de la zona del estómago por las flatulencia.

No eran gases

Aunque no existe literatura científica al respecto, la teoría que cuenta con más aceptación pasa por la combinación de varios elementos. El primero es la hormona del crecimiento: "Cuando se utiliza de manera inadecuada o en dosis excesivas, la hormona del crecimiento (GH) puede afectar el tamaño y desarrollo de las vísceras, como el hígado, los riñones, el corazón y el intestino. El abuso de GH puede llevar al crecimiento excesivo de estas estructuras, lo que puede resultar en un agrandamiento desproporcionado", explica el doctor Salva Muñoz, especializado en medicina deportiva.

La hormona del crecimiento empezó a usarse en culturismo en la década de los 90, por lo que coincide en el tiempo con el surgimiento de las panzas. Se la identifica como la sustancia que ha conseguido que los actuales Mr. Olympia parezcan los hermanos mayores de Schwarzenegger. Es un tratamiento agresivo que provoca el crecimiento de todos los órganos, tanto de los músculos como de las vísceras, lo que generaría un abultamiento abdominal.

Otro factor determinante es la insulina. En la fase de volumen, cuando los culturistas buscan crecer lo máximo posible, ingieren cantidades sobrehumanas de hidratos de carbono. "Hablamos de comidas bestiales, de hasta 10.000 calorías diarias (lo normal son 2.000). Para procesar tal cantidad de alimento muchos echan mano de la insulina, porque de otro modo no podrían comer tanto", dice Gómez. "El uso excesivo de insulina, combinado con una alimentación excesiva (dilatación abdominal por grandes ingestas calóricas) y determinados ejercicios, puede provocar un aumento desproporcionado en el tamaño de los órganos internos, incluyendo las vísceras. Esto se debe a que la insulina favorece el almacenamiento de grasa y la retención de líquidos en el cuerpo, lo que puede resultar en un agrandamiento de órganos como el hígado, los riñones y el intestino", apostilla el doctor Muñoz.

Un diagnóstico idéntico comparte el doctor Alexandre Costa, especializado en culturismo. "El hecho de que el palumboísmo no se diese en la golden era, la de Schwarzenegger, nos sugiere que es una situación multifactorial. Están involucradas la hormona del crecimiento y la insulina, pero también el uso de esteroides. El abultamiento del abdomen no es solo por un tejido, sino por varios, y en cada uno incide una sustancia. La GH puede provocar crecimiento de los órganos por uso crónico y en dosis elevadas. Este sería el componente visceral. Por otro lado, la GH crea resistencia a la insulina, y su déficit puede fomentar un depósito de grasa visceral, la que está entre los órganos. Y por último los esteroides provocan hipertrofia de los músculos rectos y de los transversos del abdomen".

La clave puede estar en la combinación de GH, insulina y esteroides

"Tampoco podemos olvidarnos del componente genético", continúa Costa, "porque, tomando lo mismo, habrá algunos que experimentarán un crecimiento desmedido, mientras que otros ni se enterarán".

¿Hay solución? Para el doctor Salva Muñoz, se trata de una condición reversible que pasa por eliminar la hormona del crecimiento y la insulina: "Sí, es posible que se pueda revertir junto con una estructura en la alimentación al hacer cambios en el estilo de vida y en los enfoques de entrenamiento adecuados".

Dentro de dos semanas se celebrará una nueva edición de Mr. Olympia en Orlando, Florida. Allí veremos si la pandemia de bubble gut remite o sigue sumando víctimas. "Para mí, la distensión abdominal es la muestra de que estamos llevando el culturismo por el mal camino, de que queremos llegar a unos volúmenes que no se pueden alcanzar. Ojalá cambiemos el interés por físicos masivos en favor de la armonía estética que nos enseñó Schwarzenegger", concluye Damián Gómez.

Es casi imposible mantener una conversación con un culturista sin que salga el nombre de Arnold Schwarzenegger. El exgobernador de California, antes de dar el salto a la gran pantalla y convertirse en una de las personas más conocidas del planeta, redefinió las reglas del culturismo tal y como lo conocemos. Entre 1970 y 1975 reinó como Mr. Olympia, la competición más prestigiosa del mundo del culturismo, y volvió a ganarlo en 1980, en respuesta a aquellos compañeros que decían que se había vendido al cine y que nunca más podría conseguir un físico tan deslumbrante como en los 70.

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