Es noticia
Carofiglio, exfiscal y 'bestseller': "No tener una opinión sobre todo es signo de inteligencia"
  1. Cultura
ENTREVISTA

Carofiglio, exfiscal y 'bestseller': "No tener una opinión sobre todo es signo de inteligencia"

Con más de seis millones de libros vendidos en todo el mundo, el escritor italiano publica ahora en España 'Rencor', una novela sobre un crimen alimentado por ese terrible sentimiento

Foto: El escritor italiano Gianrico Carofiglio. (Giuseppe Biancofiore)
El escritor italiano Gianrico Carofiglio. (Giuseppe Biancofiore)

Durante 22 largos años, Gianrico Carofiglio (Bari, 1961) fue fiscal. En ese tiempo llevó a cabo numerosas instrucciones relacionadas con delitos gravísimos: crimen organizado, asesinatos, homicidios… Compaginó durante un tiempo la toga con la escritura de libros, pero en 2007 la colgó definitivamente para dedicarse a tiempo completo a la escritura. Hizo bien: sus libros han vendido más de seis millones de ejemplares en todo el mundo, han sido traducidos a 28 lenguas y es uno de los autores italianos contemporáneos más respetados y apreciados.

De Carofiglio es famosa su magnífica serie negra protagonizada por el detective Guido Guerrieri. Pero hace un par de años decidió embarcarse en una nueva aventura: unas novelas protagonizadas por una mujer que había sido fiscal pero que se vio obligada a abandonar la magistratura a causa de un grave error que cometió.

placeholder Portada de 'Rencor', la nueva novela de Gianrico Carofiglio, la segunda protagonizada por la exfiscal Penelope Spada.
Portada de 'Rencor', la nueva novela de Gianrico Carofiglio, la segunda protagonizada por la exfiscal Penelope Spada.

El primer libro se titulaba La disciplina de Penelope y el segundo acaba de salir en España: se llama Rencor (ed. Duomo) y en él por fin se devela el motivo que obligó a Penelope Spada a abandonar su carrera de fiscal y a convertirse en investigadora privada, aunque ni siquiera tiene licencia para ejercer como tal.

En Rencor ,Penelope investiga la muerte hace un par de años de un rico e importante cirujano y catedrático universitario fallecido según todos los indicios de un ataque al corazón. Su hija tiene, sin embargo, dudas y sospecha que la segunda esposa de su padre, una joven a la que este le sacaba 33 años, podría estar implicada, así que contrata a Penelope. Carofliglio, un auténtico mago a la hora de construir personajes, nos conduce así a una investigación apasionante que acabará siendo catártica para Penélope y en la que afrontará su propio pasado.

PREGUNTA. En Rencor dice que es frecuente que actuemos de una determinada manera y que luego tratemos de explicar nuestro comportamiento alegando buenas razones. Pero lo que me ha sorprendido es que dice que es algo que también sucede con las sentencias judiciales: que los jueces toman una decisión porque su instinto les dice que es la correcta y luego buscan los argumentos en los que apoyarla…

RESPUESTA. No sucede siempre, pero sucede a veces. En algunos casos puede ocurrir que exista la percepción de que una decisión es justa y otra es equivocada, puede suceder que se llegue a esa decisión sin que realmente se haya valorado toda la información existente. Y una vez tomada la decisión, se desarrollan a posteriori argumentos para apoyarla, lo que no necesariamente significa que sea una justificación errónea. Pero no solo les ocurre a los jueces. Muy a menudo en la vida tomamos decisiones con base en impulsos instintivos, basándonos en razones que no nos gusta confesarnos ni siquiera a nosotros mismos, a mecanismos, y que luego justificamos con argumentos racionales. Es algo muy frecuente en las relaciones personales, en las relaciones familiares. Debemos aprender a comprender los motivos de nuestras acciones antes de llevarlas a cabo, debemos preguntarnos ¿por qué hago esto realmente?

"Muy a menudo tomamos decisiones con base en impulsos instintivos"

P. ¿Por qué cree que no hacemos ese ejercicio?

R. Porque nos perturba la idea de que haya motivos de los que no somos conscientes y sobre los cuales no tenemos control. Pero el caso es que sí que lo tenemos, y por eso hay que hacer ese ejercicio de preguntarnos.

P. ¿Usted lo hace?

R. Lo intento. Es un camino que comencé hace años, y del que escribir forma parte. Cada vez que estoy a punto de hacer o decir que puede ser relevante para la vida de otras personas, me pregunto por qué lo hago. Porque en muchos casos el porqué es una razón de puro ego, de autoafirmación, que naturalmente nos cuesta reconocer no solo a los demás sino también a nosotros mismos. Cuando hacemos algo por razones de ego luego tratamos de justificarlo con razones de otro tipo. Hay una frase de Dostoievski en su libro Memorias del subsuelo que cité en mi primera novela y que dice así: "Hay cosas de las que una persona decente no hablaría, cosas de las que una persona decente no hablaría a sus amigos ni a sus seres queridos más cercanos, y hay cosas de la que no hablaría ni siquiera consigo mismo".

Cada vez que estoy a punto de hacer o decir algo que puede ser relevante para la vida de otras personas, me pregunto por qué lo hago

P. Pero, por otro lado, en Rencor también dice que la mayoría de nosotros no tenemos opiniones y que nos dedicamos a reciclar opiniones ajenas…

R. Así lo creo, pero no tener opiniones no me parece necesariamente malo. No tener una opinión definida sobre todo me parece un signo de inteligencia. Lo contrario, el tener una opinión neta sobre cualquier asunto, me parece que es característico de los egos mediocres, porque el mundo es muy complicado y no podemos entenderlo completamente. El modo justo de colocarse ante el mundo es aceptar su complejidad y aceptar que hay muchas cosas que no entendemos, una idea que atraviesa todos mis libros. Y eso significa evitar las opiniones y juicios rígidos y tratar de comprender. Admitir que no tienes opiniones, en el sentido de no tener opiniones rígidas y obtusas, es un signo de madurez tanto moral como psicológica como epistemológica, es decir, de verdadera capacidad para comprender el mundo. Usar etiquetas, decir que las cosas son así y asá, tranquiliza. Pero si se dejan de lado las etiquetas tal vez se pueda empezar a entender las cosas. Las investigaciones judiciales bien hechas enseñan eso. En casos particularmente complejos, debemos aprender a abandonar nuestras opiniones drásticas y tratar de comprender lo que hay debajo de la superficie.

P. ¿Escuchar al otro es el primer paso de una buena investigación?

R. Escuchar es fundamental, y escuchar de verdad implica no tener opiniones rígidas. Porque si escuchamos teniendo ya una opinión formada, teniendo una historia preconcebida sobre quién es la otra persona y qué nos dirá, simplemente no escuchamos. Escuchar de verdad significa liberarse de los propios presupuestos y tratar de comprender lo que dice el otro, lo que no significa necesariamente creer que el otro tenga razón. Yo he enseñado durante muchos años técnicas de interrogatorio, y la herramienta fundamental es tener la capacidad de ver el mundo desde el punto de vista del otro y, en consecuencia, de escucharlo. Eso, repito, no significa justificar ni aceptar su punto de vista sino comprenderlo, tratar de entender qué le pasó a esa persona, por qué hizo lo que hizo y conseguir quizás una confesión.

Escuchar de verdad implica no tener opiniones rígidas, significa liberarse de los propios presupuestos

P. Dice también que las víctimas lo que buscan es la verdad, más que el que sea castigado el culpable de un delito…

R. Lo digo en base a mi experiencia en muchos casos de delitos graves, incluidos homicidios. Por supuesto, un familiar quiere que la persona que ha matado a un ser querido vaya a la cárcel y sea castigada por ello. Pero esa satisfacción no es duradera. Es como si tomamos un analgésico: hace que pase el dolor, pero no elimina la razón profunda del trauma. La razón profunda del trauma es saber lo que ocurrió y hacer que se reconozca que lo ocurrido fue injusto. La pena de prisión es en ese sentido un accesorio. No es casualidad que en las últimas décadas algunas de las experiencias judiciales más importantes de la historia sean experiencias de búsqueda de la verdad y de reconciliación sin castigo, como ha ocurrido en Sudáfrica. La de Sudáfrica fue una operación colosal de admisión mutua de culpa no solo por parte de los blancos, porque también hubo crímenes cometidos por negros; de reconocimiento de la verdad y de cierre de una herida reconociendo precisamente que la herida existía.

placeholder El escritor Gianrico Carofiglio. (EFE/Flavio Lo Scalzo)
El escritor Gianrico Carofiglio. (EFE/Flavio Lo Scalzo)

P. Sostiene que las investigaciones y los juicios, aun siendo instrumentos imperfectos, son la única forma de reconstruir un poco de verdad…

R. No existe justicia fuera de la ley, la justicia es el Derecho. A nivel procesal, solo puedes determinar cómo sucedieron las cosas respetando las reglas, porque el respeto de las reglas es lo que te diferencia de quienes cometen delitos. Tomarse la justicia por tu mano significa violar las reglas y destruir la convivencia, porque la convivencia se basa en la idea de que es el Estado el que investiga y persigue a quienes cometen delitos, pero respetando las reglas, que nos ofrecen garantías a todos. El respeto a los procedimientos nos permite recuperar la verdad de la que hablábamos y castigar al culpable, porque el castigo es un componente inevitable, sobre todo para los delitos más graves. Fuera de eso lo que existe es venganza privada, que es lo que estamos viendo ahora en Medio Oriente: una cadena imparable de venganzas privadas en las que cada uno tiene sus razones, pero las razones no sirven de nada sin reglas.

"Un familiar quiere que la persona que ha matado a un ser querido sea castigada. Pero esa satisfacción no es duradera"

P. En Rencor sabemos finalmente el error que cometió Penelope y que le costó su carrera como fiscal. ¿Por qué no consigue perdonarse?

R .Es algo que nos pasa a muchos: tenemos algo en las profundidades, tenemos enfado hacia nosotros mismos, tenemos un sentimiento de insuficiencia, probablemente tenemos también enfado hacia los lugares de donde venimos, hacia la familia, y no podemos perdonar a nuestros padres. Una de las prácticas más difíciles y más útiles es el perdón. Pero el perdón surge de la comprensión, no se puede perdonar en abstracto. En este libro, Penelope conoce a un hombre muy diferente de los que anteriormente le habían gustado, y ese encuentro saca a relucir su enorme fragilidad interna y cómo la única manera de superarla es reconocer las causas y buscar el perdón de uno mismo.

"Me obsesiona el rencor, sobre todo el rencor entre personas que deberían de quererse"

P. ¿Qué nos enseñan los errores de nosotros mismos?

R. Me fascina el error como herramienta para aprender a vivir. Hace solo unos días di una conferencia, y su título era: Los errores nos hacen amables. Efectivamente, creo que los errores nos hacen amables ante los demás: encontramos detestables a las personas aparentemente perfectas, mientras que las imperfectas nos resultan amables. Además los errores nos hacen amables con nosotros mismos, porque en el momento en que reconocemos que cometemos errores todo el tiempo y que cometer errores es parte fundamental del proceso de aprendizaje, dejamos de tener miedo a los errores y hasta los buscamos. Hablo, por supuesto, de errores normales, no de errores catastróficos que destruyen vidas. Los errores son una gran herramienta para el conocimiento si uno es capaz de manejarlos, y la capacidad de manejarlos tiene como premisa reconocer que continuamente cometemos errores.

P. En este libro el rencor está muy presente, el rencor como fuente de un odio que se puede ir alimentando durante años y acabando en un crimen…

R. Me obsesiona el rencor, sobre todo el rencor entre personas que deberían de quererse, que quizás se quieren, pero en cuyas relaciones hay un trasfondo de rencor: amigos, hermanos, hermanas… El rencor es un resentimiento profundo que muchas veces está ligado a razones reales y verdaderas, pero otras veces es fruto de una historia que nos contamos a nosotros mismos. El rencor a veces nace de la idea de que tenemos derecho a algo, y si no conseguimos ese algo lo consideramos una injusticia y le atribuimos esa injusticia a otra persona. El rencor, por desgracia, es una fuerza terriblemente presente hoy en día tanto en las relaciones privadas como en la política.

Durante 22 largos años, Gianrico Carofiglio (Bari, 1961) fue fiscal. En ese tiempo llevó a cabo numerosas instrucciones relacionadas con delitos gravísimos: crimen organizado, asesinatos, homicidios… Compaginó durante un tiempo la toga con la escritura de libros, pero en 2007 la colgó definitivamente para dedicarse a tiempo completo a la escritura. Hizo bien: sus libros han vendido más de seis millones de ejemplares en todo el mundo, han sido traducidos a 28 lenguas y es uno de los autores italianos contemporáneos más respetados y apreciados.

Libros Noticias de Italia
El redactor recomienda