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La mejor novela tras el confinamiento es una historia que has leído mil veces
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La mejor novela tras el confinamiento es una historia que has leído mil veces

Se publica 'Las tres de la mañana', del italiano Gianrico Carofiglio, una historia llena de melancolía y ternura sobre la relación entre un padre y un hijo

Foto: Detalle de portada de 'Las tres de la mañana'.
Detalle de portada de 'Las tres de la mañana'.

"En la verdadera noche oscura del alma son siempre las tres de la mañana", escribió Francis Scott Fitzgerald en 'Suave es la noche', la novela que publicó en la revista 'Scribner' en los años treinta. No eran tiempos luminosos para el escritor, uno de los más enamorados de la fiesta en los años veinte y, a la vez, uno de los más infelices. A veces es una circunstancia que va demasiado unida.

Para comienzos de la siguiente década, su mujer Zelda había sido internada en un psiquiátrico, él andaba casi sin dinero y era incapaz de acabar sus historias. 'Suave es la noche' le sumergió en sus infiernos con la historia de la caída en el pozo de un psicoanalista. Fue su último gran hallazgo literario.

placeholder 'Las tres de la mañana'. (Anagrama)
'Las tres de la mañana'. (Anagrama)

No es baladí que esta frase de Fitzgerald sea la que sostenga la última novela del escritor italiano Gianrico Carofiglio (Bari, 1961),' Las tres de la mañana', que acaba de ser publicada en Anagrama. Porque es un relato alegre y a la vez melancólico con leves apariciones de una patología neurológica. Es la historia de un fin de semana feliz, pero que jamás se volverá a repetir. Es eso que se puede asir de la vida, se puede disfrutar, pero a la vez se va a colar entre los dedos como el puñado de la arena de la playa. Y no te esfuerces porque no va a volver a ser nunca más la misma tierra.

Y es también una historia que el lector ha leído mil veces: la iniciación a la vida. El descubrimiento del sexo, de la necesidad de proteger más que de la de ser protegido, la responsabilidad de los actos y las consecuencias, la aparición del amor. Lo que los alemanes denominaron 'Bildungsroman' y que ha tenido éxito desde los inicios de los tiempos. Así que no pasa nada. Vuelva usted a leerla porque 'Las tres de la mañana' es de lo mejor que se va a encontrar en esta locura de 'reentrée' en el posconfinamiento.

Una historia de los ochenta

Carofiglio es magistrado de carrera, pero sobre todo es muy conocido en su país por sus novelas negras protagonizadas por el abogado Guido Guerrieri. Comenzó en 2002 con 'Testigo inconsciente' y desde entonces ya ha publicado seis novelas con este personaje más otras tres con el mariscal Pietro Fenoglio. Fue uno de los iniciadores del thriller judicial junto al también juez Giancarlo Di Cataldo, también muy conocido por la novela 'Roma criminal' y con el que ha escrito otras novelas como 'Cocaína' —en esta también participó Massimo Carlotto—. Hasta la fecha sus novelas han vendido más de cinco millones de ejemplares.

El escritor de la Puglia italiana, además del género negro, también aborda otro tipo de relatos más intimistas. Como el de esta novela, cuya idea parte de la historia que le contó un amigo que tuvo que ir a tratarse una epilepsia a Marsella a principios de los ochenta, y que tiene un aire a película francesa de aquella época.

placeholder El escritor italiano en 2018. (EFE)
El escritor italiano en 2018. (EFE)

Carofiglio se quedó con aquello e imaginó la vida de Antonio, un adolescente próximo a cumplir los 18 años que tras varios ataques epilépticos acude con su padre, un hombre al que apenas conoce porque sus padres se divorciaron cuando él era pequeño, a la clínica del doctor Henri Gastaut. Allí es sometido a la prueba de la activación, es decir, mantenerse despierto durante dos días.

Todos los personajes de la novela son inventados, excepto el de Gastaut, que existió realmente. Se llamaba Henri Jean Pascal Gastaut y tuvo una clínica en Marsella. Fue uno de los grandes investigadores de la epilepsia y solía citar una teoría bastante particular que consiste en que el genio artístico está relacionado con esta enfermedad. De hecho, publicó varios artículos en los que señalaba que escritores como Dostoyevski y Flaubert o el pintor Van Gogh habían sido epilépticos. En la novela, el doctor le pide a Antonio que le haga un dibujo nada más entrar en la consulta. ¿Por qué?, se pregunta el chico. "Trataba de ver si eras un genio", responde el médico.

El personaje de Gastaut sí existió: fue un neurólogo que pensaba que el genio artístico estaba ligado a la epilepsia

La enfermedad en la novela es casi una excusa para contar la historia, pero tiene la misión de llevar a lo más importante: el diálogo que durante dos días se va a establecer entre padre e hijo. La patología como el detonante de la sinceridad. Padre e hijo hablarán sobre la virginidad, sobre la sensación de tener el corazón destrozado —"una emoción violenta y terrible"— sobre lo que uno desea ser de mayor y después es —o no es—, sobre el miedo, la amargura de la existencia y su imprevisibilidad. "En alemán, uno de los idiomas más precisos que existen, con diversos sinónimos para cada concepto, hay una sola palabra para definir el miedo y la ansiedad: angst", dice el padre, que se revela como una persona muy distinta a lo que pensaba su hijo hasta ese momento: una persona con miedo.

La relación padre e hijo suele estar presente en las novelas de Carofiglio, y no son pocas las que han aparecido recientemente sobre este tema. Desde la saga de 'Mi lucha', del noruego Karl Ove Knausgard, 'Ordesa', de Manuel Vilas, 'No entres dócilmente en esa noche quieta', de Ricardo Menéndez Salmón, 'Tiempo de vida', de Marcos Giralt Torrente o ya clásicos como 'Patrimonio: una historia verdadera', de Philip Roth o 'Los hermanos Karamazov', de Dostoyevski.

Pero esta novela no es un ajuste de cuentas por sentirse mal hijo. Ni hay una mirada desde el rencor atacando al padre ausente. Es el recuerdo de un momento en el que ambos se conocen y se reconocen. Una chispa que solo va a suceder durante unas horas escasas porque cuando regresen a Italia ya no volverá jamás esa camaradería.

Esta novela no es un ajuste de cuentas por sentirse mal hijo. Ni hay una mirada desde el rencor atacando al padre ausente

Es posible que algunos lectores encuentren manidos algunos tópicos —es una novela por la que seguro que ya se ha transitado—, como el poema de Kavafis 'Cuanto puedas', aquel en el que decía "Si imposible es hacer tu vida como quieres/ por lo menos esfuérzate/ cuanto puedas por esto: no la envilezcas nunca", pero Carofiglio lo ve venir y advierte al lector: "Ahora Kavafis está de moda y sus palabras han quedado consumidas de tanto usarlas. Pero en aquel momento sonaban con toda su fuerza, estaban intactas y relucientes".

Como también estaba intacto el humus, el falafel, el kebab y demás comidas orientales que Antonio y su padre degustan una noche junto a dos amigas, que son pareja, y que les invitan a una fiesta en la que algunas chicas muestran sus tatuajes. "Hoy en día tener un tatuaje era normalísimo, pero entonces no lo era. Solo cierto tipo de personas los llevaban: los artistas, los locos, los hippies, algunos motociclistas y los expresidiarios", cuenta Antonio. Un gato atigrado con el que convive la dueña salta entonces por la ventana. Otro tópico hoy. No tanto hace cuarenta años.

Sin política

Lo que no hay en la novela es una charla sobre política. Y no porque el escritor esté desligado de ella. De hecho, a finales de la primera década de los 2000 fue senador por el Partido Democrático -los socialdemócratas-, defendió, entre otras cosas, la legalización de las drogas y batalló duro contra Silvio Berlusconi de quien decía ya en 2011 que estaba seguro que "no va a durar mucho ya", si bien el problema para él es que "Italia es un país con una democracia enferma". Será por eso que lo acabó dejando.

Carofiglio es un sentimental —también le pasa en las novelas negras— un seguidor de Bruce Springsteen que ha cometido la osadía de escribir un libro melancólico, triste y a la vez lleno de ternura. Lo mejor que se pueden encontrar después de tres meses casi tirados a la basura.

"En la verdadera noche oscura del alma son siempre las tres de la mañana", escribió Francis Scott Fitzgerald en 'Suave es la noche', la novela que publicó en la revista 'Scribner' en los años treinta. No eran tiempos luminosos para el escritor, uno de los más enamorados de la fiesta en los años veinte y, a la vez, uno de los más infelices. A veces es una circunstancia que va demasiado unida.

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