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La pasión y el deseo mueven el mundo (y el capitalismo)
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'EL GRAN GATSBY' VUELVE A PONERSE DE MODA

La pasión y el deseo mueven el mundo (y el capitalismo)

El gran Gatsby está de regreso. El anuncio del próximo lanzamiento de la película de Baz Lurhmann, protagonizada por Leonardo DiCaprio, el éxito de Gatz, la

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La pasión y el deseo mueven el mundo (y el capitalismo)

El gran Gatsby está de regreso. El anuncio del próximo lanzamiento de la película de Baz Lurhmann, protagonizada por Leonardo DiCaprio, el éxito de Gatz, la producción teatral neoyorquina, y la subsiguiente reivindicación literaria de la obra de Francis Scott Fitzgerald, ha vuelto a poner en primera fila a uno de los iconos culturales por excelencia del siglo XX.

No es extraño que este personaje retorne ahora a la memoria colectiva. Y no tanto porque sea un clásico de la mitología americana, ni tampoco por la creciente nostalgia de las tiempos predepresión, sino porque, como afirmaba Jay McInerney recientemente, Gatsby es la piedra Rosetta del sueño americano. Pocas historias como la de Jay Gatz han perdurado en la mente occidental en tanto representación de ese lema según el cual es posible llegar a lo más alto de la sociedad a través del sacrificio, del  esfuerzo y del tesón con independencia de cuáles sean nuestros orígenes. El talento y la voluntad pueden conducirnos allá donde soñemos, a condición de que lo deseemos lo suficiente.Hacerse rico aparecía como un requisito ineludible para optar a aquello que le negaronPero Gatsby es algo más que la mera encarnación del triunfo del desposeído. Hay algo en su historia que ha seducido a generaciones y que ahora vuelve a ponerla de moda. Más allá del estilo de Fitzgerald, la obra tiene un par de aspectos especialmente atractivos para la mentalidad presente. El primero es la apelación a la reinvención de sí; en un entorno cambiante como el nuestro, donde lo esencial es saber subirse a la ola, utilizar los flujos en nuestro favor, y aprovechar lo que el azar nos depara, las personas que son capaces de rehacer su identidad según demanda el contexto son especialmente admiradas. Gatz es uno de ellos, un afortunado integrante de esa especie que es capaz de dotarse de una nueva existencia mediante la simple fuerza de su deseo.

En segundo lugar, la historia de Gatz es fascinante porque no nos encontramos ante la mera ambición. Las riquezas no son el fin, sino un medio para conseguir lo que realmente anhela, ese amor de juventud que fue imposible a causa de su condición social. Gatsby era pobre, y ella una chica de clase alta que quedaba muy lejos de su radar. Por eso, hacerse rico aparecía como un requisito ineludible para optar a aquello que le fue negado. 

En definitiva, el atractivo de El gran Gatsby tiene que ver con esa mezcla de romanticismo desesperado, de avidez por el triunfo, de riqueza torturada y de reinvención de la identidad que le habría convertido en el mito americano que es, y que explicaría los motivos por los que su figura nos atrae todavía hoy.

Gatsby en el siglo XXI

Sin embargo, la recuperación de Jay Gatz demuestra mucho más que estamos intentando estetizar un mundo tortuoso como es el nuestro que la aplicabilidad de este mito del siglo XX a nuestro tiempo. Sería mejor que dejásemos de rebuscar en el pasado en busca de claves desde las que interpretar el presente, y que reparásemos en los ejemplos que tenemos ante nosotros. El Zuckerberg de La red social,  por ejemplo, funciona como encarnación contemporánea de Gatsby de un modo mucho más apropiado que la figura del propio Gatz.

Ese ansia por llegar lo más lejos posible es la cualidad esencial del genio empresarial contemporáneo David Knights, uno de los padres de los Critical Management Studies, explicaba en Organization and Innovation, el libro que firmó con  Darren McCabe, cómo los emprendedores contemporáneos poseían una cualidad que les identificaba por encima de otros aspectos, como era su insaciable deseo por llegar lo más lejos posible. Gatsby tenía ese impulso, ya que entendía que la posesión de riquezas podía llevarle cerca de su amor, y Mark Zuckerberg también, en tanto el triunfo (y Facebook mismo, dice el director David Fincher) no es un más que un instrumento para alcanzar el amor de una chica que le ha rechazado por ser insoportable. Si Gatsby entendía que ser millonario era el resorte social indispensable para acceder a su enamorada, Zuckerberg cree que ser rico y famoso es lo que conseguirá que ella caiga rendida a sus pies. El problema es que esa creencia es falsa, y en la medida en que Zuckerberg se niega a aceptarlo, sus actos se convierten en una suerte de exorcismo de la realidad: el estajanovista Zuckerberg se pasa días sin dormir escribiendo códigos, traiciona a quienes están a su lado o busca por todos los medios abrir nuevos mercados para su empresa porque cree que, si llega a lo más alto, todos sus anhelos se realizarán.

El papel del rencor

Ese ansia por llegar lo más lejos posible, dicen Knights y McCabe, es la cualidad del genio empresarial contemporáneo, para quien el valor diferencial no reside en el talento, la intuición o el conocimiento, sino en estar poseído por un deseo irrefrenable. Y eso es lo que lo que le diferencia de Zuckerberg, que quizá tenga talento a la hora de crear, pero menos que los hermanos Winklevoss, quienes tuvieron la idea inicial de Facebook; tampoco es un emprendedor clarividente, siendo su tarea esencial la de sacar partido a la red de contactos en el mundo del capital riesgo que le ha procurado su socio cool, Sean Parker; y tampoco es un gestor excepcional, pero sí sabe atraer y prescindir de aquellos que les son útiles o le resultan una carga. Sin embargo, y a pesar de tales limitaciones, Zuckerberg ha levantado una empresa de la nada, la ha desarrollado y la ha lanzado a nivel internacional. Y todo gracias a esa ambición rabiosa con la que trata con todas sus fuerzas de ser admitido allí donde le han excluido (los clubes universitarios que no se han fijado en él o la mujer que le ha rechazado). O por decirlo de otra manera, gracias a su deseo sin límites. Ya esté impulsado por el rencor, por el ansia por conseguir un amor imposible o por la simple ambición, lo cierto es que sin deseo el capitalismo contemporáneo no funciona.

Y esa es también la esencia de la recuperación de la figura de Gatsby. En un mundo cada vez más deprimido, el capitalismo está del todo convencido de que el deseo es la materia prima imprescindible para su supervivencia. Eso es lo que echa en falta, y eso es lo que le (y nos) atrae de Gatsby.

El gran Gatsby está de regreso. El anuncio del próximo lanzamiento de la película de Baz Lurhmann, protagonizada por Leonardo DiCaprio, el éxito de Gatz, la producción teatral neoyorquina, y la subsiguiente reivindicación literaria de la obra de Francis Scott Fitzgerald, ha vuelto a poner en primera fila a uno de los iconos culturales por excelencia del siglo XX.